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Perceval le Gallois (Perceval el galés)

Musical. Drama Inspirada en la novela de Chrétien de Troyes, "Perceval, el cuento del grial" (siglo XII), narra las andanzas de Perceval desde que fue armado caballero por el rey Arturo y se adiestró con los Caballeros de la Mesa Redonda. A diferencia de otras adaptaciones de la leyenda, Rohmer sitúa a los personajes en un artificial y teatral reino. Un coro participa en la historia y, a menudo, los personajes narran sus hazañas a partir de versos ... [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
21 de noviembre de 2009
52 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sir Perceval un buen día
se marchó de Rohmería.

Entre valles y florestas,
por abruptas y altas crestas,
en busca de maravillas
va un caballero tirillas
cuyo nombre es Perceval.
Es un guerrero fatal,
no tiene musculatura,
mas provoca calentura
a las damas de buen ver.
Elegido debe ser
por los designios divinos,
ya que vence en los caminos
a tipos mucho más duros.
¿Tendrá poderes oscuros?

El trabajo textual
es en verdad excepcional.
Los libros iluminados
se ven en los decorados,
hay caballos en escena
y cartones que dan pena.
Los gestos de los actores
ofrecen tantos primores
como códices miniados
o muñecos desalados;
son hieráticos y sosos,
ni mórbidos ni donosos,
sino tristes y estirados
cual atunes enlatados,
con pelucas de estropajo
cortadas de un solo tajo.

Curiosa recreación
que carece de emoción,
pues la cutre imitación
no llega hasta el corazón.
Octosílabos no bastan,
ni pareados alcanzan
para traer el medievo
antiguo y a la vez nuevo
a lomos de Perceval,
de Gauvain y del Grial.

Los cantantes desafinan,
muy pocas notas atinan.
Al recitar la Pasión
bracean sin contención;
diríase que ese coro
a despecho del decoro
o por mor de la bebida
“Asturias patria querida”
para nos ha interpretado
en vez de un texto sagrado.

No sabemos lo que es
este Perceval galés.
Puede ser un musical,
un romance medieval,
tal vez sea un simulacro
de otro tipo de teatro
que se hacía muy antaño
pero que hoy resulta extraño
al moderno paladar
-y nos llega a empalagar.
He escuchado una entrevista
en que Rohmer el artista
dice que su Perceval
no es más que un ¡documental!
Manda huevos, con perdón,
Este tío es un… león.

Sir Perceval un buen día
se marchó de Rohmería.
Servadac
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12 de noviembre de 2012
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para los que hemos seguido a Rohmer en cada uno de sus estrenos, le tenemos que disculpar por alargar ésta película con unas escenas sobre Gauvain, y la pasión. Y le disculpamos porque en el primer caso nos saca a Marie Riviere, la protagonista del Rayo Verde, y en el segundo el latín que aprendimos en el colegio ¡qué tiempos aquellos!
Mantener el octosílabo francés como en el original de Chrètien de Troyes, hacerlo con unas imágenes que parecen ilustraciones del siglo XII, y que nos mantenga atentos, al menos hasta la llegada de Gauvain, es de un mérito que está al alcance de pocos cineastas. Si en Bresson, con su Lancelot du Lac, el sonido de las armaduras nos penetra en nuestro interior, en el Perceval de Rohmer es el color y los decorados los que nos llaman la atención.
Destacamos de Perceval el episodio en el castillo del Graal, ya que es esencial en la novela de Chrètien, no en vano la titula “Li Contes del Graal. En el castillo se espera la llegada de un salvador que reparará la desgracia, el abatimiento y restaurará el antiguo esplendor, según nos cuenta Martín de Riquer, uno de los primeros traductores de la novela en castellano. Perceval es digno de portar la espada, dando paso a un cortejo, dos de cuyos elementos han de suscitar las preguntas del recién llegado, recuerdo, tal vez, del ritual de la Pascua Judía, en el que que las ceremonias no pueden proseguir hasta que un niño, o el más joven de la familia, formule cuatro preguntas. En la gran sala del castillo, y ante Perceval, lo que desfila es un viático, o comunión de los enfermos, en el que se lleva la eucaristía a quien no puede salir de la habitación. El viático va acompañado de luces (lucerna praecedente), lo que en la película corre a cargo de dos pajes portando diez candelabros cada uno. ¿Por qué Perceval no puede responder a las preguntas? Ese es uno de los enigmas de la obra.
Estamos pues no ante símbolos, sino ante la sagrada lanza de la Pasión, tan venerada en los tiempos de Chrètien, y nos tememos que también de Rohmer, de ahí que su añadido final tenga un sentido muy de su gusto. Chrètien se dirige a un público del siglo XII, y Rohmer a nosotros. Más allá del carácter historicista de la obra, me temo que en este caso el catolicismo de nuestro admirado director no cala en espectadores con una cultura laicista.
félix alonso
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18 de febrero de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mi experiencia estética con el texto ha sido muy agradable, podría decirse que lo he encontrado bello. Quizás es en sus imágenes donde más me ha chirriado la obra. Entiendo la intención documental del autor pero no los mezquinos cartonajes y vestimentas.
El espíritu del personaje en ocasiones me conmueve pero la en ocasiones histriónica actuación del actor me hacen sentir sentimientos contrapuestos más relacionados con lo cómico e incluso lo grotesco.
El coro en repetidas ocasiones me produjo reacciones físicas tales como la sudoración, el soponcio y finalmente la enajenación. Pues llegó un momento en el que disfrutaba con sus voces y deseaba rebobinar la película una y otra vez para escucharlas eternamente. Se trataba tan solo de un periodo transitorio que se dio finalizado al saber que la película rondaba los 135 minutos.
Tras quedar prendada locamente de amor por Perceval el gales por su nobleza e inocencia le dedico estas sinceras palabras: Oh Ser genuino, sin tristeza ni vileza. Ser de entereza, maravilloso por naturaleza. Ser ducho de orgullo y satisfecho por lo que luchó. Ser de armas y alarmas, de fuerza, fuego y llamas. Ser de pelea, Ser que combate, ser al que nadie nada arrebate, nunca se bate en retirada. Ser de escudo y espada que atrás nunca deja nada.
ALBADUERME
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24 de septiembre de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Diría que ninguna de las 25 películas que he tenido ocasión de ver de este director parece una «obra menor». Es muy acertado definir cualquiera de sus películas como un «documental de personajes», tal y como escribió cierto crítico que ahora no recuerdo. Resulta apasionante el amor que tenía por la naturaleza y los fenómenos atmosféricos (y cómo estos le condicionaban), la defensa de la modernidad en un cine de dispositivo invisible, la distancia hacia sus personajes y otras mil cosas de las que se podría hablar durante horas.

