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The Lost Bladesman

Acción Durante el periodo de los Tres Reinos combatientes la antigua China se encuentra en crisis. Para unificar el país, el general Cao Cao (Jiang Wen), el verdadero gobernante tras el Emperador, intenta reclutar al más grande guerrero del país, Guan Yun Chang (Donnie Yen). Sin embargo, Guan Yun Chang es un leal aliado del enemigo de Cao Cao, Liu Bei. Para convencer al poderoso guerrero de luchar a su lado, Cao Cao toma como rehén a su amada, ... [+]
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
16 de agosto de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como en la práctica totalidad de las producciones chinas la suma de unos nombres tan extravagantes para nuestra cultura, un reparto bastante coral, unos rasgos no excesivamente marcados para nuestra percepción, así como una historia con múltiples giros con unas ramificaciones y motivaciones curiosas hacen que sea complicado mantenerse al tanto de la totalidad de las vinculaciones e intereses entre los personajes del film.
Quitando este 'pequeño' detalle la película cuenta con unos efectos especiales y coreografías de combates de buena calidad, que entretendrán sin problemas a los fans del género.
Sir dunkel
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27 de octubre de 2011
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Las escenas de batallas y los efectos visuales son espectaculares, dignos del cine oriental actual del género de las artes marciales. La trama es potable, con su intrincada red de intrigas, corrupciones, honor y luchas por el poder (muchos cuervos acechaban tras el trono imperial, con la acariciada ambición de unificar China). Se hace algo cansino seguir tantas maquinaciones, traiciones y emboscadas, así como la imagen del código de honor inquebrantable, y la déspota figura del emperador que tiene carta blanca para todas las atrocidades por un supuesto derecho divino (mucho creerse descendientes de dioses pero hasta los emperadores tienen un cuerpo mortal que les exhorta a ciertas funciones fisiológicas y que envejece y padece lo mismo que el de el más pobre siervo, y estiran la pata como todo quisqui), y el sacrificio personal por motivos de protocolo social y por esclavizante obediencia a gobernantes crueles.
Nadie era dueño de su vida. Se había creado un severísimo código en el que el concepto de la libre elección no existía, ni la marcha atrás ni los desvíos. Había que permanecer hasta el fin en la condición impuesta. El campesino tenía que vivir arrodillado, el soldado tenía que vencer o morir, la mujer era una pertenencia y ni en sueños podía escoger a su cónyuge. Un señorón aburrido de parientas (encima ellos tenían todas las esposas o concubinas que se les antojaban, incluso más de lo que les apetecía) decidía (o más bien decidían por él) que ya era hora de ampliar el rebaño mujeril, como quien se pone a ampliar la cocina, y le daba el capricho de arrancar a otra joven a la que ni conocía de su mundo y de sus afectos, y atarla por la fuerza, sin preguntarle su opinión. Así quién no se casa, se busca amantes y tiene un harén, claro. Obligando y amenazando cualquiera es el rey del mambo.
El protagonista es el mejor guerrero de toda China (hay que ver cómo pelea el tío, es el Rambo de Oriente), y sueña con terminar con el reguero sangriento y vivir retirado en paz, pero su forzosa aura asesina nunca lo dejará descansar.
La armonía y la tranquilidad que él desea, junto con su inconfesable amor por su futura cuñada, están tan lejos de él como lo están las estrellas del cielo.
Para algunas personas no hay nada tan inalcanzable como aquello por lo que uno respira en lo hondo, por lo que se late con el dulce dolor de lo adorado, por lo que uno daría la vida entera.
Vivoleyendo
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