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Normal People (Miniserie de TV)

Serie de TV. Romance. Drama Miniserie de TV (2020). 12 episodios. Marianne (Daisy Edgar-Jones) y Connell (Paul Mescal) son dos jóvenes que intentan madurar en la Irlanda sumergida por la crisis financiera del 2008. Adaptación de la novela de Sally Rooney, definida por The New York Times como la primera gran escritora 'millennial'.
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Críticas 35
Críticas ordenadas por utilidad
13 de mayo de 2020
116 de 135 usuarios han encontrado esta crítica útil
Normal People es una historia de amor con los ingredientes tan precisos y en las dosis tan justas, con los elementos tan delicados y retratado todo con tanta sinceridad y poesía que cuesta hasta creer que exista. Es una joya atemporal de la que se hablará y escribirá mucho.

En esencia, es únicamente una historia de amor entre una chica y un chico.

Pero pese a que es lo mismo de siempre, todo es diferente y está tratado y desarrollado de manera delicada, honesta y frágil para presentarlo como algo totalmente novedoso, fresco, imaginativo y disfrutable.

La evolución de los personajes y la forma de retratar y ser testigos sobre dos personas descubriendo lo que verdaderamente es estar enamorado y cómo la serie nos deja ser testigos de ello con tanta belleza, sinceridad y elegancia es algo mágico e inexplicable.

Hay varios puntos e ingredientes de esta receta que quiero desgranar para que entendáis la grandeza de esta serie:

Los personajes. Siempre entre lo irritable, exasperante y molesto pero sin cruzar la línea. Mantienen el equilibrio exacto que consigue que te encariñes con ellos. 

Son el centro de todo Marianne “A psycho to everybody”, la chica inadaptada más inteligente que el resto y que les mira por encima del hombro. La mujer más segura que puedes imaginar pero que esa fachada de seguridad se va demostrando que es su peor enemiga.

Connell “You try to act like your friends but you know you are not that kind of person” Connell es callado, taciturno, guapo y delicado. Gusta de leer y cultivarse pero tiene una gran incapacidad para expresar sus opiniones y SENTIMIENTOS. Incluso hay un momento en que dice que no sabe lo que opinar o sentir sobre determinadas cosas. Pero vamos viendo su crecimiento paso a paso.

“Me paso el día tratando 1000 versiones de mi mismo para ver cual funciona en el mundo”

Son dos personajes que podrían ser irritantes pero el trabajo de los actores es para quitarse el sombrero. Daisy Edgar-Jones alumna del National Youth Theatre y que tiene cierta fama debido a Cold Feet aquí sabe dar la ironía, el carisma y las medias miradas pero el que se come al personaje es Paul Mescal en su primer papel fuera del teatro. Este actor irlandés va a ser la revolución, la forma en la que ves que quiere llegar a las emociones pero no sabe explicarse, es verdaderamente impresionante.

La dirección, el montaje, la fotografía.
La dirección en increíblemente naturalista, se siente cercana, se palpa real y cotidiana y nunca gira la cámara hacia los sentimientos y la realidad cruda del entorno. Los desenfoques hacen que cada encuadre brille y le dotan de una magia especial. A mayores tenemos Irlanda retratada perfectamente, no imaginas la serie en ningún otro lugar. La fotografía es preciosa y cada vez que están juntos brilla a través de las lentes, capturan la luz con la cámara de una manera delicada y preciosa. bonita y elegante

El guión.
sí, es una historia de amor, pero a diferencia de otros en la que o están super enamorados y positiva o abusiva, aquí está más retratada como una historia de la falta de comunicación:
El uno con el otro
Con el mundo exterior
Con uno mismo

Temas como el crecer y encontrarse a uno mismo entre el ruido alrededor. Cada uno en su esfera, Marianne en la familia que casi se averguenza de que sea diferente y él entre sus amigos.
(“No deberías enseñarme fotos de tu novia desnuda mientras está ahí — Ultimamente estás muy gay con estas cosas”)

La banda sonora es una autentica gozada.  Es un estado de ánimo. No tiene banda sonora original pero tiene una selección musical increíble y super atmosférica.

