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El sabor del sake

Drama Shubei Hirayama es un viudo que vive con una hija de veinticuatro años. Sintiéndose viejo y acabado, se da cuenta de lo injusto que es que la joven viva única y exclusivamente para cuidarlo y decide casarla. Aunque ella se resiste a abandonarlo, al final acabará haciéndolo. Entonces Shubei buscará en el licor del sake el refugio de la soledad, el consuelo a la angustia. (FILMAFFINITY)
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Críticas 28
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2022
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es mi primer acercamiento al cine de Yasujirō Ozu y puede que yo no haya acabado de entender su cine o que el tipo de pelis que hacía el realizador nipón, simplemente, no me interese nada con mi perspectiva de 2022. En cualquier caso, yo no he visto ese alarde de excelencia que esperaba encontrarme en una película de un director al que precede su enorme fama entre la crítica cinematográfica.

Sí que he visto, y vamos a empezar por lo bueno, que su dirección es excelente. No tanto porque los planos sean más o menos elegantes, sino porque consigue, por la forma de rodar que tiene, que tu te sientas como uno más en esa mesa. Como si estuvieras al lado de estos tipos bebiendo sake o escuchándoles hablar de sus familias. Si a lo anterior, le sumamos una BSO bastante sutil, pero que aporta un tono melancólico a la cinta, creo que obtenemos que desde la parte técnica, podemos hablar de una muy buena película.

Los problemas empiezan para mí con el guion. Tengo la sensación de que la cinta te expone, casi desde el inicio, todo lo que va a ir ocurriendo y que luego va redundando y dando vueltas sobre sí misma durante las casi dos horas de duración. Si a esto le unimos que la temática familiar de casar a las hijas me queda lejísimos... yo me he ido desconectando de la película poco a poco. Las actuaciones tampoco ayudan. Es algo que ocurre muchas veces en el cine japonés clásico y es que parece que todos los actores estén sobreactuando. Nunca acabo de acostumbrarme a eso.

En cualquier caso, y por no alargarme más. Creo que desde los apartados técnicos tenemos una peli entre notable y excelente. Pero que desde el punto de vista del guion y lo que quiere contarnos, nos encontramos con algo profundamente redundante, con problemas evidentes de ritmo y que, a mí particularmente, no me genera ningún interés. No puedo decir que sea mala película por no interesarme, pero si que creo que me parece mucha menos película de lo que se dice por los motivos ya mencionados. Una lástima.
Quique Martín
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3 de julio de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El tema es la familia , las relaciones familiares, la vida misma.
Un buen guión, amable, apacible, sin estridencias, mantiene un buen ritmo y capta tu atención todo el tiempo.
Excelente interpretación de sus actores.
Un final inteligente.
A mi me ha gustado mucho.
Solidad
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20 de octubre de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El sabor del Sake es una película muy humana que se inspira en la particularidad de las pequeñas cosas y en lo bello de lo cotidiano para dar a luz a un auténtico retrato de la naturaleza humana y el matrimonio. Está, sin duda, llena de planos para la historia y es una película que se aleja del moralismo y la exageración para darle un acabado a la historia extremadamente bello y elegante.

