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Arenas de Iwo Jima

Bélico Exitosa película de la productora Republic Pictures que relata la heroica conquista de una isla del océano Pacífico por parte de las tropas americanas durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945). (FILMAFFINITY)
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Críticas 13
Críticas ordenadas por utilidad
17 de marzo de 2008
21 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Allan Dwan fue un director influyente en la época muda, llegando a dirigir dos películas bastante conocidas con el actor Douglas Fairbanks ("Robin Hood" y "La máscara de hierro"). Contó con un buen guionista, James Edward Grant, habitual siempre en las pelis del Duque.

La película comienza con la presentación de los soldados y el sargento Stryker (John Wayne), un largo entrenamiento donde podemos ver su dureza y sus técnicas, también dando lugar a las vidas privadas de los soldados, solo uno en concreto, bastante contradictorio con el sargento.
El guión tampoco es que sean gran cosa, pero es bastante decente, las interpretaciones flojean un poco los de reparto, John Wayne que obtuvo su primera nominación al oscar está correcto, igual que John Agar, actor de reparto también habitual en sus pelis.

Para terminar, la bandera que usan fue la verdadera que se colocó en el monte Suribachi.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Dusty Rivers
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17 de marzo de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Relato en blanco y negro de una de las batallas más duras que se produjeron en la guerra del Pacífico, la conquista de la Isla de Okinawa, que permitía el acceso directo a las Islas del Japón, en base a su situación estratégica y a sus tres pistas de aterrizaje.

Allan Dwan introduce muchas escenas originales filmadas por las propias tropas, que lógicamente le dan más autenticidad al relato, intercambiando originales con las impostadas. Buen relato previo a la invasión de la isla buscando el dramatismo de la vida de los soldados que se van a enfrentar a dicho reto, con John Wayne a la cabeza. Resaltar como nos presenta a muchos de los que van a perecer en la batalla para que sus muertes no sean anónimas.

De esta película años después Clint Eastwood realizó un remake titulado "Banderas de Nuestros Padres" y otra desde el punto de vista japonés en "Cartas desde Iwo Jima". Señalar que en la famosa escena de los soldados implantando la bandera había tres de los que originariamente la pusieron, o eso se dice.

Notable película, un 8. Recomendada a los amantes del género. Una pequeña joya ver la realidad de la batalla, con los impresionantes lanzallamas.
andeltor
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19 de enero de 2007
36 de 66 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revisar películas antiguas (bélicas o no) puede deparar resultados contraproducentes. Pasar de “Sin novedad en el frente” o “Senderos de gloria” a “Arenas sangrientas” supone un cambio de tocar el cielo del buen cine con contenido a descender a los infiernos del cine vacuo y cómico involuntariamente.

Puede que nos quejemos de puro vicio con los acercamientos al cine bélico de Eastwood, Malick o Spielberg, pero el retrato de la batalla de Iwo Jima de Allan Dwan me resulta prácticamente insalvable.
Se centra más en el entrenamiento en su arranque y potencia el drama romántico incluyendo momentos de humor. Tranquilos todos, Wayne se enciende su cigarro y aquí no pasa nada, la guerra está ganada: acciones heroicas, soldados moribundos que escupen sus últimas palabras en forma de frases trascendentes para el recuerdo, pausas para el café de las tres, insertos documentalistas a lo Ed Wood y desenfocados imborrables realizados por el involuntario tembleque del operador de cámara.
Clichés y más clichés…

Con diálogos del tipo: “¿Tu crees en la intuición? - Sí y en las mujeres” está ofensiva va a ser todo un éxito y con una “memorable” secuencia en la cubierta del barco y una pizarra tenemos al espectador en los bolsillos (del descojone y vergüenza ajena).
No es la única: otra joya fílmica en forma de ataque con su espada de un “samurai” japonés al dios Wayne, un irreprochable catálogo de muertes cutres para la posteridad y la sensación de que esta Iwo Jima parece Torrevieja en temporada alta, aunque sin sombrillas y con mucha arena volcánica.

La colocación de la bandera es simplemente vomitiva y de un ignominioso patriotismo barato, aunque la moraleja final, “fumar mata”, agradará a los más radicales de la liga antitabaco.
Maldito Bastardo
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13 de septiembre de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una de las películas que ha obsesionado a Clint Eastwood y a la que dedicó su propio dúo de adaptaciones (Banderas de nuestros padres y Cartas desde Iwo Jima, 2006), también referenciada en su última película Richard Jewell (2019) y protagonizada, como no podía ser de otra forma, por el eterno John Wayne. Basándose en la Operación Detachment, Allan Dwan pone las bases del bélico que más tarde seguirían de nuevo Clint Eastwood con El sargento de hierro (1986) o Stanley Kubrick con La chaqueta metálica (1987). El argumento, de carácter histórico, se basa en un heroico pelotón de reclutas enviados al Océano Pacífico para batallar a los japoneses, liderado por un curtido veterano encargado de sacar lo mejor de sus hombres, el Sgt. John M. Stryker (John Wayne). Una oda patriótica que se adelantó a mostrar la crudeza de la guerra ajustada a la edulcoración de Hollywood, pero igualmente impactante por el realismo dramático que busca Dwan.

