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Soñadores

Drama París, 1968. Isabelle (Eva Green) y su hermano Theo (Louis Garrel), solos en la ciudad mientras sus padres están de viaje, invitan a su apartamento a Matthew (Michael Pitt), un joven estudiante americano, al que han conocido en un cine. Una vez en casa, establecen unas reglas para conocerse mutuamente, explorando emociones y erotismo a través de una serie de juegos extremadamente arriesgados. (FILMAFFINITY)
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Críticas 127
Críticas ordenadas por utilidad
5 de julio de 2013
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hermosa película que se convierte en el más tierno homenaje a quienes crecimos mirando películas y soñando que esas realidades que veíamos en pantalla, podían convertirse en nuestras realidades.

Bertolucci explota al máximo toda su capacidad artística en este film, que no solo entretiene, sino que también nos deleita con su fotografía exquisita y nos hace reflexionar sobre el amor al cine, a la vida y lo que hacemos con nuestras vidas para transformar la realidad que nos rodea.
Rocio
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28 de abril de 2014
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Impecable y bella, inteligente y más que todo un tributo al cine de antaño, a ese cine que hoy más que nunca, no debe morir, que debe ser revisitado y observado por la nuevas generaciones, para poder entenderlo o simplemente disfrutarlo como el arte que es.

Del director, pues que más se puede decir de uno de los más grandes de todos los tiempos que en esta ocasión se luce de nuevo, y le da la oportunidad a tres jóvenes desconocidos hasta entonces en los roles protagónicos a quienes me refiero a continuación: Primero las damas y una de las más escandalosamente bellas, talentosas y reconocidas en la actualidad, su nombre Eva Green, que se luce de principio a fin sin desaprovechar la oportunidad que le da el maestro Bertolucci, sin exageraciones y con una naturalidad y sutileza pasmosas y sin duda su catapulta a la estrellato mundial. Continuemos con los caballeros y empezemos con Michael Pitt, uno de los actores que en mi criterio es de las más infravalorados dentro de la industria, pero que sin embargo tambien se luce de principio a fin y el estrellato lo consiguió a partir de este film. Finalmente Louis Garrel, un gran actor francés que está correcto junto a los antes citados, pero que no ha decidido aún dar el salto más allá de sus fronteras.

