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A Hell of a Guy

Acción. Comedia. Drama. Intriga Eiji es un joven honesto y honrado que trabaja en lo que puede para ayudar a su madre y demostrar lo que vale a Yukiyo, de la que está enamorado. Sin embargo en el camino se tropieza con las violentas acciones de los Shinkai, el peligroso clan yakuza que domina la zona, y cuyo jefe tiene atada a su madre de pies y manos al haberle ofrecido el bar en el que trabaja.
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9 de marzo de 2021
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En la ciudad hay muchos peligros. Hay violencia, engaño, delincuencia, injusticia en general, y sólo los jóvenes valientes y honestos poseen la suficiente fuerza como para detener esto.
Y Seijun Suzuki nos presenta a quizás el más honesto y honrado.

Toda productora cinematográfica dedicada a lo popular siempre tiende a enrolar a actores jóvenes con carisma y atractivo y convertirlos en sus estrellas, a base de ofrecer una imagen manipulada de ellos para encandilar al público; si detenemos nuestra búsqueda en el Japón de hace unos 60 años, podría decirse que Nikkatsu era la que seguía esta norma con más ahínco. Y sus directores por contrato debían obedecer órdenes y lanzar un buen producto para hacer brillar a sus jóvenes talentos, independientemente de la calidad final.
El pobre Seijun Suzuki, como otros muchos (Koreyoshi Kurahara, Ko Nakahira, Hiroshi Noguchi, Yasuharu Hasebe...), pertenecía a este grupo. Acaban de empezar los '60 y el hombre lleva un ritmo frenético de producción; pese a estrenar películas de género notables todavía le queda mucho para romper moldes y revelar su talento como es debido con "La Juventud de la Bestia". Lo que hace es soportar rodajes rápidos, resignarse a guiones mediocres y no rechistar sobre los presupuestos que le dan; el actor que le asignan durante un tiempo es un chaval llamado Koji Wada con hambre de éxito y con quien hará muchísimas películas, todas regulares y en el fondo olvidables en su amplia filmografía...

Después de la inevitablemente mala "Tokyo Knight", otro encargo llamado "Muteppo Daisho", responsabilidad de Takeo Matsura (que volverá a colaborar con el director) y Ryuzo Nakanishi (que escribirá en especial para Hasebe). Aprovechando, como solía ocurrir en estas películas, el tener a un joven actor que también es cantante, Wada interpreta para Nikkatsu el tema principal mientras vamos conociendo a su Eiji, un aún estudiante que trabaja a media jornada como profesor de patinaje sobre hielo mientras hace de vigilante junto a su pandilla de amigos para defender el barrio de los malhechores.
Lo que tenemos aquí, como vamos descubriendo poco a poco, es un personaje absolutamente plano y predecible a todos los niveles. Típico de estas producciones, los adultos, los padres, los jefes, es decir: la generación de la guerra, se rebaja a un puñado de inútiles, cobardes, borrachos, cínicos y violentos individuos; contra este mal, el arrojo y la buena voluntad de los chicos, quienes forman una comunidad de bondad y se lanzan a proteger su capitalista y negra sociedad en sustitución de una policía incompetente y permisiva. Este marco social es el preferido de Nikkatsu para lograr que sus espectadores sigan el ejemplo de sus héroes.

Eiji se gana el apelativo de héroe de su generación en el sentido más estricto de la palabra: recto, valiente, gusta a las chicas y además de saber tocar la guitarra es un luchador nato de karate. Tampoco duda en proteger a su madre (cómo no, viuda de guerra) de las avasalladoras exigencias de Shinkai (el jefe yakuza de turno que tiene a la ciudad bajo su control), quien le concedió regentar uno de sus bares, ni a Yukiyo, la chavala de la que está enamorado cuyo amor recae sin embargo sobre Goro, miembro de los Shinkai (por supuesto uno que quiere abandonar ese sórdido y reprochable estilo de vida).
En este sentido, la cámara de Suzuki se revela vital, dinámica, y el ritmo que imprime es veloz, a veces demasiado; pero aunque insinúe destellos de su particular humor, lo que eleva en ciertas ocasiones a un absurdo caricaturesco (destaco sin duda cuando Eiji y sus amigos pegan la paliza a los yakuzas que quieren robar a esa pobre pareja), y deje entrever esas dosis de acción bien dirigidas, en "Muteppo Daisho" no muestra, o no tiene oportunidad de mostrar, todo el potencial y el genio que posee para lo narrativo y visual. Da igual si Kazue Nagatsuka le provee con esa colorida fotografía de tonos terrosos para subrayar la suciedad de la atmósfera...

Lo importante es que la historia, que juega de forma confusa con las claves de la "crook story", la comedia negra e incluso el melodrama (y que se ve acompañada para más inri de los clásicos números musicales en pubs y discotecas de moda), resulta poco original y está plagada de personajes-tipo, si bien todos tratados desde lo esperpéntico y lo caricaturesco (sobre todo los villanos), son más atractivos que el protagonista: su pobre madre (Kotoe Hatsui), el jefe mafioso (ese Nakajiro Tomita caracterizado para resaltar su repulsión), el honorable Goro (un muy digno Ryoji Hayama) o el alcohólico y fracasado padre de Yukiyo (Ichiro Sugai, encarnando de maravilla al individuo más interesante).
A todo esto el centro de la intriga es el asesinato de uno de los principales jefes sindicalistas responsables de una huelga de trabajo en la compañía de un empresario corrupto y violento. Este argumento, que sin saberlo envuelve a todos los personajes, podría quedar mejor resuelto si Matsura y Nakanishi se centrasen un poco más en él y menos en las hazañas justicieras de Eiji, ese Wada dando vida a otro de los protagonistas menos ambiguos y más transparentes de la carrera del cineasta; desde luego encaja perfectamente en su papel de bonachón sacrificado por los demás.

Pues este argumento tenderá a resolverse demasiado rápido, de manera precipitada y torpe, ¡y con una intervención incoherente de los amigos de Eiji (no se sabe muy bien a santo de qué) como sucedía en los films de Bruce Lee!
Wada colaboró muchas veces con el realizador, sí, pero ésta, a pesar de las decentes dosis de entretenimiento que ofrece, es otro flojísimo esfuerzo. Si hay un instante donde deja volar un poco su imaginación es durante la actuación del trío vocal femenino en el pub; por su ejecución e impronta visual podemos asegurar que la filma el Suzuki de años posteriores.
Chris Jiménez
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