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Críticas de Hans Castorp
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Críticas 22
Críticas ordenadas por utilidad
9
7 de mayo de 2020
73 de 81 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imagino que todos hemos experimentado en algún momento ese primer amor de juventud. Un sentimiento arrollador que pone toda nuestra vida patas arriba y nos arroja a un mundo desconocido, el mundo del otro. Hasta ese momento habíamos vivido confortablemente refugiados en el yo, pero cuando percibimos al fin que existen otros ‘yoes’ y tenemos acceso a ellos, toda nuestra percepción de la realidad cambia para siempre.
Marianne y Connell son dos jóvenes que se conocen y se enamoran en la Irlanda de principios del siglo XXI. Él es un chico popular aunque reservado, con un círculo de amistades muy bien definido. Ella es una chica brillante pero solitaria, que no encaja en la escuela y que anhela horizontes más amplios para su vida. Pero el amor surge y no hay nada que ellos puedan hacer a pesar de que sus efectos sean devastadores.
Éste es más o menos el punto de partida de la historia. Nada original, nada extraordinario, de ahí el título de la serie y sin embargo... A mí me ha parecido todo menos ordinario.
Empecemos por los protagonistas. Daisy Edgar-Jones te cautiva desde el primer momento en el que la cámara pone su objetivo en ella. En seguida intuyes que no es una chica corriente. Su agudeza mental, sus críticas aceradas para defenderse de los que la rodean, su sensibilidad, su belleza sin estridencias, sus inseguridades, todos los atributos de la juventud están perfectamente descritos e interiorizado en su personaje.
Paul Mescal, sin embargo, cuesta hacerse querer. No sabía que existiera algo parecido a la flema irlandesa, pero aunque el actor realiza una interpretación muy contenida que genera cierto distanciamiento, finalmente te haces con ella. Especialmente en la parte final de la serie, con algunos episodios de alta carga dramática en los que consigue emocionarnos por completo.
Creo que una de las virtudes de la serie es que a pesar de que no ocurre nada excepcional en ningún momento, no consigues apartar la mirada de la pantalla, estás como hipnotizado observando las vidas de los personajes, sufriendo con sus errores y disfrutando de sus buenos momentos. Todo está narrado con una inmediatez y un realismo que te atrapan, un poco a lo Rohmer, sabiendo captar igual de bien esa poesía de lo cotidiano. Además, los episodios están escritos y rodados con una sensibilidad fuera de lo común. Imagino que contar con la escritora de la novela en los guiones ha sido un plus extraordinario, pues se nota que los personajes están tratados con mucho cariño.
Algo que me ha dado mucho que pensar es que desde el primer momento tenemos claro que los dos protagonistas se quieren con locura. Esa frase que ella comenta en una ocasión después de hacer el amor “con los demás no es lo mismo” se me ha quedado grabada con fuerza. Y, sin embargo, esa mochila de complejos e inseguridades que cargamos perpetuamente desde la infancia está constantemente dinamitado una relación que podría ser perfecta. Tal vez sea que buscar una relación perfecta es un perfecto error, o tal vez que muy a nuestro pesar, el amor no lo puede todo, como ingenuamente pensamos cuando somos más jóvenes.
Decía Sartre que el infierno son los otros, pero a veces, muy pocas, poquísimas, descubrimos también que el paraíso existe y que a éste se accede a través de los ojos de otra persona. Quizá sea solo un breve espejismo que dura unos cuantos años y luego termina, pero sea cual sea su duración, desde luego vale la pena. ¿No os parece?
Hans Castorp
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8
30 de agosto de 2020
27 de 30 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si algo me ha sorprendido de esta película, es su mera existencia. Tengo una visión bastante pesimista de la vida, así que descubrir que alguien se haya planteado que una película como ésta podría tener algún interés para algún público, me reconcilia en cierto modo con el género humano.

