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Críticas de TheYllusionist
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Críticas 51
Críticas ordenadas por utilidad
9
13 de mayo de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
De lo mejor de Disney. Desde el primer instante, el efecto de tridimensionalidad, la animación dinámica y los vivísimos colores nos introducirán con dulzura en la historia de Rapunzel.

La situación inicial, de la madre que no la deja salir por nada del mundo, nos estremecerá. Dieciocho años sin salir de esa torre, donde supuestamente está "a salvo". Me ha parecido una metáfora muy bonita. Habla, obviamente, de una "madre" sobreprotectora, que lo hace todo por su bien y porque la quiere y quiere estar con ella (desde el principio sabemos que no es así, por eso nos da tanta rabia). Me ha gustado esta alusión a los amores que encadenan en lugar de liberar, que intentan encerrar a la otra persona haciéndole creer que es lo mejor. Pero entonces llega la novedad, alguien del exterior (los farolillos, y después el bandido) que hace que el deseo confuso de Rapunzel despierte y se enganche a ello: quiere ir a ver los farolillos el día de su cumpleaños. El camino y la lucha por la libertad ya ha comenzado.

El resto del film transcurre de forma muy amena. Cabe destacar el papel del camaleón y del caballo como personajes de alivio cómico, un tanto más agudo de lo que había hecho Disney hasta el momento, provocando auténticas carcajadas. Y el final es bonito (además de previsible, lo cual no quiere decir que esté mal) y enternecedor.

¡Recomendada!
TheYllusionist
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9
17 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo es un cementerio postindustrial en el que un padre y su hijo deben emprender un camino hacia el sur para sobrevivir. Se trata de una inquietante adaptación de la novela de Cormac McCarthy que consigue mostrar al espectador los rincones y los instintos más profundos del hombre, aquellos que sólo afloran oprimidos por el filo de unas desoladoras circunstancias. El protagonista, un hombre viudo y algo desesperanzado al principio, interpretado con maestría por Viggo Mortensen, encuentra en la vida de su hijo, su “pequeño dios”, el único motivo para seguir adelante.
John Hillcoat consigue que entremos en la historia con los cinco sentidos ofreciéndonos una ambientación de fotografía en clave baja, grisácea y hueca (a cargo de Aguirresarobe) y unos escenarios que indican que el planeta ya no es un lugar habitable. El caos y el desconcierto se tornan palpables en recursos como el gran plano general de los postes eléctricos que ya no siguen ningún tipo de equilibrio visual ni cumplen la función para la que existen. Añadiendo a esto una música sobria, basada en un sencillo piano a una mano que respeta los profundos y necesarios silencios, la atmósfera ya está creada y se nos acelerará el pulso cuando comprobemos que la falta de fraternidad entre los hombres es el auténtico drama de este apocalíptico thriller.
No conviene pasar por alto la extraña e intensa relación que viven los dos protagonistas, cuyas vidas están puestas al límite con una única promesa: sólo la muerte podrá separarles. Es importante contrastar la mirada autoritaria y recelosa del adulto, infectada de una irrevocable desconfianza prejuiciosa, con la actitud del niño ante las otras personas que se encuentran: inocencia aparentemente ingenua y sin ánimo de dejar a nadie a su suerte, una postura que usa la razón como apertura arriesgada y que es ejemplar para su padre. Éste deberá tomar decisiones difíciles, e incluso violentas, con tal de seguir con vida, viéndose tentado constantemente por la opción de suicidarse. Cuando duerme acuden a su mente los momentos bellos de su vida junto a su mujer, una especie de fuga psicológica y sentimental de la que hablará después para decir que lo último que necesitan es evadirse con sueños bonitos; las pesadillas son mejor señal, puesto que pese a su crudeza ayudan a alimentar “el fuego” que mantiene a los protagonistas con vida.
La meta del viaje no es tan clara como podría serlo en Camino a la libertad; se da la vertiginosa visión de que apenas existe un lugar seguro. Sólo queda buscar el sitio menos peligroso y una compañía humanizada. En efecto, el destino estaba escrito; tras llegar a la costa y morir el padre, su hijo se abandona a las buenas manos de otra familia de supervivientes, cuyo cabeza es un irreconocible Guy Pearce. Es significativo que sea así como se cumple el destino del padre; muriendo en el momento adecuado para que su hijo pueda seguir el camino.
TheYllusionist
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8
17 de febrero de 2012
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un anciano de espíritu aventurero se embarcará en un viaje lleno de fantasía hacia Venezuela. Al fin, cumple su sueño de visitar las Cataratas Paraíso y lo hace a bordo de su propia casa con la ayuda de Russell -un niño explorador que ha conocido accidentalmente- y de cientos de globos que elevan su hogar hacia el cielo.

