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El zurdo

Western William Bonney, alias "Billy el Niño", fue un famoso y escurridizo pistolero. No se había visto nunca en el lejano Oeste a alguien como el problemático adolescente que escribió su nombre con sangre en los anales de la historia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
25 de marzo de 2009
11 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tremedo western, poco conocido por los usuarios de esta web debido a los pocos votos que tiene, donde una vez más se adapta la historia de Pat Garret y Billy el niño en las pantallas.

Después de haber visto varias versiones, incluida la de Sam Peckinpah, me quedo con esta. Y es que Paul Newman es mucho Newman. Papel que hace, personaje que no se olvida.

En esta ocasión, nos refleja de manera distinta a lo habitual a Billy el niño. Vemos su valía y su rebeldía, su sentido del honor prometiendo y cumpliendo la venganza, su violencia, su incultura (no sabía leer...). Y todo eso lo consiguen dos grandes, PaulNewman y Arthur Penn.

No es un western redondo, como lo fue Río Bravo,Liverty Vallance, Sin perdón... Pero los amantes género no se lo pueden perder.

Atentamente, el Charlie. ;P
Keko_cl
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9 de octubre de 2010
4 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Paul Newman, Billy el niño? Sí señor, Arthur Penn es capaz de convertir al deseado por todas (y todos) en el legendario William Bonney. Las andanzas del mítico forajido quedan representadas desde un prisma romático, el héroe y no el asesino, el idolatrado y no el perseguido.

Como siempre, Penn innova, tratando de alejarse de otros westerns y otras historias sobre Billy el niño. Fue su primer trabajo para la gran pantalla, y no fue un éxito, aunque con el tiempo ha sido mejor considerada. Aunque es verdad que no es su mejor película (La jauría humana, Bonnie & Clyde) ya dejó señas de su personalidad.
jesus (of suburbia)
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3 de septiembre de 2013
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Siempre un filme de Paul Newman tiene un ingrediente extra que es la presencia de este actor que desde los tiempos de La leyenda del indomable, se presenta como una estrella sin par de los viejos años dorados de Hollywood.
Sin embargo tiene toques de comedia banal, lo que la hace apenas soportable.
La historia mejora en el final, sobre todo por la actuación de Paul Newman, quien termina robándose la película completa.
Sigfrido2
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3 de junio de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El Zurdo” es la ópera prima de Arthur Penn (quien probablemente sea más recordado por “Bonnie y Clyde” en 1967).

Tanto Bill Bonney (Billy el niño) papel que encarna Paul Newman, como sus dos secuaces, representan papeles bobalicones e infantiles y que, por momentos, me parecen poco creíbles. Entiendo que el director quiso mostrar a un personaje atormentado e irreflexivo, sin embargo, su interpretación está a años luz del personaje atormentado e irreflexivo que representa James Dean en “Al Este del Edén” de Elia Kazan tan sólo tres años antes de “El zurdo”.

Por tanto, opino que Newman no pasó a la historia por este papel, que dista de sus grandes interpretaciones en “el Golpe” (1973), “El coloso en llamas” (1974), “El castañazo” (1977) o “El color del dinero” (1986).

