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Vikingos (Serie de TV)

Serie de TV. Acción. Drama. Bélico Serie de TV (2013-2020). 6 temporadas. 89 episodios. Narra las aventuras del héroe Ragnar Lothbrok, de sus hermanos vikingos y su familia, cuando él se subleva para convertirse en el rey de las tribus vikingas. Además de ser un guerrero valiente, Ragnar encarna las tradiciones nórdicas de la devoción a los dioses. Según la leyenda era descendiente directo del dios Odín. Sexta temporada (SPOILER DE LA 5ª): La temporada 6 de Vikings ... [+]
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Críticas 144
Críticas ordenadas por utilidad
11 de agosto de 2013
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una serie muy atractiva desde los comienzos, se aseguran muy mucho de acabar cada episodio con un final de "punto y seguido". La banda sonora cautivadora, al igual que los personajes, sobretodo el protagonista, Ragnar va hipnotizando desde el principio y hasta el final. Es una historia donde se mezcla la mitología con la realidad de una época llena de incertidumbres e ignorancia. Aquí no hay buenos ni malos, ni moralidad ninguna. Tal cual nos hace partícipes de una historia que ocurrió con un diálogo lleno de pinceladas poéticas, más parece un cuento. Merece la pena verla. Ahora a esperar siguiente temporada.
Selene
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14 de julio de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es la segunda vez que Michael Hirst cimenta bien el argumento de una serie de televisión gracias a una mezcla de rigor histórico, perfecta ambientación y excelente puesta en escena. Ya puso en marcha esta técnica para construir la exitosa ‘Los Tudor’ y, habiendo comprobado su eficacia, no ha dudado en volverla a utilizar para erigir su nueva apuesta, ‘Vikingos’.

La acción transcurre en el S.IX d.c y está basada en los saqueos de las tribus vikingas escandinavas a los reinos de Francia y Bretaña. Dichas incursiones son documentadas a través de Ragnar Lodbrok, un vikingo que pasó a la historia por ser un guerrero tenaz, rebelde y lo suficientemente curioso como para lanzarse a explorar territorios desconocidos haciendo uso de las técnicas de navegación más innovadoras.
Ragnar es un humilde granjero que vive en Kattegat junto con su esposa, la escudera lagertha y sus dos hijos, Bjorn y Guida. Cuando llega el momento de que el conde Haraldson, el jefe de la tribu a la que pertenece Ragnar, decida acerca de los saqueos de la temporada Lodbrok propone ir a explorar nuevos territorios hacia el oeste, idea que el conde rechaza de inmediato. Insatisfecho con la respuesta obtenida, Ragnar desobedece a Haraldson. En secreto reúne a un equipo de guerreros que, en un barco construido por Floki el carpintero, le acompañarán en una travesía hacia tierras inexploradas del oeste. Hasta ahí el planteamiento del primer capítulo y de la serie, que se va complicando en gran medida a lo largo de las tres temporadas.

Quien pasa del cuarto episodio se convierte inevitablemente en un auténtico vikingo. Conforme se van sucediendo las andanzas de Ragnar nos vamos introduciendo en la cultura de los norteños, sus costumbres y creencias. Nos vamos dejando atrapar por las espadas, los escudos, las frondosas barbas y las trenzas en el pelo, las pieles y la pintura de los ojos. Las historias de los dioses van calando, empezamos a notar la influencia que Odín, Freya, Thor y Loki ejercen sobre nosotros desde los salones del Valhalla. Empieza a embargarnos un desdén irrefrenable hacia las refinadas formas de los cristianos. Una sed de sangre, batalla y oro nos ahoga. Y al final resulta que no podemos pensar en otra cosa más que en saquear y fornicar antes de ofrecer un sacrificio a los dioses.

Muy pocas series consiguen que el espectador implore formar parte de ellas, pero ‘Vikingos’ lo logra con éxito. Los bellísimos paisajes de Irlanda recrean a la perfección los territorios de la antigua Escandinavia. Vestuario y decorados gozan de un gran realismo. La escenografía es excelente, destacando por su atmósfera hipnotizante las escenas referidas a rituales y contacto con las divinidades. Las correctísimas interpretaciones de los actores son de agradecer, el veterano Gabriel Byrne cumple como siempre en su papel de Jarl Haraldson y Travis Fimmel logra con éxito transformarse en un carismático e impredecible Ragnar Lodbrok. Pero lo que más complace es el descubrimiento del sueco Gustaf Skarsgard, cuya interpretación del excéntrico Floki ha dejado a más de uno boquiabierto.
Quizá es cierto que cuesta identificarse con los personajes porque a la mayoría no se les llega a conocer del todo, pero hay que tener en cuenta que esta no es una serie intimista. En ningún momento se pretende que comprendamos a los protagonistas y ni mucho menos que les cojamos cariño, sino que disfrutemos viéndoles desenvolverse en el salvaje mundo de los vikingos. Otro detalle que parece incordiar a unos cuantos es que se dejan algunos cabos sueltos y que los protagonistas no son explícitos, tampoco sus diálogos. Para los espectadores a los que no nos gusta que nos den todo mascado y regurgitado, esto no es sino un punto a favor. Muchas veces es más inteligente sugerir que mostrar. Algunos disfrutamos tratando de comprender nosotros mismos a los personajes, sin que los realizadores nos fuercen a la comprensión en una dirección determinada. Esto puede hacer que el guion llegue a flaquear en ciertas ocasiones, pero la documentación y la contextualización histórica logran compensarlo.