Joseph Aloysius Dwan, más conocido como Allan Dwan, tuvo una enorme trayectoria con gran repercusión en la industria gracias a los concurridos descubrimientos de aclamadas actrices desde sus inicios en el cine mudo. El estilo de este cineasta, el dinosaurio injustamente olvidado por profesionales y público, supo adaptarse a la transición al cine sonoro manteniendo la esencia arcaica narradora de historias del mudo, donde el espacio fílmico envuelve a su héroe, en este caso, la guerra envuelve al Sgt. Stryker, un hombre que añora y busca la armonía sin éxito. Este pionero del cine adquirió su volátil renombre gracias a la comedia y el wéstern, pero tampoco se quedó atrás en la acción que, con Arenas sangrientas, se da la mano con el bélico representando vertiginosas secuencias de guerra tan audaces como escalofriantes.

Nominada por la Academia a cuatro estatuillas, Dwan consigue diferenciar en dos grandes arcos (que repetiría Kubrick, a su manera, con La chaqueta metálica) separados por dos incidentes bélicos marcados que dan pie a una pasional evolución de sus secundarios en contraposición del protagonista, el cual ha abandonado toda esperanza por las cicatrices emocionales que le regaló este episodio de la Segunda Guerra Mundial que dio a EE.UU. uno de sus mayores orgullos: la famosa fotografía de la izada de la bandera la mañana del 23 de febrero de 1945 que tan bien retrataría Clint Eastwood 61 años después. Dwan emplea el clásico recurso melodramático que, aunque no consiga un fuerte impacto, es esencial para comprender los móviles de los dos personajes que ponen cara a Iwo Jima: el Sgt. Stryker y el Pfc. Conway (John Agar), rivalizados por convicciones y por un exsoldado conocido para ambos. El argumento rehúsa nomenclaturas técnicas o dobles tramas (presentes en el hecho real) para retratar la guerra de una forma fácil de seguir, funcional y simple donde la importancia recae en el momento de la crueldad, de la guerra, de la pérdida de la inocencia y humanidad por parte de unos hombres entregados a La Muerte para conseguir un pedazo de tierra inservible para la vida, pero útil para la estrategia de seguir con el conflicto.

El retrato del director canadiense sobre los participantes, sobre ‘los buenos’, es planteado para conmover al espectador desde el primer momento a través de la dureza paternalista que destila el personaje del Duque con sus reclutas, específicamente con el Pfc. Conway. Como ingeniero de iluminación que fue el director en sus inicios, sabe dotar a su película de un contraste de luces perfecto cuando se trata de vistas generales (que casi parecen sacadas directamente de archivo) y embaucador cuando nos acercamos a los personajes con primeros planos, pudiendo ver sus sombrías expresiones en un suceso traumático para todo hombre. El lenguaje cinematográfico es muy básico, acoplándose a la perfección al estilo narrativo y a la simpleza con la que Dwan nos cuenta la historia, como si fuera un abuelo. Se vale durante toda la película de sutiles contrapicados a la hora de acercarse al personaje de Wayne, combinándolos al contraplano con picados hacia los reclutas, mostrando esa jerarquía interna del código militar y que, poco a poco, va igualándose hacia frontales situando a todos en la misma posición, como hombres y soldados, en la guerra.

La prodigiosa fotografía en blanco y negro de Reggie Lanning, aterradora y exhalante de peligro, se complementa con la armoniosa banda sonora del veterano Victor Young que busca la épica en los momentos de tensión y la emoción del heroísmo, trabajo un poco desperdiciado por la edición de sonido. Si hay una interpretación que tengo que destacar es, obviamente, la de John Wayne dando lo mejor de sí mismo en un papel que le viene como anillo al dedo, actor que ya venía del bélico y que estaba preparado para deslumbrar al mundo entero con sus wésterns posteriores. El resto del elenco está muy bien, aunque sin ninguna hazaña memorable. Personalmente me ha encantado como Dwan, en un momento inesperado, nos acerca al mundo fuera de la guerra con el personaje de Mary (Julie Bishop), así como a la historia del frío Sgt. Stryker, para mostrar que el sufrimiento no es exclusivo de los combatientes en un episodio ajeno a toda la parafernalia bélica.

Sin duda, una de las más completas cintas bélicas de la edad de oro de Hollywood que tuvo, como es lógico y más aún estrenada tan solo cuatro años después del suceso que atañe, un éxito inconmensurable que demostró tanto a crítica como a público que Allan Dwan podía desapegarse de la comedia que lo catapultó para ofrecer una desoladora visión de la realidad.
Tiggy
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17 de mayo de 2010
6 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un pequeño clásico del cine bélico, aunque después de verla no alcanzo a comprender el porqué.
La verdad es que me ha parecido una película de lo más convencional, sin nada que destaque realmente sobre otros films de este género. Demasiado previsible, apenas hay sorpresa alguna y no emociona en ningún momento tan siquiera.
Se sigue bien, aunque es algo larga, casi dos horas, y se hace ya que todo está relleno de pequeñas anécdotas que, francamente, no son un dechado de imaginación.
Todo está trillado, no sé si en la fecha en la que se rodó, pero viéndola ahora, 24-12-07 todo suena a muy visto y oido.
Lo mejor, sin duda, es ver en pantalla a un buen puñado de buenos y simpáticos intérpretes: el propio Wayne, Forrest Tucker, Richard Jaeckel, uno de mis favoritos, Richard Webb... y también el mediocre John Agar, que se hizo amigo de Wayne a las órdenes de John Ford y le proporcionó por ello varias buenas oportunidades. Pero no las aprovechó por falta de cualidades dramáticas.
Por lo demás, poca cosa. a pesar de que estuvo nominado a tres Óscars.
Una película que a mi personalmente no ne ha dicho nada y que la olvidaré pronto. Además, su tufo patriotero es más que evidente, y no creo que esté especialmente bien hecha salvo en el apartado técnico de montaje y sonido.
Ignacio Larrea
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