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Van Gogh en la puerta de la eternidad

Drama El pintor holandés post-impresionista, Van Gogh (Willem Dafoe), se mudó en 1886 a Francia, donde vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia incluyendo a Paul Gauguin (Oscar Isaac). Una época en la que pintó las obras maestras espectaculares que son reconocibles en todo el mundo hoy en día.
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Críticas 45
Críticas ordenadas por utilidad
3 de marzo de 2019
4 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia narra la época en la que el pintor expresionista Van Gogh (Willem Dafoe) se mudó, en 1886, de Holanda a Francia, donde vivió un tiempo conociendo a miembros de la vanguardia pictórica de la época, incluyendo a Paul Gauguin (Oscar Isaac), en Arlais. Fue un tiempo en el cual produjo obras maestras que hoy día mucha gente conoce. No hay que olvidar que nadie como Van Gogh popularizó la pintura hasta convertirse en un fenómeno de consumo de masas.

Julian Schnabel es un director reconocido en Cannes o en los Globo de Oro y a la vez es un pintor de fama, de corte neo-expresionista. Y se nota, para bien, que la cinta ha sido dirigida por un pintor. Schnabel se adentra en el espíritu de Van Gogh con una gran intuición y sacando a flote vivencias y pensamientos del artista holandés, que sólo se entienden bien desde la óptica de otro creador plástico. Además, Schnabel sabe atrapar el cromatismo de los interiores vongohianos, así como la explosividad que plasma en esos lienzos intensos que, como le dice Gauguin, parecen escultura más que pintura, por el grueso de sus poderosas pinceladas.

La cinta tiene un libreto importante de Jean-Claude Carrière, el mismo Schnabel y Louise Kugelberg, que realza el mundo interno de Van Gogh y sus conflictos con la gente de Arles, sus desacuerdos con Gauguin o su dependencia de su hermano Theo. Pero en esta cinta, más que la vertiente de enfrentamiento palmario y fuerte, subraya las reflexiones y los pensamientos de calado que tenía nuestro reconocido pintor. No hay que olvidar que Van Gogh se desnudó en los abundantes intercambios epistolares que mantuvo con su hermano Theo, autocalificándose a veces como "una nulidad, un tipo raro o un ser humano desagradable...".

La música de Tatiana Lisovkaia acompaña unas imágenes en ocasiones estremecedoras. Tiene una grandísima fotografía de Benoît Delhomme que en ocasiones se funde con el estado de ánimo de Van Gogh y con los amarillos de sus pinturas; fotografía que hace alarde tanto de las panorámicas generales como de los primerísimos planos.

En el reparto destaca por encima del resto Williem Dafoe, sin duda una elección más que acertada para el papel protagonista de Vincent; por empezar su físico es muy parecido al del famoso pintor; y por seguir este gran actor, que tanto me gusta, está inmenso, a la vez que prudente y comedido en el rol de un artista cuya historia nos habla de su desmesura y excentricidad. Dafoe da muestra de su capacidad para mantenerse en el punto medio de los desatinos del artista y de su entorno, lo cual no es fácil. De otro lado, Rupert Friend está igualmente brillante como Theo Van Goh; estupendo Oscar Isaac en el rol de Paul Gauguin; Mads Mikkelsen breve pero su aparición es excelente como el sacerdote del manicomio que ha de darle el alta; Mathieu Amalric es el Dr. Paul Gachet; Enmanuelle Seigner muy efectiva como Madame Ginoux, la mujer de Arles; y acompañando un reparto de secundarios de gran calidad.

Schnabel consigue en su obra lo que otras no vieron (p.e. Minelli), revelar al espectador en diferentes escenas al pintor metido de lleno en el proceso de creación; esto es importante pues es sabido que V.G. era un hombre mentalmente enfermo, y Schnabel, tal vez por su condición de pintor, nos enseña que esa locura tiene elementos necesarios para entender la genialidad de V.G., de la misma manera que en su genio hay atributos de su locura. No tenemos más que pensar en esas escenas en las que V.G. se asimila al entorno untándose la cara con la tierra o abrazándose a un trigal pues el artista siente una fascinación y apego vital con el paisaje. Y cuando todo eso ocurría, paralelamente se producía una actividad era febril en él y pintaba hasta la extenuación. No hay más que pensar que Van Gogh cuando muere a los 37 años dejó la friolera de 2100 obras de arte.

Schnabel consigue con éxito identificar el cine con la pintura. Lo demuestra ese movimiento inquieto de la cámara, los detalles centrados en el trazo del pincel sobre la tela, los encuadres que rozan el espíritu del artista, momentos frenéticos en la planificación, imágenes amarillentas y borrosas, todo en aras a equiparar las dos artes visuales que son el lienzo y la pantalla.

Quiero destacar del film dos secuencias en las que Schnabel profundiza en la semblanza de V.G. y en general del Arte. La primera es la conversación privada y sincera del pintor con el sacerdote en el manicomio (brillante Mads Mikkelsen), llena de ideas, concepciones, emociones, vaticinios y convicciones (“Quizá Dios me hizo pintor para la gente que no ha nacido aún”). Y sobre todo en la certeza y conciencia del artista de que su locura incumbe al orden de lo creativo y que sin sus alucinaciones o delirios, o sus arrebatos, no afloraría la genialidad en sus cuadros.

