Lujosa, distante; con un marcado aire de clásica elegancia, apartada y remota, como la ropa que diseñaba. No se hunde en lo rutinario, por la sobria ambientación, así como la cuidadosa exposición de los hechos.

La serie no asume riesgos, se parece mucho a lo que debió representar Balenciaga: Un hombre moderado, gran protector de su intimidad, prudente; a mi entender inteligente y perspicaz... pero siempre lo que más destacaría de su personalidad, era esa reservada discreción que siempre lo acompañó.

Existe en ella una nota de desamparo, yo la clasificaría como una especie de relato de perdedores. Pese a las buenas críticas de los profesionales del medio y la alta valoración de los usuarios de la página, debo decir que no es profunda ni emocionante... Si podría calificarla como algo suavemente etéreo.

El cine de Aki Kaurismäk siempre produce extrañeza en la simpleza que lo caracteriza. Su melancolía te acompaña, reforzando la pretendida insignificancia de los protagonistas a los que su director no potencia de manera premeditada, haciendo sobresalir, en cambio, su languidez.

Muy bien interpretada, carece de aristas y el nudo resulta mínimo, incluso podría calificarse de irrelevante.

Resulta muy lineal y con unos protagonistas absolutamente descafeinados que interpretan sus papeles con evidente desgana, al menos es lo que a mi me llega.

Me recordó en todos sus aspectos, a un tipo de cine que se hacía a mediados de los 90, unos diez años antes. Se sustenta en un par de giros, tal vez un tanto forzados, que dan sentido a todo lo que estamos viendo.

Los malos aparenta una maldad extrema, tal vez hiciera falta un poco más de garra en la ejecución narrativa, para que la tensión se resolviese de manera más sostenida y no funcionase a saltos.

Me entretuvo aunque un 6 es una nota alta para lo que merece.

Gary Oldman dota al personaje que interpreta de un magnetismo que atrapa, a pesar de esa extraña excentricidad que es RUTA 29.

La historia me ha interesado poco, lo único que me atrajo fueron las interpretaciones, muy detallistas y absorbentes, mostrando roles dibujados con rotundidad a la vez que cierto escepticismo.

En algún momento me recordó al tipo de clases que se imparten en una escuela de interpretación, donde se insta a los actores para asumir roles de caracterización extremas. Debo admitir que no contiene mucho más que una exagerada extravagancia.

Supera el 4, pero no alcanza el 5.

Extremadamente antigua en su planteamiento. En 1.997 la creatividad había evolucionado hacia una construcción más enérgica, incluso en algo como esta pausada propuesta.

Según sugieren en la propia película, a mediados de los años 90, el público que acudía a los baños turcos había dejado de hacerlo, las costumbres eran otras. La evolución de los Hamam se decantaba hasta convertirlos en lugares discretos, para ciertos... caprichos.

Entretiene sin provocar más allá de una moderada distracción. He de reconocer que ofrece menos de lo esperado, pese a los estupendos comentarios de los críticos profesionales, que hacían prever algo muy diferente.