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Le Samouraï

Cine negro. Thriller La historia de un hermético y frío asesino a sueldo. Jeff Costello es un perfeccionista que siempre planea cuidadosamente sus asesinatos y al que nunca han atrapado. Sin embargo una noche, tras liquidar al dueño de un club nocturno, queda a la vista de varios testigos. Sus esfuerzos por construir una coartada fallan y poco a poco es acorralado, tanto por la policía como los clientes que le han traicionado. (FILMAFFINITY)
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Críticas 69
Críticas ordenadas por utilidad
17 de septiembre de 2016
17 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
"Le samouraï" no es una película, es una lección sobre cómo deberían hacerse cierto tipo de películas.

Tienen que pasar algo más de diez minutos de metraje para que veamos por fín cómo uno de los personajes abre la boca y dice su frase. Para entonces el espectador ya dispone de la información necesaria y de la dosis de intriga suficiente como para no moverse de la butaca en la hora y media restante. Sin pestañear. Melville ha obrado el milagro, el milagro del cine, el milagro de la imagen en movimiento. Los diálogos escasean en un guión que nos cuenta la historia de un hombre parco en palabras y en sentimientos. El maestro galo construye un personaje para la antología dentro de una trama que por otra parte tampoco es que sea muy novedosa; se apoya en un Delon impasible, prodigioso, que por un momento consigue hacer que te olvides de que te encuentras ante uno de los actores más guapos que ha pisado nunca un plató de cine.

Nada sobra, ni siquiera las palabras, en este ejercicio de meticulosidad que roza la perfección, repleto de escenas memorables que luego crearán escuela. Una intriga que se desliza sutilmente hasta llevarte a un final único que te descoloca y te subyuga al mismo tiempo. Esta es una película que te deja sin aliento y a la vez sin palabras. Una obra maestra.

Ah, por cierto, si la vida fuese una película, su director de fotografía debería ser Henri Decae.
Juan Solo
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18 de junio de 2007
27 de 38 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película junto con otras (El círculo rojo, El confidente, Dos hombres en la ciudad, Crónica negra, El clan de los sicilianos,... ) pero sobre todo ésta, constituyen un subgénero dentro del cine negro, el policiaco francés, donde Delon es el rey, como lo son Eastwood y Leone en el espagueti western.
Tuve unos tres años la película en mi vidioteca hasta que me dispuse a verla y me dejó boquiabierto, me costó decidirme porque tenía la idea de que iba a ser demasiado realista y que terminaría aburriéndome y es verdad, la película resulta creíble en todo, da la impresión de que sus personajes podrían vivir en tu mismo edificio o que te podrías cruzar con ellos por la calle, pero no es lenta, tiene un ritmo endiablado.
Delon interpreta magistralmente a Costelo, un sicario, un hombre acorralado, su soledad asfixia, pocos personajes me han provocado tanto desasosiego como Costelo.Viendo la película uno se pregunta como se forjo ese monstruo, ese ser frio y solitario y como se puede aguantar esa existencia.
A destacar las escenas de la rueda de sospechosos y la persecución por el metro.
Muy recomendable si te quieres sorprender.
joseidon
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30 de diciembre de 2009
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es difícil saber lo que el séptimo arte le debe a Jean-Pierre Mellville. Su rastro no es de los más imponentes y es que ser el precursor de un cine de género en Francia no garantiza un lugar en el panteón de los grandes cineastas; el cine de Melville está además demasiado ligado en su forma al cine de Wise, Welles o Huston, y a los grandes westerns americanos.

Sin embargo su cine sí ha dejado una huella, y el Samurái es el claro ejemplo de una obra faro, de una referencia imprenscidible del cine moderno. Por casualidad, dos semanas antes de ver esta joya del cine negro, visioné Ghost dog el camino del samurái, la aclamada película de Jim Jarmusch . Esta última, que es de por sí una excelente cinta, con una estética envidiable y una de las mejores actuaciones de Forrest Whitaker que haya visto, resultó ser un sincero homenaje a la obra de Melville, una prueba irreprochable de amor al séptimo arte. Las similitudes con Ghost dog no radican únicamente en el parecido de los dos personajes y en un ir y venir de detalles (el canario de Jeff Costello y las palomas del perro fantasma, el uso de guantes blancos, el robos de carros de lujo o la referencia al bushido), Jarmusch recrea completamente la atmósfera embriagadora del Samurái, aunque sea en otra época y por otros medios.