Probablemente, esas pobres (en mi opinión) actuaciones, que no reconozco en el actor que encarna a Patt Garrett, por ejemplo, sumadas a un ritmo irregular, han hecho que el último tercio de la película se me haya hecho bastante pesado.
Alberto M Laguía
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25 de diciembre de 2023
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Paul Newman también hablaba en español, cómo no. Billy el Niño también hablaba en español, obvio. Gitanos y Madero(s). Dolor (y gloria). Amnistía (general). El lector (no, y le pesa, el analfabetismo, es un imán que atrae, lo malo y lo bueno, la vida y la muerte, nada o todo). Bala perdida. Enchilada.
Tremenda. De (mucho) aúpa. Como de Tennessee Williamas en el Oeste. Expresionismo psicológico, como si anticipara el barroco cine de Leone, Peckinpah o hasta en cierto sentido el de Eastwood (pienso en, sobre todo, Sin perdón, al admirador o periodista me recuerda al escritor de la otra, aquí se citan los libros que se van escribiendo sobre él, sobre la marcha, lo mismo que le pasaba al Quijote en la segunda parte, también se asemeja un tanto en la mirada posmoderna y, a la par, tan clásica; western revisionista, con calado/escombro/barro psiquiátrico para dar y tomar, con capas y recovecos tinieblas en las entretelas del espíritu a rebosar); es una película en la que todo es intención (en el guion, la interpretación, la dirección), ambición, pretensión, y todo es ambigüedad, retorcimiento, oscuridad, y está entretejido, entreverado, solapado, soterrado, y en la que cada personaje es, por lo menos, ambivalente (romboide, caleidoscópico), complejo y en el que cada detalle, objeto o reacción mirada suceso cuenta o tiene un significado desaforado. A veces peca de exagerada, ridícula o excesivamente manierista o afectada, pero en gran medida triunfa, logra con éxito lo que se propone, mantiene su justa medida, el arte del contrapeso; es o supone el retrato de un completo perturbado (Evilio, un psicópata, está para que lo encierren y tirar la llave, peligroso, de Machín las maracas), de un (anti) héroe, de una leyenda, de un atroz individualista (idea tan gringa, tan querida, el hombre frente al medio, el solitario que siempre les salva o condena), es cierto, en barrena, un artista desde el punto de vista romántico (diabólicamente angelical), contradictorio, que solo se guía por sus instintos, encerrado en su (mala) cabeza, que no atiende a razones, visionario, genio, a más reglas que las que le dicta su corazón o más ley que la que le manda o urge su alma desesperada o sus apetitos, es decir, un ser puro e imposible, un buen mal salvaje capaz de cualquier cosa, sea, un mierda y un gigante, un muerto viviente incapaz de adaptarse a su medio/ambiente o contexto, tan sensible como brutal y despiadado, un animalillo amoral, un Lacombe Lucien preñado de amaneramiento tortuoso teatral, de histerismo vanidoso desequilibrado interpretativo, James Dean acababa de morir y su estela todavía hacía mucho efecto, Newman era un alumno aventajado y aquí se pasa y se luce, se retuerce como una culebra y encandila, da pena, risa y admira, lo mismo que el estilo de Penn (concentra/condensa o anticipa toda su posterior creación obra), a la contra, el nuevo cine (muchos autores venían de la tele) que llegaba y en el más clásico se cagaba (o no tanto ni mucho menos), la nueva ola americana, aquí está, embrionariamente, claro, Bonnie and Clyde, la capacidad para narrar de forma sólida y, a la vez, abrazar el caos, la espontaneidad o la libertad de la historia nouvelle vague y su deriva y de los seres erráticos y lunáticos, escindidos y torturados, que la pueblan; dos momentos, dos objetos, por ejemplo, la bota de un muerto y la niña que la ve y se acerca y la madre que abofetea, la flauta que encuentra al final de su kamikaze recorrido, periplo, singladura o viaje martirologio calvario y que le hace sentir todo lo que ha perdido, en el camino, que su vida ya no tiene ningún sentido, que ha matado o muerto no solo lo malo, también lo bueno o bello.
Casi cada personaje se lo puede mirar desde dos, como decíamos, por lo menos, lados, la mexicana impoluta y del marido, de aquella manera, la hojarasca, lujuria, traidora, Pat alejado alérgico a la ley y entregado finalmente hasta las trancas a ella, padre putativo simbólico (como el primer muerto; Billy el Niño, era eso, sin padre, un crío, a la búsqueda; ahí está o reside el conflicto freudiano, su complejo de Electra o de Edipo trasterrado, de huérfano profundo, vacío de figura paterna, muerto de miedo, tiritando) y asesino de su "hijo", los amigos, tan alegres y salvajes, descerebrados y cándidos como terribles asesinos, o los que matan a su jefe al principio lo mismo, anodinos y feroces, víctimas propiciatorias y bestias homicidas, y así todos, pero él, lógico, se lleva la palma, con un infinito afán de justicia y verdad que le obsesiona y que no tiene medida ni control, es un hombre perdido que vive entre las sombras o espejismos de su estupor y desconcierto y que busca constantemente agarraderos, clavos ardiendo, absolutos, la venganza, el deseo, la libertad, lo que toque o sea en cada momento, una percha, y va quemando, va quemando, Sanz Alejandro, no crece la hierba, Atila, allá por donde pasa hasta que al final no queda en pie nada, se encuentra en Samarra frente a su vacío, la parca y la guadaña, es un idiota aristotélico, un animal no político, nihilista en el poco fondo, incapaz de vivir en sociedad o con dos dedos de frente, semilla que cae al suelo y no da fruto, hay que dejarla morir o, mejor, rematarla, espachurrarla, que no levante cabeza o de entre los muertos resucite para que más no la cague o joda.
(Penn) Hasta utiliza en un determinado momento la cámara lenta, para que luego (no) se diga.
La leyenda del indomable y Rocky Graciano (Marcado por el odio).
El cine americano que quería abandonar la niñez y convertirse en adulto, pero que tenía todavía un pie en la adolescencia empalmada emplomada y enfebrecida, la rubeola retardada, del pavo la edad.
Se nota la mano de todos, también la (de) Gore (Vidal) y de Leslie Stevens, dos chistes o gracias al principio, cuando le presentan como William y a continuación, al segundo siguiente, uno comenta que mejor le van a llamar, a partir de ahora, Billy y el otro dice que no, que ya se había acostumbrado a William
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Ferdydurke
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