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El abrazo de la serpiente

Aventuras. Drama Karamakate fue en su día un poderoso chamán del Amazonas; es el último superviviente de su pueblo y vive en lo más profundo de la selva. Lleva años en total soledad, que lo han convertido en "chullachaqui", una cáscara vacía de hombre, privado de emociones y recuerdos. Pero su solitaria vida da un vuelco el día en que a su remota guarida llega Evan, un etnobotánico norteamericano en busca de la yakruna, una poderosa planta oculta, capaz ... [+]
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Críticas 59
Críticas ordenadas por utilidad
16 de mayo de 2015
100 de 118 usuarios han encontrado esta crítica útil
En una escena de “El Abrazo de la Serpiente”, Theo, un etnólogo alemán que ha llegado al Amazonas buscando una planta sagrada que lo salve de su inminente muerte, nota que alguien le ha quitado su brújula. Alterado, confronta a los miembros de la tribu con la que pasó la noche para que se la devuelvan, antes de descubrir que es el mismo jefe quien la tiene, y que no tiene intención alguna de devolverla. Resignado, Theo regresa a su canoa, donde su acompañante indígena Karamakate le reprende su actitud de apego al objeto, típica de los blancos. Theo, quizás enmascarando ese apego en un falso altruismo, le dice que la tribu se sabe guiar ya por las estrellas y los vientos, y que la brújula les quitaría ese conocimiento en el futuro. “Ud. no entiende”, responde Karamakate, “el conocimiento es de todos”.

En esta breve escena se encierran las preocupaciones que le dan existencia a “El Abrazo de la Serpiente”. Primero, el colonialismo brutal que termina con personas, pueblos, ideas y mundos enteros. En este caso, es el hombre blanco europeo y los “colombianos” quienes llegan desde finales del siglo XIX al interior de la selva amazónica talando, esclavizando y evangelizando mientras buscan, primordialmente, caucho. El director Ciro Guerra (Los Viajes del Viento) es audaz en mostrar este cambio de una manera sugerida, y se siente en cada escena el peso del tiempo, de los siglos que ha durado esta devastación: cicatrices en la espalda, árboles sin hojas, troncos rasguñados sistemáticamente, tribus completamente vestidas.

En medio de todo, Karamatate, quien escapó de la esclavitud en su juventud, se cree a sí mismo el último superviviente de su tribu. Será Theo quien le devuelva la esperanza al informarle de que ha visto más de los suyos, y emprenderán juntos un viaje por el Amazonas para buscarlos, y para buscar entre ellos la planta que curaría al europeo.

En el camino, vamos descubriendo junto con Theo, poco a poco, la diferente forma de ver y relacionarse con el mundo de Karamatate, quien lamenta haber perdido la capacidad de escuchar a los animales y las plantas, que se comunican con él a través de los sueños, después de haber abandonado a su pueblo. Para él, la misión de este viaje será también re-encontrar a ese hombre que abandonó su cuerpo, dejándolo convertido en un chullachaqui, una coraza sin contenido.

“El conocimiento es para todos”, dice Karamatate, pero pronto se hace evidente de que no se trata de un solo conocimiento universal, sino de muchos tipos de conocimientos: el de él basado en los sueños, el de los europeos basados en la noción de la ciencia, el de otras poblaciones indígenas distintas a la suya. Y, aunque cada quien defienda inevitablemente a su conocimiento como superior, el guión defiende la existencia de todos.

A pesar de tratar estos temas que podrían parecer muy académicos, en el largometraje nunca se sienten forzados, y nunca se ven los personajes obligados a hacer grandes discursos inverosímiles al respecto: es la historia misma la que los va a sacando a flote, suceso a suceso, logrando que las reflexiones calen más hondo.

Espectaculares tomas del Amazonas y un sonido preciso y punzante le dan mayor peso a una historia que no cae nunca en caracterizaciones facilistas. Hablada en nueve idiomas y filmada en medio de la selva amazónica, por partes graciosa y por partes terrorífica, y guiada por el tacto y la ambición desbordada de Ciro Guerra, “El Abrazo de la Serpiente” se erige como la primera gran obra maestra del cine colombiano en el siglo XXI.
Luis F Ragua
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14 de diciembre de 2015
38 de 42 usuarios han encontrado esta crítica útil
Largometraje colombiano que se basa en los diarios escritos por Theodor Koch-Grunberg y Richard Evans Schultes, cuenta con guion de Jacques Toulemone y del propio director, la cual representa su tercer película. A pesar de basarse en dichos diarios, lo que se muestra en el film es ficción, aunque si se toman anécdotas tanto de ellos como de los indígenas de la zona para transmitirlo a la pantalla.