Melville prefiere decir poco para fortalecer esa atmósfera de misterio alrededor de su personaje. El sicario interpretado por Alan Delon en el Samurái, es una figura compleja y misteriosa que impone el rigor del silencio. La genialidad del Samurái es de ser una obra hermética pero con voz propia; si seguramente el guión es corto, cada gesto tiene un significado, y así el universo de Jeff Costello deja de ser el de un mundo mafioso para volver a las raíces del alma humana. Esa estética que tiene la obra de Jarmush, lograda con recursos no propriamente de cine policiaco, reside en la médula de la obra de Jean-Pierre Melville.

Si otros cineastas como Tarantino, Woo o Johnnie To hacen referencia a Jean-Pierre Melville es que éste dejó su huella, tal vez no cinematográficamente, pero sí transmitiendo sus obsesiones y sus miedos. El personaje de Jeff Costello es quizás la primera expresión del individuo violento y solitario en busca de la redención. Y es por eso que la obra de Melville es tan moderna: anticipa problemáticas que son nuestras ahora, aunque igual que en el Samurái no nos bride ninguna respuesta.
Antonius Block
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4 de diciembre de 2017
17 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
258/02(03/11/17) Jean-Pierre Melville nos regaló hace medio siglo una notable muestra de cine negro, “polar” francés, relato seco, adusto, detallista, meticuloso, con diálogos escasos pero contundentes, personajes lacónicos, todo encaminado a dar vigor a la imagen y los sonidos ambientales (cantar de un pájaro, ruido de motores de autos, música,…), con un composición de atmósfera tensa, enérgica, absorbente. Guión de Melville con Georges Pellegrin (“El ejército de los hombres”), a partir de la novela ‘The Ronin’ de John McLeod, trama sencilla a la vez contundente, trata temas como el sentido del deber, culpabilidad, nihilismo, individualismo, fatalismo, crea en su inteligente devenir paralelismos entre el profesionalismo de la policía y el sicario, dos entes antagónicos que en sus métodos se paralelizan. El guión edifica un velo de misterio cautivador alrededor del protagonista Jeff Costello, nada sabremos de él, de su pasado, que piensa, apenas habla, único indicador de su personalidad son sus acciones, inspirándose en lo que es su título original “Le samurái”, y la cita del prólogo sobre-impresionada "No hay soledad más grande que la de un samurái. A menos que tal vez sea el de un tigre en la jungla", cita atribuida a "El libro de Bushido", aunque no es cierto, esta influencia oriental queda marcada por un personaje asceta que vive con lo mínimo, con códigos morales rígidos, y movido por su sentido del deber. Melville para la delineación de Jeff Costello bebe nítidamente de una de sus pasiones, el cine negro estadounidense de la era dorada hollywoodiense, siendo un claro emulo papeles personificados por Humphrey Bogart, James Cagney o Edward G. Robinson, mezclándolo con sello propio francés bebiendo de la ‘Nouvelle Vague’. El realizador deja huella potente en el modo de filmar, en su minimalismo, en la expresividad manifiesta de la cámara, manejando las elipsis con agudeza narrativa, con ágiles travellings, con una fotografía (Henri Decaë) majestuosa en la composición del clima, prueba de la pericia en el rodaje es el prodigioso tramo de la persecución de la policía a Jeff en el metro, tantas veces copiada con posterioridad. El film ocupa el puesto # 39 en "Las 100 mejores películas de cine mundial" de la revista Empire en 2010.

La cinta se nota especial desde su incisivo y sugestivo arranque, diez minutos sin diálogos, vemos un barrio marginal parisino, calles semi-desiertas, vemos un edificio de apartamentos decadente, entramos en una habitación frugal a media luz, hay un pájaro en una jaula (alegoría del protagonista encerrado en sus disciplinadas convicciones) entre sombras una figura tumbada en la cama, enciende un cigarrillo, el humo se mezcla líricamente con la escasa luz que entra por la ventana, el hombre se levanta ya vestido (hasta con la “bogartiana” gabardina), coge un sombrero de fieltro, se lo ajusta y sale a la calle. Vemos a Jeff cual depredador buscar un auto abierto para robarlo, una vez lo ha encontrado con enorme detallismo saca una ristra de decenas de llaves para probarlas en el bombín, lo arranca con pétrea expresividad, y lo conduce hasta un garaje fuera de la ciudad, en una zona rural, allí sin mediar palabra un mecánico le cambia la matrícula al auto, y le proporciona un arma al protagonista, saliendo del lugar de nuevo a la capital gala, donde visita a una bella mujer (Natalie Delon) en un apartamento, y oímos hablar al anti-héroe, lo hace para planear una coartada nocturna, con estos pétreos mimbres Melville talla a fuego la robótica personalidad de un lobo solitario tipo movido por la profesionalidad marcial.

