Beautiful

Con Beautiful hay que ajustarse los cinturones, tomar nota de todo lo que va sucediendo cual cajas chinas de mentiras sobre mentiras y poner todos tus sentidos para comprender el sentido final de la peli. Pero, ay, luego de tantas idas y vueltas y el espectador enganchado con el argumento por un muy buen manejo del suspense y de los actores...finalmente todo se va al demonio. Porque Flaherty se vio seducido por la confusión como columna vertical de su obra y la bifurcó a un nivel cuantitativo del cual ya nunca logró salir.

Hay dos fuentes de relevancia: el entorno familiar del protagonista en un segundo nivel y la explotación del pobre pibe en manos de una rubia calienta pavas que ni te cuento. Hay que descubrir desapariciones y ver que sucede en la casa 46. El barrio tiene vida propia, se mueve y actúa como un organismo viviente de partes sutilmente encadenadas que se van superponiendo bien hasta que tenemos como diez tramas distintas y ya todo se vuelve cuesta arriba.

Curiosamente la trama familiar, en principio menos importante, es la que mejor está plasmada; mientras que la veta policial/misteriosa de la peli derrapa llegando a su cuarto final. Pocos elementos se cierran argumentalmente y algún bache conceptual se vuelve grave (el protagonista cede a los encantos de la rubia pero...¿cómo nunca se le ocurrió preguntarse porqué la rubia quería saber lo que pasaba en la casa 46?).

Beautiful quiere ser inteligente: llevar al espectador de las narices ante el notable uso del misterio. Sin embargo, y uno puede intuirlo tarde o temprano, la obra llega a unos niveles de retorcimiento tales que la resolución de tantos cabos sueltos será una utopía. Si en una peli de 90 minutos a los 80 del metraje siguen abriéndose sub historias no es descabellado pensar que la obra, lamentablemente, no se cerrará. De hecho no solo no se cierra, sino que su intento despesperado por unirlo todo culmina en un desenlace lamentable (spoiler).