La mejor oferta

Hasta la persona más apática, inteligente, pragmática y racional necesita el amor, esa complicidad y compañía humana que nos llena y reconforta a partes iguales, siendo uno de los sentimientos primordiales que puede convertir a la persona más íngrima y pensadora en la más afectiva e irracional por ese deseo melancólico que, como el protagonista, Virgil Oldman (Geoffrey Rush), todos depositamos en el fondo del corazón buscando amar y ser amados; buscando la correspondencia. La mejor oferta tiene la excusa del arte como hilo conductor para un romance dramático donde Virgil conoce a Claire Ibbetson (Sylvia Hoeks), una clienta paciente de agorafobia que permanece encerrada en la habitación de una lujosa villa. La curiosidad y el misterio abren los sentimientos de Virgil que, poco a poco, se verá irremediablemente atraído por la mujer fuera del cuadro, la pieza que le falta en su colección para alcanzar la plenitud personal. Giuseppe Tornatore hurga en las cámaras mentales de su protagonista para transmitir la soledad y vacío emocional, exponiendo todos los trazos de Virgil como si fuera un cuadro tenebrista: lleno de obscuridad, aunque con pequeños contrastes violentos de iluminación, pinceladas de amor ciego y esperanza, aquello que nos hace sentir vivos.

Giuseppe Tornatore es un especialista, un malabarista del amor y el desamor, de la triste nostalgia y del te querré por siempre, que sitúa en un contexto de adoración hacia la figura femenina y hacia uno de los siete artes como marcas estilísticas que definen la sensibilidad del director siciliano y rasgos de su personalidad que, irremediablemente, atrapa en sus personajes masculinos. Desde el surgir de la gran belleza con El nacimiento de Venus de Botticelli hasta el ciego amor de Los amantes de René Magritte, pasando por El cumpleaños de Marc Chagall o Los bebedores de absenta de Edgar Degas, Tornatore pinta su autorretrato con la personalidad que consolidó su carrera desde Cinema Paradiso (1988).

Con el toque de suspense que acoge en sus últimas producciones, el italiano funde el dramatismo más actual, de esa epidemia que asola nuestra contemporánea sociedad, la soledad, con un romance sacado de los grandes literatos y pintores románticos que busca la evocación de los sentimientos a través de hechos traumáticos. Tornatore comienza su película componiendo la personalidad de un hombre solitario, de un hombre que es un caminante sobre un mar de nubes como la obra de Friedrich, con la que guarda estrecha relación para dibujar su personaje en tono de presentación. En primer lugar, el vestuario de Geoffrey Rush es similar al representado en la pintura del alemán, apagado y frío, hasta ostentado un bastón (etimológicamente, Virgil significa literalmente ‘que lleva un bastón’) como apoyo en cierto momento de la película, representando la debilidad detrás del hombre en un contexto de soledad permanente que también describe El caminante sobre el mar de nubes (1818), y también de un hombre envejecido que ha dejado pasar el amor, envejeciendo antes de tiempo (Oldman, su apellido, es literalmente ‘hombre viejo’), y que mira ese paisaje vacuo que lo rodea. Por otro lado, Claire, la otra parte de la historia, es representada de una forma antónima aun compartiendo con Virgil el sentimiento solitario. Claire se descubre como el nacimiento del amor (Afrodita, Venus) de entre el mar, o el mar de nubes, que aísla al protagonista en su melancolía, y que consigue conectar las naturalezas de Virgil y Claire a través de una misma condición pero diferente concepción sobre la vida; Virgil, el caminante, ha subido a la montaña, con su bastón en mano, por iniciativa propia, buscando una soledad elegida. Por el otro, Claire nace en soledad, inamovible por la agorafobia que posee, con la única compañía de las estaciones y de su concha, la villa en la que permanece reclusa. Con esta poética presentación, el siciliano se mantiene en los temas presentes en su filmografía enfrentando la naturaleza y valores que definen a Virgil, el Romanticismo (1770) y a Claire, el Renacimiento (1300), con el amor idílico y melancólico que tienen en común ambas corrientes pictóricas. Desde estas presentaciones, Tornatore enfoca la película hacia donde él quiere: hacia el amor y el vacío.

El GUION es bueno, pero no es lo más destacable, es lo que le faltó para que la película sea un obra maestra, un clásico.
Pero todo está compensado por la EXCELENCIA DE LOS ACTORES y la MARAVILLOSA DIRECCIÓN general, de cámaras y toda la producción.
Una película con una enorme POÉTICA visual, actoral y del tempo, suficiente para convertirse en una película IMPERDIBLE para los amantes del cine como ARTE. Para DELEITARSE.
No vale tanto para los que busquen solo entretenimiento. No genera demasiadas emociones fuertes.

¿No habéis salido nunca con alguien que te corta el rollo porque quiere que los acontecimientos se desarrollen YA y por muy guapo/guapa que sea pierde todo su encanto por su falta de saber disfrutar cada paso? Pues así es esta película.

Todo el mundo coincidirá en que algo no encaja, no es redonda...estéticamente es inmejorable, como todas las cintas del director, y lo mismo digo en cuanto la actuación.

Parece una buenísima idea acabada deprisa y corriendo.
No te deja la miel en los labios el tiempo suficiente, te mete la cuchara muy rápido en la boca cuando todavía no la quieres.

La disfruté porque me resultan unos conceptos interesantísimos los tratados y realmente te presenta una trama inicial muy interesante, pero luego todo deja de ser creíble y se vuelve predecible.

Una idea de pareja atípica que también me resultaba innovadora y de ensueño, hasta que de nuevo la trama se acelera artificialmente y te "corta el rollo".

Giuseppe Tornatore, elevado a los altares, y con razón, gracias a la maravillosa Cinema Paradiso, ha seguido haciendo películas tan interesantes y elegantes como La mejor oferta.
Con el siempre impecable Geoffrey Rush a la cabeza (y ojo a lo bien que están Sylvia Hoeks, Jim Sturgess o sobre todo Donald Sutherland a su lado), Tornatore compone un thriller ambientado en el mundo del arte que tiene además un par de cosas que decir sobre salud mental, sueños frustrados y relaciones interesadas. Todo ello enmarcado con una narrativa muy inteligente que combina a la perfección con las preciosistas imágenes.
Es una pena que la película no se crea más sus posibilidades, porque deja impresión como de que no quiere destacar mucho, cuando podría haber puesto toda la carne en el asador, pero aun así es una muy notable propuesta de un director mítico que sigue amando el cine como cuando iba de la mano de Toto y Alfredo.

Lo mejor: Geoffrey Rush, siempre maravilloso, a la cabeza de un reparto inmaculado (ojo a Sutherland y Sturgess), y la elegancia de la propuesta.
Lo peor: Le falta un poco de intensidad y de creérselo más.

No entiendo a los críticos. Montones de películas de tres al cuarto con críticas sobresalientes y este film de Tornatore lo despachan con indiferencia.

A mí, sin embargo, me pareció una película elegante, con una trama clara, con unos personajes sorprendentes, y con un final más sorprendente todavía que no vi venir.

La he visto varias veces y como en los grandes clásicos vuelvo a verla como si la viera por primera vez.

Para mí es una obra maestra en medio de tanta mediocridad actual con películas con guiones enrevesados llenos de elipsis y/o efectos especiales.