Dos hijos desobedientes

El adjetivo "obediente" que tanto escuchamos en la educación de nuestra infancia hoy está completamente pasado de moda. Si antes nuestros padres nos instaban a ser niños "obedientes y buenos", hoy la virtud parece estar en la desobediencia.
Nos ha venido esta idea al ver el título de esta cinta protagonizada por dos auténticos calaveras, más que desobedientes, que andan de feria en feria dedicados a participar en todos los rodeos, serenatas y conquistas amorosas que se ponen por delante. Es decir, que viven del cuento. Eso sí, como quiere la tradición mexicana los hermanos Pedro (Armendáriz) y Toño (Aguilar) son dos auténticos "hombres", verdaderos machotes que se pulen en juergas y parrandas todo lo que ganan.
Y, claro, no pueden pagar la hipoteca de su magnífico rancho de Los Capulines que pasa a manos de Doña Catalina (Arozamena) y de sus dos sobrinas María (Duval) y Elvira (Quintana). Pero ahí está el Padre Mariano (Moreno), párroco de El Cañaveral y tío de esta pareja de vividores, dispuesto a que no se pierda para la familia la propiedad.
Comedia musical con proliferación de mariachis, corridos, trajes de charros, serenatas y golpes cómicos. Demasiadas canciones para nuestro gusto. Armendariz se pone las botas ...
En lo positivo la muestra de folclore mexicano que desfila por la pantalla con peleas de gallos, rodeos con laceado y doma de caballos, derribo de reses, etc. Pero también desfiles de cabezudos, tiovivos, concurso de rancheras y otras manifestaciones lúdicas de sus ferias.
Guion desordenado y poco coherente, dirección al servicio de los cantantes protagonistas, personajes simpáticos pero un poco estereotipados donde, curiosamente, el cuarteto principal utiliza su propio nombre artístico. Interpretaciones que no pasan de regulares.
En conjunto una cinta simpática que abusa de los números musicales y que muestra el tipo de cine que se demandaba en México al comienzo de los años 60.
Recomendable por su curiosidad, aunque un poco aburrida.