El protagonista es prototipo Melvilliano, profesional asceta, aquí un frío asesino a sueldo, sentido honor particular, parco en palabras, solitario, frío, sin aparentes sentimientos, en este caso su campo de batalla es la ciudad parisina, vive de modo frugal con lo mínimo, cuasi-monacal, detallista al extremo, un tipo inexpresivo al que el realizador dota de matices y sutilezas que lo enriquecen, valga como ejemplo su curiosa relación con pajarito enjaulado, afronta los problemas de modo resolutivo, ataviado con eterna gabardina y sombrero, rol plagiado hasta la extenuación en múltiples producciones posteriores. Alain Delon en sus esplendorosos 32 años, en pleno culmen de su belleza física dota de un encanto turbador a su enigmático a su rol, de gestualidad sobria, ejemplo el modo en que se pone el sombrero, de mirada directa inmutable, con austeridad expresiva, pero consiguiendo el éxito de hacerlo empatizable para el espectador, su rectitud lo hacen cercano, sobre todo porque debajo de la coraza exterior sabe traslucir que tiene alma, y lo encarna con un ascetismo ; Su némesis es el otro lado dela ley, el que la impone, pero con métodos paralelos, otro profesional acérrimo en lo suyo, otro tipo gélido, del que nada sabremos de su vida fuera de su labor, obsesivo de su cometido, un tiburón en busca de su presa. François Périer hace una interpretación carismática, con determinación, de expresividad reptiliana, sibilino, demostrando gran suficiencia como el antagonista, extraordinario como ladina serpiente enroscándose a la hermosa Jeanne, con promesas y medias verdades para chantajearla de modo viscoso; Y entre los dos se establece un juego del gato y el ratón, en una partida de supervivencia para uno y del sentido estajanovista del deber para el policía, conformando en el avance un clima de tensión e intensidad notablemente llevado por las estrategias de uno y el otro, la inteligencia de ambos enfrentándose, lo que sirve además para mostrar cómo avanzan los tiempos en cuanto a medios para espiar a sospechosos, con esos rudimentarios micrófonos, o el seguimiento por el Metro.

Melville hace sus personajes hablen poco, convierte estos diálogos en foco de atención crucial, de forma minimalista-lacónica hace casi todo el metraje derive en maximizar la fuerza de las acciones en detrimento de la palabra,… (sigue en spoiler)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
TOM REGAN
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30 de enero de 2013
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se hace llamar Jef Costello (Alain Delon) y deambula por las lluviosas calles de Paris robando coches y planeando coartadas para su próximo trabajo que debe ser limpio y perfecto. Pero un comisario (François Périer) decide ir tras de él después de señalarlo como principal sospechoso del asesinato del gerente de un club nocturno donde la principal testigo es una pianista (Caty Rosier) y que pone en peligro la vida del ejecutor cuando los hombres que le han contratado deciden asesinarlo.

Clásico del “film noir” firmado por uno de los grandes directores del género, Jean Pierre Melville (El Ejército de las Sombras) contando con las presencias de Alain Delon, la por entonces su esposa Nathalie Delon (en el rol de la supuesta novia y amante). El metro de Paris se convierte en buena parte del metraje en el principal escenario donde se produce una de las escenas de más tensión mejor filmadas de la historia del cine y que ha inspirado a posteriores realizadores, especialmente de manufactura hollywodiense y que se pueden deducir en algunas películas, por ejemplo, de la saga Bourne. Incluso la caracterización de Delon sirvió de inspiración para que Bryan Singer le diera forma al misterioso y enigmático Keyser Sozé en la brillante “Sospechosos Habituales” (Usual Suspects, 1995).

Inspirado en los dogmas del “bushido” japonés, la vida de “Le Samouraï”, atributo asignado al personaje principal por el modo de vida en que discurre encerrado en su piso hasta su salida a la calle donde milimétricamente traza sus pasos a una perfección que roza la maestría, sincronizando el tiempo suficiente y planificando sus coartadas, transcurre en un Paris gris, retomado solo por primeros planos, callejuelas húmedas por la lluvia cuando no se presentan en la oscuridad de la noche o en unos interiores (descritos anteriormente en el metro, los ajetreados despachos de la gendarmería en el club nocturno o en el apartamento de Jeff Costello).

Jim Jarmusch rodó una particular versión “Ghost Dog: el Camino del Samurai (Ghost Dog; the Wat of the Samurar, 1998), en que el personaje interpretado por Forest Whitaker ofrecía una visión más espiritual y menos compasiva del personaje.
Natxo Borràs
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