Haz click aquí para copiar la URL

Hasta pronto, Christopher Robin

Drama Al final de la Primera Guerra Mundial, el autor de libros infantiles A. A. Milne (Domhnall Gleeson) crea el mundo mágico de Winnie the Pooh. Pero el éxito internacional de los libros pasará factura al autor, a su hijo pequeño Christopher Robin (Will Tilston) y a su esposa Daphne (Margot Robbie). Todos los miembros de la familia se verán arrollados por el éxito internacional de los libros. (FILMAFFINITY)
1 2 >>
Críticas 10
Críticas ordenadas por utilidad
21 de enero de 2018
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Película que nos muestra la relación del autor inglés Alan Milne, su esposa Dorothy y su hijo Christopher Robin Milne. La historia nos muestra cómo la inmensa fama traída por los libros de Winnie the Pooh afectó la relación a menudo tensa entre Milne y su hijo pequeño (personificado también en los cuentos de su padre), siendo éste el centro de atención de las multitudes. A medida que Winnie Pooh se hiciera más famoso, la familia Milne y la prensa pusieron al niño en el centro de atención, independientemente de cómo se sintiera con respecto a la situación.

Ese es el núcleo de la película, también se tocan temas adyacentes a la biografía de Milne como lo son la búsqueda de inspiración literaria, la depresión o los traumas de la postguerra, y la falta de cohesión familiar.

Anduve buscando por otras fuentes en el internet y se recoge que Milne ni siquiera le leía los cuentos de Winnie The Pooh a su hijo. Además ellos esperaban una niña, y tuvieron un hijo. La niñez de Christopher Robin Milne fue más cercana a su niñera que a su madre. En su pubertad Christopher Robin, sufrió de acoso escolar por sus compañeros, quienes le recitaban los cuentos de su padre a manera de burla en el aula. Años más tarde se casó con una prima hermana, con la cual tuvo una hija con parálisis cerebral. Estuvo distanciado de su madre Dorothy por 15 años, ya que ella nunca aprobó el matrimonio con su sobrina. A la final Christopher Robbins escribió varios libros sobre su infancia y el tema con su padre.

Y nadie sabe lo que tiene, porque los seres humanos queremos trascender, al no poder trascender a la muerte físicamente, es el anhelo de muchos dejar un legado. Me aventuro y me atrevo a pensar sin inmiscuirme en la vida del escritor y de su hijo, que ellos dejaron un legado, y una parte de ellos se sintió satisfecha, porque la casa de campo, el bosque que la rodeaba, los arboles, los animales, y los juguetes o peluches de Robbins cobraron vida en la mente de Alan Milne y trascendieron mas allá de la vida de sus creadores en la mente de millones de niños y adultos.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Minostos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
22 de octubre de 2017
10 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
La historia detrás de la creación de una historia infantil como Winnie the Pooh no es lo amable que uno pudiera pensar, sobre todo en relación con el encantador personaje, y esa historia se plasma en la nueva película de Simon Curtis.

Alan Milne (Domhnall Gleeson), es un escritor de obras de teatro que, traumado por su experiencia en el frente en la guerra, está decidido a escribir un texto que mueva a la gente a la reflexión de lo innecesario y negativo de una guerra.

Perdido en una crisis creativa y entre los constantes enfrentamientos con su esposa (Margot Robbie), descubre los juguetes con los que se entretiene su hijo Christopher Robin, un osito de peluche, un cerdito, un burro, un tigre, los que le inspirarán a crear una de las historias más entrañables, pero exponiendo a su pequeño hijo a una fama impensada.

La película de Curtis toca demasiados temas antes de estacionarse en su historia principal, lo que deriva en un relato ambiguo que parece naufragar entre las diferentes temáticas a las que se enfrenta, sin la capacidad de ahondar en ninguna de ellas.

Cuando el relato por fin aborda la crisis previa y posterior a la creación de la historia de Winnie the Pooh, ya ha transcurrido poco más de la mitad del metraje, lo que se resiente en el relato, y sobre todo por la manera en que es abordado, lleno de un sentimentalismo sobre marcado, con toda la intención de conseguir conmover al espectador con cualquier artimaña.

Las buenas interpretaciones logran equilibrar un relato excedido de situaciones sentimentaloides, que cuenta una historia interesante pero narrada con cierto desgano y algunos excesos que no le hace honor a la historia que le dio origen.

http://tantocine.com/hasta-pronto-christopher-robin-de-simon-curtis/
Quique Mex
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
25 de enero de 2018
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando creciera, Christopher Robin olvidaría a Winnie the Pooh.
Es una revelación tan dura, pero tan obvia, que no podía negarse como el inevitable final del patio de la infancia.
Y cuando alguien se da cuenta de ese trasfondo en la aparentemente inocente creación de Alan Milne, ya es incapaz de ver únicamente a un oso glotón y sus amigos animales corriendo plácidas aventuras entre los árboles.