Sigo en el spoiler.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Pilareos
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20 de julio de 2015
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque en realidad la serie es buena desde el primer capitulo no es hasta el final de la tercera temporada donde se ve una mejora en la calidad, gracias a un aumento substancial del presupuesto. En los primeros episodios se puede ver como tan solo aparece un barco vikingo y actualmente ya hay una flota entera, sin decir que los asaltos a las ciudades actuales son muy espectaculares.
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Xevi
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5 de octubre de 2022
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
La sombra de la mítica serie de HBO es muy alargada y cuando había cumplido ya sus dos primeras temporadas de vida y vislumbraba, con una incipiente y fiel audiencia bajo palio ya, un futuro muy prometedor, nació esta producción principalmente irlandesa que, no hay que negar la obviedad, siempre estuvo un poco a esa sombra de la primera. La temática y mucho más el modo de afrontarla han tenido la culpa de toda comparación. Sin embargo, la serie que profundiza en la apasionante cultura nórdica y sigue la pista de Ragnar Lothbrok como uno de los vikingos más populares, así como de su familia y coetáneos y las incursiones de éstos en Inglaterra o Francia, ha contado con la virtud o el defecto desde su partida del factor realidad, una responsabilidad siempre autoimpuesta a la que te terminas debiendo. A pesar de esto, la línea que separa esa realidad de la ficción se difumina a lo largo y ancho de toda la serie, siendo variadas y hasta grotescas las diferencias históricas contadas con demasiado libre albedrío de las que sí se tiene constancia. Por tanto, la disección completa entre una y otra se puede realizar con datos muy esclarecedores de los factores narrados más importantes. En otros, puede que no tanto, los registros que se tienen, no solo del personaje principal y sus descendientes, sino prácticamente de la historia vikinga con fidelidad de nombres, fechas y demás, no abundan en precisión como de otros imperios o culturas, siendo entremezclados con los escritos oficializados con posterioridad difundidos a través de la expresión oral a lo largo de varios siglos, legados en una tradición algo parecida al romancero español.

Con este tejido de luces y sombras en pugna con la veracidad, la serie tiene una predisposición, con bastante intención malsana por desgracia hay que decir, a entrelazar lo que es verdad de lo que no lo es. Saltos temporales incongruentes y otras muchas incoherencias significativas plagan la producción en sus seis temporadas. Independientemente de ello, sigue los pasos desde finales del siglo VIII y da a entender una indefinición temporal a lo largo del IX, de Ragnar Lothbrok, campesino nórdico que vive junto a su mujer Lagertha y sus hijos en la aldea vikinga de Kattegat regida por el conde Haraldson. Como todo vikingo, Ragnar, junto a su hermano Rollo, Floki o la misma Lagertha, además de labriegos o artesanos cumplen como resueltos guerreros (bueno, en una de esas múltiples inexactitudes, la repercusión de Lagertha en la batalla era más de escudera que guerrera, como, además, así la llaman, algo de relativa frecuencia en su cultura, implementándole la serie un valor añadido como combatiente vikinga con mayor presencia en el campo de batalla en el transcurso de las temporadas que la que la realidad otorgaba a sus mujeres, a pesar de contar con mucha independencia en comparación con otras culturas históricas).

Podría achacarse esta reiterada asincronía con el deseo de dar mayor agilidad a la épica por delante de todo rigor, lo que tal vez hayan conseguido en detrimento del crédito. De hecho, me juego lo que sea a que ha sido así, inclinando al Canal Historia, su baluarte formal, como una atracción turística más que didáctica.
Dejando a un lado todos los asuntos concernientes a la veracidad histórica, grosso modo, va de más a menos. Sus tres, tal vez cuatro, primeras temporadas tienen como figura central al mencionado Ragnar, desde los días en que era un guerrero a la par que campesino, explotado como el resto bajo la falsa protección del noble de turno, en ese caso el conde Haraldson, una tiranía velada con cierta similitud al protectorado feudal en que la nobleza ofrecía esa defensa a cambio de diezmos (salvando distancias, la mafia moderna). Su rebelión y ascenso entre los suyos hasta convertirse en admirado rey, tras sus conquistas lejos de tierras vikingas le encumbraron hasta ser uno de los grandes nombres de la cultura nórdica. Héroe y referencia para los suyos, las ansias de expansión, con invasión sajona y franca especialmente, centran la mayor parte de la atención belicosa durante ese espacio de tiempo, con campos embarrados dispuestos a menudo a ser teñidos de sangre, pasando sus huestes a sus víctimas a espada o hacha en mano, combatiendo la rudeza vikinga con la educación noble de sus conquistados en los salones en formas semejantes a las que se abandonan en el campo de batalla. Los sometimientos con violencia física comparten sitio siempre con los de alcoba, en un continuo devenir de personajes que reparten su tiempo entre el placer bajo las cálidas mantas y el deber aguerrido. Entre medias, naturalmente el drama carece de la misma sutileza y deambula entre palacios y aldeas con la misma brusquedad mayoritariamente, con abundante deslealtad y numerosas afrentas. Nada que no supongamos. Los ritos o costumbres entroncan con la misma crudeza sanguinolenta, igual que la tradición vikinga absorbe la cristiana y viceversa.

