El ahorcado (TV)

Tan ahorcado como la ficha del seis doble en una mala mano de dominó.
Así quedó James Devlin (Forrest) colgando de la soga del patíbulo. Y, sin embargo, al ir a meterlo en el féretro comenzó a mover los dedos de las manos, girar la cabeza y pronunciar algunas palabras. Vivía. Había resucitado como Lázaro el amigo de Jesús.
Algo de esto había hablado con el sacerdote que lo atendió en los últimos instantes, aunque referido a la resurrección al final de los tiempos.
Disponía pues Devlin de una segunda oportunidad para enmendar su vida de pistolero. Y la aprovechó defendiendo a una joven viuda y a su hijo del acoso del cacique de turno y de sus esbirros.
La historia tiene su originalidad, es cierto, pero el maniqueísmo del guion con sus malos malísimos y el formato televisivo de la realización echan a perder una cinta que podía haber dado algo más de sí.
Tampoco el color desvaído y el chunta-chunta de la musiquilla telefilmera ayudan mucho.
Salva un poco la cosa el morboso ensayo inicial de la ejecución con la presencia del reo, y la actitud del Dr. Lawrence Nye (Bryant) atizándole una buena dosis de láudano sedante después del preceptivo examen médico previo a la ejecución.
Cinta floja. Recomendable si acaso a los teleadeptos al western.