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Sigamos la flota

Musical Cuando la flota atraca en el puerto de San Francisco, Bake Baker sólo piensa en recuperar a su antigua novia y pareja de baile, Sherry Martin. Mientras tanto, su amigo Bilge Smith mantendrá un romance con Connie, la hermana de Sherrie. Pero las cosas no discurrirán apaciblemente: Bake tiene la costumbre de hacerle perder sus trabajos a Sherrie, y Bilge no parece preparado para sentar la cabeza. (FILMAFFINITY)
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Críticas 8
Críticas ordenadas por utilidad
16 de diciembre de 2006
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Escuchando la maravillosa música de Irving Berlin no he podido remediarlo. Bailando con soltura, precisión y sobre todo elegancia, mis manos se deslizan por el teclado y escriben estas escuetas palabras.
Reconocido como el mejor numero de la pareja universal, solo tengo que recomendarlo. El numero final es de una hermosura sublime, el decorado blanco y negro es elegantísimo, el traje de Ginger, es fabuloso, y como se mueve al son de la musica aun más. La factura del baile es asombrosa y la música mejor no hablar, la escuchas y ves a Fred y Ginger en su máximo apogeo, bailando sobre tus mismísimas narices. Te trasladas a ese mundo tan maravilloso donde ellos existian.
De la película no recuerdo nada, pero ese número lo recordaré para los restos.
rick blaine
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9 de abril de 2011
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Perteneciente a ese grupo de películas -algunas de ellas inolvidables- que juntaron a la genial pareja Astaire-Rogers, "Sigamos la flota" mantiene el esquema estructural de casi todas y, aunque no posee la calidad y gracia de "Sombrero de copa" o "Ritmo loco", si que se nos revela como una película agradable, con buenas canciones y un par de números musicales de bella y pulida factura.
La cinta cuenta la historia dos soldados de la Armada que van a disfrutar de unas horas de permiso. Uno de ellos coincidirá con su antigua novia y, el otro, enamorará perdidamente a la hermana de ésta. Pero han de regresar con su flota y ambas muchachas tendrán que esperar largo tiempo hasta el siguiente permiso.
Por supuesto este liviano argumento no es más que la excusa para que Astaire y Rogers se luzcan y nos muestren su repertorio de bailes y canciones. Nos transmiten alegría, vitalidad, ligereza. Lamentamos quedarnos sin la CLASE de Astaire pero sólo al final se pone el frac, y vestido de 'marinerito' de Primera Comunión deja mucho que desear.
Sandrich dirige con frescura y agilidad, aunque echamos de menos el toque cómico de "Sombrero de copa". Destaca en la dirección de actores, especialmente de los secundarios. Si Harriet Hilliard está magnífica y encantadora, Randolph Scott mantiene el tipo y Sandrich nos dibuja su rostro más expresivo que nunca.
el chulucu
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16 de enero de 2011
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Sigamos la flota" sigue el mismo patrón que todas las películas de Astaire: comedia romántica de lo más ingenua y ligera, acompañada de bailes únicos y maravillosos que son, en definitiva, lo más bello e importante del metraje (pero de todas las cintas de Astaire, ésta es quizá la que mejor destaque por extender algo más su coto argumental. Ya que, no solo se limita a una única historia romántica, sino que amplía su horizonte hacia gracietas "marineras" y otra trama romántica más variada. Y el hecho de ser más completa y amplia, hace que sus actores se luzcan más, y que todo resulte más notable y equilibrado). Como en una balanza nivelada, la ingenuidad del argumento y su devenir (que a estas alturas puede causar un poco de sopor y bochorno por su anacronismo e inocencia) es una losa que se olvida rapidamente en cuanto que hay cualquier número musical en el que Astaire flota sobre el suelo dejando boquiabierto al respetable.

Como es lógico para su época, el film ofrece un acabado sencillo sin montajes enredados y con un total empeño en alargarse en los planos... lo cual en este caso queda perfecto, ya que en "Sigamos la flota" se mostraba ascéticamente un talento delante de las cámaras digno de lucirse.

El buen diseño de producción, la concisión y la implicación en el devenir de su sencilla trama, los buenos momentos musicales y, sobre todo, unas actuaciones con carisma y presencia, consiquen ofrecer una cinta entretenida, agradable, positiva y enternecedora por su nostalgia (y, a ratos, también deliciosa y mágica).

El inmortal Astaire no solo demuestra aquí ser un brillantísimo bailarín, sino también un divertido y entrañable actor (sin llamar la atención, Astaire consigue con un puñado de ademanes hacer creíble una personalidad que a priori no casaba con su fisionomía) y un buen cantante. En este film Astaire no solo asombra con sus bailes, sino que se luce en todas sus virtudes. Ginger Rogers resulta más bien un complemento de Astaire... un complemento simétrico y perfecto con el que queda fuera de cuestión tras ver el film que ambos eran la pareja cinematrografica indiscutible del baile y la comedia romántica más distraída (con una complicidad y un vacile entre ambos dino de mencionar). Son acompañados en el reparto por un Randolph Scott como atractivo dandy, y una Betty Grable como hermana segundona con una preciosa calma en su personalidad.

