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El cisne negro

Drama Nina (Natalie Portman), una brillante bailarina que forma parte de una compañía de ballet de Nueva York, vive completamente absorbida por la danza. La presión de su controladora madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las exigencias del severo director (Vincent Cassel) se irán incrementando a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión ... [+]
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Críticas 714
Críticas ordenadas por utilidad
25 de diciembre de 2010
46 de 58 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hubo una actriz hace años que aguantaba mejor que nadie los primeros planos. La cámara podía quedarse minutos hipnotizada con su mirada y las infinitas expresiones de su rostro. Era Ingrid Bergman. Hoy, salvando las distancias, Natalie Portman ha provocado una similar reacción ante la cámara y ante el público. Simplemente sublime. Esta mujer actúa sin necesidad de hablar, pues lo expresa todo con las expresiones de la cara. (En ningún momento sobreactuada)
La cámara se enamora de ella en cuanto la ve, y nosotros entendemos el porqué. Resulta complicado apartar de vista de ella, atrapa de una manera inquietante. ELLA ES LA PELÍCULA. Su personaje es una auténtica montaña rusa de sentimientos extremos. Y pasa por todos ellos con maestría, y ante una pieza tan brillante como “El lago de los cisnes” de Tchaikovsky , Natalie se pasea como si llevara interpretando ese ballet toda su vida.

Solo por la interpretación de Natalie merece ver la película. Pero aparte estamos hablando de Aronofsky, el maestro a la hora de contar los trastornos caóticos del alma. ( “Réquiem por un sueño”). Pero aquí va más allá, añade un suspense y una sensación en algunos momentos realmente escalofriantes, que nos recuerdan a los de Polanski. Pero no nos confundamos. Mientras Aronofsky es un gran director, lo de Roman es otra cosa. Los genios juegan en otra liga.

¿Y de qué va? De una chica cuyo sueño es interpretar alguna vez el papel de Odette, protagonista de la obra de ballet “El lago de los cisnes”. Pero nada es lo que parece, absolutamente nada. Y no seré yo quién os quite el placer de descubrirlo vosotros mismos. Un consejo: dejaros llevar por la película, pues lo requiere. Y gozaréis... observando a “La reina de los cisnes”.
play it again Sam
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23 de febrero de 2011
66 de 99 usuarios han encontrado esta crítica útil
Quien mucho abarca poco aprieta dice el refrán, y eso es lo que le pasa a esta película. Como drama es dificilmente salvable con un guión tan lleno de tópicos y lugares comunes:
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
naufraguito
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10 de marzo de 2011
40 de 52 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuenta mucho que sea Chaikovski una de las pautas estéticas: apasionado romanticismo entre bosques bañados por luna llena, doncellas embrujadas a cisnes que recobran la forma humana para danzar en el lago.
Embrujada también la princesa, el príncipe puede rescatarla con su amor.
Pero con el cisne blanco coexiste uno negro. De la fusión de ambos debe brotar la radiante energía en el centro del espectáculo.
No es sólo la blanca belleza de cuento de hadas y ballet ruso, su encanto, su tradicional patetismo. Un fondo oscuro sirve de base.
La lucha de la bailarina con su personaje dura mucho, y Aronofsky demora con sabia estrategia la presentación de los temas musicales estelares y reconocibles, el gran número apuntado en progresivos ensayos. Hacia la intensidad y el clímax.
Y eso que desde muy pronto la pasión es imparable, desbordante.

En la oscura marea pasional, otra pauta: Zulawski y su atmósfera de emociones densas, el torrente visceral que arrastra a los personajes.

De “La pianista”, el perfeccionismo morboso, el culto al sacrificio. La madre absorbente de su idolatrada hija, relación patológica. Control sin respiro, vigía interiorizado atormenta al organismo para exprimir su rendimiento. La madre culpadora: “La carrera a que renuncié para tenerte”: pronunciado despacio, se aprieta en torno al cuello.
Perfección o muerte, casi siempre muerte. De una sola vez o en pequeñas dosis de autodestrucción cotidiana.
Cuando los demás necesitan alcanzar algo a través de alguien: explotación ávida de cada microgramo de potencial, combustible para las llamas de una ambición que hacia el ideal estético se puede proyectar sin límite. Todo arde en esa caldera: el deseo sexual, el afán escalador, la codicia, los entresijos de rivalidad y celos. Y ahí la debilidad es imperdonable.

De “Repulsión”, el modo alucinatorio de visualizar el proceso psicótico de la bailarina en quien luchan los dos cisnes en medio de un complejo despertar sexual, rupturas traumáticas de la disciplina y un abrupto adiós a la infancia. La metamorfosis, el baile desintegrador, ráfagas de esquizofrenia galopante.

De “La doble vida de Verónica”, la externalización total de sí misma, convertida en reflejo viviente con quien cruzarse en los pasillos o en la cama.

Natalie Portman desdoblada, por si no llenaba bastante la pantalla con su interpretación esforzada y dificilísima, cargada de patetismo y cierta crispación.
El ambiguo profesor la guía con enérgicas intervenciones (“¡Déjate llevar, la única persona en tu camino eres tú!”) por la raya entre lo objetivo y lo subjetivo, donde fermenta el ‘crescendo’ hacia lo sublime. Al espectador también le habría convenido alguna guía y complicidad, porque sólo se le presentan los efectos.

