La farsa

El lema con el que comienza la película es acertado: The French Riviere, a sunny place for shady people.

Es una película en la que cuesta un poco entrar, a pesar de que su comienzo es impactante, luego la sucesión apabullante de presentación de personajes, con continuos flashbacks y diferentes puntos de vista, te hace perderte un poco y que parezca una película un poco pedante, pretenciosa, con tanto lujo banal, frivolidades y exageraciones fabulosas de sexo, poder, dinero y amoralidad.
Sin embargo, pasados esos 20 minutos iniciales, la película va dejando reposar al espectador, sumergiéndole en una trama de thriller donde los personajes están muy bien dibujados, desarrollándose a través de un juicio sobre un crimen en el que se van descubriendo todas las circunstancias y, en ese sentido, al final, el guión es redondo, puesto que cada personaje tiene sus propias razones, muy comprensibles y definitorias.

Femmes fatales, mujeres engañadas, arruinadas y abusadas por el patriarcado, mujeres que se alían, gigolos, ricos empresarios, tiburones de los negocios inmobiliarios, la decrepitud de la vejez que provoca pérdida de la autoconfianza, dependencia de halago social, juventud que sublima la belleza y que hay que aprovechar antes de que se amustie...
La Riviera Francesa, sus lujosas mansiones y coches, el vestuario de algodones y linos de tonos claros, similares a "Plein soleil" o "El talento de Mr. Ripley", donde los muy ricos se aburren, los ricos simulan ser muy ricos y el resto se muere de envidia.

Las actrices están pletóricas, cada una en su papel.
Desde el placer visual de ver a Marine Vacth (Jeune eT Jolie) , una belleza grandiosa, cómo habla, cómo se mueve con esos vestidos largos vaporosos o pantalones altos de cintura, con el pelo en recogidos desechados y mirada inocentemente sensual... una maravilla.
Laura Orante, una mujer con personalidad, belleza madura, con poderío atractivo y sensual, con toda la prestancia que el lifting le ha arrebatado a Adjani.
Isabelle Adjani, a sus 67 años, tiene una piel con menos arrugas y más luminosidad que sus compañeros de reparto treintañeros. Parece un rostro de cera inexpresivo, fantástico en foto estática, pero cuando habla, la falta de expresión y movimiento en su rostro, únicamente de parpadeo y la sonrisa de sus labios de salchicha, provoca una rara sensación. No obstante, en su papel de vieja estrella de cine y teatro casi olvidada que retorna al escenario y su valentía de recrear su propio papel, la hace grande y contrarresta su inexpresividad facial.
Punto a favor para la osadía del Director al incorporar un plano de una fotografía de Gina Lollobrigida con Javier Rigau, mientras explica el enamoramiento de la rica y olvidada actriz hacia un admirador joven arribista que acaba siendo su pareja. El plano de la foto dura un segundo y la mayoría del público apenas lo percibirá, pero es genial integrarlo en la metaficción de la situación.
Los personajes masculinos también están muy bien perfilados e interpretados, tanto Pierre Niney (Frantz) con sus ojos expresivos y agilidad corporal, como el siempre impecable François Cluzet.

La duración de algo más de dos horas es un disfrute total, por lo redondo del guión, el descubrimiento de las razones de todos los personajes y el espectáculo visual del paisaje de la costa francesa y de, sobre todo, sus protagonistas femeninas, tratadas por la cámara como si de obras de arte se tratara.

Muy disfrutable.

Vigorosa en la última parte, cuando encuentra por fin su lugar. Los inicios transforman ese arranque inconcreto, que va tomando forma a medida que avanza.

Es elegante, extraña, pero no perturbadora. Se ofrece como un torrente, pero le falta quebrar las barreras del tiempo y el espacio. Palidece, poniendo el acento en su estética exquisita.

Tal vez un 6 sea una nota excesiva... no lo sé.

Los amantes del engaño arranca con la siguiente frase: “la Riviera Francesa es un lugar soleado para gente sombría”. Y prácticamente es una predicción de lo que el espectador se va a encontrar en la película: un contenido visual radiante, pero una historia oscura.

Como podría hacer esperar el entorno en el que se desarrolla la trama, los paisajes son deliciosos, la fotografía magnífica y el reparto que llena los planos hace un gran trabajo. Entre lujos y elegancia, el guion navega entre la comedia y el drama con grandes dosis de información al inicio. Pero, poco a poco, va perdiendo ritmo, la intriga mengua y el extenso metraje hace perder el interés. De este modo, y debido también a los sorprendentes giros, cuesta seguir la pista de lo que sucede en el último tercio.

En todo el enredo de engaños y mentiras que se genera, conviven una serie de personajes frívolos y sensuales, fascinados por el dinero, que no tienen otra ocupación que estafar a otros para satisfacer sus caprichos. Esta amoralidad de los protagonistas, junto a la larga duración y el confuso guion, provocan que al final el film resulte aburrido.

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Existe en ella un diseño suntuoso, con impresionantes imágenes de la Riviera francesa... El resto de lo que ofrece se queda en un escaso desliz de protagonistas anclados en sus propias necesidades, de las que no consiguen huir.

