El palacio de las maravillas

El mismo año presentaría una de sus joyas: “Garras humanas” donde hay numerosos enlaces con “El palacio de las maravillas” o “El trío fantástico”. Aunque siempre la obra sea la posterior “La parada de los monstruos” (suma absoluta de logros anteriores).

En el espectáculo se vende como la “Gran Tragedia”: Salomé y la cabeza servida en una bandeja de plata. Como en todas sus obras esos breves minutos de presentación conforman el desarrollo posterior: el elemento —la “iguana asesina”.
El lado oscuro de la mente humana representado por Browning es absolutamente retorcido. Simplemente aterrador.

“El palacio de las maravillas” o “The show” muestra a otra vez a un Browning capaz de conseguir atmósferas malsanas que rodean a sus personajes hasta supurar cada espacio de su interior. Filme personal, rareza como siempre de una arrebatada y perturbadora belleza.

Exposición de "friks" y trucos de ilusión. Crimen a escala. Amor sufrido arrastrando gestos de bondad. Melodrama para corregir.

El ecosistema de Browning resplandece entre los oscuros rincones de la sociedad. Nunca es tarde para sentir. El arrepentimiento del que se hace uso en anteriores tramas argumentales, aquí no es tal. Browning utiliza el shock sentimental para despertar corazones. La construcción de personajes se va enriqueciendo a cada obra. Las apariencias siguen engañando, los prejuicios sentenciando. Predecible. Ágil, tierna y quebrada en el tono.

Renée Adorée y disfruté.

Llega a la pantalla una historia cargada de miradas, de gestos y de ademanes mediante los que T. Browning sabe crear la atmósfera densa que conviene al desarrollo de la acción.
La cámara fija se traslada en ágiles transiciones para que siempre el argumento resulte fluido y los intertítulos -bien estructurados- suplen las carencias del cine mudo.
Y una excelente interpretación -J. Gilbert, L. Barrymore y R. Sdorée- aportan credibilidad y realismo a la trama.
Es una película de porte psicológico opresor en el que el lado oscuro de las cosas tienen algo que decir y por eso presenta una violencia larvada que se ciñe la pantalla como una niebla viscosa.
El director nos ofrece en bandeja de plata una producción que ha sido capaz de mantener su vigencia desde hace casi cien años hasta nuestros días.