Ciro Guerra se mete en la selva amazónica colombiana para presentar en dos líneas temporales la historia de Karamakate (Joven: Nilbio Torres, Anciano: Antonio Bolivar), un indígena que durante los periodos de conquista colombianos y el auge de la cauchería a inicios del siglo XX, vio cómo todo su pueblo fue asesinado, razón por la cual decide adentrarse a vivir aún más al interior de la selva, en una especie de autoexilio.

Se presenta la historia de dos viajes, que tienen como punto en común al protagonista y la búsqueda de una flor llamada Yakruna que se dice tiene poderes. A inicios de siglo, el joven Karamakate accede a llevar a Theo (Jan Bijvoet), un explorador que tiene una enfermedad que está acabando con su vida; mientras que a mediados de siglo, el viejo Karamakate hace el viaje con Evan (Brionne Davis), un botánico.

Los viajes se van narrando de forma paralela, aquí hay que destacar la sobriedad con la que el realizador consigue presentar las transiciones entre ambas épocas, con un manejo que es simplemente impresionante. La belleza visual del film es recurrente a lo largo del metraje, menciona el director que la idea de realizarla en blanco y negro era por la incapacidad de representar todo lo que es la magnitud de la selva, razón por la cual, opta por esta forma para que la imaginación del espectador haga su trabajo.

A El abrazo de la serpiente se le pueden dar múltiples lecturas, la pérdida de tradiciones y culturas indígenas enteras, el respeto que se le debe tener a la selva frente al constante accionar de saqueo recurrente a lo largo de la historia por parte de los “blancos”, por su parte, desde la perspectiva de los viajeros, que también representa un abandono de sus culturas, o bien, hasta con algunos eventos de índole histórico.

El film cuenta con una contextualización impresionante, es decir, obviamente es filmado en la selva, es algo que es imposible de recrear, pero Guerra logra colocar en la trama mucho de la cosmovisión indígena, además del contexto de las épocas que relataba, en ningún momento se muestra artificioso o falso, todo está manejado con sobriedad.

El argumento no deja de sorprender, es sumamente interesante y llamativo, esta idea de la flor mágica, buscada por el único sobreviviente de una tribu quien ha pasado tanto tiempo en soledad a tal punto que ha comenzado a olvidar su historia, todo su imaginario. A destacar las secuencias en la misión que se encuentran durante el viaje, tanto el joven Karamakate como el anciano, porque resulta ser de un impacto muy fuerte.

La película cuenta con actores propios de las comunidades indígenas de la zona, salvo los dos extranjeros los cuales lo hacen muy bien, incluso aprendiendo la lengua nativa, ellos y un par más que salen algunos minutos. De los protagonistas decir que torres tiene una presencia enorme en pantalla, con un físico portentoso que aboga mucha presencia, por su parte Bolivar, menciona el director, lo vio en un pequeño papel en un cortometraje por los años setenta, desde el momento en que dio con ambos, sabía que no debía buscar más.

