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Infierno 36

Cine negro. Drama Dos inspectores de policía que investigan un robo con asesinato descubren al autor del delito, que muere durante la persecución. Uno de los agentes se apodera de parte del dinero robado... (FILMAFFINITY)
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Críticas 6
Críticas ordenadas por utilidad
13 de julio de 2009
16 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
En los primeros 50 segundos de metraje y a través de una encomiable y sumamente descriptiva economía de planos hemos visto a un tipo huir con un botín de 300.000 dólares producto de un atraco en Nueva York y ya estamos en Los Ángeles un año después en la que una voz en off nos dice que van a suceder una serie de hechos que guardan relación con el atraco de marras.
Tras los títulos de crédito vemos a un hombre dando un paseo nocturno por Los Ángeles, que resulta ser el detective Cal Bruner (Steve Cochran), dándose la circunstancia que al pasar por delante de el escaparate de un drugstore, ve movimiento en su interior y entra a detener a quien quiera que fuera el ladrón, con el resultado de un ladrón muerto, otro detenido y el, ileso por los pelos (una bala le había rozado).
Una vez en comisaria en el despacho del capitán Michaels (Dean Jagger) al vaciar los bolsillos del detenido descubren un billete de 50 dólares perteneciente al robo de Nueva York y al seguir el hilo se enteran que salió de un tugurio al que se dirigen Cal y su compañero el sargento Jack Farnham (Howard Duff) a investigar.
Una vez en el tugurio conocen e interrogan a la persona de la cual salió el billete, que resulta ser Lilli Marlowe, una bella y magnética cantante (nada más y nada menos que la grandiosa Ida Lupino), a través de cuyo testimonio comienza la investigación.
Todo esto en los primeros minutos a modo de presentación, a partir de aquí tenemos una excelente muestra de cine negro en clave serie B que anticipa el camino que luego seguiría el eficaz, contundente y hacedor de múltiples joyitas, Don Siegel, con una impagable Ida Lupino (co autora del guion y poseedora de unas líneas de dialogo esplendidas y contundentes), una guapísima Dorothy Malone en sus inicios, una soberbia interpretación por parte del malogrado Steve Cochran, un guion y desarrollo de la trama que nos habla de la codicia y del sentido del deber (2 llaves en el almacen numero 36) y una atmosfera que no tiene nada que envidiar a mas de una y más de dos producciones de cine negro de campanillas de la época, producida al amparo de “Filmakers”, la productora que pusieron en marcha Ida Lupino y su escritor de guardia y pareja por aquel entonces, Collier Young, para poder hacer películas al margen de los omnipresentes estudios y bajo la cual produjeron verdaderas joyitas impregnadas de una particular atmosfera.
Sigue en spoiler por falta de espacio:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
tiznao
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17 de octubre de 2005
16 de 18 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con guión de un primerizo Sam Peckinpah (aunque en la copia que yo he visto no aparece en los títulos de crédito, ¿?), siete años antes de debutar en el cine como director, y de la actriz y aquí protagonista Ida Lupino, es un policiaco acerca de la corrupción reinante dentro de la policía, de poco metraje, eficaz ritmo y rodada con un pulso nada vertiginoso, pero tampoco desmayado, por un también primerizo Siegel.
Como todo policiaco digno de consideración conceptos como el destino y la ambición aparecen inevitablemente. De los actores, la mejor actriz e interpretación es la de Dorothy Malone.
kafka
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29 de diciembre de 2013
12 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pequeña película de serie B, producida por la independiente The Filmakers, perteneciente a los coautores del guión, Collier Young, y la que fuera su esposa -y protagonista de esta cinta-, Ida Lupino. Esta pequeña productora (tuvo otros nombres, como Emerald o Bridget, nombre este último en honor a la hija de Lupino, que también aparece brevemente en esta película) respondía a la pretensión de Lupino de trascender su posición de actriz, permitiéndola intervenir directamente en los guiones e incluso en la dirección, aspectos en los que fue pionera en el cine estadounidense.

Sin embargo, en este caso ambos productores optaron por encargar la dirección a Don Siegel, quien ya había destacado como joven realizador en películas de serie B de género negro o similar (este mismo año rodaría una interesante muestra de cine carcelario; "Motín en el pabellón 11"). Aunque pudo meter poca baza en el argumento de la película, Siegel escogió a parte del equipo, en el que destacan el director de fotografía, Burnett Guffey, todo un clásico, quien para entonces ya había demostrado su valía (en películas como "El Político", "En un lugar solitario", "The Sniper", "De aquí a la eternidad" o "Deseos Humanos", por citar algunas), y un joven poco conocido, David Peckinpah, quien le asistió en la dirección de diálogos, y que con los años y otro nombre de pila se convertiría en célebre realizador.

