Madame Curie

La escena del lago con la parejita Curie nadando en cueros te alegra la vista...jeje...

* Cuando llega el marido de regreso de recoger el Nobel y ella le monta semejante número absurdo por quítame allá esas pajas, para contar asuntos que nos quieren hacer pasar por nuevos y que en verdad debieron haberlos hablado seguramente (de hecho, lo hicieron) millones de veces previamente sin necesidad de estar o ponerse a los gritos como chabacanas verduleras o tertulianos de espanto y tentetieso (esa idea idiota de los dramas y las películas y las teles que creen o consideran que cuanto más te desgañitas o agitas, más interesante, llevadero, llamativo o intenso es lo que haces o dices y no, justo lo opuesto, más ridículo, falso y estúpido).
Y de forma parecida (muy mal contada) sucede con el posible cambio de actitud de ella respecto a la guerra y los hospitales y los enfermos y su colaboración (o no) en la distinción/clasificación/análisis de los heridos que nos vienen a decir que fue cosa de su hija y producto de una charla improvisada espontánea con ella de cinco minutos desde la nada a la gloria bendita, muy mal, anda.
Está mejor al principio, cuando no se mete en tanta camisa de once varas, cuando fascina (o eso intenta), que posteriormente que se vulgariza y trata de meter al mogollón estrepitoso, acumulación poco discriminada, donde caigan o queden, demasiados temas de alto copete juntos y revueltos.
También nos quiere dar a entender que fue acusada acosada salvajemente durante mucho tiempo (en realidad no se sabe) por la prensa y los borregos que la leen a causa, excusa, de su origen y su dudosa moralidad sexual sentimental (en realidad nos hablan de un despecho femenino y de una venganza supina por parte de la esposa traicionada), pero lo hace de forma confusa y poco verosímil.
En fin, un pequeño caos difuso petulante ambiguo y fallido.
Ella, bien, como siempre, de sobra cumple.
En cierto modo, es como una película de Marvel en la que una superheroína de nuestro tiempo antiguo de rompe y rasga, chula como ninguna, a mí Sabino que los arrollo, descubre que tiene superpoderes (todo don acarrea una inmensa responsabilidad) y que estos son la fuente de tanto bien y placer como, por otro lado, te/la llevan a la perdición de los hombres, al deterioro de su salud y de su marido y a la destrucción de mundos y universos enteros con tantos seres humanos y vida dentro.
Todo es susceptible de ser mal utilizado, corrompido y pervertido, tanto en el campo del pensamiento y de la creación (de hecho, suele ser lo habitual, llega a la mayoría de la gente casi lo contrario de lo que decía el autor en cuestión, maniqueísmo, tergiversación, simplificación, puerilización) como en el de la ciencia.
Lo de Hiroshima y Nagasaki igualmente es muy pobre con el niño y el avión, muy cursi y tétrico, mejor la explosión controlada en Nevada con los maniquís desintegrándose, volviéndose nada mientras la mirada humana es una gafa negra robotizada (por cierto, se produjeron muchas más pruebas de este tipo o jaez en los Estados Unidos que produjeron todo tipo de desastres naturales y enfermedades a los habitantes más cercanos, los llamados downwinders que durante décadas sufrieron distintos tipos de cáncer y murieron a edades tempranas ellos y sus hijos, vamos, lo de Chernóbil sin tanto bombo ni ningún platillo, a lo somormujo, no como accidente, sino a propósito, no matar a la gente, claro, pero sí no preocuparse por si pasa y ocultarlo o taparlo en la medida de lo posible, allá se apañen los pobres a los que les tocó el gordo, nacer y vivir en el lugar y el momento equivocados).
Sí, se entiende su origen dibujo, se asemeja a viñetas animadas esta historia más grande que la vida y que la muerte, puro y posmoderno cantar de gesta.
El examen al novio de la hija es otro ejemplo de la ficción más convencional y tópica chata.
A grandes rasgos todo.