‘Goodbye Christopher Robin’ recoge esa corriente agridulce que latía bajo el Bosque de los Cien Acres, y la convierte en el relato de un difícil entendimiento entre generaciones: la que venía de una Gran Guerra que había castigado la moral del mundo, y la inmediatamente posterior, demasiado inocente como para comprender lo que había pasado.
Alan Milne regresa a una Inglaterra que no reconoce, una donde las fiestas de sociedad pretenden enterrar la culpabilidad de hombres que ayer mismo se encontraban en el barro del frente, y no puede soportar que todos, con su propia esposa Daphne a la cabeza, hayan hecho un ejercicio de negación tan deshumanizado.
Parecería que el combate nunca pasó, que lo horrendo sólo se puede borrar siendo aún mas horrendo, negándose reflexionar sobre lo que atormenta pero, entonces, ¿nunca sucedieron esas pesadillas de compañeros caídos y balas silbando en madrugadas eternas?

Alan no encuentra descanso, y su armadura de ignorancia es demasiado fina: duelen más los comentarios pidiendo que olvide, más que cualquier herida de arma.
No extraña entonces su exilio para, en sus propias palabras, “escribir sobre la guerra”, aún a pesar de que su familia le siga, siendo parte de ese estorbo de humanidad que ya no puede soportar más: da la sensación de que su mujer e hijo son extraños, nunca conocidos, porque pertenecen a un mundo que dejó de existir.
Pero entonces es ahí, en una casa en medio del campo, entre un bosque infinito, entre medias verdades y preguntas infantiles, que su hijo Christopher imagina un oso, y Alan elige creer en él, dando forma tangible a su fantasía, o sustento adulto a lo que no deja de ser el amigo imaginario de un crío.

El juego no avanza en un solo sentido: Alan no deja de escribir “sobre la guerra”, o más bien escribe sobre todo lo que la guerra había perdido, y su hijo empieza a reconocer un padre que también había perdido.
En ese Bosque de Cien Acres, Winnie the Pooh es solo el anfitrión de felices reencuentros, que les llevan a un lugar largo tiempo olvidado, ese que no debería dejar de existir, y en algún momento de nuestra madurez abandonamos.
En el fondo, no deja de haber una nota irónica en el conjunto: allá en Londres, todos fingían que el gran terror nunca existió, y Alan junto a su hijo utiliza ese gran poder, de hacer realidad lo que no existe, para conjurar animales de peluche a comer en su mesa todos los días.

Sin embargo, la fantasía se vuelve amarga al primer término de la realidad, al primer “pensaba que sólo nos divertíamos, papá” que Alan responde de manera distraída, diciendo que también está trabajando para publicar su primer libro.
Antes de que se pueda dar cuenta, Alan ha vestido a su hijo con uniforme y le ha mandado a otra guerra, una que guarda tanta ferocidad como la que vivió él: la de un público hambriento de buenas y nuevas sensaciones, encarnadas en un oso comemiel que les recuerda la infancia que dejaron atrás.
Y, sin quererlo, Alan empieza a robarle a su hijo la fantasía que ambos construyeron, cuando la recrea en colores chillones de juguetería, sin una pizca de magia original, y los flashes de las cámaras solo buscan al “verdadero Christopher Robin”.

Queda claro, entre el ruido de la fama, que Alan y Christopher nunca se comprendieron realmente.
Sólo se encontraron en el Bosque de los Cien Acres, como iguales, compañeros de juegos, que venían a curar sus afectos heridos, y no se dieron cuenta de lo poco frecuente que es eso hasta que ya no jugaron más.
Un “lo siento” no borra esa decepción, el tiempo tampoco: hay que aprender a vivir con ella, como con el hecho de que Christopher Robin se hará mayor, y Winnie the Pooh no volverá a verle.

Aunque aún queda la esperanza, o el buen recuerdo, de pensar que los juegos entre un muchacho y su padre curaron un mundo triste, la mayoría de las veces herido, dando un hogar a quiénes no tenían uno al que regresar.

