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El arte de la amistad

Drama La historia del pintor suizo y escultor Alberto Giacometti. El film se centra en el año 1964, cuando Giacometti invitó al crítico de arte y escritor norteamericano James Lord a que posara para él en lo que acabó siendo uno de sus más célebres retratos. Lo que en un principio iba a ser un trabajo de unos pocos días se demoró en varias sesiones, a lo largo de semanas, a causa de la falta de disciplina e incapacidad de concentración del ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
18 de febrero de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película tiene mensajes diversos de calado, que no son habituales en el cine, quizá más en la Literatura. El proceso creativo, la amistad, el amor o la desesperación del creativo.

Cuenta esta película la vida del gran pintor suizo y escultor Alberto Giacometti (1901-1966), quien en 1964 invitó al crítico de arte y escritor norteamericano James Lord, con el fin de que posara para hacerle un retrato que se hizo eterno.

Stanley Tucci construye un film sostenido por la propia realidad vital del gran artista Giacometti, sus lances y avatares, su amistad con el crítico Lord, su extravagante existencia, todo ello tomado del libro escrito por el propio Lord de título A Giacometti Portrait, donde se apunta su especial relación con el escultor y pintor. La película no muestra a un Giacometti lleno de contradicciones.

Muy bonita la música ´de Evan Lurie junto a una eficaz fotografía de Danny Cohen. Magnífica puesta en escena y toda la ambientación del París de los años sesenta.

En el reparto, el australiano Geoffrey Rush consigue con una sabia sobreactuación que lo lleva al límite (incluso es divertida), para encarnar al gran Giacometti. Armie Hammer, contrariamente, con una medida elegancia hace un excelente trabajo en el rol de Lord. Sylvie Testud está muy creíble y bien como la “esposa” Annett Arm. Muy bien la bonita Clémence Poésy como Caroline, la prostituta que tiene enloquecido a nuestro pintor. Excelente y medido Tony Shalhoub como el paciente hermano, Diego Giacometti.

Me ha gustado de esta película el hecho de que refleja muy bien el trabajo del artista, cuya conducta se repite en la eterna insatisfacción y angustia ante el lienzo que siempre acaba igual: el artista deshaciendo el retrato para volver a comenzar; o sea, lo que debe ser la cotidianeidad de un artista. Esto, evidentemente, no es lo que suele ocurrir en la mayoría de los biopics y es por esto que el film resulta atractivo, porque se centra en el infortunio del artista que no puede poner el broche a su obra. Recuerdo aquí la maravillosa película de Erice “El sol del membrillo” con el pintor Antonio López como protagonista.

También refleja el film al apuesto y paciente Lord, que junto a las mujeres que rondan en el relato y junto al extravagante pintor, conforman un razonado estudio sobre la amistad, una reflexión sobre el proceloso proceso de la creación artística y un reflejo de las diferentes formas de amar.
Kikivall
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16 de febrero de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ha llegado un invitado a su casa, pero nuestro protagonista se mantiene absorto en su propio universo. Da una vuelta, otra, repasa alguna obra, se detiene a hablar con su hermano e incluso huye del estudio, donde se encuentra James Lord, esperando hasta que, al fin, se dirige a él. Mostrando una atención distraída, como si aunque Lord fuese a ejercer de modelo, hubiese que mirar más allá de la tarea que tiene ante sí.

Definir un personaje siempre fue ardua tarea, más si nos encontramos ante uno de esos genios en su campo, el escultor y pintor Alberto Giacometti. No así para Stanley Tucci, pues el intérprete convertido a cineasta —con esta Final Portait nos hallamos ante su cuarto trabajo en solitario, tras debutar a mediados de los 90 junto al actor, productor y director Campbell Scott en Big Night— parece que estuviera realizando un boceto sobre las líneas maestras de su personaje, y aquello que sustentará la volátil atención de su Giacometti. Un boceto distraído, que recoge de modo singular el carácter de su protagonista y realiza un retrato, entre matices y pinceladas superficiales, de lo más conveniente teniendo en cuenta la figura que busca querer representar y, en especial, cómo hacerlo.

Ante él, se persona un Geoffrey Rush ya acostumbrado a empresas de tamaño calibre —y es que no olvidemos que el intérprete australiano ha dado vida a no pocas personalidades artísticas e históricas, desde su composición de David Helfgott en Shine. El resplandor de un genio, hasta la mirada a Peter Sellers en Llámame Peter, pasando por el Leon Trotsky de Frida o Lionel Logue, al que ponía rostro en El discurso del rey— y, como no podría ser de otro modo, logra uno de esos retratos únicos que ni siquiera parecen antojarse un reto para el actor. Encorbado, libertino y voluble, el Giacometti de Rush confiere una dimensión distinta a Final Portrait, y es que si bien hay una acotada planificación tras el nuevo trabajo de Tucci, con la interpretación del ‹aussie› nos encontramos ante un personaje absorbente, que tan capaz es de resultar desconcertante con sus vaivenes, como fascinarnos ante una lógica que no se puede comprender como tal, que es única e irrepetible; algo, por otro lado, implícito en el relato por el que apuesta Tucci, pero complementado a la perfección por Rush, quien incluso sigue sin perder de vista la naturaleza de su personaje cuando un inevitable deje humorístico invade el film.

En ese sentido, y aunque el neoyorquino convertido a director realiza una representación que en cierto modo huye de los cánones, termina por caer en terrenos comunes que si bien no desmerecen el terreno labrado con anterioridad, ni mucho menos la inmensa impronta que Rush marca a fuego en determinados ámbitos, sí debilitan las virtudes de un conjunto que, sin elaborar una gran propuesta, había por lo menos marcado una senda en torno a su protagonista.

