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Felicitas

Drama. Romance Felicitas Guerrero fue una mujer argentina del siglo XIX con una historia trágica. Felicitas narra la trágica historia de amor de dos jóvenes desgarrados por el deseo y el deber, la pasión y la culpa en tiempos de guerras sangrientas, la plaga de la fiebre amarilla, y la carrera desbocada hacia el progreso social. (FILMAFFINITY)
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
1 de agosto de 2010
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Felicitas Guerrero, es ampliamente conocida en Argentina y me remito a las diversas paginas que existen en internet, podría transcribirla en este lugar, pero razones ajenas a mi lo impiden.
Yendo a la película, corresponde poner de manifiesto que al ser un historia divulgada, todo el mundo ya conocía el final, por ende el guion tenia que lucirse y en este caso no es así, el filme tiene por lo menos 30 minutos de más, primer problema.
Las locaciones son correctas aunque no es ni remotamente una súper producción y eso se nota.
El segundo problema y tal vez el más importante es la calidad de las actuaciones, en primer lugar de Sabrina Garciarena, en el papel de Felicitas, la misma debía ser joven, muy bonita y buena actriz, fallando en el último de los ítems y dado que gran parte del filme descansa sobre sus hombros la película hace agua.
Tercer problema, Gonzalo Heredia en la interpretación de Enrique Ocampo, es una actuación propia de teatro vocacional.
Las buenas actuaciones de Ana Celentano en el papel de la madre de Felicitas, Alejandro Awada como Carlos Guerrero y Luis Brandoni como Félix de Alzaga su esposo 40 años mayor, en modo alguna suplen lo endeble de los mencionados en los párrafos anteriores.
La historia de Felicitas nos habla del sometimiento legal de las mujeres del siglo diecinueve, a los padres o a los esposos y no hacer especial hincapié en esta cuestión es tal vez lo más criticable del filme.
En síntesis, una película regular y una oportunidad desperdiciada.
Guillermo Herrera
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24 de mayo de 2015
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia de Felicitas Guerrero es bastante conocida, veridica y casi una leyenda. Como una especie de "Romeo y Julieta" argentino. Y si a eso le sumas que esta basado en una historia real, con el condimento de la Guerra de la Triple Alianza de fondo, tenes una historia mas que interesante de donde partir.
Ahora el problema pasa por hacerme creer la historia, sentir en la piel lo que sintieron los personajes. Y esto no se logra en ningun momento. En primer lugar, por la falta de clima adecuado. Salvo pequeños momentos, uno parece como que esta viendo lo que le pasa al vecino, y no le que le pasa a uno mismo, que es como deberia ser. Uno se siente ajeno a la historia, no se siente metido dentro de ella, y mas cuando los personajes cambian de postura, decision o forma de ver la situación en que estan metidos, sin saber por que, o con una facilidad asombrosa.
El segundo tema, son las actuaciones. Un problema en el que caen muchas veces las peliculas argentinas (se esta mejorando bastante, pero a veces se vuelve a eso), es en la excesiva teatralidad de los personajes. En las ficciones de TV eso se ha limado muchisimo, pero en el cine es un tema recurrente. Y aqui se vuelve a dicho error, y sobre todo en la pareja protagonista. Que hoy dia se actue con la misma poca naturalidad con que se actuaba en la decada del '50, hace que a uno le cueste muchisimo creer la historia. Y si bien se trata de ambientar una historia del siglo XIX, es para publico del siglo XXI al que se quiere convencer. Sabrina Garciarena tiene muchos altibajos, y Gonzalo Heredia, salvo el hecho de poner cara de poker, no acierta el tono nunca con una actuacion pesima. El resto del elenco, con altas y bajas, quizas con los mas experimentados salvando las ropas, pero sin grandes interpretaciones, sino apenas aceptables.
Una pena, con el cine argentino volviendo a los viejos vicios.
Martin
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4 de febrero de 2011
4 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Felicitas" es una película sensata, donde se mixturan los recursos del cine arte y los de la industria. Descuella por sus intemperies camperas: oscuras, preternaturales, construidas con limpieza técnica y buen pulso. En todo momento la aspiración cromática y la espaciosidad, la dotan de una perspectiva extensible. Es una película solvente, y oceánica. Su tamaño no deriva de la prodigalidad; conserva el trazo sin titilar ante la opulencia. Aún siendo panorámica, no pierde el relieve y la resonancia de una cinta de cámara. Los cruces dialógicos se inscriben naturalmente sobre el mural del film. Es una de las pocas cintas argentinas que no declinan hacia los tópicos imperantes en el mundillo de los "nuevos intelectuales". ( El nuevo intelectual es un ente peligroso, que luego de haber visto a Ozu, se lanza a garabatear textos catedralicios en contra de todos los vientos. ) El elenco transita el film sin patetismo ( obviamente inoperante en un mosaico pictórico faderiano y decimonónico como éste ). Estamos hartos de que se subrayen como homéricas las actuaciones mustias. Nos hemos empalagado con críticas que exaltan la desertización de los rostros y equiparan la lisura gestual con el aserto trágico. Pues no; las buenas actuaciones no son necesariamente las que, por rayanas en lo pétreo, contrastan con lo rimbombante. Si bien detestamos las composturas isabelinas fuera de estilo, no por ello dejamos de execrar los óvalos vacíos, con los que algunos figurones vernáculos enfrentan y afrentan las lentes. El plantel de "Felicitas" se ajusta a derecho. Quedamos perplejos, cuando se señala como falencia del guión, la falta de imprevisto. ¿No sabíamos acaso cómo ocurriría la muerte de Mozart? La conocíamos por Pushkin, y no por eso, la adaptación de Forman nos pareció poco "reveladora". Sucede que algunos tienen el mal hábito de suponerse a perpetuidad ante el film "Las Margaritas". Y no. Los pensadores del arte —Gilles Deleuze, por ejemplo— abarcan todos los géneros sin hacer rabietas. Saben que los objetos estéticos han de ser situados con oportunidad, y que una vez establecidos, no son pasibles de mudanza; vale decir: no se le puede exigir a una de Ford el nivel conversacional de una de Kaufman; esto se llama improcedencia. Leemos estupefactos que "Brandoni hace de Brandoni". Ventean malas nuevas: todos los actores hacen de sí mismos, se llama: principio de identidad. Lo que enriquece un parlamento es que se abrocha sobre un sustrato real denominado actor. Finalmente, decimos que para mejorar una sociedad no ha de reclamarse la conversión automática del objeto estético en panfleto. Las revoluciones se hacen con una metralla, o votando. Los artistas coadyuvan mucho más con buenas obras, que lanzando proclamas en cualquier intersticio. En síntesis: una película bella, pulida, bien sopesada, ancha, y poética. Una de las mejores cintas del cine argentino. Hemos tañido.

Rafael Teicher
Rafael Teicher
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