Y, en verdad, ese Bosque de los Cien Acres para nadie es igual.
Alan y Christopher tenían el suyo propio, después de todo, el que nunca podrán borrar y al que, por supuesto, siempre podrán regresar.
Charles
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
28 de octubre de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adiós, Christopher Robin recuerda, en cierto sentido, a Descubriendo Nunca Jamás.
Ambas películas tratan sobre la gestación de una adorada obra literaria para niños (Winnie the Pooh y Peter Pan), presentan la relación inspiradora entre un adulto y un niño o varios niños, y son historias sensibles y emotivas. Sin embargo, donde la película protagonizada por Johnny Depp y Kate Winslet apenas pasaba de puntillas por el tema de la fama no deseada y el peso de la losa de ser identificado con un personaje de ficción (para quien le interese el tema, la historia de los hermanos Llewellyn Davies tras el estreno de Peter Pan fue de lo más trágica... tres de los cinco hermanos, de hecho, murieron de forma violenta), Adiós Christopher Robin hace de ello la clave de su segunda mitad, que es la más interesante del largometraje.
Porque la cosa, no nos engañemos, empieza mal. El montaje es errático, demasiado precipitado, y las escenas parecen mal acabadas. En apenas 15 minutos se nos ha despachado la experiencia en la guerra de Alan Milne, su matrimonio con Daphne, su síndrome de estrés post-traumático, el nacimiento de Billy y sus primeros años de vida. Como decimos, demasiado precipitado y roto por ese montaje anárquico. Por suerte, una vez Billy empieza a estar interpretado por Will Tilston, el conjunto mejora notablemente. La relación entre el niño y su padre (interpretado por un gran Domhnall Gleeson, con un parecido físico sorprendente con un joven Fernando Fernán-Gómez) es interesante, emotiva (pese a la escasa capacidad afectiva y emocional de Milne) y entretenida. La relación del niño con su niñera, a quien da vida una excelsa Kelly McDonald, rezuma también encanto y cariño, en claro contraste con la frialdad que desprende su madre, Daphne, a quien interpreta una fabulosa Margot Robbie, que no para de subir y subir y añadir roles memorables a su curriculum.
Pero sin duda, lo mejor de la cinta es el retrato que hace de la fama no deseada y lo extremadamente pesado que puede ser su peso, valga la redundancia. Billy, cuyo nombre real es Christopher Robin, se convierte en víctima de Christopher Robin, el personaje creado por su padre, y su sombra lo acompaña durante toda su vida, causándole más males que alegrías (hasta el unto de que, tal y como se nos dice al final, nunca cogió ni un céntimo de las vastas ganancias de la serie Winnie the Pooh). Son excelentes las escenas de baños de masas en las que vemos que al público no le interesa ni comprende que Billy es sólo un niño que no disfruta con la exposición pública. Ellos quieren su producto y nada mas. Y quien dice su producto, dice su foto, su autógrafo, su ídolo, su story de Instagram, su tweet, su post de Facebook. Porque los lectores ingleses de posguerra somos todos nosotros, cuando devoramos a la persona por interés en el ídolo.
Notable e interesante, aunque también desaprovechada, sobre todo en su comienzo.

Lo mejor: Los actores y el retrato de la fama no deseada.
Lo peor: Su primera media hora, demasiado acelerada y con una narración confusa.
Sibila de Delfos
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
15 de enero de 2018
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Nunca se imagino el niño Christopher Robin que su oso de peluche cobraria vida en los libros que su padre Alan Alexander Milne con un éxito tan arrollador que arruinarian su infancia. El libro infantil Winnie The Pooh escrito en 1920 causó una grandísimo impacto en la sociedad británica entre la primera y la segunda guerra mundial, traduciéndose a muchísimos idiomas e inmortalizando más tarde Disney en sus películas de animación.

La película esta dirigida por Simon Curtis (La dama de Oro, Mi semana con Marilyn) y está protagonizada por Domhnall Gleeson que interpreta a Milne quien sufre de estrés pos traumático al volver de luchar en la 1 guerra mundial y al que no le apetece volver a escribir comedias alegres que hacía antes de ir al frente. Margott Robbie interpreta a su esposa Daphne, muy antipática como en su papel de “Yo Tonia” y muy distanciada de su hijo Christopher Robin al que todo el mundo le llama Billy Moon. Pero quien realmente se ocupa del niño es la devota niñera Olive (Kelly Macdonald) que tiene un papel muy entrañable en la película.

Los guionistas Frank Cottrell Boyce (“Millones””Un largo viaje”) y Simon Vaughan dividen la historia en dos partes el éxito y las consecuencias centrando la historia en la relación padre-hijo. La Música de Carter Burwell y una buena fotografía de la campiña inglesa donde extrañamente no se ve llover, ayudan a contar este melodrama sentimental que si no fuera por los grandes actores pasaría totalmente desapercibida.
Destino Arrakis.com
videorecord
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
1 2 >>
Cancelar
Limpiar
Aplicar
  • Filters & Sorts
    You can change filter options and sorts from here
    arrow