La reiteración te aleja de ella, el destino resulta esquivo y por momentos alejado de una coherencia que muestra en otros. "La bonne vie" no cubre el entretenimiento. No arriesga, y aunque intenta mostrarse desmelenada y lejos de lo convencional por momentos, resulta menos ambiciosa, en ese aspecto, de lo que desearía ser.

La debo suspender.

*Ritmo

Desde los primeros minutos Los amantes del engaño empieza a desarrollar un ritmo que envuelve al espectador. Si bien puede preferirse una estructura más clásica, con un desarrollo pausado de los personajes, no se puede negar el acierto de este dinamismo. Tratándose de una película sobre ladrones, ningún espectador va al cine con una idea preconcebida de obtener una profunda reflexión. De hecho, en la parte final, Los amantes del engaño se ríe de sí misma. Ocurre durante el juicio que da comienzo al film, mientras discuten que estas acciones solo se dan en las películas, “Y no en las mejores películas”.

Por esto, Los amantes del engaño acierta al no perder tiempo, enganchar al espectador desde el primer plano y arrastrarlo en un terremoto de imágenes donde se va conociendo a los personajes y sus objetivos a medida que transcurre la acción.

En este sentido puede que, si nos paramos un poco a pensar en la definición de personajes, el pasado y los motivos de los dos principales, no estén del todo definidos. Pero una vez más, esto no resta al conjunto total. Se dan las pinceladas necesarias para que la acción siga desarrollándose mientras se gana la empatía del espectador.

Y al final, ¿qué más necesita un film de robos que un ritmo acorde a la acción?

*Relaciones prohibidas

Dentro del mundo que se crea en Los amantes del engaño el amor tiene un papel decisivo. Destacar el reflejo de ciertas relaciones menos frecuentes en la pantalla, con el propósito económico como pieza fundamental en el desarrollo de la mayoría de las mismas. En estas relaciones, siempre entre uno de los dos personajes principales y otro, adinerada/o y de mayor edad, funciona a la perfección el uso de cierto tono cínico. Quizás se podría haber aumentado la dosis de comedia negra y retorcer más estas relaciones en pantalla. Pero lo cierto es que, gracias al ritmo, y a un guion que lo acompaña, la película no te permite escapar de su universo para pensar otras posibilidades en la trama.

*La toxicidad del amor

Otro de los puntos que se pueden observar en Los amantes del engaño, gracias a estas relaciones marcadas por un objetivo muy alejado del cariño, es la toxicidad presente en ellas.

Se muestra una cara de las relaciones muy aplicable a la vida real. Y es que, aunque el personaje interpretado por Isabelle Adjani parece reforzarse de una capa que le impide dar demasiada importancia a su relación con Pierre Niney, acabamos por verla sufrir como cualquier enamorada. Y puede que al ver la película desde una perspectiva de engaños y giros de guion esto se deje pasar. Pero al final, lo que vemos es a un personaje que, a pesar de lo que a todas luces se ve como una relación tóxica, decide apostar por ella y acaba rompiéndose por ello.

De la misma manera el personaje de François Cluzet sufre una evolución importante durante toda la película, haciendo tambalear toda su vida pasada por este nuevo amor.

Vienen a la memoria todas esas películas que se unifican en la mente con las experiencias propias del espectador, todos esos amores que impulsan el corazón hasta la locura. Se refleja el amor como poder destructor, alzándote al cielo en un instante para estrellarte inmediatamente después.

Aunque Los amantes del engaño no focaliza su atención en esto, sí que puede objetivarse en estos personajes maltratados por el amor. Y estos recuerdan a otros de películas que sí destacan más por el tratamiento de este sentimiento, como Two Lovers o, la también francesa, La mujer de al lado.

*Feminismo e individualidad

En Los amantes del engaño hay un claro mensaje feminista, más patente en la última parte, que se aúna con un pensamiento individualista. Se valoran más los anhelos propios de cada personaje que la búsqueda de un amor convencional. Podría pensarse que después de varias relaciones marcadas por un fin económico, la búsqueda del verdadero amor se acabaría convirtiendo en el principal objetivo. A este respecto Los amantes del engaño parece advertir: se puede vivir tu mejor versión sin una relación de amor a tu lado. En un momento donde nos cuestionamos cada vez más las limitaciones autoimpuestas por la sociedad es interesante una película que reflexione sobre la necesidad de una pareja para ser realmente feliz.

¿Buscamos en las relaciones amorosas la felicidad que no somos capaces de conseguir como individuos?

*Conclusión

Los amantes del engaño es una película con un ritmo acorde a los giros narrativos, que no decepcionarán a quienes busquen una opción para entretenerse este verano. Dentro de su simplicidad cumple con el propósito para el que se creó y lo hace, puede decirse sin fallar, de manera notable. Y en esta época veraniega, ¿a quién no le apetece una intriga amorosa con paisajes marcados por la riqueza de los personajes engañados?

Escrito por Carlos Moreno Latorre