Es necesidad estratégica, como la brillantez visual, el montaje ágil, alguna metáfora luminosa, todo al servicio de la catarsis, la belleza entendida como paroxismo romántico, a la exacta manera de Chaikovski.
Archilupo
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14 de enero de 2011
57 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ella dice:

“I felt it. Perfect. I was perfect”. Son sus últimas palabras y lo sabe. Natalie Portman lo sabe. Tiene medio oscar en el bolsillo y media legión de fans prácticamente analfabetos buscando en la wikipedia quién cojones era Tchaikovsky. Esa es la magia del cine, la que hace que se distinga de las demás artes, la posibilidad de acercar la belleza y la perfección a las masas manteniendo de manera simultánea al instrumento de la misma en una categoría análoga a la del pop star. Darren Aronofsky lo sabe. Darren Aronofsky es un genio. Y también lo sabe. De sus cinco películas dos son magistrales, dos son de culto y una… bueno, una es bastante discutible.

Black Swan entra dentro de las magistrales. No es perfecta pero tampoco creo que Aronofsky lo pretendiera, solo crear la ilusión de que sí lo es. La mitad de la cinta es sobria y sí, perfecta, puesta en escena, clima, suspense, desarrollo, actuaciones. La segunda mitad no es perfecta pero está lejos de apelativos como “conjunto de despropósitos”, “ejercicio de histeria”, “esperpento barato” (… por cierto, cada día que pasa me convenzo más de que el criterio cinematográfico de Carlos Boyero es tan válido como el sentido de la democracia para Hugo Chávez). Es justo esa amalgama de efectismos, para nada caóticos o maliciosos qué dicen, sino concienzudamente hilados y programados los que nos llevan hacia la consecución de un climax que, señores! dura treinta minutos. No me vengan ahora con el cuento de si la abuela fuma o si la abuela se mea… el cine es trampa, siempre lo ha sido y Hitchcock hacía trampa todo el rato. A ver si este judío pagado de sí mismo no va a poder!

Morfología de una pesadilla, la belleza y su lado oscuro, que es la obsesión por conseguirla. Si el gran Satoshi Kon levantara la cabeza se sentiría bastante más orgulloso de la reinterpretación que hace Aronofsky de Perfect Blue que la que hizo este mismo año Christopher Nolan de Paprika.
PeorQueNegro
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4 de enero de 2011
116 de 208 usuarios han encontrado esta crítica útil
La vez que vi Black Swan lo hice a solas, de noche y con frío, con el fin de crear la atmósfera perfecta y la disposición de coincidir con tantas críticas que la han elogiado y considerado de lo mejor del 2010. El arranque promete que atestiguaré un film oscuro entre los oscuros y donde el mundo habrá de girar a gusto de la protagonista -algo que no se ve muy seguido en el cine comercial- pero conforme transcurre esta "¿vorágine?" comienza a decepcionar al no desvelar ningún momento de desconcierto ni de sorpresa cuando busca causarlos a toda costa a través de golpes de impacto, de una estética delicada, pero ridícula, y de una historia que suena a algo que ya habíamos visto anteriormente, sí, porque en cada paso dado por Nina (Natalie Portman) -no los de baile, que los da muy bien- se predice, al menos se intuye, sin hacer un esfuerzo grande, lo que vendrá en la siguiente escena. Y esto qué nos dice, que el guión es pésimo y plagado de tópicos, por ejemplo: el antiquísimo leitmotiv del doppelgänger que viene, a ratos para asustar, a ratos no se sabe para qué; la plétora de personajes arquetípicos del mundo del espectáculo (la aspirante, la que no asimila su retiro, el que controla quien llega y quien se va) y los que lo rodean (la madre frustrada, los tipos del bar que lo miran como un zoológico), el conflicto psicológico-sexual de Nina que se extiende y se extiende y se extiende, el añadido de un escena de sexo polémica -incomparable a la de Mulholland Drive- y el culminar en "algo" que desde los primeros minutos ya se veía venir. Los errores en Black Swan son varios: tratar una anécdota muy estúpida con mucha seriedad; que los realizadores vean al espectador como a un ser inferior y no pensante y se empeñen en ayudarlo, llevarlo de la mano para que no se pierda; el no plantearle un reto como si lo han hecho Buñuel, Antonioni, Godard, Polanski, Lynch, Bergman, Cronenberg, Altman, Egoyan, Haneke y otros más en sus obras. La imaginación es puesta tras las rejas en Black Swan, los alcances psíquicos de la protagonista son ceñidos de manera castrante para que el comedor de palomitas compulsivo no pierda el hilo de lo que está viendo. Un film sin libertad creativa, artística, en el que todo se va acomodando rigurosamente y supeditándose no al desequilibrio mental de Nina sino al pretencioso afán de manipular al espectador vil, descaradamente de los guionistas, de Aronofsky. Sí, la capacidad de Portman para la danza es sobresaliente y cumple al reflejar la degradación psíquica de Nina, pero lo mismo hizo Annette Bening dando todo de sí para interpretar la fragilidad mental de Deirdre Burroughs y de cualquier manera no logró salvar a la malísima Running With Scissors de Ryan Murphy. No hay que cegarse ni querer ver cisnes donde sólo hay gansos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Eric Packer
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