El árbol de la sangre

Esta película escrita y dirigida por Julio Medem desarrolla un tema recurrente y, siempre sugestivo, tanto en el cine como en la literatura: las influencias transgeneracionales de los seres humanos. Cada uno de nosotros aparecemos en la vida como arrojados a la obligación de existir. Pero para que ese hecho de nuestra aparición se produzca han tenido que ocurrir una enorme serie de secuencias biológicas y culturales azarosas de las que solamente con pensarlas nos entra vértigo. Aparecer sin más ya implica una carga: la de la identidad y pertenencia que salen a nuestro encuentro para decirnos quienes somos y qué se espera de nosotros, y algo más arriesgado aún, quienes son los demás y que podemos esperar de ellos. Julio Medem investiga para sus personajes tres generaciones para construir la frondosa copa de su árbol. Si realizamos el mismo ejercicio, muchas veces nos encontraremos con historias desagradables. Pero, no nos preocupemos. Se dice que mirando unas 35 o 40 generaciones hacia atrás comenzamos a tener parientes comunes de modo que la estela de dignidad y vergüenza es compartida y tenemos el mismo origen. Somos seres humanos, nada peor podríamos decir de nosotros mismo escribía Mark Twain. Ante este interesante panorama, Medem responde metiéndose en un berenjenal melodramático de desvelamiento de paternidades y conexiones delictivas y sentimentales que acaba resolviendo de una manera de deja perplejo al espectador: el perdón de un asesinato de un niño que resultó en la posibilidad de vida para otro. El árbol de la sangre se cierra sobre sí mismo lavando los trapos sucios en casa aunque para los observadores rezume porquería.

Cuando el veterano director Julio Medem estrena película, suele ser, por lo menos en mi caso un motivo para ir a verla al cine. En esta ocasión vuelve a sus orígenes y a su cine más personal. En una película más ligada a otras como “Vacas”, “La ardilla Roja” y “Lucía y el sexo”. Sus dos últimas cintas fueron más encargos y nos mostro otras facetas del director, hablamos de “Habitación en Roma” y “Ma ma”. En esta ocasión la familia es el tema principal de la historia,

Nos presenta a una joven pareja de enamorados que viaja hasta un antiguo caserío que perteneció a la familia del joven, Su objetivo principal es escribir una novela con la historia común de sus raíces familiares, creando un árbol genealógico que reconstruya los últimos 25 años de amor, sexo, celos y venganzas. Cada uno de los personajes desvelará al otros sus secretos más ocultos y todo esto pondrá a prueba su relación de amor.

La cinta se narra en todo momento en dos tiempos, el presente y el pasado, las vidas de cuatro familias muy diferentes entre sí y procedentes de varias provincias de España se verán reflejadas en la historia y veremos que todas están vinculadas entre sí. El director nos ha querido mostrar temas que son muy habituales en sus cintas, como son las relaciones cruzadas, las fugas espacio-temporales y sobre todo su relación con la naturaleza y los animales.

Todos sabemos que Medem es un especialista en en convertir la realidad en un territorio entre la fantasía y la poesía visual y aquí lo vuelve a hacer, las escenas de sexo, pero menos explicitas que en otras ocasiones, también están muy presentes. La narración y la puesta en escena de toda la trama son estupendas.

La verdad es que la película engancha desde la escena inicial, todo lo que te va contado es muy interesante y no te permite despistarte ni un solo momento porque sino te pierdes con tanto personaje. Yo la disfrute al máximo porque trato muchos temas, aparecen hasta miembros de la mafia rusa, cantantes punks, traficantes de órganos y escritoras atormentadas.

Lo mejor: Engancha desde el principio hasta el final
Lo peor: O la amas o la detestas, no tiene término medio

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Pienso que todo en la vida tiene que tener un buen principio, pocas películas he dejado a medias, esta es una de ellas. Después de unos de mis treinta minutos más largos de mi vida, viendo en pantalla algo sin sentido, sin ritmo, con fallos de guión desde el minuto uno.... la verdad no me esperaba este nivel.

En la superficie es una gran historia que nace de todas las historias que llevamos en las venas. Una historia que atrapa, que necesitas descubrir. Si sólo quieres quedarte ahí, la disfrutarás. Si quieres leer algo más, cada escena te contará mil y un sentidos diferentes. Uno de los más fuertes, la maravillosa representación del dolor de una tierra que pisamos, que nos es muy conocida, y que vemos a través de la sangre de los protagonistas.

Destacar, dentro de la historia de suspense, el hilo conductor: amor infinito de una hija a un padre, amor loco y desgarrado, amor pausado y elegido. Todas las pasiones, las emociones, las situaciones vitales extremas, conducidas y desembocando en amor, que las vence a todas. Amor, entendido como una fuerza más de la naturaleza, como la gravedad. (A cierto nivel me ha llevado a Interestelar, de Nolan).

Profundizando en el autor, es todo lo que puedes desear en una película de Julio Medem. Puedes ver el alma de todas sus películas anteriores, ecos en imágenes y diálogos, que te trasportan de una a otra. No sólo a esas otras películas, sino a los lugares donde estabas entonces, a quien eras aquel año que descubriste Los amantes del Círculo Polar, La ardilla roja, Vacas, o Lucía y el sexo. Todo un viaje personal por las emociones que el cine puede llevarte, haciéndote recordar quien eres, las piezas de uno mismo perdidas en el tiempo.

No es Julio Medem un director al que siga con entusiasmo. Su potencia visual, el lirismo que caracteriza su puesta en escena, las rarezas o licencias que ponen el sello a sus guiones no me apasionan, en cierto modo me resultan ajenas.

De Medem aprecié su documental “La pelota vasca, la piel contra la piedra”, en la que, polémica incluida, reflejaba la difícil situación de una sociedad partida por el azote del terrorismo. Esta es la única película de su larga trayectoria profesional que veo con agrado.

Es original la forma de contar el pasado de sus protagonistas, con una pareja encerrada en un caserío, escribiendo sobre sus vivencias, saldando viejas cuentas pendientes y abriendo en canal unos sentimientos guardados largo tiempo que esperaban el inevitable momento de ver la luz, para desahogo de unos personajes a los que Medem retrata con irregular fortuna.

La trama se desarrolla con un ritmo que, a diferencia de otras de sus obras, no me produce la desagradable sensación de mirar el reloj, y ello pese a sus dos horas y diez minutos de metraje.

El elenco de actores hace un trabajo notable, con una Úrsula Corberó desprendiendo erotismo por los cuatro costados. La trama es compleja, enrevesada en exceso, incluso se la podría calificar en su desenlace de rimbombante o grandilocuente. Son licencias de un director singular