En resumen, Normal people es una obra maestra de la pequeña pantalla. Un retrato certero, crudo pero increíblemente bello sobre lo duro y bonito de esas edad tan especial. Un privilegio.
Criticoenserio
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7 de mayo de 2020
74 de 82 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagino que todos hemos experimentado en algún momento ese primer amor de juventud. Un sentimiento arrollador que pone toda nuestra vida patas arriba y nos arroja a un mundo desconocido, el mundo del otro. Hasta ese momento habíamos vivido confortablemente refugiados en el yo, pero cuando percibimos al fin que existen otros ‘yoes’ y tenemos acceso a ellos, toda nuestra percepción de la realidad cambia para siempre.
Marianne y Connell son dos jóvenes que se conocen y se enamoran en la Irlanda de principios del siglo XXI. Él es un chico popular aunque reservado, con un círculo de amistades muy bien definido. Ella es una chica brillante pero solitaria, que no encaja en la escuela y que anhela horizontes más amplios para su vida. Pero el amor surge y no hay nada que ellos puedan hacer a pesar de que sus efectos sean devastadores.
Éste es más o menos el punto de partida de la historia. Nada original, nada extraordinario, de ahí el título de la serie y sin embargo... A mí me ha parecido todo menos ordinario.
Empecemos por los protagonistas. Daisy Edgar-Jones te cautiva desde el primer momento en el que la cámara pone su objetivo en ella. En seguida intuyes que no es una chica corriente. Su agudeza mental, sus críticas aceradas para defenderse de los que la rodean, su sensibilidad, su belleza sin estridencias, sus inseguridades, todos los atributos de la juventud están perfectamente descritos e interiorizado en su personaje.
Paul Mescal, sin embargo, cuesta hacerse querer. No sabía que existiera algo parecido a la flema irlandesa, pero aunque el actor realiza una interpretación muy contenida que genera cierto distanciamiento, finalmente te haces con ella. Especialmente en la parte final de la serie, con algunos episodios de alta carga dramática en los que consigue emocionarnos por completo.
Creo que una de las virtudes de la serie es que a pesar de que no ocurre nada excepcional en ningún momento, no consigues apartar la mirada de la pantalla, estás como hipnotizado observando las vidas de los personajes, sufriendo con sus errores y disfrutando de sus buenos momentos. Todo está narrado con una inmediatez y un realismo que te atrapan, un poco a lo Rohmer, sabiendo captar igual de bien esa poesía de lo cotidiano. Además, los episodios están escritos y rodados con una sensibilidad fuera de lo común. Imagino que contar con la escritora de la novela en los guiones ha sido un plus extraordinario, pues se nota que los personajes están tratados con mucho cariño.
Algo que me ha dado mucho que pensar es que desde el primer momento tenemos claro que los dos protagonistas se quieren con locura. Esa frase que ella comenta en una ocasión después de hacer el amor “con los demás no es lo mismo” se me ha quedado grabada con fuerza. Y, sin embargo, esa mochila de complejos e inseguridades que cargamos perpetuamente desde la infancia está constantemente dinamitado una relación que podría ser perfecta. Tal vez sea que buscar una relación perfecta es un perfecto error, o tal vez que muy a nuestro pesar, el amor no lo puede todo, como ingenuamente pensamos cuando somos más jóvenes.
Decía Sartre que el infierno son los otros, pero a veces, muy pocas, poquísimas, descubrimos también que el paraíso existe y que a éste se accede a través de los ojos de otra persona. Quizá sea solo un breve espejismo que dura unos cuantos años y luego termina, pero sea cual sea su duración, desde luego vale la pena. ¿No os parece?
Hans Castorp
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30 de agosto de 2020
40 de 48 usuarios han encontrado esta crítica útil
Vivimos en un mundo donde la mayoría de personas aprenden por primera vez de sexo con el porno. A eso se limita la educación sexual de muchos y muchas. Poco se habla del consentimiento, del deseo o del placer.
Pocas veces se aborda de una manera honesta y real lo que estos conceptos significan realmente.

