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Blue Jasmine

Drama. Comedia Jasmine, una mujer rica y glamourosa de la alta sociedad neoyorquina, se encuentra de repente sin dinero y sin casa. Decide entonces mudarse a San Francisco a vivir con su hermana Ginger, una mujer de clase trabajadora que vive con su novio en un pequeño apartamento. Jasmine, que atraviesa el momento más crítico de su vida, se dedica a tomar antidepresivos y a recordar su antigua vida en Manhattan. (FILMAFFINITY)
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Críticas 226
Críticas ordenadas por utilidad
26 de noviembre de 2013
43 de 60 usuarios han encontrado esta crítica útil
Érase una vez una chica que se llamaba...no recuerdo cómo se llamaba.

La chica tenía una sombra que la seguía a todas partes. La sombra se llamaba Jasmine.

Un buen día, la chica conoció a un chico. El chico no la veía a ella, pero veía a su sombra. Y se enamoró de la sombra y se casaron.

La sombra se empezó a dar la gran vida: se compró ropa preciosa y muy cara; se trasladó a una mansión con impresionantes vistas al mar; organizó fiestas estupendas; conoció a un montón de gente glamurosa; viajó por todo el mundo en primera clase; bebió el mejor vino, degustó las mejores delicatessen.

La sombra era tan bonita, tan resplandeciente, estaba tan bien vestida y vivía tan bien, que la chica empezó a creer que ella era la sombra y en realidad, la chica no existía.

Pero eso la asustaba un poco y para aplacarlo, bebía algo más de lo recomendable y tomaba unas pastillas mágicas que borraban sus recuerdos de no haber sido una sombra.

Sin embargo, un buen día, desaparecieron todas aquellas cosas. Las fiestas, los vestidos, los viajes, las vistas al mar y el chico.

La chica y su sombra lo perdieron todo y se marcharon.

La chica seguía siendo la chica: pero la sombra cada día se volvía un poco más pequeñita.

La chica empezó a asustarse. Tomó más pastillas y bebió más copas para olvidar que la sombra estaba despareciendo.

Un buen día, la chica se levantó y no vio a la sombra.

¿Qué sucedió después?

La respuesta, en esta espléndida película con la que Woody Allen demuestra que todavía no es suficientemente viejo como para recluirse en la zona de confort.
Neathara
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25 de enero de 2014
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Lo que es común siempre tiene escaso valor”, decía Nietzsche.

Woody Allen dibuja con maestría dos facetas de aquello que no tiene valor. Por un lado está la inmediatez, ese presente mal entendido, donde no hay planes, evaluaciones, ni metas. Ese contentarse con vivir, con existir y dejarse llevar, personificado por Ginger, una mujer que no se valora a sí misma y cuya fuerza de gravedad atrae a puros perdedores. Ella representa el fondo del pozo, esa alma caritativa que no tiene nada que perder, debido a que no existe un estado peor. Su autoestima es baja, y cuando llega su hermana Jasmine en un estado calamitoso, Ginger, en su pequeñez, siente que puede ayudar a alguien más desamparado. Incluso intenta cambiar de hombre, pero es solo un espejismo y termina conociendo a otro sujeto inadecuado.

Jasmine, al contrario, representa la ausencia de presente, un avión volando entre nubes (perfecta secuencia inicial), que vive de recuerdos y ambiciones futuras. Será la protagonista de la cinta, pero su aquí y ahora no existe, es prestado por su hermana Ginger.

Nietzsche nos da más luces: “Las grandes cosas siguen siendo para los grandes, los abismos para los intelectuales, los matices y estremecimientos para los refinados, y en resumen, todo lo que es raro para los raros”. Ginger no es grande ni refinada, es una persona común y corriente, de la cual no se esperan grandes cosas. Pero Jasmine es arribista e hipócrita; en ella todo es falsedad, su marido fue un estafador que se ahorcó, pero Jasmine dice eufemísticamente que “se rompió el cuello” (estrangularse es de mal gusto).

La verdad se sostiene por sí sola y la falsedad hay que impostarla. Por eso Jasmine bebe demasiado, es neurótica, celosa y sufre crisis de pánico. La realidad la supera a menudo y necesita refugiarse en la opulencia del pasado o en el ascenso político y social que representa su conveniente novio. Allen filma las escenas con una soltura deslumbrante, mezclando el pasado y el presente de la protagonista como si fuera un continuo viaje entre las nubes.

El valor de Jasmine se lo otorga su hermana al repetir que “tiene buenos genes”. Las dos hermanas eran huérfanas y fueron adoptadas por los mismos padres, y esos padres implantaron esa mentira de los genes para propiciar un mejor futuro para Jasmine.

Jasmine siempre se hizo la tonta con los negocios turbios y amoríos de su ex esposo. El asunto de los genes es una trampa; vendría explicado porque ella es alta, rubia y de ojos azules, pero esa apariencia la han convertido en una inútil que no encontró ni encontrará algo que hacer en la vida.