El argumento básico de la historia persigue contraponer las distintas actitudes de dos detectives de la policía de Los Ángeles ante la posibilidad de enriquecerse con el dinero de un botín robado. De ahí que se enfaticen tanto las diferencias entre los dos detectives, a la postre compañeros y amigos; Farnham está casado y es padre reciente de una niña. Por el contrario, Bruner, soltero y sin compromiso, acabará prendado de los encantos de Lilli Marlowe, una cantante de night-club, y obsesionado con conquistarla, sucumbirá a la tentación que supone el dinero fácil. Así, Bruner encarna al clásico personaje fatalmente corrompido por amor, si bien en este caso la mujer "corruptora" no lo es intencionadamente, por lo que la carga de la culpa recae enteramente en el detective; Lupino daba así al personaje de Lilli una dimensión diferente a la de la clásica mujer fatal, optando por encarnar a una mujer conocedora de la vida y de los hombres, de apariencia escéptica, pero dispuesta al amor y no solo al interés.

Rodada con la eficacia que caracterizaría siempre a Siegel, deben destacarse secuencias como la de apertura, que en escasos minutos y sin recurrir a diálogos vincula un crimen cometido en Nueva York con una pista surgida de manera fortuita al otro lado del país, en Los Ángeles, y que sirve además para presentar a los dos detectives. Muy notable resulta también todo el fragmento ambientado en el hipódromo, con una magnífica puesta en escena enriquecida por ciertos toques documentales, y que precede a la secuencia más brillante, en la que una persecución en automóvil da paso al momento clave, en el que una ligera y oportuna brisa lleva la corrupción a los pies de Bruner.

Las interpretaciones son estimables en el caso de Steve Cochran, que encarna notablemente a Bruner, y también en secundarios de probada valía, como Dean Jagger (siempre recuerdo su fantástica actuación en "Perseguido", de Raoul Walsh) o Dorothy Malone. Más soso y envarado resulta Howard Duff, quizá porque le toca interpretar al policía honrado y con remordimientos; por cierto que este actor se casaría con... ¡Ida Lupino!, demostrándose así que esta mujer lo tenía todo pensado en esta película. En cuanto a su labor, nada que añadir salvo que la lleva adelante con los ojos cerrados, en un papel que se le ajusta como un guante, no difiriendo demasiado de los que ya había interpretado en películas como "Road House", de Negulesco, en la que también es cantante en un night-club.

Aunque previsible en su desarrollo y en la concepción dual de los dos detectives, es esta una de esas pequeñas películas que, como diría uno de los más célebres personajes de Siegel, consiguen alegrarte el día.
Quatermain80
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26 de junio de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me encanta Don Siegel. Es un auténtico maestreo en estas películas de cine negro. Ésta en concreto la he buscado varias veces y ha sido solo ahora que he sido capaz de encontrarla, original subtitulada con un blanco y negro. Seguiré buscando las cuatro o seis suyas que me faltan para tenerlas todas de él.
Un guión muy ágil, una forma de rodar casi nerviosa, con mucho pulso, sin dejar respirar al espectador. Siempre pasan cosas, no hay pausa, se encadenan los sucesos con una rapidez endiablada.
Me ha gustado muchísimo Ida Lupino, característica actriz, de muchísima pujanza y empuje, gran directora y una de las no muy reconocidas mujeres del cine. Del cine en sentido amplio, del negocio, de la dirección, de la actuación, de la producción. Una gran "olvidada". En esta película el guión es también suyo...!!!
Me parece también un actor notable para este tipo de película Steve Cochran, chico duro, cara de mármol, chulería innata pero con el fondo sano y limpio del perdedor de método. Le acompaña perfectamente Howard Duff. Guapísima, como siempre, Dorothy Malone, aunque no en un papel relevante.
ÁAD
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16 de abril de 2023
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Triste mundo si un policía muere en un lugar extraño. Este discurso, bastante comprometido, aparece en mitad de un interesante momento en dos carreras cinematográficas separadas que van a chocar con furia.

Por un lado un Don Siegel a quien faltaba poco para cumplir una década dedicada a la dirección, eficaz, artesanal e inteligente, y siempre dentro de la humilde serie "B", ese rincón apartado de los grandes estudios donde más cómodo y libre se sentía, pues además podía dejar impregnado su sello en todos los géneros; por otro lado una Ida Lupino cuya vida privada y profesional ya era objeto jugoso de tertulia, en especial por culpa de su convulso matrimonio con Howard Duff. Sus agresivas peleas en lugares públicos condujeron a un acuerdo previo de separación que no se materializó; la pareja se mantuvo junta, pero no en paz, a lo que se había sumado los problemas de financiación de su pequeña compañía.
En este ambiente algo turbulento la actriz y cineasta, que ya había pasado a la Historia por ser la primera mujer en ejercer ambos roles en el cine americano, prepara una producción, de nuevo de ribetes policíacos, en colaboración con su socio y ex-marido Collier Young, dejando a su actual marido de protagonista. Tal vez fuera esa reticencia a darle órdenes tras la cámara, pero esto la llevó a acercarse al de Illinois, a quien admiraba (ella misma, en su rol de directora, se había declarado "la Siegel de los pobres"), en lo que él posteriormente recordará como una experiencia nada agradable.