Y digno de mención es igualmente el plano último de la película, cuando la pantalla parece totalmente amarilla mientras se escucha un texto de Gauguin sobre Van Gogh. Este punto y final es un instante sereno e intenso que cierra con broche dorado, nunca mejor dicho, esta meritoria película. Schnabel nos permite mirar con los ojos de Van Gogh, quien cada vez que miraba un árbol, unas flores, un ave o una persona, veía algo nuevo, poniendo color, no al objeto, sino a su propia experiencia con el objeto y por lo tanto al momento que compartía él con los motivos de su pintura.
Kikivall
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1 de marzo de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película parece estar compuesta de pinceladas superpuestas que como los cuadros de Van Gogh deben de ser contemplados a cierta distancia, poco a poco la película se hace más psicológica y nos adentra en la mente y la sensibilidad de este artista tan incomprendido en su tiempo.
Oscardealcala
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17 de febrero de 2019
12 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tener a Willem Dafoe entre el reparto de una película se está convirtiendo en garantía de tener una nominación al Oscar para la misma. Otra cosa es que la película sea buena o no.

Tristemente en este caso, la película no es buena. Digamos que todavía hay gente que no entiende que en esta vida hay diferentes artes, uno es la pintura otro la poesía y otro el cine. Pero mezclar los tres, rara vez consigue hacer una buena obra y este caso no iba a ser distinto. La película es un canto poético con planos muy Van Gogh de la vida del artista, pero el problema es que no tiene ni vida ni interés.

Se ha dejado en el tintero tantas cosas interesantes de la vida del artista que la película casi no sabe a nada. No consigue transmitir lo que tenía en su cabeza, lo especial que era en su vida cotidiana, el mal genio que tenía. Parece que los genios no se pueden mostrar como malas personas, pero en la historia ha habido muchos así.

Los actores están bien, no espectacularmente bien y es muy probable que este año tampoco le den el Oscar.

La iluminación en algunos momentos es bonita, pero en general, no consigue transmitir todo lo que se supone que intenta hacer. Es demasiado blanca para la historia, precisamente si algo tenía el genio es que usaba colores vivos, y la película no.

No me gusta el director. Creo que se confunde en muchos aspectos. Tanto en el tempo de la película como al colocar la cámara. Creo que llega a aburrir muchas veces. Tener a este actor y taparle la cara como hace muchas veces es como un desastre.

Imagino que se vera la película, aunque sea por la nominación
Andres Camara
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2 de febrero de 2019
7 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Lo bueno

Si de algo vale este filme sobre Van Gogh es para ver a un actor de la talla de Dafoe haciendo del genio holandés, maravilloso trabajo lleno de entrega y fuerza emocional. Bien ganada la nominación.

Algunas partes dan con lo que uno busca en un filme que hable sobre la vida de Van Gogh, como cuando explora a ratos su lado creativo, su forma de ver el mundo, la agonía de su inestabilidad.

A veces la fotografía inestable resulta inquietante, lo malo es que se abusa de este recurso.

Bellísima paleta de colores

La escena del diálogo con el sacerdote vale el visionado del filme, es lo más profundo que llega estar el filme sobre la conjetura de ser Van Gogh y sus fantasmas internos

Lo no tan bueno

Es un producto muy irregular (salvo de esto a Dafoe) la dirección se confunde en lo que quiere desarrollar y toca varios temas secundarios pero de forma anecdótica, incluido lo del libro de bocetos que fue encontrado en el 2016 que parece metido a la fuerza como algo más.

El uso de la fotografía en su inestabilidad a veces resulta cansón


Opinión Final: Todo lo que se genere alrededor de Van Gogh me interesa, este filme me resulta un producto aceptable pero también una oportunidad pérdida para desarrollar al personaje histórico con un intérprete ideal. El filme carece de una dirección clara en el tratamiento del tema, y aunque tiene sus buenas corazonadas y escenas, siempre nos parece estar ante un filme que pudo dar más.
CINELOCURA
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22 de junio de 2020
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta no es la única película que narra la vida de Vincent Van Gogh, uno de los mejores pintores jamás conocidos. A lo largo de la historia del cine han sido varios los largometrajes que cubrían la vida de este excéntrico genio de la pintura; desde el reciente Loving Vincent (absolutamente recomendable por ser una especie de película-óleo) hasta el ‘Lust for Life’ de Minelli con la presencia del eterno Kirk Douglas.
Sin embargo, en esta nueva adaptación, su director Julian Schnabel, nos obsequia con una muy buena recreación de los últimos años del artista post-impresionista desde una perspectiva hasta ahora desconocida: la vertiente más sensible, inocente y humana. Siempre es interesante conocer algo más sobre el gran Vincent Van Gogh y en este caso ahondaremos en su lado más personal; descubriremos sus temores, su pasión por la pintura o la fuente de inspiración que utiliza a la hora de entender y ejecutar su arte, a pesar de que en vida a penas vendiese ningún cuadro. Y por supuesto presenciaremos ese enloquecimiento que le llevó al trágico final que ya todos —o casi todos— conocemos, incluyéndose en ésta, una nueva versión de los hechos inédita hasta ahora.

