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El arte de la amistad

Drama La historia del pintor suizo y escultor Alberto Giacometti. El film se centra en el año 1964, cuando Giacometti invitó al crítico de arte y escritor norteamericano James Lord a que posara para él en lo que acabó siendo uno de sus más célebres retratos. Lo que en un principio iba a ser un trabajo de unos pocos días se demoró en varias sesiones, a lo largo de semanas, a causa de la falta de disciplina e incapacidad de concentración del ... [+]
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Críticas 15
Críticas ordenadas por utilidad
20 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Las interpretaciones, la factura musical, la fotografía, la dirección artística se acomodan de forma muy sutil a la hora de dibujar este lienzo, en parte biográfico y en parte reflexivo y filosófico sobre las vicisitudes del arte, las singularidades del artista y las ejemplaridades de la creación artística. Tucci adapta a la pantalla el libro ""A Giacometti Portrait" del crítico norteamericano James Lord. Es posible que habría sido una historia, si cabe, más sugerente, aquella que desglosara la muy particular relación y obsesión de Giacometti con la meretriz Caroline. Me atrevo a sugerir la lectura pausada de este enlace http://www.hoyesarte.com/literatura/arte/la-musa-que-volvio-loco-a-giacometti_227088/ y que, en el fondo, nos plantea un cálido (o tal vez inquietante interrogante) acerca de qué es el arte. Solemos pensar que es un émulo de la realidad. ¿Y qué es entonces la realidad? Un continuo intento, muchas veces infructuoso y despiadado, de interpretar, cuando no de exorcizar, todos los elementos y aspectos concomitantes que conforman la susodicha realidad.
Es como intentar plasmar en un lienzo "algo" y una mácula, una incertidumbre desdibuja la armonía que anhelamos, como espectadores y como creadores. ¿Cómo concebir una relación tan inusual entre un artista y su crítico o, de forma tangencial, implícita, entre un artista y una meretriz?
Alguien dijo que el arte nos redime y nos salva, nos libera de una realidad prostituida, en el sentido literal del término, es decir, solapada y desordenada en su natural directriz y tendencia, en su propia ontología.
La película, necesariamente, sublima, por decirlo así, la dupla Lord/Giacometti y sólo insinúa esbozos de la otra relación, tal vez más relevante, entre Giacometti y su particular y controvertida musa y, en todas estas relaciones humanas, fluye el arte de la vida que, en el fondo, es ese "algo", quizás indefinido e indefinible, carente tal vez de la preceptiva lógica, que pretende reflejar toda obra artística, porque, ante la realidad como ante la obra de arte, todos nos sentimos, en cierta forma, desnudos.
javibuddha
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26 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si no la ves no te perderás absolutamente nada. Se ve y se olvida con la misma rapidez y facilidad. Aunque trata sobre el pintor Giacometti, la pelicula no te aportará ni un 1% sobre él, quizá un 2% sobre el procesó creativo artístico, pero ya está.
Geoffrey Rush siempre te llama la atención.
Stanley Tucci hace un cine correcto, sin más, pasable.
Eldrugo2002
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10 de julio de 2018
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Así Alberto Giacometti comenzó a decirle una serie de piropos inolvidables a James Lord, su amigo crítico sobre el que está haciendo una de sus grandes obras. La última gran obra.

Un retrato completamente vanguardista y lleno de sensaciones. Las que Lord entregó al pintor.

Las sesiones de posado por parte de Armie Hammer, el actor que parte la película para mi gusto, son intensas, llenas de todo tipo de sarcasmo, bromas pesadas, chistes verdes, que sin embargo funcionan. Hay escenas que son un puro lujo aún si no tratan de poesía. Como Geoffrey Rush desayunando huevos.

La aptitud de una vida desordenada como la de Giacometti es solo la de cualquier pintor.
Pero la película es con este tema tan pesada, tan repetitiva y rápida que hará de su proyección algo especial. Estupendo reparto a excepción del guaperas Armie Hammer, que mejor que se quede en los gimnasio haciendo pesas que en esta peli. El proceso de proyección lo era todo, .Nada recomendable salvo para teóricos conceptuales.
barbara12
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10 de agosto de 2018
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Con 80 películas como actor este secundario de lujo tiene la capacidad de robarle la escena a la más pintada estrella del celuloide, de hecho el también lo es. Escribe y dirige cuando puede o cuando le dejan. Y uno tiene la sensación que los proyectos en los que se embarca como director son gustazos personales que se permite cuando puede o cuando le dejan. Este es su quinto film y el primero en el que no actúa. Dice que llevaba 13 años intentando sacarlo adelante. Sus otros trabajos al igual que este siempre han sido más interesantes que notables. Y no es que dirija mal y no saque partido a unos presupuestos de producción modestos sino que al menos con este guion no acaba de profundizar en lo que nos cuenta y termina siendo una mirada de un cierto voyerismo artístico.
Adaptación del libro de James Lord "Retrato de Giacometti" que en 18 capítulos narra los 18 días de 1964 que estuvo posando para que el artista suizo hiciera su retrato. A la postre un retrato mutuo en el que el escritor posa al tiempo que observa al que le observa y sin juzgarle narra lo que ve y lo que siente de la vida y el proceso creativo de uno de los más afamados y reconocidos artistas del siglo XX. Lo interpreta un Geoffrey Rush que hace tiempo que está por encima del bien y del mal independientemente del proyecto en el que participe. Armie Hammer como James Lord hace un elogiable trabajo contenido ante el torbellino de Rush. Una rendija a los últimos momentos de la vida y el arte de este autor que fallecería dos años después. Un somero vistazo a sus insatisfacciones artísticas y vitales y a aquellos que le acompañaban. Una búsqueda de la perfección imposible de alcanzar donde lo importante es esa misma búsqueda y no el resultado.
En 2015 el retrato de James Lord se vendió por casi 21 millones de dólares. A Giacometti le entraría la risa mientras probablemente se lo fundía en putas.

