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Mil veces buenas noches

Drama Rebecca es una gran reportera de guerra. Tras un grave accidente, su marido e hijos le dan un ultimátum; o ellos o su trabajo. (FILMAFFINITY)
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Críticas 32
Críticas ordenadas por utilidad
7 de agosto de 2014
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dentro de los medios de comunicación, tan denostados en estos últimos tiempos (hace unos años salió una encuesta que decía que los periodistas eran la segunda profesión peor valorada por los españoles, solo por detrás de los taxistas), existe un oficio que sin embargo goza del respeto casi unánime tanto por parte del pueblo como de la masa profesional: el fotógrafo de guerra. Ese personaje que se introduce con su cámara allá donde haya el más mínimo signo de conflicto, arriesgando la vida con el objetivo de dar a conocer lo que está sucediendo en esa zona, no suele ser muy conocido físicamente, pero si su trabajo es de calidad dará la vuelta al mundo de manera literal, apareciendo en periódicos, televisiones y webs de todo el globo terráqueo. Ya se sabe que una imagen vale más de mil palabras.

Hacia uno de esos personajes centra su atención el cineasta noruego Erik Poppe, que precisamente fue fotógrafo de guerra antes de dar el salto al séptimo arte. En su última película, Mil veces Buenas Noches, refleja la vida de Rebecca, una reportera de guerra que lo arriesga todo por una gran fotografía pese a tener un marido y dos hijas esperándola en su residencia de Irlanda. La conciliación de vida laboral y familiar es pues el quid de la cuestión en esta obra, que cuenta con la participación ineludible de la parisina Juliette Binoche encarnando a la protagonista.

Es innegable que Poppe sabe cómo crear expectación desde el primer instante. Toda la primera secuencia en Afganistán ostenta una capacidad de impacto muy alta, de tal forma que con escasísimas palabras pero mucha fuerza en las imágenes, la película engancha a nivel argumental, define muy bien la personalidad de la protagonista y sintetiza lo que nos vamos a encontrar en las casi dos horas de cinta. Una trama cuyo siguiente movimiento se da con un cambio de escenario a Irlanda, donde observamos el segundo capítulo de lo que le sucede a Rebecca: la relación con su marido Marcus (Nikolaj Coster-Waldau, conocido en Poniente como Jaime Lannister) y con sus hijas, donde la realización da un vuelco: ahora pesan bastante más los diálogos (incluyendo los numerosos silencios) que las imágenes, en un claro e intencionado mensaje por parte de Poppe de lo difícil que es compaginar ambas esferas.

Sabiendo que su director conoce al dedillo lo que se cuece en este oficio, no es de extrañar que la película despida un realismo bastante grande en lo que se refiere al trabajo de la protagonista. Sin embargo, pronto descubrimos que la historia contiene ciertas dosis de eso que tan a menudo suele destruir a este tipo de películas: el azúcar. A partir de un determinado punto de la obra, todo se vuelve excesivamente dramático, incluso cursi y por tanto acaba perdiendo algo de credibilidad. Pese a la grata interpretación de Binoche (no es noticia ya), resulta complicado conectar con la protagonista ante ciertas cosas sin sentido que aparecen en la descripción de su personaje, especialmente en lo referido a la interacción con sus hijas (el personaje del marido acaba pintando poco) y el tratamiento que se le da especialmente a una escena teóricamente decisiva que comienza resultando bastante emotiva pero que termina de manera un tanto decepcionante.

Con todo, Mil veces Buenas Noches es una más que decente película que retrata fielmente una de las profesiones mejor vistas en la faz de la tierra pero que poca gente se atreve o tiene la oportunidad de ejercer. En este caso, pese a que el personaje de Rebecca sea alguien sacado puramente de la ficción, a buen seguro que muchos compañeros de profesión se sienten identificados con su papel, comenzando por el director que con certeza habrá introducido algún que otro pasaje autobiográfico. Lástima que la película decaiga dramáticamente durante su segunda mitad, porque podríamos estar hablando de una película muy notable. Pero ya sabemos que en el cine, como en la fotografía, es complicado encontrar el punto de vista idóneo.


Álvaro Casanova - @Alvcasanova
Crítica para www.cinemaldito.com (@CineMaldito)
Kasanovic
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22 de agosto de 2014
17 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
El arranque del film es muy bueno e impactante, pero a medida que avanza ,el director se pierde en un melodrama familiar sensiblero y con poca fuerza para atraer al espectador, resultando la película morosa y previsible.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Cine Rashômon
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4 de junio de 2014
12 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
El director Erik Poppe nos deslumbró con su excelente “Aguas turbulentas”, con este nuevo trabajo nos podemos permanecer impávidos.
En muchas ocasiones los escandinavos en su cinematografía van a la medula y lo dejan sin respiración al espectador, bravo por ellos.
En este filme Rebecca, en una notable actuación de Juliette Binoche, es una fotógrafa en zonas de guerra que hace muy bien su trabajo, el codearse con la muerte hace que se formulen 2 preguntas por un lado en que forma modifica o contribuye sobre la población en general el periodismo fotográfico, si nos quedamos solo en el ejercicio estético, prueba de ello son los premios que se otorgan donde canapés de por medio se habla de la crueldad del ser humano o si por el contrario sirve como un mensaje que pueda cambiar cierta actitudes sobre una realidad concreta, por otra parte de que manera afecta esta actividad a quienes esta inmersas en ella y como establecen relaciones, por decirlo de alguna manera normales, quiénes han decidido entrar y salir del infierno como forma de trabajo.
Es un excelente director que plantea preguntas, que cuestiona al espectador, tal vez es lo más notable de esta excelente película, obvia decir que las actuaciones, así como los rubros técnicos son de notable factura.
Guillermo Herrera
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8 de agosto de 2014
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Familia o trabajo. A priori una duda de fácil resolución teniendo en cuenta lo que hay en juego. Sin embargo, el problema radica cuando la vida laboral es más que una obligación, un sustento o una forma de vida y se convierte en verdadera pasión. Algo irrenunciable sin lo cual la existencia no tiene sentido.

