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El hombre del boulevard de los Capuchinos

Comedia. Romance. Musical. Western Mr. Johnny First llega a una soñolienta ciudad del "Salvaje Oeste". Allí instala su cinematógrafo, en el que muestra a los residentes películas mudas chaplinescas, los salvajes habitantes de la ciudad quedan amansados por las imágenes que ven en la pantalla y abandonan los salones y las peleas para sustituirlos por vasos de leche y películas. La bella bailarina Diane se enamora de First, que se hace así varios enemigos, incluidos todos ... [+]
Críticas 1
Críticas ordenadas por utilidad
10 de diciembre de 2017
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Человек с бульвара Капуцинов (El hombre del Bulevard de Capuchinos, 1987) es uno de los grandes éxitos del cine soviético contemporáneo. A cualquier hispanohablante el título le puede no sonar para nada, pero en su momento la película se colocó entre las más vistas y hoy en día sigue siendo una obra totalmente reconocida por cualquier habitante de Rusia. La obra, que parodia comicamente al género Western, esconde dentro de su fachada una evidente fábula moral sobre el uso del cine y sus consecuencias en la sociedad. La película contó con un reparto lleno de estrellas del cine de aquella época, entre las que sobresalen los tres protagonistas principales, interpretados por Andrei Mironov, Aleksandra Yakovleva y Nikolai Karachentsov. La película fue rodada en diversas zonas de Crimea, donde se simularon decorados similares a los del lejano oeste.

La película nos presenta un argumento singular, que es una abierta parodia (pero también homenaje) al cine Western. Sí, al cine Western, aunque la película sea soviética (lo que sin duda le da un toque de exótico a la película que la hace irresistible) . Hay diversos guiños al Western clásico e incluso al Spagetti. Seguramente el más reconocible sea las lineas de guión que hacen referencia a “este es mi bistec” y la célebre película de John Ford, The man who shot Libety Valance (El hombre que mató a Liberty Valance, 1960). Nos encontramos con el siguiente desarrollo: Johny First, intrepretado por Andrei Mironov, es un proyector de cine ambulante, que llega al típico poblado Western que tantas veces hemos visto en el cine norteamericano. Ahí se encuentra con una sociedad totalmente salvaje (representada con una pelea típica de Western en el saloon, donde las sillas vuelan de manera amenazadora) y que intentará cambiar con el cine. Y a fe que lo conseguirá, sólo hay que ver el cambio que el cine produce en el personaje de Karachentsov, un vaquero que parece beber más del spagetti e incluso de las películas de Bud Spencer y Terence Hill que del cine clásico (un personaje rudo pero con una evidente vis cómica, que reparte graciosamente diversas toñinas) y que cambiará sus modales gracias a las películas de Chaplin entre otras obras. Sin embargo, en el tercio final las cosas parecen desmoronarse, y la película opta por una salida que rompe con el tono feliz que llevaba la película hasta el momento, por uno que al final no deja de ser más lógico con el tema que pretendía desarrollar el filme.

Es también una evidente metáfora de como el cine se convirtió y pasó de ser un arte a un simple negocio. Es algo que la película hace evidente, y ni siquiera hace falta que hablemos de metáfora o algo parecido. Nuestro protagonista, que en realidad bebe mucho de la propia historia real y de todos aquellos proyeccionistas que iban de pueblo en pueblo mostrando las maravillas del nuevo cinematográfo, es en realidad un idealista. Un idealista que a la vez es el mismo director o guionista. Un idealista que cree que el cine puede tener una misión pedagógica. En nuestro caso, la película nos muestra como el cine puede transformar a una sociedad, haciéndola más educada. Evidentemente no es sólo el hecho de que el guión de la película pretenda

Los actores son uno de los elementos claves de la película, y sobre la que hay que destacar el gran nivel interpretativo que consiguen. La película incluye además diversos números musicales, que ayudan al empaque de la producción.

También hay que decir, que si en algo no funciona la película es en su tono declaradamente naif. La película es consciente de ello, pero no por eso en algunos momentos hay una excesiva ingenuidad que recorre tanto el argumento como a los personajes. La relación de amor por ejemplo, resulta demasiado blanca, así como poco creíble, pero especialmente las intenciones del cineasta ambulante de convertir a la sociedad resultan un tanto ingenuas. Más allá incluso, nos encontramos con un final resuelto de manera demasiada apresuarada (los habitantes de la ciudad convirtiendose otra vez en seres sin educación al caer en las manos del cine comercial que ha traído este segundo proyector ambulante), que a pesar de ser más o menos realista con lo que sucedió realmente con el uso del cine, no acaba de estar demasiado bien resuelto.

https://wordpress.com/post/neokunst.wordpress.com/8309
Kyrios
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