De este modo, lo más interesante resulte quizá, y de forma paradójica ante tal creación, la visión del proceso creativo como imagen de un universo inestable e inconstante alimentado por las idas y venidas del propio Giacometti. La perspectiva de Tucci, mantenida en este caso en torno a un retrato probablemente inequiparable, dota de apuntes y cierta identidad a su film, pero no lo lleva suficientemente lejos, como si la percepción acerca de uno de esos genios del s. XX estuviese más cerca de quedar como un producto agradable y apreciable de lo que seguramente fuera la perspectiva de una personalidad como Alberto Giacometti.


Crítica para www.cinemaldito.com
@CineMaldito
Grandine
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26 de diciembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Alberto Giacometti fue un prestigioso pintor que desarrolló su carrera como tantos otros coetáneos suyos en París durante la primera mitad del siglo XX. Se asoció con artistas de la talla de Picasso, Jean Paul Sarte o Samuel Beckett entre otros y al igual que muchos de ellos, era un personaje repleto de manías, inseguridades, fobias y trastornos.

Todas estas peculiaridades propias de los genios están representadas a la perfección por un actor curtido en personajes excéntricos: Geoffrey Rush. El actor australiano consigue transmitir con su actuación la inestabilidad y angustia constantes en la vida del pintor, tanto en el ámbito profesional como en el sentimental. Casado con Annette Arm -Sylvie Testud- Giacometti mantenía al mismo tiempo una relación con Caroline -Clémence Poésy- una prostituta de lujo.

El caótico ritmo de vida al que el suizo sumía su día a día aparece reflejado en El arte de la amistad, especialmente cuando recibe varios millones de francos tras la venta de una de sus obras y reparte una cantidad con su hermano Diego -irreconocible Tony Shalhoub-, otra parte se la queda él y el resto la esconde, como gran parte de su dinero, en el taller donde trabaja.

Frente a este caos aparece James Lord -correcto Armie Hammer-, un distinguido escritor, cuya paciencia y aguante es puesta al límite con el continuo retraso en la terminación del retrato. Es en este aspecto donde la película pierde fuelle y el ritmo de la misma se vuelve lento, farragoso e incluso repetitivo. Se podría decir en este punto que no solo la paciencia del personaje interpretado por Armie Hammer, sino la del propio espectador, son puestas a prueba.

El último trabajo detrás de las cámaras del actor Stanley Tucci es un filme correcto, que a pesar de su corta duración -90 minutos- se hace en ciertos momentos pesados y cuyo repentino final puede provocar una sensación de 'ni fu ni na'. Sin embargo, merece ser salvado por las interpretaciones de los protagonistas y probablemente aquellos aficionados al arte le podrán sacar más partido que un servidor.

Más sobre esta y otras películas en el blog : argoderse.blogspot.com y en la página de facebook: argoderse
Daverunner
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30 de diciembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Pretende ser la historia del pintor suizo y escultor Alberto Giacometti, en el año 1964, Giacometti invitó al crítico de arte y escritor norteamericano James Lord a que posara para él . Aprovechando esa situación nos cuenta un poco como era su vida y su personalidad.

A mi me ha gustado, aunque el relato es bello y tiene una buena fotografía y el modo de hacerlo es un estilo documental, se echa de menos algo mas de fuerza en el relato.Algo no convence de todo y creo que es eso.
Solidad
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5 de abril de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Terminando de ver “Final Portrait” (2017) de Stanley Tucci con Geoffrey Rush, Armie Hammer, Clémence Poésy, Tony Shalhoub, James Faulkner, Sylvie Testud, Martyn Mayger, entre otros. Drama basado en el libro “A Giacometti Portrait” (1965) de James Lord y en la vida del escultor y pintor suizo de inabarcable temperamento, Alberto Giacometti, y lo que viene a tardar en culminar o no el retrato de su amigo, el crítico de arte y escritor estadounidense James Lord. Así comienza no solo la historia de una amistad conmovedora y poco convencional, sino una visión única y reveladora de la belleza, la frustración, la profundidad, y a veces el caos del proceso artístico. Por eso, su amistad devino en un cuadro para el que Lord posó durante 18 sesiones, que él mismo fotografió, y que acabó convirtiéndose en 2 obras: Un cuadro de Giacometti, “Retrato de James Lord” (1964), uno de sus mejores lienzos; y el libro en cuestión de Lord. La película muestra un saludable rechazo a los clichés del cine biográfico, pero técnicamente peca en la repetición de situaciones, espacios, y encuadres, que no salen de lo convencional, y para quienes no conozcan al artista, será una película aburrida, monótona y nada interesante, porque su narrativa es muy personal a modo de una obra de teatro que bien pudo ser hecha solo por los 2 personajes principales. Del reparto, solo sobresale la interpretación de Geoffrey Rush, y los demás son más estereotipados que bien pudieron ser recortados. Como dato decir que Giacometti fue uno de los escultores más importantes del siglo XX; su trabajo fue particularmente influenciado por estilos artísticos como el cubismo y el surrealismo; y las preguntas filosóficas sobre la condición humana, así como los debates existenciales y fenomenológicos, desempeñaron un papel significativo en su trabajo. El artista, nunca acabó este cuadro de Lord, y nunca lo remató. Eso sí, recientemente fue vendido por más de $20 millones. Un filme curioso, pero no para todo el público. “La búsqueda de la perfección nunca termina”
NO RECOMENDADA
NO tendrá nota en Lecturas Cinematográficas.
http://lecturascinematograficas.blogspot.com/
Alvaro Zamora Cubillo
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