La partitura de Irvin ofrece buenas canciones, bonitas y pegadizas (algunas de ellas románticas y otras cómicas y cómplices). Y por supuesto no se me puede olvidar mencionar lo mejor de la película y lo que la hace memorable: esos bailes atemporales donde los segundos desaparecen, con planos que no se cortan para poder seguir los pasos de Astaire y Rogers de los que no se puede apartar los ojos de la pantalla ante su agilidad y embrujo. A destacar el gran momento del film: ...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Spark
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10 de diciembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ponerse una de Fred Astaire y Ginger Rogers es como acudir a la vieja pastelería de la esquina y escoger, de entre un variado surtido, el mismo perfecto pastel de reconocido relleno que hemos degustado mil veces y que, sabemos, no nos va a defraudar.
Vamos a ver bailar a Ginger y Fred. Todo lo demás no importa. Y Mark Sandrich lo sabía. Por algo era el director favorito de la inolvidable pareja. Porque con su gran criterio profesional, ponía todo su saber hacer al servicio de los números de estos artistas.
Y es que los números solían ser soberbios. Y nunca eran iguales. Con músicos de la talla de Irving Berlin en ésta, Cole Porter en otras, sus bailes y canciones permanecen en el recuerdo para siempre en la memoria del espectador.
Pero esta peli tiene dos fallos. Uno es la subtrama a cargo de Scott y Hilliard que aquí decidieron, no sé por qué, darle un tono más dramático y menos ligero que en otras comedias. Que no, que no. Que Fred Astaire y Ginger Rogers es sinónimo de gozo, placer y alegría de vivir. Meter siquiera una sombra de drama es empañarla.
Y otro defecto es el atuendo. Fred Astaire era el bailarín más elegante pero no tenía percha y eso sólo el frac podía disimularlo.
Pero los números musicales siguen siendo memorables. Aunque en esta película yo destaco el último naturalmente.
Ahí sí. Ahí Fred se nos planta con frac. Ginger con uno de esos vestidos de increíble ruedo. Y juntos, ejecutan una danza que, tal y como lo rodaban, de principio a fin sin cortes perceptibles, de cuerpo entero, logrando que el espectador crea que están bailando en el salón de su casa, se creaba esa magia imposible de describir.
Ya no podemos ver bailar así, en una sola pieza. No es posible. Ese trabajo de rodar sin cortes debía suponer un trabajo titánico, al parecer, imposible de rentabilizar hoy en día. Por eso en los musicales de hoy en día no vemos bailar en realidad. Sólo vemos cortes, cortes y cortes. Y esto era Arte, ¿no creen?.
Izeta
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11 de octubre de 2015
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Después del encuentro casual (providencial) en "Flying down to Rio" (1933) en donde eran dos desconocidos, vinieron "La alegre divorciada" (1934), "Roberta" (1935), "Top Hat" (1935), y llegó "Follow the fleet" en 1936. Me parece que en esta quinta película se nota que la pareja ya es plenamente conciente de sus capacidades, y, sobre todo en Ginger, advertimos una actuación con una naturalidad y una confianza asombrosos. Esto se percibe sobre todo en el único sólo de claqué que hizo a lo largo de las diez películas juntos en el número "Let yourself go" en donde se muestra plenamente segura de su baile y de su arte. Es destacable también la competición cómica por llevar el ritmo que hacen en "I'm putting all my eggs in one basket" en donde se mezcla el baile con el humor como hicieran en tantas otras películas. El subvalorado Mark Sandrich los dirige por tercera vez después de "La alegre divorciada" y "Top Hat". Los dirigiría dos veces más en "Shall we dance" y "Carefree" para convertirse en el privilegiado de haber conducido nada menos que cinco de las diez películas de la pareja. Es especialmente notable por su incorporación en la trama y por su melancólico romanticismo la canción "But where are you" interpretada por Harriet Hilliard (luego se cambiaría el apellido por Nelson). Sin embargo, más allá de todo lo dicho hasta ahora, "Follow the fleet" será recordada siempre por uno de los mejores números interpretados por Astaire y Rogers en toda su carrera: "Let's face the music and dance". Se tejieron muchas historias sobre el peso añadido al vestido de Ginger para que tenga ese movimiento único, y sobre el golpe que da con la manga del mismo en la cara de Astaire en uno de los giros que según la propia hija del actor el recordaba que había sido como un golpe de knock out. Sólo por este último número, la película ya valdría la pena de ver.
HUSTON
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