Westwood: Punk, Icon, Activist

Lo mejor: cuando ella confiesa que en toda la vida de dios lo que le ha preocupado muy por encima de todas las cosas ha sido especialmente el bienestar del resto de la humanidad, el planeta mismo, ni una miss universo hilaría tan fino en las rondas finales de tan magno evento de belleza moda, vivan la intelectualidad a la contra y el sentido del humor británico tan irónico y para inteligentes. Cuando dice también que se cayó del caballo de la más supina ignorancia al leer un artículo de un periódico, esos artefactos indispensables, que inmediatamente la transformó en ecologista convencida, me voy a echar un vistazo a la antártida antes de que se derrita de una vez por todas como este de fresa helado que ahora chupo y chupo. Artículo en el que según parece se venía a decir que para el final del siglo quedarán solo unos mil millones (ahora debemos andar por los siete mil) de personas. El dato es hasta optimista teniendo en cuenta cómo se han puesto manos a la obra, con desmedido afán, estos humanistas filantrópicos científicos maltusianos que nos ocupan y tanto por nosotros se preocupan últimamente, no va a quedar títere con cabeza, ni el tato, y el que se salve de la quema o resista gato panza arriba, tanta fiera purga y selección a la fuerza ahorcan de la especie, se acabará matando también de aburrimiento, desesperado ante tamaña avalancha de santidad, profundamente deprimido ante tanta bondad asesina ferozmente asfixiante y opresiva.
Lo peor: las humillaciones más o menos leves y rutinarias a los subalternos o adláteres de entrambos, esa corte de títeres o bufones, y eso que les están grabando, imaginad ahora lo que podrán hacer en privado, o tal vez sea justo al contrario, eran números coreografiados/preparados para darse aires de tremendos gerifaltes con esclavos de los de antes.
Malcolm McLaren como el archivillano, thanos o el tano, en la sombra de esta apología poco disimulada, cantar de gesta de la vetusta elementa, ese retintín que le adorna, esa amenaza ominosa de fondo, obrando maquiavélicamente siempre en contra de ella, el mal agazapado y a la espera.
Él es una mezcla del Terence Stamp de superman, hortera de aúpa, el Peter Stormare de fargo, con peluca, raro, y el Ben Stiller de zoolander, sobran los comentarios, un cachondo.
Los dos juntos son Alaska y Mario Vaquerizo.
O te quedas pequeñito y controlas lo que haces, tu producto cuidado y querido, o te expandes y te conviertes en una máquina de hacer churros, y dinero, lo masivo es impersonal, pierde rasgos y bordes y cortes, sacrificas libertad e independencia, ganas a espuertas pasta. Eso está bien explicado por su parte, es, de hecho, lo primero que yo pienso cuando me levanto y cuando me acuesto, antes de empezar a rezar, sobre mi inmortal y vasta obra nada menos, me identifico con esta arpía tanto, si debo seguir en la cumbre mítica de mi grandeza inaccesible o por el contrario bajar al fango, mancharme las manos, dejar de respirar aire puro para vulgarizarme y allanarme y así ganar desganadamente ya de paso miles de millones de dólares, si traducirme al lenguaje obvio que, este sí, conoce la simple y básica masa, o permanecer estremecedoramente olímpico y adusto, dándole envidia hasta a la misma muerte, menuda disyuntiva o cruce de caminos, ahíto, anonadado me hallo y hasta puede que también, en ningún momento lo descarto, un poco hayo, oye.