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El sabor del sake

Drama Shubei Hirayama es un viudo que vive con una hija de veinticuatro años. Sintiéndose viejo y acabado, se da cuenta de lo injusto que es que la joven viva única y exclusivamente para cuidarlo y decide casarla. Aunque ella se resiste a abandonarlo, al final acabará haciéndolo. Entonces Shubei buscará en el licor del sake el refugio de la soledad, el consuelo a la angustia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
20 de mayo de 2014
13 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
SUBLIME. (Del lat. subl&#299;mis). 1ª acepción: Dícese de la última película de Yasujiro Ozu, que llevó por título "Sanma no aji". Dícese también del propio director.
Así podría definirse este adjetivo, lo que obligaría a cuantos se encontraran con él a ver la obra de un japonés único, muerto a los sesenta años (1963), que llegó a realizar 26 títulos (de los 53 que firmó, Guerra Mundial por medio) en sus primeros cinco años y que se resistió al sonido argumentando: "¿para qué buscar el ruido cuando reina el silencio?"

El sabor del sake, tiene la facultad de transmitir sensaciones desconocidas, incluso para aquellos que hemos visto mucho cine y nos emocionan miles de películas.O sea, descubre Yasujiro Ozu en nuestra coraza anti-sorpresas cientos de poros por los que colarse y despertar en nuestro interior una comezón que acabamos agradeciendo, aunque nos ablande y nos arranque la triste sonrisa de lo irremediable.
Esta invasión afectiva la lleva a cabo desde la sencillez de las propuestas, aunque con una primorosa y estudiada técnica que consigue que los espectadores veamos, a través de sus encuadres y sus fotos fijas, cómo el tiempo juega (acaricia, vapulea, hace crecer, destruye, ..) con los humanos.

El señor Hirayama, viudo y con tres hijos , acomodado y respetuoso tradicionalista, amigo de sus amigos y de las reuniones con el sake de por medio; comienza a sentir picazón en la conciencia al advertir que la pequeña (el motor de la casa) ha cumplido 24 años y corre peligro de, como ha sucedido habitualmente con otras desgraciadas, quedarse para vestir santos. Medita que la vida de los que quieres también depende de las concesiones que tú realices, pero esto no es fácil. Tal vez para que ellos vivan más tú debas morir un poco.

El jardín que nos muestra el maestro Ozu, que en principio puede parecer monocromático, está lleno de matices vivificadores.Triunfadores, tímidos, nostálgicos, emprendedores, perdedores.... todos bosquejados con el pincel de la melancolía. Historias de las que acabamos siendo cómplices aunque hayan pasado cincuenta años desde que calló el narrador, porque los oficinistas, las solteronas, los bebedores respetables y los borrachos (a secas), los que ambicionan, los que recuerdan, las jóvenes en sazón, los bares y las calles solitarias....., son sitios y personajes que se repiten en Japón y en Bolivia, son lugares y seres universales. El lo sabía; solo tuvo que revestir a los humanos de humanidad y dar un leve brochazo azul al tiempo invisible que se nos escapa de los bolsillos del alma. Pero eso, ¿cómo se hace?.

SUBLIME: 2ª acepción: Excelso, eminente, de elevación extraordinaria. U. m. en sent. fig. apl. a cosas morales o intelectuales. Se dice especialmente de las concepciones mentales y de las producciones literarias y artísticas o de lo que en ellas tiene por caracteres distintivos grandeza y sencillez admirables. Se aplica también a las personas.
Sinhué
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3 de mayo de 2012
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buena última peli de Ozu y en especial si se lee como epílogo de su vida... poco después fallecería del cáncer de estómago -la enfermedad del bebedor de sake caliente- que le llevaba cercando la vida los últimos años.. y en su tumba dejó el siguiente pictiograma chino -que no japonés- "la nada"...
Otra vez el mismo tema, la hija que se adentra en los veintilargos y hay que plantear que se case.. pero tan nuevo..
Vemos la esencia más elevada de los personajes -comportamientos íntimos del padre, de la hija, del soldado con el que se encuentra el padre, ...) y a la vez todos esos egos con los que vivimos -las reuniones de desollamiento vivo de los tres amigos, los trámites de los apaños de matrimonios, ...-...
Es esta la peli en la que Ozu hace una referencia más directa a la Segunda Guerra Mundial, que siempre está presente en todas sus cintas de modo tangencial a la trama pero contundente.. y es en el momento en el que suena la marcha Gunkan, la marcha naval japonesa, y los tres personajes del bar se ponen a bailar, cuando asciende la película (toda película de Ozu tiene un momento de ascensión difícil de definir, pero muy claro, según nos contaba, Paul Schrader en su libro "El estilo trascendental en el cine; Ozu, Bresson y Dreyer"...)...
Ozu, ¡cuánto me acompañas!
LourdesPzBorrero
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10 de abril de 2013
11 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yasujiro Ozu es un famoso director japonés que afortunadamente no se parece en absoluto a sus compatriotas cineastas. Nada que ver con esas interminables películas en blanco y negro llenas de fieros samurais que se pasan la vida mirándose unos a otros como con ojeriza, blandiendo sus espadas, y hablando lo justo para no catalogar la película de muda. Sí, ésas que no las entiende ni la madre que las parió.

No, en las pelis de Ozu la gente habla un montón, constantemente. Eso sí, dicen cosas muy raras pero eso es porque son orientales y los orientales no hablan como nosotros. Se gastan unas bromas superraras y se hacen unas preguntas peregrinas que te cagas, pero bueno, hablan, que es lo importante. Y beben como cosacos. Y de eso justamente va esta historia, que es algo así como una tragicomedia costumbrista sobre alcohólicos que se juntan para practicar su afición favorita, y que no le hacen ascos a nada que tenga la suficiente graduación, ni a la cerveza ni al vino ni al whisky ni al sake. Ellos le pegan a todo por igual, no son delicados. Por cierto, que menudo saque!

