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¡Qué me importa el dinero!

Comedia Lester March (Jerry Lewis) es un joven huérfano de 25 años que repara radios y televisiones en una tienda, pero lo que verdad desea es convertirse en detective privado como su amigo Pete Flint (Jesse White). (FILMAFFINITY)
Críticas 4
Críticas ordenadas por utilidad
9 de julio de 2011
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jerry Lewis trabaja en Reparaciones Lester: servicio 24 horas, garantizamos todas las reparaciones, nunca cerramos. Hasta aquí todo correcto. Lo que no es correcto es que quiera ser investigador privado. El trabajo de investigador requiere unas dotes que un novato reparador de televisiones no tiene. En donde es único es a la hora de aparcar para que no le pongan multa los de S.E.R. La capacidad de hacer reír del camaleoníco Lewis está servida en Qué me importa el dinero. Qué me importa decir que Jerry Lewis es el mejor cómico del sonoro. No me importa nada, nada, nada.
RONNIE JAMES DIO (CUENTA BLOQUEADA)
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10 de marzo de 2010
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un torpe reparador de televisores se verá envuelto en un fabuloso lío y actuará durante una temporada de detective privado, por mediación de un amigo suyo. Magnífica comedia de la pareja Tashlin-Lewis, con una hilazón muy lograda de "gags" y un tono surrealista, desquiciado e inteligente, que la hacen altamente recomendable. El humor de Lewis, qué duda cabe, sigue y seguirá vigente (su torpeza con los objetos, su inocencia, sus habilidades para meterse en lios y salir triunfador de ellos, sus juegos de palabras y explícitos gestos): es un antiheroe antiestético que provoca cariño.
kafka
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24 de julio de 2011
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Durante algunos años, a partir de 1960, Jerry Lewis, comenzó a alternar las películas que él mismo dirigía, con otras que encargaba a su amigo Frank Tashlin, con quien había logrado éxitos comerciales como “Yo soy el padre y la madre” y “Cinderfella”. “¡QUÉ ME IMPORTA EL DINERO!” era ya su sexta colaboración juntos, y una vez más, Tashlin logra una simpática comedia donde lo humano y lo electrónico logran una sinergia que, con aceptable eficacia, da como resultado un entretenimiento seguro.

Se nos cuenta aquí la historia de un muchacho huérfano quien ahora, a sus veintitantos años, se ha convertido en un experto en electrónica y trabaja como reparador de radios y televisores. Lester March, es el nombre que le dieron en el orfanato donde pasó su infancia, y ahora que está de amigo del investigador privado Pete Flint -deseando también él ser un gran detective-, hallándose juntos se enteran de que, habiendo muerto el magnate de la electrónica Charles B. Aldrich, en su testamento ha dejado una gran fortuna que lega a su hijo desaparecido hace 25 años, pero, de no ser encontrado antes de un año, la herencia pasará a manos de su solterona hermana.

Ésta, sin ambición alguna, desea con ansia que aparezca su anhelado hermano… pero otra cosa piensa su abogado, el sinescrúpulos Gregory DeWitt, quien, aliado con el mayordomo Leo, un hombre de muy, pero muy bajos instintos, y muy, pero muy poca suerte, está dispuesto a casarse con la aspirante a heredera y es capaz ¡de cualquier cosa! para sacar del camino al extraviado hijo en caso de que aparezca.

Jerry Lewis logra una simpática y equilibrada actuación en una historia bien contada en términos generales, donde la cibernética se usa en términos muy jocosos… aún en los instantes en que falla sin que sea el propósito del director. Se nota ingenio y una marcada búsqueda de recursos visuales para conjugar la electrónica –profesión que ronda por toda la aventura-, con un toque humano donde, un sentimiento solidario y de hermandad, pesa por sobre todas las ambiciones.

También aquí, como en otros filmes suyos, la actitud tolerante y sin afanes de venganza que caracteriza a Jerry Lewis, tiene su edificante lugar… sólo que, a veces, ¡la ambición hace a la gente tan obstinada!

Un ligero, pero evidente error de continuidad en la escena de la alcantarilla, y la demasiado infantil (apta para los teletubbies) aparición de las “podadoras asesinas”, apenas empaña una comedia fresca y entretenida con la que Lewis se anota otro tanto en su propósito de crear un sano divertimento.
Luis Guillermo Cardona
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22 de diciembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se trata de una comedia rodada en blanco y negro que oscila entre universos tan dispares como el cine negro y el cuento maravilloso y que cuenta con un argumento que ofrece bastantes puntos de contacto -demasiados para el espectador no completista- con una previa obra también dirigida por Frank Tashlin y protagonizada por Jerry Lewis, "El ceniciento" (Cinderfella, 1960), rodada con más despliegue de medios y, en mi opinión, mucho más conseguida que la película que nos ocupa. Sólo la hilarante interpretación de Lewis y algunos momentos divertidos consiguen sacar a la historia de cierta monotonía estereotipada. El mejor Tashlin, el de "Una mujer de cuidado" (Will Success Spoil Rock Hunter?, 1957), queda lejos, aunque, como en dicho film, aquí su director vuelve a mostrar su interés por la cultura material y el confort del despegue económico de la posguerra, y se diría que se deja fascinar por diversos objetos y máquinas, y su aparente vida propia, especialmente por unas máquinas corta-césped que son casi como perros de presa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pedro Triguero_Lizana
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