De destacar además la increíble banda sonora.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
darkman
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18 de septiembre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bertolucci nos dio a conocer en este fabuloso film erótico a tres jóvenes actores de lo más inocentes, al menos en sus primeros años. Eva Green esta fabulosa, es de una belleza que te deja sin habla. Una mirada traviesa al mundo del despertar sexual. Morbo en cada escena, mellizos y un desconocido en la bañera, pero a la vez dibujada de una forma ingenua. Pitt y Garrel también están increíbles y además guapísimos los dos. La música y la ambientación de la película están bien, pero sin Eva se quedaría en una cinta vulgar.
Una obra maestra del cine erótico. Unas escenas sutiles y brillantes.
Teresa
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28 de noviembre de 2017
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Bellísima película de Bertolucci que recrea con erótica perfección el ambiente socio-cultural del Paris de mediados de los 60. La cinta contiene todos y cada uno de los ingredientes que necesita para atrapar el interés y el intelecto del espectador desde los primeros compases de la misma. Michael Pitt, haciendo honor a su primo lejano Brad –con el que no tiene absolutamente nada que ver– en sus mejores apariciones, borda su papel interpretando a un joven yanki imberbe, bonachón e inocente que llega a estudiar a la ciudad del Moulin Rouge: un hervidero de revueltas y revoluciones, sexuales e intelectuales, y cuna del cine “gafapasta”. Ya saben lo que dice el dicho: “Existe el buen cine, el malo y el francés”. En un atmósfera de tal calibre, Matthew se topa con dos parisinos, muy parisinos, muy pero que muy parisinos llamados Isabelle y Théo que lo introducirán en una vorágine de pasiones carnales, literatura maoísta y juegos de adivinanzas que en ocasiones llegan a alcanzar un cariz casi tétrico. He de reconocer que las películas que dejan entrever ciertos lazos, bien unidos y atados, obviamente, con la literatura y otras formas artísticas cualesquiera despiertan en mí un agrado prematuro que no puedo remediar; corro el riesgo con esto de que algún descarriado –que los hay, y a montones– pueda permitirse el lujo de lanzarme de buenas a primeras y de cabeza al carro del “pseudointelectualismo”; existe gente en este mundo para la que el concepto de cine puro alcanza los límites más estrictos y estrechos del término. Creo, sinceramente, que la riqueza interdisciplinaria que permite el cine es suficientemente amplia y acogedora para poder integrar este tipo de elementos en el metraje. Y eso mismo, concretamente, es lo que le ha facilitado en innumerables ocasiones alcanzar la sublimidad que le caracteriza. En el caso preciso de The Dreamers, Bertolucci se desenvuelve de manera magistral con un ejercicio que, aunque no podría llegar a considerarse metacine, permite al cinéfilo observar su propia filia desde un punto de vista externo, a través de unos personajes que comparten esta misma admiración hacia el medio, salvando, claro está, las cuestiones ficticias que se implican, pero que al mismo tiempo nos da pie a la sugestión, a la teatralización de nuestra propia pasión. En relación a las cuestiones más precisas de la cinta, el trabajo de los tres protagonistas resulta impecable. Matthew, el joven americano interpretado por Michael Pitt, se presenta como el personaje menos estático de los tres; la evolución que sufre desde el principio hasta el final es llevada a cabo de forma brillante, mientras que los dos hermanos franceses, Isabelle y Théo, interpretados por Louis Garrel y Eva Green, se ajustan a la perfección a sus papeles excéntricos y lujuriosos, pero más estables dentro de la propia narración. Estos últimos atributos son los que más se dejan notar a lo largo de la narración. Los episodios en los que el beato de Matthew se ve implicado por cortesía de sus nuevos amigos nos podrían sugerir, sin ningún problema, alguna que otra escena extraída de las novelas del Marqués de Sade. Es esto, precisamente, lo que sobresale por encima –permítase el pleonasmo– de todos los otros elementos que constituyen la trama; si bien he empezado hablando sobre la importancia que para mí tiene la inserción de cuestiones literarias en el cine, me estaría engañando vilmente si hiciese prevalecer esto a lo otro. La enorme carga de sensualidad que transmiten los tres personajes es el principal exponente y, aventurándome aún más, la atractiva complementación que se forja entre los diferentes tipos eróticos que cada uno de ellos suscita hace a la obra de Bertolucci aún más interesante si cabe.
Lucho Garmán
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19 de noviembre de 2010
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última película del director italiano Bernardo Bertolucci es Soñadores, ambientada en el mayo del 68’ francés. Matthew (Michael Pitt) es un universitario estadounidense que ha ido a estudiar a París, cuya filmoteca es la que le prepara mejor para conocer la lengua del país galo, de ahí que se pase allí tardes enteras viendo películas de todos los géneros y de todas las épocas. Es en la filmoteca donde conoce a Theo (Louis Garrel) e Isabelle (Eva Green), dos hermanos que mantienen una peculiar relación entre sí. Estos nuevos amigos le descubrirán un mundo nuevo a Matthew, tanto a nivel cinematográfico como a nivel sexual.
Soñadores es una película que, si bien no pretende recoger científicamente los hechos que acontecieron durante el mayo francés y mucho menos leerlos en clave política, sí busca traer a nuestros días el espíritu que invadía los corazones de todos aquellos jóvenes: cómo sentían, qué aire respiraban, hasta qué punto ellos se creían su revolución. Es el particular retrato que Bertolucci hace de esos años en los que se buscaba la playa bajo los adoquines de las plazas, se llevaban pósters de Mao y del tío Ho y se amaba la revolución.

El conflicto entre generaciones se hace patente cuando se deja claro que siempre serán mejor los padres de otros, pero nuestros abuelos siempre son los mejores. Adultos desencantados contra jóvenes soñadores y utopistas.
La película posee una cantidad de referencias que hace esbozar a todos los cinéfilos una sonrisa al verlas: ese querer batir el récord en recorrer el Louvre, esa música de Los cuatrocientos golpes, Isabelle creyéndose Jean Seberg vendiendo el New York Herald Tribune por los Campos Elíseos, discusiones acerca de quién es mejor: Búster Keaton o Charlie Chaplin, etc. Y todo ello envuelto en la música de Janis Joplin y discusiones sobre Eric Clapton y Jimi Hendrix.
Película genialmente contada que únicamente se viene abajo por la escasez de verosimilitud en la relación entre los hermanos. No estaría de más que se diese una mínima explicación acerca de su comportamiento, pero suponemos que entra dentro de las reglas del “todo vale” sexual por una mayor libertad del individuo.
Soñadores es cine, sexo y revolución, comunistas de salón amantes de la revuelta que únicamente contemplaban la revolución como fin en sí mismo, y no como medio para cambiar las cosas. Una hermosa obra de uno de los más importantes cineastas italianos.
Fernando Puertas
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