El toque de humor negro es un sello en la filmografía de Woody Allen. Jasmine requirió en su momento de “la medicina de Edison” (electroshocks) para recuperar la cordura. Cada vez que conoce a alguien, ella va matizando rencores de relaciones pasadas y se las transfiere a otros. Y cada vez que su vida se descompone, las cosas de la cartera caen al suelo.

Para Nietzsche, Jasmine sería una “rara”. En otras palabras, el falso mundo de Jasmine atrae más falsedad y, sus mentiras solo se sostienen con una interminable lista de mentiras, que la dejan hablando sola, con el pelo mojado, en una banca de la calle.
Anibal Ricci
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24 de enero de 2014
18 de 20 usuarios han encontrado esta crítica útil
Posiblemente Almodóvar hubiera hecho algo muy divertido con ello, pero la película es de Woody Allen y lo que predomina es el humor negro y de sonrisa congelada como yo lo llamo. Porque la historia, resumida, creo que es la del título. Una señora rica gracias a estar casada con un corrupto, que tiene que empezar una nueva vida después de haberlo tenido, y perdido, todo. La señora B. es una maravillosa Cate Blanchett en una creación espectacular de una pija sin redención posible que no ha aprendido nada porque ya lo sabe todo, piensa.

Así, para comenzar de nuevo con una mano delante y otra atrás, se muda a otro barrio y a otra categoría social con 50 maletas de Vouitton y un billete de primera clase. Aterriza, de caridad, en casa de su hermana con su traje de Channel, sus zapatos de Valentino, sus deudas, sus juicios pendientes y su aire de reina del Glam. Y con sus aires de condescendencia hacia su hermana a la que arruinó sin remordimientos, criticando su pésimo gusto con los hombres. O sea! Y no busca trabajo sino acabar sus estudios universitarios. Of course…

Con todo eso, parece que Jasmine, o Jacinta, o como se llame, es una criatura aborrecible destinada a caer fatal al espectador, pero a mi me dio ternura. Me pareció una mujer patética, frágil y desquiciada. Completamente desnortada y sin recursos para manejarse en una vida real y no en la superficial de lujo y mentiras que había llevado con un marido infiel y corrompido, sus intentos para adaptarse a la vida que la espera están hechos sin convicción porque siente que está allí de paso y que pronto encontrará otro hombre rico para continuar con su vida anterior. Porque lo cierto es que, además de las maletas de piel y la ropa de marca, viaja con sus traumas, sus pastillas y los fantasmas de su vida pasada con los que habla constantemente. Muy triste todo…

Desde luego, el mensaje de la película, tan pesimista, me acongojó bastante. Sentí pena por las chicas de la película. Esas dos, hermana pobre-hermana rica, que o estaban solas o corrían de mano en mano con egoístas o estúpidos que las traicionaban o las utilizaban sin miramientos, mientras ellas aguantaban desesperadas para no estar solas o para que las mantuvieran. Tristísimo. Ya lo esperaba. Woody, cada vez más, se hace más “noir” que “blue”, un humor más corrosivo y la temperatura de la sala más fría… y en enero…