Después, el relevo generacional de los Lodbrok va tomando protagonismo, gracias a los diversos hijos con distintas mujeres que el rey Ragnar tuvo en vida, y la serie, paulatinamente, va descendiendo en atención y frescura, más notorio en sus dos últimas temporadas en que adolece también de cuantiosas de esas muestras de poca seriedad con la cronología real de los hechos o la presentación de los mismos. Bjorn Piel de Hierro como primogénito de Ragnar, Ivar sin Huesos, Hvitserk o Ubbe ocupan el mayor protagonismo, sembrando una diáspora con sus fratricidas luchas en diversos emplazamientos, alguno de ellos con escaso interés en la acción mostrados casi como un callejón sin salida, como el momento en que, alentados por la posibilidad de cultivar tierras deshabitadas y más prosperas que las propias, un numeroso grupo comandados por Floki, díscolo constructor de barcos y amigo de Ragnar, arriban en nuevas tierras al oeste, tierras que más tarde acabaríamos conociendo como Islandia.

Nota: en el spoiler figura el resto por falta de espacio.
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John Dunbar
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25 de abril de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con cuantos altibajos se quieran, por otra parte lógicos, dado el número de temporadas —seis, que son ocho—; tal como sucediera con otras grandes series —de "Los Soprano" ("The Sopranos", 1999-2007) a "Juego de tronos" ("Game of Thrones", 2011-2019), pasando por "The Wire" (ídem, 2002-2008) o "Mad Men" (ídem, 2007-2015)—, se ha acabado "Vikingos" y nos hemos quedado un poco huérfanos.
La más célebre creación de Michael Hirst —que no su obra maestra, honor que, a mi juicio, sigue correspondiendo a "Los Tudor" ("The Tudors", 2007-2010)— arrancó hace ocho años con un presupuesto minúsculo, sobre todo en comparación con los dispendios realizados a raíz de empezar a recabar los parabienes de la audiencia. Así, la primera temporada, próxima a una docuficción del Canal Historia —de hecho, su distribuidor original—, contaba con un diseño de producción peligrosamente austero y un villano encarnado por un Gabriel Byrne de opereta, a la satisfacción de cuyos emolumentos debió de dedicarse, encima, buena parte de los exiguos recursos financieros disponibles.
Por suerte, para "Vikingos" y para sus espectadores, el cuarteto integrado por los entonces desconocidos Travis Fimmel, Katheryn Winnick, Gustaf Skarsgård y Clive Standen —intérpretes, respectivamente, de Ragnar, Lagertha, Floki y Rollo— derrochaba un carisma arrollador. Como en la trillada gráfica de la oferta y la demanda, las curvas de carisma y presupuesto se cruzaron, estableciendo un glorioso punto de equilibrio, a lo largo de la segunda y la tercera entregas. A partir de entonces, y con los sucesivos mutis por el foro de los miembros de aquel simpático cuadro, la serie entraría en un declive no demasiado acusado, pero sí sostenido, hasta una temporada final en dos partes a cuál más decepcionante. Las generosas inyecciones económicas —rayanas, de hecho, en el dopaje olímpico soviético— no lograron hacer remontar el vuelo de unas historias que se resentían indefectiblemente de la ausencia de sus luminosos protagonistas primeros. En comparación, los Bjorn "Ironside", Ivar el Deshuesado, Ubbe Ragnarsson y Harald Cabellera Hermosa palidecen sin remedio. Eso sí, sus sobrenombres son un auténtico "must", sobre todo el de este último.
Con todo, insisto, "Vikingos" se ha erigido merecidamente en un hito de eso dado en llamar —en mi opinión, un tanto abusivamente— "Edad de oro de la TV"; si no al nivel de los referentes antedichos, sí en tanto generadora de una iconografía inconfundible —el muro de escudos, las "shieldmaidens", el "águila de sangre", etc.—, así como una reivindicación (post) moderna y desromantizada, o "deswagnerizada", de aquellos fieros navegantes —y dedicados granjeros y amantísimos esposos y padres, entre otras virtudes tradicionalmente obviadas— que aterrorizaron el orbe durante la Alta Edad Media. Todo lo cual en un formato sumamente entretenido, porque a la medida combinación, marca de la casa, de erotismo y maquiavélicas intrigas palaciegas suma Hirst una docena larga de salvajes batallas, pródigas en hemoglobina, amputaciones y jolgorio "berserker". En fin, un chaparrón de hachas, barbas e hidromiel que ha escampado para siempre y que, a la vista de la deriva del medio, probablemente no se vuelva a desatar.
Carorpar
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