Y no es que la película sea un engendro sesudo y plomizo de esos de arte y ensayo, para nada, pero así y todo me sorprende. Me sorprende que alguien haga un film en el que más de la mitad de su metraje esté compuesto de hermosas piezas para piano de música clásica. Me sorprende que su protagonismo esté dedicado a un pianista cercano a la vejez con un serio problema de miedo escénico. Me sorprende que el guionista no tenga miedo de ofrecer unos diálogos profundos y significativos, donde los personajes hablan de las cosas que importan en la vida y renuncie explícitamente a ofrecer escenas de sexo, violencia o chabacanería.

Esta película es una pequeña joya, sutil y sincera, como una canción cantada en voz muy baja o un poema recitado en la soledad de una habitación apenas concurrida. No es una película para todo el mundo, está claro, pero es una película para esa parte del mundo que me hace plantearme que todavía este planeta no merece ser destruido por alguna fuerza poderosa y vuelto a resetear desde cero.

Y todo ello está magistralmente ejemplificado en la figura del pianista que en la parte final de su vida se da cuenta de que jamás alcanzará la perfección a la que aspira, y esa certeza le lleva a bloquearse en los conciertos. También está muy bien descrito el papel de la musa inspiradora, la mujer que con su fe ciega en nuestro héroe, consigue devolverle a él mismo su propia fe en sus capacidades, dejándolo finalmente volar por su cuenta en una pirueta del guion que nos deja totalmente conmovidos.

Además, creo que por primera vez me han explicado el mito del eterno retorno de Nietzsche de una forma convincente. Imagino que los bellos paisajes suizos han contribuido también lo suyo a ello.

En definitiva, una película que no resultará atractiva para algunos, pero cuya propia existencia nos hace un poco mejores a todos. Como esas catedrales que nos contemplan estáticas desde su majestuosa belleza, o esa piedra milenaria que le dio a Nietzsche la idea para su mito del eterno retorno.

Por cierto, la melancólica belleza de Katie Holmes me ha dejado sobrecogido.
Hans Castorp
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9
22 de enero de 2015
22 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cometí el error de estudiar Psicología en la Facultad de Valencia. Soy tan específico para salvaguardar la esperanza de que tal vez en otras facultades el enfoque fuera distinto, aunque honestamente no lo creo. Lo peor no fue el desperdiciar cinco años de mi vida allí, sino toda la ilusión, todo el potencial, todo el amor por mi profesión que murió entre aquellas paredes. En lugar de prepararme para ser un buen terapeuta, tuve que enfrentarme a un plan de estudios diseñado pensando únicamente en el reparto de cuotas de poder entre el profesorado, con un enfoque mayoritariamente conductual, que para los que no lo sepan, es una rama de la Psicología que trata a las personas como si fueran perros y gatos, motivados únicamente mediante el refuerzo y el castigo, pero que es incapaz de atrapar la complejidad de la mente del ser humano como sí hacen otras aproximaciones.
Así que salí de allí igual que entré, tan solo con un trozo de papel entre mis manos que me permitía ejercer de psicólogo, aunque en la práctica se me había desposeído de cualquier esperanza para hacerlo.
Pero bueno, la vida nos hace justicia a veces, y hace unos días tuve la oportunidad de empezar a ver esta serie, y por fin creo haber tenido acceso a lo que es practicar la Psicología con mayúsculas. Estoy verdaderamente fascinado con esta serie. Cada capítulo es como una pequeña joya, perfectamente interpretada, escrita y desarrollada. Es como una mini obra de teatro de algo más de 20 minutos. Su realismo, la forma en que está dirigida, sin efectismos, todo en tiempo real… La cercanía de los actores, su vulnerabilidad… Dios, si hasta parece que puedas tocarlos con las manos!!!
