Matar el tiempo

Matar el tiempo es la mejor película de Antonio Hernández desde En la ciudad sin límites. Teniendo en cuenta los telefilmes casposos y la infame Capitán Trueno no era demasiado difícil conseguirlo, pero Hernández va más allá y consigue realmente una gran película.
Matar el tiempo es una película realmente entretenida, un thriller con toques de humor muy acertados (casi todos a cargo del personaje de Nicholas) y cierto trasfondo de historia de amor que plantea un juego de gato y ratón a través de una cámara web que consigue mantener la atención del espectador e interesarlo por el destino de Sara y Robert. Sin duda lo mejor de la película es su combinación de entretenimiento y mensaje, un mensaje a favor de dejar a un lado las comodidades y los remilgos y comprometerse con la sociedad para alzarse contra la injusticia y la violencia que dañan la sociedad. La lucha de Robert Walton es la del hombre de la calle que se harta de mirar para otro lado y decide hacer algo tan simple como ayudar a quien tiene más cerca. Algo que todos deberíamos hacer más a menudo.
No es perfecta. En absoluto. Le falta un "algo" difícil de definir,que está entre la tensión, la credibilidad (algo justita) y el desarrollo de los personajes, especialmente los "malos". Hay algo que no funciona demasiado y le impide llegar al sobresaliente. Donde sí acierta totalmente Hernández es en la elección del protagonista, Ben Temple, quien clava el personaje de hombre insulso abrumado por sus circunstancias pero de enorme corazón que se convierte en inesperado héroe. Esther Méndez también está muy bien y aporta una mezcla interesante de ternura y fiereza. Yon González hace lo que puede pero no tiene mucho donde rascar mientras que su hermano Aitor Luna está pasadísimo de rosca en un personaje de macarra farlopero que no le pega en absoluto.
En definitiva, un filme notable que podría haber sido sobresaliente, pero que aun así resulta un muy agradable visionado.

Lo mejor: Ben Temple, su gran ritmo y la realización de Hernández.
Lo peor: Le falta un "algo" para ser mejor, algo de chispa y de tensión.

Interesante análisis sobre actos previstos y sus impredecibles consecuencias, que da como resultado un ejercicio voyerista subjetivo, en el que la observación no es otra que la de un humano desfile de soledades, dolores, decepciones, impotencias, egoísmos y quizá también por la posibilidad de un amor, aunque este quizá no pase de un (presunto) arraigado concepto de la ética.

Hernández desarrolla su premisa con precisión milimétrica, en una película sin excesos técnicos ni argumentales donde, por pura estructura de planteamiento, prevalece la exposición, sin profundizar demasiado en motivaciones (quizá para no desviarse demasiado de una trama ya de por sí efectiva), a través de un pulso narrativo que no decae en ningún momento resultando así, a mi modo de ver, una pequeña joya del thriller.

En resumen: no os la perdáis. Pasaréis un buen rato.

No aparenta lo que es esta película. Lo que empieza diendo como una distracción de una persona con un buen trabajo fuera de sucasa, incluso de su país se convierte en un drama, en una intriga continua y te mantiene en vilo hasta el final.
Se nota que el presupuesto muy alto no es pero el excelente papel de Ben Temple, el marido de Alicia Borrachero en la actualidad, y el más que correcto de Esther Méndez, empañan parte del trabajo mucho más discreto de los acotres de reparto que no terminan de estar a la altura.

A mí me ha entretenido y mantenido la tensión hasta el final, por eso tiene, por mi parte, una calificación de interesante. Más de lo que prometía.