La historia de ‘Van Gogh: a las puertas de la eternidad’ nos sitúa a finales del siglo XIX cuando Vincent huye de Paris para refugiarse en el pequeño pueblo francés de Arles (Auvers-sur-Oise). Una vez ahí, veremos su descenso a los infiernos, donde parte de la población le abrirá los brazos como es el caso de su amigo y también pintor Paul Gauguin, mientras que otros harán que pierda la cabeza por completo.
También seremos partícipes de la relación con su hermano y también artista Theo Van Gogh con quien tiene una gran relación y admiración.
En Arles es donde un hipersensible Van Gogh encuentra su fuente de inspiración que radica únicamente en la belleza de la naturaleza y en sus colores, además de ser el pueblo donde Vincent creó sus mejores y más famosas obras. Pero por otra parte, en Arles es donde encontrará su mitad oscura, esa que le llevó a tener problemas con la sociedad, que le hizo ser más solitario, reservado y menos sociable hasta el punto de perder la poca cordura que le quedaba y ser tildado de loco.

Si hay algo que nos deja en claro el director, es que Willem Dafoe era el perfecto elegido para interpretar al pintor holandés y eso se traduce en que empatizaremos desde el inicio con el protagonista gracias a una brillante actuación: nos hará parte de su sufrimiento, de lo feliz que le hacía pintar, de esa locura que le llevó como impulsado por una fuerza de la naturaleza a no parar de pintar y pintar, y en definitiva a la comprensión de su excéntrica vida, todo magnifica y sutilmente dirigido por parte de Julian Schnabel, que logra sin duda emocionarnos. El cineasta, también artista, pintó algunas obras e introdujo algunos rasgos del actor dentro ellas para darle más realismo si cabe. El mismo Dafoe, que no negaré que se le da un aire al mismísimo Van Gogh, aprendió a pintar para encajar más en el papel, por lo tanto podremos observar en algunas secuencias parte de sus genuinos trazos. Con esa visión renovada de Schnabel, Dafoe clava la actuación mostrando una cara distinta del artista, algo más sensible y vulnerable y no tan vanidoso como le conocíamos en la vida real.
No en vano, su excelente actuación le sirvió para estar nominado a un Oscar que a la postre no se llevaría.

La fotografía a cargo de Benoit Delhomme es sencillamente sublime. Disfrutaremos de planos en plena naturaleza y a todo color donde Van Gogh se inspira a la hora de crear sus pinturas. Atardeceres y amaneceres infinitos y saturados con un juego perfecto de luces, en lo alto de una colina o en las llanuras en medio de la nada, todo siempre nutrido de colores vivos y de un contraste muy plástico donde se da forma a una experiencia audiovisual única. Es un ejercicio de poesía visual pocas veces visto y donde el espectador quedará totalmente hipnotizado y a merced de la belleza con la que se nos narran los acontecimientos. Otro elemento que dota de un extra de belleza al filme es su sutil banda sonora a base de piano que ensalza aún más la maravillosa fotografía.

Sin embargo, algo que no ha acabado de convencerme es el repetido uso de la famosa ‘cámara en mano’ y en primerísimo plano subjetivo que tanto gusta a directores como Terrence Malick entre otros. Si bien es algo que se busca y se hace intencionadamente para introducirnos más en la piel del propio artista y así ver el mundo desde su propia perspectiva hasta llegar a su resquebrajamiento psíquico, creo que a veces se abusa en exceso y el resultado es negativo, comportándose la cámara de una forma algo brusca o torpe tanto cuando la mueven y la acercan como cuando la alejan rápidamente.

El ritmo del film es aceptable aunque irregular y en ocasiones da la sensación de pecar de ser algo lento pese a sus 106 minutos de duración. Hay que tener en cuenta que estamos viendo la película de un artista, por lo tanto para aquellos que conocemos la biografía y las costumbres del genio, así como otras películas que tratan sobre él, no nos cogerá por sorpresa.

Concluyendo mi reseña, Julian Schnabel nos muestra una cara más sensible, poética y renovada del mítico pintor, gracias a un buen guión, a una cuidadísima fotografía y con la ya mencionada interpretación sensacional de Willem Dafoe, que logra encarnar al pintor a la perfección y no solo por su asombro parecido físico, sino porque logra que el espectador se sumerja y sufra junto a él los últimos momentos de su nublada y perturbada vida. En su contra, el ritmo peca de ser algo plano, haciendo que decaiga y obvie algún que otro hecho histórico que no aparece. Dicho lo cual, me parece ‘Van Gogh: a las puertas de la eternidad’ es una obra de arte visual, una experiencia casi poética de la ultima etapa de uno de los genios más grandes de la historia. Muy recomendable.
alexsespinar
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