Al agua gambas

'Al agua, gambas' (2019, Maxime Govare & Cédric Le Gallo) no pasará a la historia por inventar algo que no hayamos visto ya en múltiples ocasiones. Otra cinta deportiva sobre un grupo de discriminados u/o inadaptados -¿a qué hay que adaptarse y por qué?- tratando de demostrarle al mundo que a veces la virtud reside en ser diferente. Ahí tendríamos otros precedentes como 'Somos los mejores' (1992, Stephen Herek), 'Elegidos para el triunfo' (1993, Jon Turteltaub), 'Semipro: Un equipo de pelotas' (2008, Ken Alterman), el remake sandleriano 'El clan de los rompehuesos' (2005, Peter Segal) o 'Cuestión de pelotas' (2004, Rawson M. Thurber). Y claro está, el referente europeo más próximo del que esta comedia olímpica trata de sacar tajada, el filón de 'Campeones' (2018, Javier Fesser), con cuyo argumento está más emparentado que en cualquier otro de los ejemplos mencionados: un deportista de élite cuya imagen se ve empañada por su conducta homófoba tendrá que rehabilitarse y, por orden de la Federación, limpiar su imagen entrenando al desastroso equipo de waterpolo 'Las Gambas Purpurina', que representa a Francia en los Gay Games.
La mofa paródica (y autoconsciente) diseñada con premeditación para que te sientas como Homer Simpson dentro de una fábrica metalúrgica, o los constantes gags a costa del amaneramiento siguen ahí, pero circulan con inofensiva liviandad bajo el tamiz ejemplarizante de una moraleja basada en la igualdad y la superación personal.
Govare y Le Gallo manejan los elementos de comedia bufa con el grado justo de incorrección para no resultar ofensivos ni pasarse de políticamente correctos.

Lo peor el doblaje amariconado. Soy homosexual y ninguno de mis amigos gays se expresan y actúan como estas gambas locas.

Se hunde en los estereotipos más absurdos y tópicos. Ninguno de los elementos temáticos son importantes. Parte de una historia poco elaborada y el empeño por trasladar el guión a la pantalla, no da resultado.

Una lástima.

Al tratarse de una comedia francesa, uno tiene unas expectativas más o menos fijas respecto lo que se puede encontrar. Sin embargo, esta película presenta una serie de problemas que le impiden lograr el objetivo de ser una comedia fresca, refrescante y divertida.

El problema principal es que la película, a pesar de tener una duración normal, se hace larga en muchos momentos lo que resulta inconcebible tratándose de una comedia que tira del humor absurdo y de cierta obscenidad para hacer reír. Algunas escenas se alargan de forma excesiva y otras adolecen de falta de ritma narrativo. El intento de compensar esto con muchos colores y varias escenas musicales no termina de funcionar.

En cuanto al guión, resulta en todo momento previsible: los arcos de los personajes son poco innovadores, pues cada miembro del equipo representa una parte de la comunidad gay y su desarrollo es convencional. la historia grupal tampoco va más allá, pues no deja de ser el clásico grupo de amigos con un par de momentos problemáticos, superados felizmente para el desarrollo de la comedia.

En resumen, la realización y dirección de esta comedia ha sido muy conservadora pues no ha innovado en la forma de narrar una historia con potencial, convirtiendo la película en un entretenimiento poco convincente.

Al agua gambas es prima hermana de Campeones. A saber: una historia sobre un hombre que tiene mucho que mejorar y corregir en su actitud que se ve obligado a entrenar a un equipo deportivo formados por personas pertenecientes a un colectivo desfavorecido de una forma u otra a quienes, además, desprecia, por lo que la aventura deportiva servirá sobre todo para enseñar valores a este hombre tan reprobable que, por supuesto, en el fondo tiene buen corazón.
Y el resultado de la película de Maxime Govare y Cédric Le Gallo es exactamente el mismo que en la cinta de Javier Fesser, es decir, una película correcta, sin más. Porque no no engañemos: Campeones no era una obra maestra del cine español, en absoluto, como Al agua gambas tampoco lo es del galo. Es entretenida, tiene puntos divertidos, y sobre todo rezuma ternura y buenos valores, pero nada más. Se trata de una película agradable y bonita, pero no se puede decir que sea ejemplo de ninguna excelencia cinematográfica.

Lo mejor: Su mensaje pro-tolerancia y su emotividad.
Lo peor: Es simple, muy simple, y lo hemos visto todo ya mil veces.

Esto no es “Campeones”.
Premisa: un nadador profesional hace un comentario homófobo y le sancionan a entrenar a un equipo de waterpolo homosexual. No es spoiler, es la sinopsis y ocurre en los primeros 5 minutos de película.
En primer lugar, hay que decir que el comentario homófobo tampoco es que sea para llevarse las manos a la cabeza. No estoy de acuerdo con un lenguaje que incite al odio, prejuicios y nada negativo. Soy defensora de que hay ciertos comentarios que se deberían borrar del lenguaje cotidiano. Pero se han dicho cosas peores y a nadie le sancionan por ello. Supongo que son los tiempos.
Una vez que la premisa esta planteada, empiezan los estereotipos, uno tras otros sin dejarse ninguno en el tintero: el equipo en cuestión es una panda de locas que no se toman nada en serio, que odian a las lesbianas, que follan a destajo y sin miramientos, que se drogan hasta desmayarse.
No hay un ahondamiento en los personajes, a penas les conocemos ni se les trata como personas, sólo como estereotipos. En esta clase de películas una espera que se lleve al espectador por el mismo camino que al prejuicioso (en este caso, como en “Campeones”, al entrenador a regañadientes) en un “ver a estas personas como personas”: con virtudes, defectos, alegrías, tristezas, esperanzas, desesperanzas, éxitos, derrotas. Pero nada, de eso no se ocupan en esta película. El entrenador primero está porque le obligan, luego porque cree poder sacar provecho, y luego porque es un adicto a ganar y eso es lo que quiere, ganar a lo que sea y como sea.
Da la sensación que alguien de los de arriba de esta película (director, productor) ha hecho algunos comentarios homófobos, le han sancionado haciendo una película homofriendly, y como el colectivo LGTB (y las letras que sigan, que ya me pierdo) le importa un pepino, no se ha molestado en retratar a personas, sino en tirar de clichés.
Que te echas alguna risa, pues sí. Pero cuando te das cuenta de que esta película tiene la profundidad de una piscina hinchable, pues ya las risas se van apagando.
Y por cierto, en esta película homofriendly no tiene ningún reparo en hacer un par de comentarios machistas. Que al parecer no se puede estar a todo.