Hasta aquí puede parecer una historia de lo más normal, quizás poco original. Sin embargo, la película comienza con una apuesta fuerte, y es que la vida pasada de Carl Fredricksen, nuestro protagonista, la conoceremos en los primeros cinco minutos. Se trata de una secuencia carente de diálogo, en la que Pete Docter, el director, se basta de imágenes animadas y música enternecedora para agarrar los sentimientos de los espectadores (de cualquier edad) y hacerlos vibrar.

¿Cómo es posible sentir compasión y simpatía por un personaje -¡de animación!- que conocemos desde hace 5 minutos? ¿Qué se nos muestra para hacérnoslo tan cercano? Las imágenes que vemos son las de un hombre sencillo, cariñoso, con ilusión por la vida y con un inextirpable deseo de vivir cosas grandes. Cuando sus intentos de viaje con su mujer se frustran uno tras otro por problemas varios (economía, salud...), o cuando fallece su mujer (que era el auténtico motor de su corazón), nos damos cuenta de lo frágil que puede llegar a ser la realidad. Es esta perspectiva del hombre lleno de deseo y al que la vida le da la espalda la que nos conmueve, asi como su empeño por seguir adelante a toda costa, porque comprendemos que es algo posible y, de hecho, habitual.

Con este arranque sólo cabe esperar cosas buenas del resto de la película. Y así termina siendo; una aventura a varios metros sobre el suelo, llena de humor, conflicto (sobre todo en cuanto aparece Charles, el antagonista) y muchos valores sobre los que se lanzan algunas reflexiones; el viaje hacia el cumplimiento de un deseo, el aprendizaje de las personas mayores y la amistad, entre otros. Un filme que no decepcionará a nadie.
TheYllusionist
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9
26 de septiembre de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Dos horas y veinte en las que apenas hay acción. Ritmo pausado. No hay escenas frenéticas ni música adrenalínica. Muchos han criticado esta película por el aburrimiento que, dicen, provoca en el espectador.

Esto pasa cuando no sabemos encajar el golpe de una película de 1984 contra una cabeza acostumbrada al cine del siglo XXI. Es una película sublime, pero exigente. Del mismo modo que hay cuadros que exigen ser observados con atención para captar su belleza y su significado por completo, París, Texas necesita que nos sumerjamos en la historia desde el primer minuto, desde esas escenas desconcertantes de un moribundo al que juzgamos a simple vista como un misterioso caso perdido.

El principal logro de París, Texas radica en el arco de transformación que sufre Travis (Harry Dean), desde el comienzo hasta el final, que se nos va revelando con detalles y con pequeñas decisiones del protagonista. Se trata, prácticamente, de una redención, o incluso una reconversión personal.

Al principio de todo, en efecto, Travis es un caso perdido, tan avergonzado de su propio destino que no se atreve a abrir la boca. Lo poco que tiene es una parcela comprada en París (Texas), una especie de intento de recuperar el paraíso perdido, donde sus padres hicieron el amor por primera vez y donde él hubiera querido ir a vivir con su antigua mujer, Jane, y su hijo. Es sugerente que esa foto de su parcela sea prácticamente lo único que tiene al principio de la película, como si fuera la ilusión de lo que podría haber sido su vida.

Después de varias horas, decide confiar en su hermano, Walt. Gracias a él va a reencontrarse con Hunter, su hijo al que no ve desde hace cuatro años. Él es lo único “real” que tiene por el momento de su oscuro pasado, y le costará un poco ganarse su confianza. De hecho, Hunter le evita a toda costa hasta que hacen un repaso a fotografías y películas de años atrás, en las que salen padre e hijo viviendo momentos tiernos. Este pequeño ejercicio de memoria, de volver a hacer presente aquello que quedó atrás, hace que Travis y su hijo retomen con fuerza su relación, descubriendo que, entre las muchas cosas que tienen en común, hay una que clama especial atención: el deseo de recuperar a Jane, la pieza perdida de esta peculiar familia.
Aquí, con total improvisación, Hunter decide acompañar a Travis a la búsqueda de Jane, con una incertidumbre que queda perfectamente reflejada cuando se encuentran en un desvío en el que dos coches rojos (en los que podría ir Jane) se han separado: es la intuición del pequeño la que decide cuál tomar. Y acierta. Hay que señalar que ni siquiera se han despedido bien de Walt y de Anne… Quizás hubiera faltado que Travis, un tanto más consciente de la crudeza de la situación, facilitara una despedida un poco más digna de sus segundos padres. Esta parte es la que queda un poco más “descolgada”, pero jamás se presenta como algo irreversible.

La transformación de Travis sigue desarrollándose hasta el final, en el que, por fin, puede volver a afirmarse como padre y esposo, aunque las cosas no vuelvan a ser como en los tiempos felices. En esto consiste su transformación: volverse a encontrar buscando en el presente lo que olvidó en el pasado.