El abrazo de la serpiente se presenta como uno de los filmes más espectaculares del año en curso, sin duda es toda una experiencia fílmica enfocada en mostrar un poco de la amazonia y las comunidades indígenas, un trabajo admirable y sobresaliente por donde se le mire, una obra que hipnotiza a lo largo de sus poco más de dos horas de metraje, cine que se agradece, enorme.
10P24H
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20 de febrero de 2016
24 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esto de arriesgarse a ir al cine a ver una película de la cual se tienen pocas referencias, aunque venga avalada por algunos premios internacionales, como es el caso presente, e incluso con nominación al “Oscar” como mejor film de habla no inglesa, puede tener sus riesgos, porque si se ve “en casa” es fácil tomárselo de otra manera, incluso hay quien optaría por dejar de verla, cosa que yo rara vez hago. Pero en algunas ocasiones estas decisiones pueden suponer una agradable sorpresa, y es lo que a mí al menos me ha supuesto, una gran satisfacción. Porque “El abrazo de la serpiente” es un proyecto tan descabellado y tan arriesgado, que el comprobar que han salido más que airosos tras semejante embolado es digno de admiración, sobre todo viniendo de una cinematografía tan desconocida y poco pródiga como la colombiana (aunque hayan contribuido en su producción Venezuela y Argentina), además de rodada en el Amazonas ¡en blanco y negro!, y en la que su desconocido reparto habla en español, alemán, latín, portugués, algo de inglés, un poco de catalán y en lengua indígena, creo recordar. En fin, está alejada de las imágenes que en nuestra memoria podrían estar por referencias de Herzog o Boorman, entre otros, por ejemplo.
“El abrazo de la serpiente” será acogida con interés por cinéfilos sin prejuicios, estudiosos de religiones, del mundo botánico (incluyendo la variedad alucinógena), filósofos, antropólogos, educadores o amantes de la naturaleza. Encierra un amplio espectro de temas, todos planteados con madurez, sinceridad, equidad y desde la modestia más absoluta, despojada de ínfulas que la habrían empequeñecido.
Y sin querer, como intento casi siempre, entrar en el terreno del spoiler o reventar demasiado de su argumento, me ha resultado un ejemplarizante film de aventuras, donde se muestran las consecuencias del colonialismo, de extraer lo peor de cada cultura en lugar de aunar lo mejor de ambas, de emprender “viajes” y de una búsqueda, pero a muchos niveles. “El abrazo de la serpiente” es casi una renovación del género en sí, actualmente tan degradado y trillado, huyendo de la comercialidad más facilona y apostando por una visión más personal, cercana al cine independiente más que al documental, gracias a un espléndido guión muy bien dirigido por Ciro Guerra, del que no nos ha llegado nada de su escueta filmografía y no sé si es que por casualidad ha sonado la flauta, pero desde luego es un nombre a tener en cuenta.
Y es que en ella todo está bien, desde su hermosa fotografía a sus actores. La historia del chamán Karamakate y Evan, un etnobotánico interesado en encontrar la yakruna, una potente planta con la que se puede aprender a soñar y a “interpretar” sus símbolos, me ha dejado imágenes y conceptos a los que todavía doy vueltas. Eso es buena señal.
Interesantísima película que no debería pasar desapercibida, a pesar del limitado números de copias en circulación en su estreno que no ha llegado a la decena y que, en consecuencia, no ha llegado a muchas ciudades. Posiblemente, dentro de no mucho tiempo, será más conocida y encontrará el merecido hueco que merece.
Maggie Smee
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25 de mayo de 2015
20 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Al revisar la filmografía del director colombiano Ciro Guerra, podemos encontrar que desde su ópera prima, “La sombra del caminante” (2004), ambientada en la capital citadina del país, pasando por “Los viajes del viento” (2009), ambientada en la región norte del país, y con su última película “El abrazo de la serpiente” (2015), donde se sumerge al corazón del Amazonas; Guerra se ha encuentra desde el inicio de su carrera buscando visibilizar de forma distinta y original la geografía colombiana, desentrañando entre las mismas poblaciones y su cultura, una voz propia que logre identificar a los espectadores nacionales, y a aquellos que se acerquen con curiosidad a explorar los misterios y características de la diversidad del país.

Poco a poco ha ido mejorando su propuesta y su visión, alcanzando en poco tiempo una cumbre con su más reciente película, “El Abrazo de la Serpiente”, la cual tuve la oportunidad y fortuna de ver en cine hace unos días. Ciro Guerra dirige y colabora en el guión escrito a dos manos con Jacques Toulemonde, esta película que a través de una narración atemporal, que se difumina entre el pasado, presente y futuro, cuenta la historia de Karamakate, un imponente indígena chamán, el último sobreviviente de su pueblo, que se interna en la soledad de la selva, hasta que un día recibe la llegada de un etnobótanico que busca una poderosa planta con la que cure la imposibilidad de soñar del hombre blanco. Karamakate accede a acompañar al botánico con el fin de recuperar sus recuerdos perdidos en el tiempo, en una travesía que no estará extenta de aventura, descubrimiento, sorpresas, terror y belleza.

La película, reciente ganadora de la sección “Quincena de Realizadores” en Cannes, en su primer visionado me dejó abrumado de tanta belleza, poesía, magia y el hermoso homenaje al amazonas y a las tradiciones ancestrales de las tribus indígenas amenazadas en desaparecer desde periodos coloniales. Me llenó de mucha alegría y satisfacción ver que el cine colombiano por fin está encontrando su camino y su propia voz. Porque en esta película se logra precisamente eso. Hace años tenemos esas historias, esos espacios, esos paisajes, esa cultura que aún latente se niega a desaparecer en las profundidades de la selva, pero nunca se había plasmado o retratado de forma tan veráz y propia, como hasta ahora que Ciro Guerra lo ha hecho de forma magistral. Que fiel representación, con un halo de misticismo que acompaña al filme desde el inicio, junto con la visión del indígena, que nos permite apreciar ese lugar sagrado de forma tan especial e íntima, que todos debemos sentirnos sensibilizados al contemplar la majestuosidad, la importancia y la sabiduría de esos grupos que siempre han convivido con nosotros.

Técnicamente brilla con luz propia, con una fotografía impresionante que aprovecha el formato de blanco y negro, más las tomas y encuadres hipnóticos que se amoldan con cadencia con los sonidos y la música que ayuda enormemente a introducir al espectador en el entorno plasmado visualmente… sentimos el río, la brisa, la vegetación, el movimiento y la vida misma de la selva. El guión es muy inteligente y sólido, plagado de perlas en sus diálogos, y con una profundidad que va más allá de lo que presenta y con una crítica letal, venenosa y sutil a los estragos del colonialismo, aún presentes y comparables en los años que corren; así como el veneno de una serpiente, pero sobre todo en mantener un hilo conductor que también se traslada entre lo real y lo mágico, con dosis justas y acertadas de simbolismos y metáforas visuales, que enaltecen el valor artístico de la obra en general. Hablando de metáforas, la del mismo título del filme me resulta hermosa y perfecta, lo que permite que esbocemos el gran trabajo y dedicación que llevó concebir esta obra.