Pero si algo podemos disfrutar en "Private Hell 36" es de su sello; nada más comenzar, incluso antes de aparecer los créditos, técnica propia de las series de televisión, la acción se nos abalanza: ya hay un escenario, un asesinato, un culpable, un elemento que dominará la trama. Todo eso en menos de un minuto. La energía ciclónica de este director para arrastrarnos a la intriga es algo único, y ya se sucede la primera de las muchas trampas, o más bien desviaciones, del guión escrito entre Young y Lupino. El móvil, subrayado por el narrador, un maletín lleno de dinero falsificado, será el detonante de los eventos...
Pero ahora está lejos de los ojos del espectador y de los protagonistas, una pareja de policías, Farnham y Bruner (Duff y Steve Cochran), en la más rancia y estoica tradición del género. Durante toda esta primera parte no vamos por cauces desconocidos, siendo la historia un episodio de cualquier serie de la época al estilo "Dragnet", "The Man behind the Badge" o "M. Squad". Siegel es directo y crudo en la violencia y los diálogos rezuman frescura y mordacidad (lógico, con un ayudante como Sam Peckinpah trabajando en ello). Saltamos de pista en pista, de sospechoso en sospechoso, procedimientos de manual, despachos, pubs y patear las aceras.

Y resulta acertado hacer algo de hincapié en la vida privada de esos agentes, siempre lidiando con la muerte, y sus esposas, temiendo recibir un día la llamada del comisario. Pero entonces aparece la propia Lupino en un álter-ego muy mal disimulado y llamada Lilli; y nada más encontrarse saltan chispas con el personaje de Cochran (de algo les valió ser amantes furtivos en la vida real...). La británica sabe posicionarse como la cantante de un club, misteriosa, dura y resolutiva, que planta cara a los policías, y que además es el puntal que sostiene el argumento, pues sólo ella conoce la identidad del ladrón del dinero falsificado y que ahora circula por todas partes.
Tendremos que esperar mucho hasta el nuevo desvío, el más importante, pero el director nos absorbe sin problemas en el corazón del suspense, haciendo buen uso del ritmo, el montaje y la rapidez con que se salta en el tiempo y el espacio. De repente, la fatalidad todo lo voltea. ¿Dónde se fue la trama? La trama es humo, igual que la figura del villano, que desaparece dejando sólo el dinero. Los ojos de ambos agentes revelan un brillo extraño; uno (Farnham) tiene el peso de una familia y un hogar que mantener, el otro (Bruner) parece haber encontrado a una dama demasiado ostentosa para su humilde sueldo.

Y se produce la quiebra. Difícil de encajar en una producción de comienzos de los '50, pero Young y Lupino se adelantan en años al tratar el desmoronamiento de la ética, de la decencia, en el espíritu de un policía cuando la presencia del dinero tira más que el buen deber. Sin embargo (¿para evitar problemas con la censura?), uno de los dos mantiene firme sus principios, y es el menos indicado para hacerlo; al final la frustración y continua tensión de Farnham se debe a que su compañero se atrevió a hacer lo que él sólo había soñado. Entre estos extremos que confrontan la moral, y pronto rasparán la amistad, se hallan ese sagaz capitán siempre a la caza de una duda (magnífico Dean Jagger) y cómo no Lilli.
La instigadora, podríamos decir. Esa progresiva pérdida de valores que devora a Bruner es una de las ideas más audaces que se podían tener en aquel momento, desmitificando la figura leal y decente del policía, sobre todo el televisivo, no obstante Lupino concibe su personaje unilateralmente y queda como lo que ya se intuía: una mujer caprichosa y temperamental. ¿Fatal? Podría, pues incluso cuando ella decide renunciar a su vida de lujos, su gusto por la codicia ya ha quedado impregnado en el ambicioso Bruner.

La distancia está de hecho muy bien planteada: ese joven agente como un descarado y fanfarrón, el padre veterano como un hombre recto e inquebrantable. Estas obviedades, sobre todo el que la mujer termine corrompiendo inconscientemente al agente, no hacen hincapié en lo que debería haber sido una ambigüedad más pronunciada y retorcida.
Pero con una mirada descarnada y lúcida, Siegel y Lupino se adelantan en décadas a lo que nos ofrecerán "Asuntos Sucios", "Teniente Corrupto", "Infernal Affairs", "Serpico", "En la Cuerda Floja", "Falsa Seducción" y otros relatos donde la policía no es precisamente la perfecta imagen de la bondad y la decencia que debería proyectar...
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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