Pero no termina aquí, porque al final presenciamos otra redención, que nos conmueve igual aunque no la hayamos seguido del mismo modo: la de Jane (Nastassja Kinski), una mujer que ahora vivía en el existencialismo emancipado más triste que uno puede imaginar. Aparece inesperadamente Travis tendiéndole la mano, ofreciéndole la custodia del hijo que perdió tanto tiempo atrás. Esa escena de vibrante diálogo a través de un cristal -que no ha sido pensado para fines tan honrados- merece ser clasificada como escena memorable de la historia del cine. Un total de unos veinte minutos sumando las dos visitas de Travis: en la primera, Jane viste de rojo, bastante acorde con su nuevo oficio, sugiriendo pasión, atrevimiento y desenfreno. En la segunda visita, en cambio, Jane viste de significativo negro: pasividad, penitencia, disposición a escuchar y, sobre todo, duelo, heridas censuradas que vuelven a la memoria. En esta escena, los silencios funcionan al milímetro, así como el juego de reflejos con el cristal que les separa en todo momento y que hace que, paradójicamente, no vuelvan a besarse, ni siquiera a tocarse. Es el momento de la súbita transformación de Jane, también gracias a un ejercicio justo de la memoria. Así, acepta hacerse cargo de su hijo, y también respeta la decisión de Travis de no ir a vivir con ellos. Ni siquiera se despide calurosamente de su hijo, sino que le deja una grabación en la que se estampa a la perfección cómo se ha producido ese cambio: “Fui yo quien os separó y es algo que os debo; debo reuniros de nuevo, pero no puedo quedarme con vosotros”.
La escena final cierra la película con una coherencia bellísima. París, Texas había comenzado con un hombre perdido caminando vagamente por una especie de desierto, sin procedencia ni destino nítido. Y termina con Travis abandonando Huston en coche, solitario y pensativo, pero con el corazón reconvertido, con la certeza de que ha obrado correctamente dejando a su amada y a su hijo en ese silencioso abrazo que habla más que cualquier música sentimental que se hubiera querido añadir.
TheYllusionist
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10
6 de abril de 2012
3 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La crítica de filmaffinitty habla de "una película sobre la muerte de un hombre, torturado y crucificado en vida... habiéndonos leído el libro". Visto así, es una película gore, hecha con la idea de hacérnoslo pasar mal y, a la vez, alardear de una excelente realización y dirección artística.

Me indigna que haya tantísimas críticas a esta película que no tienen en cuenta su referencia histórica. Es como decir que "El hundimiento" es exagerada, desagradable o, simplemente, una "idea" del director llevada a la pantalla con ganas de hacernos sufrir. Por favor...

Esta película quiere transmitirnos el contenido de la fe cristiana que se refiere a la parte más crucial de la vida de Jesucristo: su pasión, muerte y resurrección. No es una película sobre "las ideas de Mel Gibson", por mucho que os empeñéis. Ni siquiera es sobre "ideas". La fidelidad a los evangelios (testimonios históricos) no es en absoluto reprochable; es fiel a lo que está escrito. ¿Podría haberse "recreado" menos en la tortura y el sufrimiento? Sí, pero de ese modo, ¿conseguiría del mismo modo que fuéramos conscientes de lo que cuenta? Por eso muchos decís que es la película más violenta y con la tortura más explícita que se ha hecho jamás, porque se quiere trasladar al espectador 2.000 años atrás y hacerle testigo, lo más fidedignamente posible, de todo lo que ocurrió. Porque ocurrió. Sino, sería una película de ficción comparable a Saw. Pero ocurrió. Lo que nos estremece no es, en el fondo, lo explícito de los latigazos, sino precisamente la propia historia que hay detrás del filme: que el Hijo de Dios fue tratado de esta forma por los hombres, porque les escandalizó que alguien hablara así, que enseñara estas cosas. Que el odio y la falta de misericordia son parte de lo humano y pueden llevarnos a hacer lo que, de hecho, somos capaces de hacer.

¿Tendría algún sentido omitir todas las escenas "desagradables"? En absoluto. La película pretende extender la experiencia y la asimilación de los hechos más allá de la lectura del Nuevo Testamento; pretende poner rostro a esas personas, ponernos en contexto y, efectivamente, hacernos sufrir sólo con ver todo lo que ocurrió.

Es una película cuya existencia cabe agradecer, pero no podemos separarla de la historia que cuenta, de estos hechos históricamente comprobados (por mucho que algunos se empeñen en enterrarlos en el pasado o reducirlos a una anécdota sangrienta); un hombre, que se decía Hijo de Dios, murió de esta forma para resucitar al tercer día. ¿Podría ser cierto?
TheYllusionist
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