El cine y la televisión tampoco ayudan mucho a eso. Considerar romántico o erótico películas tan vistas como ''Cincuenta sombras de Grey'' o ''365 dni'', donde una mujer decide que es increíblemente fantástico experimentar vejaciones, sometimiento y malos tratos por parte de su pareja, resulta realmente deprimente y molesto. Y pensar que hay cientos y cientos de personas que engullen ese tipo de películas como si fueran un credo que mola mucho llevar a la práctica, da que pensar.

Los medios de comunicación llevan años cosificando la imagen de lo que debe ser un hombre y una mujer.
Diciéndote que debes sentir, que te debe poner, como debes actuar según el prototipo que encarnes. Pero es que esas personas que salen en anuncios de televisión presumiendo de cuerpos y vidas perfectas no existen. No somos nosotros mismos. No sienten lo que nosotros sentimos. No son reales.

Y esos cuerpos con los que muchos y muchas se masturban, tampoco lo son. Así no es una mujer y tampoco un hombre. Las mujeres y hombres reales no seguimos ese patrón. No tenemos un cuerpo perfecto y en muchas ocasiones tampoco una mente perfecta. A veces tenemos unos kilos de más o de menos. No tenemos una cara de anuncio, no damos el canon de belleza. No necesitamos grandes pechos o una cintura de avispa para resultar atractivas.

Teniendo esto en cuenta, es una verdadera gozada contar con series como ''Normal people''. Una serie que no tiene miedo de abordar todos estos conceptos y analizarlos uno por uno. Hacia muchísimo tiempo que no veía algo tan real y cercano en la televisión. La manera en la que son abordadas las escenas de sexo es toda una proeza. Y es que es tan importante que entendamos lo que significa el consentimiento. Lo que posibilita un si y un no. La forma en la que los actores expresan el deseo y el placer que experimentan sus personajes está a otro nivel.


La educación sexual que la mayoría de jóvenes reciben solo se limita a hablar de prevenir embarazos no deseados o de métodos anticonceptivos. Sin embargo, absolutamente nadie habla de preocuparse por el otro o de tener en consideración los deseos o el placer del otro. En esta serie podemos ver por primera vez a un hombre y una mujer que no solo se limitan a buscar su propio placer de forma egoísta, sino que también buscan despertar y provocar el placer en el otro. Siempre con respeto, siempre desde el consentimiento ajeno. Y es tan jodidamente importante mostrar eso. Educar a través de eso. Formar personas mediante esa idea.

Pero la labor de ''Normal people'' no solo se limita a eso. Cuestiona la estructura patriarcal que educa a los hombres para que alardeen de sus relaciones sexuales y vean el hecho de expresar sentimientos como algo extraño. Connell y Marianne son personajes con los que es relativamente fácil empatizar. Son demasiado cercanos. Es imposible no haberse sentido como ellos en algún momento de la vida. Porque Connell y Marianne no tienen una mente perfecta ni una vida perfecta. Luchan constantemente enfrentando la idea de lo que deberían ser para cada una de las personas que los rodean y lo que en realidad son. Evaluando lo que significa la intimidad y la conexión.

El parece ser un chico popular que no tiene problemas para caerle bien a todo el mundo, pero en realidad siempre se siente fuera de lugar. No se encuentra cómodo con nadie. No es el mismo con nadie. Ella da la impresión de tener una gran personalidad y una autoestima blindada en acero contra los ataques de los demás. A pesar de ello, en el fondo es realmente frágil, insegura y vulnerable.

