El abrazo de la serpiente

En la película podemos ver como los occidentales han atacado las etnias nativas, en este caso por la explotación cauchera. Para explotar el Amazonas los occidentales violan la libertad de los nativos hasta el punto de esclavizarlos. En este filme vemos como, a causa del caucho, mucha gente sufre de ansiedad, como los nativos tienen miedo y caen en depresión si no tienen una cierta cantidad de caucho, una cantidad de este material que proviene de un amigo de la persona, la naturaleza: a veces el ser humano se aprovecha de esta y la manipula para su beneficio propio, como es el caso. Por esta razón hoy en día tenemos problemas como el cambio climático.

Karamakate, que ha visto mucha violencia por la fiebre del caucho y guerras causada por los occidentales, en vez de pensar que los “blancos” actúan de maneras diferentes en circunstancias aparentemente parecidas, generaliza, es decir, tiene un punto de vista que va en contra de lo que hacen los occidentales y esto desemboca en que tiene prejuicios en contra de Evan y sobre todo en contra de Theo.

A lo largo de las dos historias podemos ver “La Chorrera”, una misión dirigida por un monje español donde más tarde un brasileño se autoproclama mesías y establece una secta: su manera de actuar es bastante diferente a la de culturas occidentales. En la escena donde el brasileño es devorado por sus súbditos podemos deducir perfectamente que esto no lo haría gente de los Estados Unidos. Pero, ¿por qué se comportan de esta manera? El ser humano ha ido adaptándose al medio ambiente des de hace muchos años, un claro ejemplo es el bipedismo, como el ser humano dejó de caminar a cuatro patas ya que con dos le iba mejor, y esta característica la heredaron los descendientes. De tal forma que el ser humano ha ido evolucionando hasta crear nuevas técnicas que dan incluso hasta miedo del poder que estas conllevan, como es el caso de la ingeniería humana. En la película el monje educa de tal manera a los niños, eliminando e imponiendo nuevas conductas humanas, que los niños una vez han crecido ya tienen metidas en la cabeza unas determinadas doctrinas; en este caso, una ideología basada en el fanatismo religioso, es decir, los niños una vez son adultos defienden con una tenacidad desmedida sus creencias.


En conclusión, la nuestra sociedad se acabaría si no hubiese descendientes para traspasar la cultura, la cual cosa le sucede a Karamakate. Finalmente, el protagonista hace un acto de fe y deposita todas sus esperanzas en Evan, dándole la yakruna, elemento que consagra finalmente esta película en relación a estos dos extraños, con vidas totalmente opuestas, pero no tenemos que olvidar que todos les seres humanos independientemente de nuestra raza, color o nacionalidad, somos iguales en un 99,9%.

Si se supone que la acción transcurre en los años `40 durante la 2ª Guerra Mundial, qué sentido tiene que el biólogo viaje con un gramófono que se dejó de usar en los años `20?
El pseudo mesías que aparece en la segunda llegada a la misión es un calco exacto del periodista de Dennis Hopper en Apocalypse Now incluso en el pañuelo en la cabeza que le da ese aire hippie que obviamente en los años `40 es otro anacronismo.
Por qué el pseudo mesías que, aparentemente, es el mismo Manduca que acompañó a Theo en el primer viaje (al menos tiene el mismo nombre) ahora es más blanco y mucho menor que Karamakate?
Si el indígena nunca salió de la selva, cómo es que no se sorprende cuando ve su fotografía?
Preguntas que nunca hallarán respuesta.

El filme narra dos momentos históricos distintos en paralelo. Karamakate, un menudo y hercúleo aborigen, chamán y último superviviente de su tribu, es el nexo de unión entre ambas historias, separadas entre sí por cuarenta años. En ambas guía por los indómitos parajes de la Amazonia colombiana a unos forasteros europeos que pretenden documentar científicamente la vegetación de la zona, y encontrar la sagrada Yakruna, una planta muy difícil de obtener. Un desencantado Karamakate recordará los hechos de la primera aventura mientras viva los de la segunda, y hace ver a sus acompañantes su repudio a los blancos, a los recolectores de caucho y a las guerras del territorio, a la par que ejerce de tutor espiritual. Al igual que estos expedicionistas, nos sumergimos en un viaje introspectivo y místico, en el que muchas dudas se plantean y pocas se responden. Se ofrece una experiencia sensorial e incierta, y gracias a una interesante temática (colonialismos, el impacto de la iglesia sobre las culturas vírgenes, el apego materialista del occidental...) y unos hermosos escenarios retratados en un bonito blanco y negro, se consiguen crear no pocos factores para captar el interés. Y su portentoso personaje principal, el magnético Karamakate, se echa la película a sus espaldas y la dota de carisma con su rotunda presencia. Pero todas esas premisas no reciben un desarrollo satisfactorio.

El ritmo del filme es lento, lo que añadido a un metraje largo y un argumento difuso e introspectivo, hace del visionado una experiencia ardua, pues la narración que se ofrece no es lo suficientemente arrebatadora como para aceptar sin paliativos su parsimonia. Dado que la película reposa sobremanera en el apartado estético, este se muestra pobre con respecto a lo que pretende (como ya ocurriera en Aguas tranquilas): bien es cierto que abundan los planos hermosos, pero también abundan feas tomas generales panorámicas del bosque, tomadas a demasiada velocidad como para apreciar debidamente los elementos, tristemente borrosos; no abundan, pero molestan sobremanera, determinados planos de archivo de animales salvajes, muy mal integrados en la película, que no interactúan con la acción, nada aportan y solo desentonan con su evidentemente distinto aspecto visual; no maneja un estilo de realización claro (ahora largas tomas con lentos travellings frontales, ahora tomas cenitales con helicóptero, ahora plano/contra plano fijo, ahora cámara en mano...); y, por último, sacan de la diégesis al espectador unos planos cósmicos en color (únicos del filme), que más allá de obviar sus objetivos conceptuales sólo ofrecen, como ya ocurriera en El renacido, momentos malickianos absolutamente prescindibles.

Su protagonista es un descubrimiento (no ya Jan Bijvoet, que no logra sino que añoremos la magnífica Borgman), y ofrece momentos cómicos y escenas de acción muy atractivas, además de planos hermosos y curiosas reflexiones. El simple hecho de que sea una película tan distinta a cualquier otra y de que muy probablemente tardemos en volver a ver una película de estas características hacen recomendable su visionado. Pero el resultado final es decepcionante con respecto a lo que la película prometía y a su éxito en el recorrido de galardones cinematográficos.