Este es el dilema al que debe enfrentarse Juliette Binoche (Chocolat, El paciente inglés) en la película escrita y dirigida por Erik Poppe, Mil veces buenas noches, título que resume perfectamente el drama que al que vamos a asistir.

Mediante elementos oníricos, primeros planos y un ritmo pausado, Poppe retrata con excesivo drama la disyuntiva que se le presenta a Binoche, obligada a tomar una decisión que, en condiciones normales, no supone ningún problema. La actriz gala encarna la vehemencia por una profesión que ama. El instinto más puro del ser humano de guiarse por sus pasiones. Pero uno no es joven eternamente y el trabajo no lo es todo, más si cabe cuando de por medio existen dos pequeñas que, obviamente, necesitan a su madre. Un apuro que se agranda con la más mayor de las dos, que llega a compartir experiencias traumatizantes con su progenitora.

El contrapunto a la figura de Binoche lo representa Coster-Waldau. 'El Matarreyes' de Juego de Tronos simboliza la razón, el sosiego y la estabilidad familiar, metiéndose en la piel de una persona taimada y segura, con fuerte personalidad y sufridor por la ausencia obligada de su mujer. La cara de otra moneda que comparte secuencias llenas de emoción con su compañera de reparto.

Además de captar el drama familiar, Erik Poppe lleva a cabo con su obra un homenaje al fotoperiodismo, sector al que ha dedicado parte de su vida ejerciendo para la Agencia Reuters en conflictos bélicos. Como si de una cinta autobiográfica se tratase, el noruego nos mete de lleno en una profesión un tanto desconocida pero de una belleza singular.

Bien es cierto que el cine ya ha hecho aproximaciones a este tipo de disyuntivas. También que algunas secuencias parecen demasiado forzadas para conseguir ese drama. Pero finalmente, la película resulta ser un trabajo interesante, que acerca al espectador a conocer de primera mano una figura de impagable labor social, descubriendo conflictos y situaciones que hielan la sangre.

Más datos sobre esta y otras películas en el blog: http://argoderse.blogspot.com.es/
Argoderse
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14 de junio de 2014
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mil veces Buenas Noches es un bonito homenaje a la peligrosa pero imprescindible labor de los periodistas de guerra, pero no es la excelsa película que podría haber sido o que sí son otras cintas con argumentos similares, como The Bang Bang Club o incluso El jardinero fiel o la injustamente denostada Amar peligrosamente.
La primera hora de Mil veces buenas noches es una prueba de fuego para el espectador por su ritmo contemplativo, a veces demasiado lento, y su acumulación de tópicos es notable. Sin ir más lejos, ahí está la culminación de la relación entre la protagonista y su marido, con esa escena de sexo tan innecesaria, o el personaje de ese marido al que da vida un correctísimo y guapísimo Nikolaj Coster-Waldau, paradigma del consorte maravilloso, cariñoso, trabajador, comprensivo pero a la vez sufriente y siempre preocupado. Es un estereotipo sin vida con el que el Jaime Lannister de Juego de Tronos puede hacer bien poco. La narración es pesada y avanza con lentitud y sorprendente frialdad teniendo en cuenta los emotivos temas que trata. Sin embargo, posee algunas secuencias muy poderosas, como toda la inicial, prácticamente silenciosa, con Rebecca haciendo su trabajo escrupulosamente a pesar del peligro, y realiza una cruda reflexión acerca de cómo las obsesiones pueden volverse peligrosas si, como en el caso de la protagonista, hacen perder de vista la realidad y no ser capaz de ver más allá de esa obsesión.
El tercio final, cuando las cosas se tuercen y el drama hace al fin acto de aparición, recupera el paso no encontrado hasta el momento y ofrece más oportunidades de lucimiento a una Juliette Binoche de mirada perdida que clava a la perfección la personalidad obsesa, comprometida y a la vez irresponsable de Rebecca, ese personaje que representa la valentía de todos los reporteros que narran los horrores de la guerra al mundo, y también la temeridad de algunos de ellos.

Lo mejor: Juliette Binoche, extraordinaria, toda la secuencia inicial y la entrega de Nikolaj Coster-Waldau (ver cuando echa de su casa a Rebecca).
Lo peor: Le falta pulso a la narración y mayor emotividad.
Sibila de Delfos
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