Otra de las cosas que más me han gustado de esta serie es como trata los problemas mentales. Es una verdadera suerte ver a un personaje que decide acudir a un psicólogo cuando experimenta ansiedad y depresión. ¿Cuántas veces hemos visto eso en una serie o en una película?. Muy pocas, la mayoría de veces estos problemas los vemos resurgir por medio de la violencia. Contra uno mismo o contra los demás. Pero no, aquí vemos a un hombre que no tiene miedo de ir al psicólogo y que normaliza pedir y obtener ayuda psicológica de un experto cuando atraviesas un mal momento sin miedo a que lo llamen loco. Porque todos, absolutamente todos, pasamos en nuestra vida por buenos y malos momentos y a veces pedir ayuda y afrontar que tenemos un problema no es un signo de debilidad. Sino de una increíble valentía.


En el caso de Marianne, por primera vez se prueba el hecho de que la violencia domestica marca de forma irremediable a los niños pequeños. Algunos siguen los patrones de los maltratadores y otros adoptan otro tipo de actitud. Por primera vez he visto a una mujer que nos hace replantearnos el bdsm no como algo que empodera a la mujer, sino como otro tipo más de maltrato que cuando alguien acepta por decisión propia esconde problemas mentales y traumas.


Como digo, no pensaba que mereciera la pena tras ver unos cuantos episodios. De primeras me parecía un culebrón a la irlandesa, no muy diferente a mil cosas que se han hecho antes. Sin embargo, su belleza, profundidad y calidad me han cautivado. Es realmente emotiva, sincera y honesta. A esto se le suma la magnífica fotografía que nos deleita con unos paisajes y unas perspectivas muy cuidadas, la corta duración de cada episodio (apenas 30 minutos), las magníficas actuaciones de los desconocidos Paul Mescal y Daisy Edgar- Jones y una moraleja realmente rica en forma y contenido que nos habla de cómo el amor no tiene por qué poderlo todo siempre y construir una relación sana resulta tan simple como saber comunicarse con el otro y dejarlo ser, estés o no a su lado.

Sigo en spoiler por falta de espacio....
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Nadja
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14 de julio de 2020
32 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Dónde se habían metido las grandes historias de amor? El drama romántico, un clásico entre los géneros, parecía no tener lugar en el cada vez más complicado entramado audiovisual. La fantasía o el suspense parecían recursos infalibles para generar adicción y conseguir destacar entre tanta competencia. El cine, y sobre todo la televisión, habían olvidado el poder de atracción de una buena historia de amor. Se suponía que había que mezclarla con otros géneros, como en Outlander, o recurrir a enrevesados giros de guion, como en This is us, para conseguir atrapar al público. Pero de repente llega Normal people y demuestra que algo tan sencillo como la química entre dos personas, esa que supera todo tipo de trances, atrapa y conmueve como ninguna otra historia.

Las vidas de Marianne y Connell están condenadas a cruzarse. Desde el momento en que prende la chispa entre ambos, en un terreno tan hostil como puede llegar a ser el instituto, no hay obstáculo que les permita distanciarse por completo, incluso a pesar de que su relación no es precisamente un camino de rosas. El gran aliciente, pero también el enorme sufrimiento, de esta serie recae precisamente en su entrañable pareja protagonista y en la impotencia que genera en el espectador, testigo de cómo la distancia se apodera de ellos por una absoluta falta de comunicación.

Ella, la empollona apestada de clase. Él, chico introvertido pero popular. Se gustan en silencio. Él admira su osadía e inteligencia mientras ella percibe una interesante vida interior. Su amor debe ser a escondidas, por decisión de ambas partes. Él, cobarde, prefiere no enfrentarse al rechazo y la guasa de sus compañeros de pupitre, mientras que ella es demasiado orgullosa para recriminarle su falta de valentía. Y de esa pasión prohibida surge una relación condenada a distanciarse y reencontrarse a lo largo de toda su juventud.