Puedo decir que finalmente tenemos una película por la cual sentirnos orgullosos los colombianos. Creo que hace parte de un proceso de maduración del que estamos recogiendo ya los frutos. Me sorprendió y me impactó mucho, no sólo por sus virtudes artísticas sino por su bello y duro mensaje, que dentro de todo nos deja un espacio de reflexión para que analizamos la misma realidad que habitamos actualmente y nos veamos reflejados a nosotros mismos en nuestro pasado y nuestros ancestros… que nos comparemos con esa tribu alienada que olvidó sus raíces y sucumbió al tormentoso golpe de seres que demonizaron una cultura y unas creencias, que aunque nos cueste creer, forma las verdaderas bases de la humanidad y la vida en la tierra…

Hay escenas específicas que me recordaron a Kubrick, a Tarkovsky, bellas, surrealistas, oníricas... pero que Ciro hace propias y las convierte en un estilo propio y personal. Sin dudas, la mejor película colombiana hasta ahora. ¡Obra Maestra! Imperdible, y desde ya una de las mejores películas de 2015, que nadie debería perderse. Y espero el próximo trabajo de Ciro, expectante del nuevo territorio que explorará y nos permitirá apreciar y redescubrir.

http://asbvirtualinfo.blogspot.com/2015/05/critica-pelicula-el-abrazo-de-la-serpiente-ciro-guerra.html
http://www.frasesdepeliculas.com.co/
Alejandro
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23 de febrero de 2016
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
La trama es literalmente una travesía —cargada de simbolismos— por la naturaleza primordial y salvaje del corazón sudamericano. Su hilo conductor lo componen un chamán aborigen (Karamakate) guía de dos exploradores científicos que, en distintos tiempos, tienen un mismo objetivo: localizar la extinguida yakruna, una planta de poderes curativos.
La historia es una fascinante exploración del choque cultural entre lo civilizado y racional, que separa y divide, frente a una cosmovisión integradora del mundo, donde los sueños abren caminos y acercan enseñanzas.
El film se desarrolla y avanza entre lo real y lo onírico, entre el misticismo y la crítica social, con la constante del manejo ambiguo y desconcertante del tiempo, donde el chamán es siempre el mismo (Karamakate), pero lo vemos tanto anciano como en plena juventud, según se narra la historia de uno u otro explorador. Todo se entrecruza (las subtramas principales y paralelas transcurren entre 1909 y 1940).
Con dosis justas de simbolismos y metáforas visuales, desde el mismo título del filme, la historia está siempre atravesada por la dualidad: dos expediciones con mucho en común y también complementarias; un científico viejo y enfermo vs. chamán joven; el otro, es un expedicionario solitario, joven y fuerte vs. chamán anciano. Todos, incluyendo a los espectadores, participan de una exploración visualmente hipnótica del hombre, la naturaleza y los poderes destructivos del choque cultural. Una travesía no exenta de terror y belleza.

El centro de la película encierra una reflexión crítica, poco complaciente, con ecos del Conrad de “El corazón de las tinieblas” y su amarga resonancia sobre el choque de culturas, que se visualiza en cicatrices sobre la espalda de los indios; dibujos borrados; piedras y troncos arañados; vestimenta que cubre la desnudez, cambiando la inocencia por la culpa.
Un halo de misticismo acompaña todo el film, junto con la visión del indígena, que nos permite apreciar ese lugar sagrado de forma tan especial e íntima, esa cosmogonía donde la boa es sagrada porque cayó del cielo y se transformó en ese río serpiente que posibilita la vida y que tanto protagonismo estético tiene en la bellísima fotografía en blanco y negro.
Están presentes en la historia, todas las críticas que se han hecho y se hacen a la degradación de la selva amazónica, al colonialismo que arrasa culturas y sus mundos, esclavizando y evangelizando, en pos de riquezas materiales.
Ciro Guerra no pertenece a una vanguardia de cine formalmente nuevo; sin embargo su película puede encabezar con toda justicia esta nueva etapa del cine colombiano de proyección internacional. Al final, cambia la técnica: aparece el color y el relato escapa hacia otra cosa. Esa repentina derivación no funciona demasiado bien, pero en la inmensa mayoría de su metraje “El abrazo...” es una experiencia tan atrapante como emocionante.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
rouse cairos
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