cineziete.wordpress.com
ELZIETE
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11 de junio de 2020
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Vi “Final Portrait” (RU, 2017) dirigida y escrita por Stanley Tucci [1960-], quien es más reconocido como actor de reparto de Hollywood, pero poco se sabe de sus cintas como director, en especial de su intachable primer largometraje “Big Night” (1996). Por cierto, “Final Portrait” es su primera película que no protagoniza. La música y la fotografía son méritos de Evan Lurie y Danny Cohen, respectivamente (aplausos para ambos). El reparto es de lujo: Geoffrey Rush (aplausos), Armie Hammer (aplausos), Clémence Poésy y Tony Shalhoub, entre otros. Estamos ante un filme que pivotea entre el drama y el biopic. Narra una parte de la vida del pintor y escultor suizo Alberto Giacometti [1901-1966], interpretado por Rush, en la que él retrata al crítico de arte y escritor estadounidense James Lord [1922-2009], actuado por Hammer, retrato que terminó siendo de las obras más célebres del suizo. Antes que nada, estamos ante una película que, estéticamente, es meritoria, en especial por la escenografía (no fue filmada en París, como se creería, sino en Londres, pero con una exactitud en los detalles que merece aplausos, en especial la recreación del estudio del pintor), el vestuario (observen los colores reiterados en las prendas de los personajes, pasando de los opacos de la esposa a los colores vivos de la amante de Giacometti), la ambientación (con detalles bien pensados para hacernos creer que estamos en los años 60 del siglo pasado), el manejo de la cámara (maravillosas tomas circulares y algunas otras sin cortes), la fotografía (que supo donde debía ponerse el lente en cada caso) y la dirección de actores. Una joya, en todo el sentido de la palabra, la que nos ofrece Tucci.
Pero la trama no se queda atrás. Estamos ante un retrato (fílmico) sobre un retrato (pictórico). Un retrato tan intimista como entretenido, con algunos toques cómicos, que dan cuenta del dolor que implica la creación artística, en general, y la de Giacometti, en particular. Claro está que para comprender de mejor manera el drama particular que se nos muestra, se requiere del espectador unos presaberes en historia del arte que la cinta no ofrece, ni puede ofrecer por falta de tiempo. Tal vez habría sido útil una conversación inicial que le permitiera al auditorio familiarizarse con el contexto artístico al que responde Giacometti y la importancia de su obra para la historia del arte (obra elogiada por Sartre, entre otros, como la mejor expresión artística del existencialismo), aunque de todas maneras, quien no sepa mayor cosa del tema, sabrá apreciar, sin duda alguna, que le están contando de muy buena manera, aunque en una versión libre, cómo fue que surgió una de las obras más aclamadas por la crítica del arte en la segunda mitad del siglo XX. De todas formas, la buena narración motiva al espectador, en tanto que desata curiosidad, a que indague sobre los meollos ante los cuales la cinta guardó silencio.
Y digo que es una versión libre porque el director no quiso hacer un biopic tradicional, uno religiosamente apegado a los hechos que efectivamente sucedieron, en especial porque Giacometti, con su creatividad, hubiera condenado, si pudiera, una biografía sobre él que no buscase ser una novela. Es por ello que los actores y el director permitieron una flexibilidad en los giros dramáticos; eso sí, sin atentar contra las líneas gruesas de lo que realmente pasó.
Ahora, volviendo sobre el tópico central de la historia, se nos quiere mostrar con crudeza el parto (alegoría de dolor y de creación) que supone el arte. Es por esta necesidad de creación que el retrato (fílmico) del retrato (pictórico) no podía ser una mera descripción (de allí la libertad narrativa que se permite el director), de la misma manera que el retrato de Lord tampoco puede ser poner en un lienzo lo que solo una fotografía puede dar. Una pintura no es para imitar, sin más, la realidad, sino para poner en el lienzo algo diferente a lo que está allí para todos. Pero saber cuándo eso diferente está allí, pintado, es algo difícil y doloroso. En este caso, terminar un cuadro es como dar por terminado un libro. Siempre se quiere mejorarlo, siempre se quiere agregarle algo; el cuadro, como el texto, siempre quiere más. El retrato, a diferencia de la fotografía, no se puede terminar (como se dice en la propia película), pues es dinámico, pero saber cuándo es hora de dejar que siga su propio destino, que salga de las manos del artista, es algo muy complejo. De allí que Giacometti continuamente destruya en la tarde lo que inicio en la mañana, como la esposa de Ulises, dando tiempo al tiempo (lo cual es aprovechado para afianzar la amistad entre el retratista y el retratado), para que llegue lo anhelado, la perfección. Y esa lucha por la perfección es muy dolorosa, y no solo para el artista, sino también para los que lo rodean (de lo que da cuenta muy bien el filme con los roles que desempañaron el hermano y la esposa de Giacometti). Un artista así, perfeccionista, termina en la peor de las obsesiones compulsivas. Entonces, esta cinta termina siendo una pieza para entender lo que es la pintura, de un lado, y la creación artística, del otro. Por todo lo anterior, no dejo de recomendar este retrato de un retrato. 2020-06-11.
Andres Botero
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