Es realmente interesante darse cuenta de lo poco que necesita un cineasta como Ozu para hacer un análisis tan brillante de los problemas y dilemas del ser humano en la sociedad japonesa de la posguerra, que no deja de demostrar lo poco trascendente que resulta ser la guerra para la sociedad.
lloryo
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22 de septiembre de 2020
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vi “Sanma no aji” (“El sabor del sake”, Japón, 1962) dirigida por el magistral Yasujirō Ozu [1903-1963], con guion del director junto con Kogo Noda. La música es mérito de Takinori Saito (aplausos) y la fotografía de Yuuharu Atsuta (aplausos). El reparto está integrado por Chishu Ryu, Shima Iwashita y Shinichiro Mikami, entre otros. La cinta narra cómo un tierno y fervoroso padre, Shubei Hirayama, decide casar a su hija, aceptando que se está poniendo viejo y que no es justo que ella se quede solterona cuidándolo hasta que muera.
En cuanto lo estético, la obra es una delicada mezcla de diversos componentes artísticos, que dan como resultado un conmovedor relato de un drama familiar sobre el desprendimiento, de un lado, y de las vivencias dolorosas de la senectud, del otro. La música, por ejemplo, juega un papel fundamental para reflejar la ternura y la soledad. La fotografía, por su parte, es precisa y bien cuidada, como es normal en un cine tan tradicionalmente intimista como lo es el japonés. El manejo de cámaras lleva el sello del director: predomina el ángulo de cámara bajo, preferencia por los planos y la cámara fijos, ausencia de fundidos y encadenados, diálogos sin planos entrecruzados donde el actor mira fijo la cámara, etc. Las actuaciones son sencillas (aunque Ozu no deja de centrarse en el protagonista más que el guion) para no opacar, con excesos actorales, la centralidad de esa línea soterrada pero segura de emociones que va tomando forma con el correr de los minutos.
Ahora, pasando a temas más de contenido, la película, como ya dije, es una recreación amorosa de un drama familiar japonés. Quisiera explicarme mejor: el espectador queda inmerso en la cultura japonesa de posguerra, una que está a caballo entre el tradicionalismo y los nuevos usos que la modernidad yanqui les trajo tras la Constitución de 1946, usos mezclados que se manifiestan a lo largo y ancho del filme. Sin embargo, a pesar del contexto tan particular de la cinta, es claro que la esencia del drama que allí se narra es universal, en especial en lo que atañe a la soledad propia de la senectud, la compañía de los amigos de toda la vida que suavizan un poco las inclemencias de la edad y la sensación de tristeza del padre que ve que sus hijos parten (“síndrome del nido vacío”). Me recuerda a dos obras homónimas, en contradicción entre sí en varios puntos, pero que bien retratan esa etapa de la vida: “De senectute”, de Cicerón (con su visión bondadosa de la ancianidad) y de Bobbio (con su visión más descarnada de la vejez). Escribió el italiano: “Quien vive entre viejos sabe que para muchos de ellos la edad tardía se ha convertido, gracias en parte a los avances de la medicina, que a menudo no tanto te hace vivir cuanto te impide morir, en una larga y a menudo suspirada espera de la muerte. No tanto un continuar viviendo, sino un no poder morir. Dario Bellezza ha escrito: «Fugaz es la juventud / un soplo la madurez / avanza tremenda / la vejez y dura / una eternidad»”.
Siguiendo con el análisis, la película narra la forma de “ver el mundo” de algunos viejos que les toca vivir la ruptura que supuso la Segunda Guerra Mundial, esto es, pasar de una sociedad tradicional a una con parámetros de conducta impuestos. Obviamente, muchas cosas que allí se muestran como normales para esa sociedad que se difumina entre lo novedoso, son condenables desde nuestra concepción de mundo, como por ejemplo el machismo/marianismo que se respira desde las primeras escenas. Claro está que nuestro ojo tiene ahora la sensibilidad que permite ver en el pasado este tipo de cosas, sensibilidad que poco se tiene para ver lo que será considerado incorrecto en el presente. Finalmente, a pesar del contexto patriarcal, resalta la amabilidad y el respeto propios de la cultura japonesa, de un lado, y la ternura del padre que bien toca el corazón, del otro.
En fin, es un filme que permite bellas reflexiones sobre la tradición, el síndrome del nido vacío y la soledad en la vejez. A la vez que es una fuente de emociones, en una forma a la que estamos poco acostumbrados, pero que no por ella deja de ser fascinante. 2020-09-21.
Andres Botero
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4 de julio de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La ocupación aliada de Japón había terminado hacía ya diez años pero ya nada seria igual. La constante visualización de las marcas de cerveza y whisky de importación que no paran de consumir los protagonistas dejan en un tercer lugar al tradicional sake al que alude el título en castellano. Ozu siempre atento a los detalles lo deja más que claro. Por otro lado el título original no habla del sabor del licor de arroz que puede llegar a ser dulce sino del sabor del sanma o caballa un pescado de sabor amargo que simboliza el otoño, estación paradigma de la melancolía que preside los últimos trabajos del maestro poco antes de su muerte.
Ozu sabe que su final está cerca (de hecho es su última película) y mira con aire nostalgico al pasado de la mano de su inseparable guionista Kogo Noda con el que reelabora títulos (aquí remite a “Primavera tardía” / 1949 ), conversaciones de veteranos sobre los tiempos de guerra y la inevitable soledad antesala de “la nada” que figura en su epitafio.

Más allá de la emoción, sobre todo en su segunda mitad y la melancolía teñida de humor y sencillez que impregna todo el metraje, Ozu sigue atrapándonos con esa cámara fija a la que sabe como nadie sacar ritmo y encuadres increíbles donde las líneas y la profundidad de campo armonizan con una simplicidad prodigiosa. El mimo por el color tanto como por sus personajes y esa música tan “excéntrica” de Takinori Saito de aires felinianos en “La hierba errante” (1959) y que aquí me evoca al universo de Tati.

La despedida del maestro más que amarga nos deja un grato sabor agridulce.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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