Viviendo desesperadas

Da exactamente igual calificar este engendro con un cero que con un diez. Esta movida está tan alejada de eso, que al calificarla con una puntuación puedo notar la risa de John Waters a mis espaldas. Pero por mi parte ahí va un diez como una catedral porque tener semejante jeta a la hora de hacer una película se merece mi más admirable reconocimiento.

Ahora da todo por el saco. Últimamente estoy oyendo una cantidad de gilipolleces sobre la facilidad que tenemos para demonizar a personas que han meado fuera del tiesto que no doy crédito. De repente todos somos jueces de la gran moral de las grandes chorradas, mientras las hambrunas masivas nos aburren soberanamente. La imagen se lo está comiendo todo nenes. ¿La muerte?... Eso no existe hombre, como va a existir si es un coñazo de aburrida. ¿Y el dolor?... otro coñazo insoportable y lo que es peor, pasado de moda.

Así que ahí va mi diez para ese director y para todos los que trabajaron en esas primeras películas de este tío. Para alguien que ha sabido reírse de la moral, de los modernos y de los carcas, de los religiosos y los ateos, de lo correcto y lo incorrecto. Alguien libre. ¿Lo somos nosotros? Yo no.

Siempre pienso en la mamá de John Waters. ¿Iría a los estrenos de su angelito con las amigas del club del monopoli? ¿O tenía todavía más jeta que él? Pienso en esto y me cosquillea el estómago.

La última película de la trilogía trash de John Waters. Es un alegato a la libertad y de las diferencias, hasta tal extremo que nos chocan lo bizarro de las escenas. La ciudad de Mortville es el país de las maravillas de nuestros raros personajes, Mortville es un reflejo "muy raro" de la realidad. En Mortville se ven los peligros del fascismo o del pensamiento único, el miedo de la burguesía a las clases bajas o de que trastoquen sus valores.

La protagonizan los dreamlanders, actores locales de Baltimore, amigos del director y que destacan por salirse de lo normal (chicas que quieren ser chicos, exhibicionistas, amantes de lo sucio, travestidos, etc.). En este film no sale la famosa Divine pero destaca Mink Stole como pérfida burguesa neurótica y egoísta.

Estómagos sensibles abstenerse. Escenas de mutilación, sexo bizarro y hasta canibalismo, eso sí con un toque de humor que lo hace menos terrorífico.

Uno que ha estudiado audiovisuales (risas enlatadas) ha aprendido que el montaje dialéctico mola que te cagas (cri cri cri), que Griffith es la madre del cordero (que no.... que son los Lumiere -calla, zorra!!-) y que sin la Nouvelle Vague NO SOMOS NADIE.

Todo eso está muy bien, me encanta, me bailan las ladillas de alegría como si estuvieran en una fiesta con confeti. Pero está bien aprender otro tipo de cosas... ¡¡¡¡¡¡y mas cuando te han repetido lo mismo durante los 4 años que dura la carrera!!!!!!! (inserte sonido de ametralladora).

Para desintoxicarme de tanto gafapasterío afrancesado (al que, para qué nos vamos a engañar, uno siente afición y devoción -pasen por mis listas y vean la hipocresía convertida en cinéfilo-), he estado este verano viendo cantidad de cine realmente malo: que si musicales baratos que nadie toma en serio, que si serie B de la buena, que si un telefilm de las hermanas Olsen en el que viajan a la Revolución Rusa para ir de compras con Lenin....

Vamos, un suicidio colectivo de neuronas que más me hubiera valido un monumento, pero del que he sacado algunas obras maestras, como la que hoy nos ocupa.

"Desperate living" (visiónenla en vos o en doblaje cutre de videoclub de mala muerte) es una suculenta pieza de porquería fílmica que sólo un genio como Waters, con tan poca vergüenza y tanta imaginación, logra convertir en una gran película de carácter totalmente gamberro y subversivo. ¿Objetivo? Atacar, de nuevo, al enemigo burgués, caracterizado más que por una situación económica, por un estilo de vida totalmente mediocre basado en el conformismo. Así, la locura de la protagonista es el divertido comienzo de una historia cargada de MUCHO MAL ROLLO, tetas, castraciones en directo, escenas llenas de sexo de lo más repugnante, bolleras, simbología gamberra, decorados de cartón piedra, surrealismo y un cuchillazo en el hígado a la cultura del bienestar. Todo en plan de cuento de hadas. Ahí lo dejo todo. Disfrútenla.

¡Vedla! Totalmente al nivel de la reconocida Pink Flamingos (sólo que sin Divine).

Es una locura de film, nos plantea un mundo... ¿surrealista? Es cierto que muchos directores hacen crítica social, a la burguesía, al fascismo, a la monarquía... No obstante, el fondo de la película viene acompañado de una forma de ver el cine muy interesante, es ahí donde yace la genialidad de Waters.

Por supuesto que es repugnante, transgresor y de lo más trash que he encontrado, pero la mejor manera de comprender las represiones sociales, la putrefacción humana, es reflejándolo como él lo consigue. Alcanza un triángulo perfecto entre crítica social, narración sencilla para que llegue el mensaje y una estética camp muy personal que identifica su autoría. Aquellos que se quedan sólo con las imágenes inmundas no comprenderán a Waters, lo odiarán.

Realmente hay muchas maneras de contar las cosas, así es el arte. Yo me quedo con la de Waters, me divierte más.

En el cine, como en todo, existen patrones, quien quiera verlos genial, quien no, es su problema. El tema es que un tema, por ser desagradable o políticamente incorrecto no ha de ser por ello motivo de discriminación. Todos tenemos algo que decir y Waters sabe perfectamente manejarse entre la basura. Es el rey indudable de todo lo bajuno, lo vulgar, lo cutre y lo desabrido. Y todos estos adjetivos negativos no implican por el hecho de ser negativos que el cine de Waters sea infumable. Todo lo contrario: sabe mostrar lo peor del ser humano. Y no cuenta nada que no haya ocurrido realmente (eso sí, si eres un estirado no serás capaz de apreciar lo bueno de este cine): adolescentes problemáticas (Female Trouble), adicciones (Polyester), venta de bebés (Pink Flamingos), canibalismo (Desperate Living, Pink Flamingos) y en varias se pueden ver asesinatos, zoofilia, a Divine comiéndose un ñordo fresco de perro (sin cortes de cámara, por supuesto, para demostrar al público que lo que se hace es real), un tipo abriendo el ojal al ritmo del Surfin' Bird de The Trashmen... Pa' qué seguir...
Si eres capaz de enfrentarte a estas situaciones políticamente incorrectas, de pasar por encima de todo eso y quedarte con lo bueno que te ofrecen sus películas: sentirte muy gamberro por un rato, disfrutarás de la película. Otherwise... Go Disney.