Con el paso del instituto a la universidad se cambian las tornas y ahora es ella la que domina la situación, mientras él ha perdido el confort del rebaño y se enfrenta a los miedos de un mundo más tolerante y abierto. La apertura al mundo exterior no resulta fácil para ninguno de los dos, cada uno arrastrando los traumas personales y los de su relación a sus propias parejas. Pero con cada fortuito encuentro, se paralizan sus vidas y se forma de nuevo una burbuja protectora de la que resulta difícil salir. Un microuniverso de intimidad que se convierte en el motor de una serie que desprende ternura y provoca más de un suspiro.

Es prácticamente imposible no caer en los brazos de una obra perfectamente concebida para embaucar. Hay que ser muy escéptico para no enamorarse de la pareja protagonista, porque si Daisy Edgar-Jones está espléndida en su papel de torturada, no lo está menos un Paul Mescal contenido que emociona cada vez que explota. Asistimos a su esfera íntima con absoluta naturalidad, asumiendo que el sexo forma parte de la cotidianidad, sin otorgarle mayor o menor importancia. De hecho, la escena más personal y efectiva se produce a distancia, cuando Marianne espera a que Connell se quede dormido y amanece al día siguiente al otro lado de la pantalla. La lista de momentos dulces, que no edulcorados, es infinita.

Y por si la química entre los dos protagonistas no fuera suficiente, la producción al completo de Normal people se pone al servicio de la causa. Cada roce, cada mirada, cada encuentro, se ve reforzado por primeros planos debidamente desenfocados, mientras una banda sonora calculadamente seleccionada, perfecto equilibrio entre lo comercial y lo indie, remata la faena. Se entiende que la serie, basada en el libro de Sally Rooney, haya conquistado al público. No es para menos. Entran ganas de quedarse a vivir en ella.
polvidal
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24 de julio de 2020
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las series están teniendo un protagonismo reforzado, mayor de lo habitual, durante este año tan atípico a nivel planetario (por causas que no hace falta explicar). Pero entre trending topic y trending topic, televisivamente hablando, una ficción irlandesa asomó la cabeza sin hacer mucho ruido y no es poco probable que acabe figurando en numerosas listas de lo mejor del año. Gente normal, una historia normal, mil veces contada… pero de una manera que la hace única.

Doce episodios de no más de 35 minutos bastan a la serie de Sally Rooney (que adapta su propia novela homónima) y Alice Birch para construir el drama romántico más intenso y a la vez más sincero que la "pequeña pantalla" ha parido en mucho tiempo. No me limitaría a definirla como la gran historia de amor millennial (generación a la que pertenecen sus creadoras, de hecho), pues su relato tiene carácter universal y transciende su contexto temporal, generacional, geográfico y sociológico. Es la fuerza del primer amor, que siempre vuelve, que nunca se va del todo porque nunca habrá otro como él.

Marianne y Connell, Connell y Marianne. La estudiosa solitaria y el chico popular, deportista. Desde el instituto hasta los estudios de posgrado, en la antesala de enfrentarse a un mercado laboral más incierto que nunca. No, no es otra estúpida película adolescente de Hollywood. Es la carretera comarcal con curvas que es la vida, en un tramo donde las decisiones no siempre son las más sabias. Y sí, hay mucho rencor, mucha toxicidad, autodestrucción, mucho dolor… ¿y acaso todo eso no lo hay en la vida misma?

Esta historia es el resultado de una voz auténtica y que sale de dentro, no desde una observación externa y sesgada. Por eso consigue escapar de los peores vicios del melodrama y la lágrima fácil y provocarnos un impacto emocional auténtico. El factor humano siempre se acaba imponiendo como factor de vínculo y fidelización en la buena ficción seriada y por eso es más probable identificarse de una manera más estrecha que conflictos (reales) de gente corriente que nos pueden ocurrir en cualquier momento a cualquiera de nosotros que con historias extraordinarias y rocambolescas, pero carentes de alma.
Skorpio
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