Esto es con lo que yo soñaba cuando me matriculé en la Facultad de Psicología, esto es lo que yo hubiera querido hacer con mi vida… Un terapeuta-humano frente a un paciente-humano con todas sus debilidades, incertidumbres, contradicciones y complejidades. Real como la vida misma. De hecho, no se nota que los actores estén actuando. Hay una autenticidad que pocas veces he visto en el cine o en la tele. Parece como si nos introdujéramos subrepticiamente en la consulta de un terapeuta y se nos concediera el privilegio de contemplar su trabajo a medida que éste se desarrolla. Sin trampa ni cartón. Resulta difícil creer que sea una serie de televisión y no un documental sobre hechos reales.
A estas alturas de mi vida, se que jamás llegaré a ejercer de aquello con lo que estudié, pero al menos me queda el consuelo de que mis anhelos no eran una mera quimera, de que es posible hacer Psicología con mayúsculas. Enhorabuena a todos los responsables involucrados en la realización de esta serie. Me ha devuelto la fe en la Psicología.
Hans Castorp
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8
27 de octubre de 2019
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recuerdo que hace muchos años leí una reflexión que desde entonces me ha acompañado y me ha ayudado a tomar decisiones en los momentos difíciles de la vida. El texto señalaba que cuando las personas están en su lecho de muerte, no se acuerdan de sus logros profesionales, o de sus bienes materiales, o sus éxitos sociales. No, cuando la gente está cerca de la muerte en lo único que piensa es en aquellos a los que ha amado, o en los que les han amado a ellos. Éste es el tipo de pensamiento, en el que si meditas un poco, te cambia completamente la vida...
Bueno, pues de eso va esta serie. Va de maridos, esposas y amantes. Va de lo complicadas, retorcidas, impredecibles y dolorosas que son las relaciones interpersonales y, sin embargo, de lo imposible que es escapar a ellas, vivir sin ellas, pues son, sin lugar a dudas, lo más importante de la vida. Son aquello que nos define y nos completa, aquello que nos desgarra o nos hace volar por encima de la vulgaridad cotidiana, aquello que nos hace humanos en el más hermoso y complejo sentido de la palabra.
Esta serie es una delicia para los sentidos y la inteligencia. Se nota que uno de sus guionistas es el creador de la serie En Terapia, pues comparte con ésta el gusto por no quedarse en la superficie, por dedicar tiempo (todo el que haga falta) en hablar de las relaciones entre las personas, por poner el foco en ello y no dejar caer el peso de la serie en intrigas vacuas o escenas de acción estúpidas. No, ésta es una serie que habla de Personas escrita por y para Personas. Muchas escenas me han recordado, salvando las distancias de época y geografía, a Escenas de un Matrimonio de Bergman, y también a las mejores películas serias de Woody Allen. Sí, éste es el nivel de la serie, nada menos. Y la guinda del pastel la ponen la pareja protagonista, con una química y un saber hacer que logran que cada escena entre ellos suene verdadera, que cada diálogo, cada mirada, cada caricia, cada beso parezcan reales y entiendes que este hombre felizmente casado con una mujer maravillosa -muy buena su interpretación también- decida aventurarse y tener un affaire con esta chica sensual y de mirada dulce, que esconde un terrible dolor de su pasado que necesita exorcizar de algún modo... Ya no cuento más. Me dejo muchas cosas, muchas escenas de sexo que parecen de amor verdadero, muchas miradas que encierran mundos en ellas, muchos silencios conmovedores, en fin, retazos de vida de esos que rara vez es capaz de captar la pantalla en toda su complejidad y que aquí lo consiguen estos actores en cada capítulo.
Desde que cumplí hace no tanto los 50 años casi todo me aburre y me provoca indiferencia. Sólo decir que esta serie ha conseguido conmoverme y devolverme a la vida por unas horas cada noche. Ojalá no sea el único que piensa así.
Hans Castorp
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5
8 de febrero de 2013
16 de 21 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imaginad que después de mucho esperar, conseguís mesa al fin en uno de los restaurantes de moda, de esos que vienen recomendados en las principales guías de cocina del país.