Viendo esta película una se da cuenta de que los japoneses no son tan distintos a nosotros. Aparte de que se sienten y duerman en el suelo (por cierto, qué agilidad tienen los jodíos para sentarse y levantarse aunque estén borrachos como cubas y tengan más años que Matusalén) y de que se quiten los zapatos al entrar a las casas y de que se pasen el día encorvándose para hacer reverencias, costumbres todas ellas que llaman mucho la atención a los occidentales, que en cuanto nos agachamos un centímetro ya estamos hechos polvo con el lumbago, por lo demás los japos se nos parecen un montón.

En qué se nos parecen? Pues por ejemplo en que la evasión etílica les gusta exactamente igual y en que también cuando se han pasado siete pueblos se les pone la lengua de trapo y se caen para los lados, con la ligera ventaja de que como ya están en el suelo las caídas son menos traumáticas y aparatosas. Únicamente cambian de posición pasando de la verticalidad a la horizontalidad pero no se hacen pupa.

La película no es nada del otro mundo, no es una obra maestra ni creo que lo pretenda, pero sí es curiosa. Es bastante ilustrativa sobre el modo de ser y pensar de nuestros simpáticos amigos de ojos rasgados, sobre la vida en las casas, en los bares, en las reuniones de amigos… Y sobre todo, se puede ver sin sujetarse las pestañas con alfileres, lo cual es un detalle importante cuando se habla de cine oriental. Lo ves, Valdemar? Éste sí, el chino no.
Talía666
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26 de diciembre de 2008
9 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se pierde una guerra el concepto de nación deja de ser un soporte sobre el cual se sostiene la vida de muchos de sus habitantes. Y el sentido de vida de cada uno ellos debe buscarse en otro sitio. Desde este punto de vista la película de Ozu se sitúa en medio de estas personas y evidencia, con una mirada transparente y sencilla, ciertas verdades que cada personaje deberá ir internalizando y aceptando hasta hacerse cargo de su propia felicidad y facilitar, de alguna forma u otra, la de quienes lo rodean.
Es por esto que los personajes de esta película avanzan por un camino en el cual les es imposible detenerse, simplemente porque están vivos, y esto es algo que el director japonés sabe dejar en claro magistralmente. La derrota no es algo que termine definitivamente a los personajes, sino que se muestra casi como una etapa natural, y esa es otra de las verdades que se revelan en el film.
Es así como el discurso de los personajes varía desde el “si hubiéramos ganado la guerra…” hasta aceptar simplemente que “las hojas del árbol cambian sus colores” y con esto, aceptar también la búsqueda de una felicidad que no está a la altura de lo grandioso, pero que se adapta a cada uno de ellos y los reconforta en medio de una verdad que, por muy dolorosa que sea, no termina por destruirlos: el hombre siempre acaba solo.
La belleza de este film consiste en mostrarnos como puede aceptarse esa verdad sin dejar de soñar, de ser feliz en la medida de lo posible… y es también una invitación a mirar al interior de nuestro propio universo, a saber que esa medida también reconforta y quizá contiene la felicidad que hemos ansiado siempre. Simple y embriagadora, como un pequeño vaso de sake.
rodolfo
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7 de enero de 2015
8 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entiendo perfectamente a aquellos que defienden el cine de Ozu y ofrecen unas explicaciones muy sensatas sobre las virtudes de su obra en general y sobre este "El sabor del sake" que supone el colofón a su trayectoria. Pero a quienes más entiendo es a aquellos que no comulgan con su cine, aquellos que son críticos y que suelen ser una minoría acorralada por todos los seguidores del director nipón. Mi posición ha cambiado con el tiempo y poco a poco voy apreciándolo más, si la primera vez que vi una de sus películas quedé muy decepcionado, vistos ya algunos de sus grandes títulos llego hoy a esta historia del padre que quiere casar a su hija y que empina el codo que da gusto con sus colegas con la lección aprendida: sé de qué va Ozu y sé qué me voy a encontrar, así que en esta ocasión no ha habido un grave desencuentro.

La cámara no se mueve nunca, no vaya a ser que despiste a los actores, no vaya a ser que moleste. Y para pasar más desapercibida aún, observamos las vidas de nuestros protagonistas desde abajo, invariablemente enfocando el transcurrir de sus vidas con una cámara casi a ras de suelo... diría que a la altura de la clásica mesa japonesa. En "El sabor del sake" Ozu repite historia, repite actores y se consolida en un punto y final que recalca su estilo. No hay nada que no le suceda a nuestro protagonista que no podamos hacer nuestro, pese a los miles de quilómetros de distancia, pese a la existencia de tan insalvables diferencias culturales.

Ellos beben igual que el resto de humanos y padecen pos sus hijos, por su futuro, del cual se desprenden en la misma muerte que nos llegará a todos. A la salida del trabajo beben porque les hace feliz y si hace falta recurren al humor, comparten inquietudes y transmiten calma y sosiego en cada palabra. Así que entiendo más a aquellos que son críticos con Ozu porque en su cine no hay giros argumentales, no hay gritos ni llantos. De hecho, la hija que ha de llorar sale del plano y ni la vemos hacerlo. Pero también entiendo que con la calma de sus historias cotidianas acabe empapando al espectador y se le ame y admire.

Una vez más, me lo he pasado mejor leyendo opiniones del resto de usuarios que con la propia película. "El sabor del sake" podrá apreciarse más o menos, podrá aburrir o colmar expectativas, pero es una película genuina de Ozu.
Luisito
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