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Voto de TheYllusionist:
9
Drama El planeta ha sido arrasado por un misterioso cataclismo y, en medio de la desolación, un padre y su hijo se dirigen hacia la costa en busca de un lugar seguro donde asentarse. Durante el viaje se cruzarán con otros supervivientes: unos se han vuelto locos, otros se han convertido en caníbales. Adaptación de una novela de Cormac McCarthy, autor de "No es país para viejos". (FILMAFFINITY)
17 de febrero de 2012
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mundo es un cementerio postindustrial en el que un padre y su hijo deben emprender un camino hacia el sur para sobrevivir. Se trata de una inquietante adaptación de la novela de Cormac McCarthy que consigue mostrar al espectador los rincones y los instintos más profundos del hombre, aquellos que sólo afloran oprimidos por el filo de unas desoladoras circunstancias. El protagonista, un hombre viudo y algo desesperanzado al principio, interpretado con maestría por Viggo Mortensen, encuentra en la vida de su hijo, su “pequeño dios”, el único motivo para seguir adelante.
John Hillcoat consigue que entremos en la historia con los cinco sentidos ofreciéndonos una ambientación de fotografía en clave baja, grisácea y hueca (a cargo de Aguirresarobe) y unos escenarios que indican que el planeta ya no es un lugar habitable. El caos y el desconcierto se tornan palpables en recursos como el gran plano general de los postes eléctricos que ya no siguen ningún tipo de equilibrio visual ni cumplen la función para la que existen. Añadiendo a esto una música sobria, basada en un sencillo piano a una mano que respeta los profundos y necesarios silencios, la atmósfera ya está creada y se nos acelerará el pulso cuando comprobemos que la falta de fraternidad entre los hombres es el auténtico drama de este apocalíptico thriller.
No conviene pasar por alto la extraña e intensa relación que viven los dos protagonistas, cuyas vidas están puestas al límite con una única promesa: sólo la muerte podrá separarles. Es importante contrastar la mirada autoritaria y recelosa del adulto, infectada de una irrevocable desconfianza prejuiciosa, con la actitud del niño ante las otras personas que se encuentran: inocencia aparentemente ingenua y sin ánimo de dejar a nadie a su suerte, una postura que usa la razón como apertura arriesgada y que es ejemplar para su padre. Éste deberá tomar decisiones difíciles, e incluso violentas, con tal de seguir con vida, viéndose tentado constantemente por la opción de suicidarse. Cuando duerme acuden a su mente los momentos bellos de su vida junto a su mujer, una especie de fuga psicológica y sentimental de la que hablará después para decir que lo último que necesitan es evadirse con sueños bonitos; las pesadillas son mejor señal, puesto que pese a su crudeza ayudan a alimentar “el fuego” que mantiene a los protagonistas con vida.
La meta del viaje no es tan clara como podría serlo en Camino a la libertad; se da la vertiginosa visión de que apenas existe un lugar seguro. Sólo queda buscar el sitio menos peligroso y una compañía humanizada. En efecto, el destino estaba escrito; tras llegar a la costa y morir el padre, su hijo se abandona a las buenas manos de otra familia de supervivientes, cuyo cabeza es un irreconocible Guy Pearce. Es significativo que sea así como se cumple el destino del padre; muriendo en el momento adecuado para que su hijo pueda seguir el camino.
TheYllusionist
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