Pero, así y todo, es genial. Almodóvar hubiera hecho una de cornuda pija, resentida, casada con alcalde con bolsas de basura negra de blanqueo sucio con una hermana choni liada con un jincho y sería muy divertida, pero yo me quedo con Woody, con Cate y la perra vida…
paki
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21 de octubre de 2013
19 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Regresa Woody Allen cumplidor a su cita anual con la terapia cinematográfica, y junto a él aparecen su público y crítica incondicionales que alaban todo lo que toca el neoyorquino, y sus más acérrimos detractores que pecan de todo lo contrario. Sí es cierto que, por más que le pese a cierta gente, Allen no ha vuelto a ser aquel genio del humor que, con Manhattan como fondo, ahondaba en la idiosincrasia de las relaciones amorosas a la vez que se desnudaba una y otra vez mostrando al público sus preocupaciones y obsesiones. Es difícil establecer un punto de inflexión en el trabajo del prolífico director, muchos opinan que fue la postrera colaboración con Mia Farrow, Maridos y Mujeres, 1992, la última de sus grandes obras, algo que no está nada mal ya que le otorgaría quince años, a una media de una película por año, en el podio de la cartelera mundial. Sin embargo los hay más generosos, entre los que nos incluimos, ampliando ese espectro cinco años más para no dejar fuera comedias de la talla de Misterioso asesinato en Manhattan, 1993, Balas sobre Broadway, 1994, o Desmontando a Harry, 1997. A partir de entonces las repeticiones en la trama, los triángulos amorosos y las hipocondríacas extravagancias dejaron de ser tan efectivas, cada película proporcionaba una sensación de déjà vu que no ha desaparecido en cada nuevo estreno del alter ego de Alvy Singer. Pero Allen siguió fiel a su estilo y consiguió crear una mirada muy particular de la cinematografía, como si de una terapia se tratase, él continuó abordando los mismos problemas una y otra vez, creando un reflejo de su persona muy característico en todas y cada una de sus obras, unas veces interpretado por él mismo, otras por un actor principal, un actor de reparto o un mero figurante como es el presente caso, reflejado en la aparición, al comienzo de la cinta, de la anciana que pacientemente escucha las interminables historias de la protagonista.
Asumiendo que no vamos a ver una obra maestra, un estreno de Allen se puede afrontar como una forma de criticar y lamentar la ausencia del talento y la imaginación de los que solía hacer gala, o, mucho más recomendable dado que hemos decidido de forma voluntaria pasar unas dos horas acompañados de una de sus películas, dejándonos llevar por las disparatadas situaciones, los estudios sociológicos de gente bastante desequilibrada, y divertirnos con un hombre que sabe perfectamente cómo conseguir hacer reír al espectador que muestre predisposición para ello. Algunas de las obras modernas del realizador, conseguirán mejor este efecto, y otras, por el contrario, serán algo más espesas.
Blue Jasmine, que supone el regreso de Allen a Nueva York tras su periplo europeo, se encuentra dentro de los “aciertos” de esta segunda etapa del director, al parecer el jugar en casa le ha dado ventaja escribiendo uno de los guiones más consistentes de los últimos años y trazando una de las historias que más se aleja de sus recientes productos. La narración de dos historias paralelas, una en el presente y otra en el pasado, mediante el uso de unos flashbacks muy bien conseguidos, aporta mucho dinamismo al filme que se ve reforzado por un diálogo atractivo dentro de un marco más dramático del que acostumbra, pero que pese a la seriedad de la trama, no pierde la esencia cómica gracias a unas actuaciones muy afortunadas, destacando el trabajo de la genial Cate Blanchett, en el papel de la mujer que afronta un cambio radical en su vida con una crisis nerviosa, y de Bobby Cannavale representando al excéntrico temperamental exaltado.
El dinero es el centro de la trama, mostrando la vacuidad, estupidez y dependencia que se desprende de las vidas de todo aquel que lo posee. Su ausencia, o al menos en grandes cantidades, sería la única manera de encontrar la felicidad. Jasmine es una mujer que paseaba tranquila por las tiendas de la quinta avenida, al margen de lo que ocurría en el mundo y en su propia familia, hasta que un día lo pierde todo, se queda sin casa, sin dinero y sin más lujos que un vuelo en primera clase a San Francisco donde la esperan su hermana, el novio de ésta, y un apartamento minúsculo en el que apenas tienen cabida sus maletas Loui Vuitton. Pronto comprenderá que el mundo laboral no está hecho para ella, su completa falta de aptitud le impide buscarse la vida en un momento donde las oportunidades no son fáciles para nadie. Hablando sola por las calles, con la mirada perdida en el horizonte mientras recuerda sus felices días en Los Hamptons, Jasmine está a punto de rendirse cuando una oportunidad aparece en forma de joven millonario. Con la poca energía que le queda e intentando controlar sus ataques nerviosos, opta por la que considera la alternativa más adecuada a sus necesidades, convertirse en lo que se conoce como una Gold Digger. Y así es como de la noche a la mañana se encuentra planificando una nueva vida de abundancia, sin la necesidad de pasar por el incómodo período de transición que toda relación implica, algo que parece un sueño hecho realidad y que sería perfecto de no ser por un factor que nunca se tiene en cuenta hasta que aparece sin previo aviso, el karma.
El español Javier Aguirresarobe plantea una profunda fotografiá, retratando los contrastes de las diferentes clases sociales que envuelven a la obstinada Jasmine, que no acepta la austeridad de su nueva vida y se niega a huir de los fantasmas de su ostentoso pasado, representados por medio de la melancólica canción Blue Moon.
Personal adaptación del drama de Tennessee Williams Un tranvía llamado deseo ya que, a pesar de no estar acreditado, presenta evidentes similitudes con la obra del prolífico dramaturgo. Sorprendente demostración de la habilidad de un director para dar vida a historias cotidianas, y de la facilidad para que sus directrices se vayan uniendo en fotogramas hasta dar como resultado aquello por lo que ha vivido, ya sea de manera obsesiva, compulsiva o romántica, durante más de cuarenta y cinco años; EL CINE.
Peaky Boy
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17 de noviembre de 2013
40 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando el artista crea por rutina sin la más mínima inspiración pasan estas cosas, cosas como esta película infumable donde Allen hace una caricatura no de sí mismo, sino de su peor versión. Ni siquiera los diálogos entre los personajes que siempre es su fuerte tienen la más mínima chispa durante los más de 90 minutos interminables de este film.

El hecho de hacer una película sí o sí cada año ha hecho de un brillante autor un irregular autor y la fórmula de su cine realmente se muestra agotada con películas como esta. Además con el transcurrir de los años de irregular está pasando a mediocre, no hay una obra realmente destacada desde "Match Point" en su filmografía, y desde aquella ha estrenado ya la friolera de 8 películas.

La buena actuación de Blanchett para mí ha pasado desapercibida entre una mezcla de tedio y el estupor. Hacía mucho tiempo que no me apetecía salir de la sala antes de que acabase la proyección, un 2.
puentecitor
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