Tras haber cerrado el riguroso ciclo de películas de los Seis cuentos morales y antes de inaugurar las Comedias y proverbios, Rohmer dirige, a mi parecer, las dos películas más extrañas dentro de su filmografía. El dúo que supone "La marquesa de O" y "Perceval el galés" ofrece algo insólito, pues ninguna de las dos está incluida en serie alguna y ambas tienen que ver con obras aisladas y complejísimas, ajenas a muchas temáticas que hasta entonces siempre habían estado presentes.

Si la estructura de los cuentos morales consistía, en líneas generales, en un hombre que al ir en busca de una mujer conoce a otra —momento que ocupa la mayor parte del metraje— y luego regresa a la primera mujer (haciendo que el protagonista se cuestione y replantee sus ideas), y las comedias y proverbios traen consigo a mujeres que desean algo, que quieren vivir algo con fuerza y no tienen miedo a los acontecimientos sino a la monotonía, el deseo de Rohmer en esa pequeña etapa de transición que conecta las dos series es más difícil de interpretar.

En "La marquesa de O" la pretensión es adaptar la obra de Kleist con la más absoluta fidelidad posible, pero las intenciones con su película de 1978, aunque siguen los mismos pasos y en parte posee la misma naturaleza que la anterior, da lugar a una rara avis dentro de la obra de Rohmer, no por ello menos fascinante. Los deseos de objetividad del director francés continúan, pero aquí con la novedad de una puesta en escena inusual, compuesta por unos decorados inspirados en las miniaturas medievales, que hacen recordar inmediatamente a los decorados que prepararía en 1982 Joao César Monteiro en "Silvestre". El uso de estos insólitos y atrevidos escenarios (que en 2001 los aplicaría con la misma filosofía en La inglesa y el duque) implican una pequeña ruptura consigo mismo al introducir ese afán de no-realismo puramente intencionado, al igual que el método de interpretación de los actores.

Se muestran unos decorados a escalas desconcertantes siguiendo los modelos de esas miniaturas de la Edad Media, hechos de cartón, con elementos que directamente están pintados, conformando un relato que ocurre en espacios que apenas tienen profundidad. Todo es plano y deliberadamente artificial, con colores atractivos e iluminación muchas veces dura y agresiva.

Aquí Rohmer adapta la novela de Chrétien de Troyes con la intención de sustentar el proyecto en el modo de representación propio de la época, versionando el texto para que este sea algo más inteligible y accesible pero intentando conservar su esencia. Tal y como aseguraba, persigue con su característica imparcialidad retratar la caballería, como si se tratase de una grabación que registra la representación de la obra en su época, rechazando hacerlo emitiendo un juicio desde la perspectiva contemporánea.

Otra novedad es el peculiar uso de la narración, pues seguimos al ingenuo personaje de Perceval queriendo ser armado caballero, mientras le acompaña durante toda la aventura un coro que completa la narración con sus comentarios —por otro lado, el uso de la música también supone otra novedad en su cine—. Es increíble la manera en que Rohmer comienza a experimentar y a probar nuevos códigos pero sin renunciar a su estilo, conservándolo. Al igual que hizo con la improvisación de los actores en "El rayo verde", que volvería a intentar prolongar en "Cuatro aventuras de Reinette y Mirabelle", con la que no quedó del todo satisfecho y regresó al control. Hay quien piensa que siempre hace la misma película, pero no, investiga y con cada ciclo de películas destruye en cierta forma al anterior.

"Perceval el galés" es una extraña e interesantísima película que atesora varias actrices que aparecerían en películas del ciclo de Comedias y proverbios, una obra de experimentación del lenguaje durante la que Rohmer soñaba y engendraba su próxima serie. Reflexionaba sobre las formas de representación, pero no debe verse como una simple cinta de transición, sino como una película inteligente y amplia de uno de los cineastas más importantes que han existido, igual de lúcida que cualquier otra.

Bibl. «Eric Rohmer (Antonio Santamarina, Carlos F. Heredero) - Cátedra. 2011»
Harvsi
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15 de abril de 2022
0 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me da pena por Chretien de Troyes y su Perceval, uno de los textos medievales con los que más disfruto. Como se dibuja ahí el personaje de Perceval es de una finura que he encontrado pocas veces después.
Y me da pena que esto sea de Rohmer que tan grandes películas nos dio.
Parece una fantochada o una recreación de principiantes de un instituto. El que hace de Perceval también da mucha pena, porque es un tirillas sin músculo y sin fuerza.
Y el vestuario…Todo penoso.
El misterio del Grial tratado como si fuera una pantomima.
yoparam
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