Así que os ponéis vuestras mejores galas y con la mejor disposición posible, os presentáis allí llenos de expectación.
El servicio es amable y profesional y todo el local está decorado de una forma exquisita. No se ha reparado en gastos, la vajilla, la mantelería… todo está al mayor nivel de excelencia imaginable.
Después de una espera bastante larga -lo bueno se hace esperar, piensas-, te presentan el primer plato sobre la mesa. Los colores, las texturas, la disposición de los alimentos, todo parece perfecto y entonces lo pruebas y… descubres que aquello no funciona, que está insípido, que los alimentos no son de primera calidad, que no están bien cocinados, que no casan entre sí como deberían hacerlo.
Decides darles otra oportunidad, no es posible, -te repites-, no es posible que este restaurante, que este local que todo el mundo admira, que todos recomiendan… No es posible… Pero sí, es posible, llega el segundo plato -después de otra prolongada espera- y es más de lo mismo, la comida no está buena, no señor, no está buena y te da igual lo que digan todos los entendidos, Agamenón y su porquero…
Bueno, perdón por esta larga introducción, pero es que no se me ocurre otro modo de hablar de esta miniserie que empleando una metáfora. Pues no, no me ha gustado, es más, me he sentido engañado y eso me duele aun más que la calidad intrínseca del producto. Hay pelis que son malas, y eso salta a la vista, no pueden engañar a nadie. Luego hay otras que son comerciales, puro entreteniendo y tampoco engañan a nadie, pero que te vendan una miniserie como una especie de obra maestra de la televisión cuando no lo es en absoluto, esto me saca de quicio, lo confieso.
Trataré de explicarme. Kate Winslet es una magnífica actriz, de ésas que no se les nota que están actuando. Además, no va de chica playboy, no oculta sus imperfecciones físicas y, sin embargo, es muy sexy a pesar de todo. Guy Pearce es uno de mis actores favoritos, no solo por Memento, sino también por su inolvidable trabajo en Factory Girl interpretando de forma magistral a Andy Warhol, en uno de esos papeles que perduran para siempre. Evan Rachel Wood es una gran actriz y un bombón a pesar de esa belleza tan gélida y de ese rostro como enharinado en exceso (debo confesar que su desnudo integral es una de las mejores cosas de esta miniserie).
Bueno, está claro que el problema no son los actores. Tampoco tengo ninguna queja de la ambientación en la América posterior a la Gran Depresión, que está muy lograda. Los de HBO se han gastado mucho dinero y se nota. Como única queja me atrevería a apuntar que se nota demasiado que todas las paredes están recién pintadas en todos los interiores, lo cual resulta muy poco creíble. Cada uno no tiene más que mirar las de su propia casa.
La ambientación musical es también perfecta, la fotografía está muy bien… Entonces… ¿Dónde está el fallo?... Pues por simple eliminación el fallo solo puede estar en el guión, solo puede estar ahí… ¿Pero si el guión lo ha escrito Todd Haynes? Pues sí, lo ha adaptado Todd Haynes basado en una novela de James M. Cain que por desgracia desconozco y se ha equivocado. Eso es todo, se ha equivocado.
Señor Haynes, sus personajes no resultan creíbles, van del frío al calor sin que medie ningún indicio, la malvada hija es capaz de dedicar a la madre una canción en la opera para hacernos llorar a todos, y pocas escenas después jugársela descaradamente sin una sombra de culpabilidad. Guy Pearce juega al ‘la quiero, no la quiero’ con Kate de un modo tan aleatorio como improbable. Y la propia Mildred no sabemos si odia o idolatra a su hija, pues en cada escena sus sentimientos son antagónicos, no hay una progresión dramática en la historia, los clímax se conducen artificialmente hacia la conclusión de cada capítulo de modo premeditado, vacío, insustancial, efectista…
Bueno, pues eso, que no me ha gustado.
Hans Castorp
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