El canto de la cigarra

A la altura de 1980, Forqué ya había hecho cosas notables, pero esta no lo es. Basada en una obra, nada conseguida del inagotable y también repetitivo Alfonso Paso, intenta un humor un poco al estilo de La Codorniz o de Mihura pero no le sale.
A pesar de buenos actores (Landa, Pinal, Forqué) no consigue arrancar y, dentro de lo disparatada que pretende ser, resulta reiterativa y hasta aburrida.
Es de esos guiones que, leídos, parecen interesantes pero que al realizarlos, no lo son. La última época de Forqué no es que fuera muy lucida. Del mismo año que esta es “¡Qué verde era mi duque!” aun peor.

Nos encontramos aquí ante una película que se ha diluido con el paso del tiempo. Una obra teatral mal adaptada por Forqué, en donde nos presenta a su hija, una mala actriz que el tiempo ha puesto en su lugar adecuado. De fondo, nos narra la vida de varios fracasados, tanto del hombre bohemio que cuida de sus hijos, los hijos asalvajados o la mujer rica que se siente sola y quiere comprar con dinero las palabras.

Llama la atención lo miserablemente que vive el protagonista, que sin embargo es querido por todos sus vecinos. Los animales son una metáfora de lo que es la vida salvaje, en donde se critica al capitalismo, pero sin mejorar en nada ese sistema menos malo que ha hecho que la población mundial viva más.