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Urga, el territorio del amor

Drama La amistad entre un pastor mongol y un camionero ruso, perdido en la estepa asiática a causa de una avería, sirve de pretexto para mostrar el abismo cultural y económico entre el campo y la ciudad. (FILMAFFINITY)
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Críticas 17
Críticas ordenadas por nota
2 de noviembre de 2012
5 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Maravillosa película de Mikhalkov. Un camionero ruso alcanza las estepas de Mongolia y, a través de él, descubrimos la intrahistoria de una familia nómada mongola, sus costumbres, su iniciática inmersión en los modismos occidentales y sobre todo la nostalgia; la nostalgia de Sergei (Vladimir Gostukhin) que junto con su tierna mirada hará que logremos ver en la familia Gombo algo más que personajes del National Geographic.
La escena en la surrealista sala de fiestas mongola donde Sergei, animado por el vodka, sube al escenario para interpretar "On the Manchurian Hills", resume el contenido del film; la nostalgia rusa se apodera de la pantalla y toda la emoción que conlleva ver a un hombre rudo, solitario y algo ingenuo mostrandose vulnerable por la añoranza de su tierra fluye con fuerza y delicadeza. Uno de los mejores films de Mikhalkov y una de mis películas favoritas.
duluth
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1 de julio de 2017
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando se ha vivido mucho porque se ha trasegado por numerosos senderos y se ha estado en contacto profundo con seres humanos de muy variadas culturas, se adquiere esa sensibilidad única que nos permite captar la grandeza del hombre común, de esos seres que apenas ocupan un puntito en esta inmensa tierra sin otra pretensión que la de tener una familia y levantarla con ahínco. Y es, entonces, cuando nos damos cuenta de que, lo que llamamos paraíso, no es un lugar ostentoso, ni exclusivo, ni muy lejano. Está bien cerca y cabe en un pequeño trozo de tierra (o en una casa) donde cada miembro de la familia consiga sentir que, es incondicional, su entrega al bienestar de sus más cercanos.

¡Con qué esplendor de imágenes, con qué cálidos personajes y con cuánta sensibilidad, Nikita Mikhalkov nos enseña como se puede llegar al paraíso! Las imágenes son extremadamente simples: El cuidado de unas ovejas, ofrecer hospitalidad a un hombre del pueblo que tiene un pequeño problema, desollar un animal para alimentar a la familia y atender al comensal… pero, con cosas de este estilo, de cada imagen va emanando una sensibilidad humana y un respeto por el otro y por la naturaleza que, a veces, puede ser difícil de entender – como en el caso del pariente cuyo cadáver es abandonado en el campo a merced de los animales-, pero, si reflexionamos un poco, quizás entendamos que, es el amor, y no la falta de raciocinio la que motiva cada una de sus actitudes.

¡Qué personaje es Gombo! Un mongol de muy pocas palabras, pero perceptivo, generoso y leal al punto que lo hace digno de todo aprecio. ¡Y qué tal, Pagma! Inteligente, progresista, prudente, y con una capacidad de preparar a sus hijos para la vida que ni habiendo estado en las mejores academias. Gombo y Pagma enseñan, sobre todo, con el ejemplo y haciendo que sus hijos se involucren en cada tarea para que la experiencia sea la que los forme.

¡También Sergei, el ruso, es otro personaje memorable! La cena familiar es todo un espectáculo y, de paso, la integración cultural surge como algo espontáneo y sin reservas. No puedo olvidarme de la abuela, la suerte de mujer discreta que sabe vivir y dejar vivir, más cuando se le está dando un techo y una manutención.

Por donde se mire, el filme nos reconcilia con la vida y nos deja bien plantada la lección de que, para vivir en paz, tan sólo hay que inspirar confianza en el otro y hacerlo sentir seguro de que, esa confianza, jamás se traicionará. ¡Ah! Y no está exenta de crítica con las particulares alusiones a Stallone-Cobra-Rambo.

No puedo dejar de mencionar la emotiva banda sonora que, para “URGA”, ha compuesto el gran Eduard Artemev… y muy a propósito del tema argumental, esa enalteciente utilización de composiciones como España Cañí, el Nocturno N°2 de Chopin o Las colinas de Manchuria (del ‘Lohengrin’ de Richard Wagner) que al referirse, respectivamente, a España, Francia y Alemania, es una forma de abogar por la integración de Europa y del mundo entero como un sólo pueblo.

“URGA”, es un gran acierto en la filmografía de Nikita Mikhalkov que, meritoriamente, aboga por la Unicidad. Esto es cine para aprender a vivir.

Título para Latinoamérica: CERCA DEL PARAÍSO
Luis Guillermo Cardona
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26 de junio de 2022
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Atrapados en la basta extensión del tiempo. Ejemplos de un pasado borroso. Cimientos invisibles por el evolucionado código social. Costumbres dignas que caminan en soledad. Abrumadora presencia del curioso adaptar.

Rubor de fuertes. Bondad de líder. Ejemplo del prójimo, o para el. Culturas que fusionan sus futuros. Pasados encajando figuras eternas que se evaporan en el presente.

Como un guía desorientado que intenta, frustrado, ubicarse sin referentes. Como la savia de un árbol familiar descompensado. Referentes olvidados. Melodías privadas en el mundo exterior.

No molesten, estoy viviendo mi pasado. Comprendiendo mi existencia. Amando mi lugar. Dirigiendo mi camino. Soy la consecuencia y el amor. Un títere del tiempo.

Mikhalkov observa y discute. Su cámara vuelve a ser introspectiva y delicada. Es empático con lo ajeno y orgulloso de lo propio. Documenta el paso del tiempo con nostalgia. Su obra mas poética y delicada.

"Urga" no deja de ser otra lágrima mas de su director.
La puerta de Tannhäuser
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7 de octubre de 2011
0 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy entrañable, y en concreto para los españoles que la vean, por esa escena tan nostálgica (que en cierto modo nos recuerda también al filme de V. Erice "El Sur", cuando se oye un pasadoble y dicha música nos traslada cultural y sentimentalmente a un espacio memorístico inolvidable) en la cual están todos cenando dentro de la tienda en medio de la estepa, la familia mongol de padre, madre, la abuela, dos niños y una niña, además del invitado ruso que ha llegado allí circunstancialmente y, entonces, éste le pide a la niña, que sabe tocar el acordeón, que toque algo y les alegre la velada. La muchacha coge su acordeón y se pone a tocar nada más y nada menos que el pasodoble "España cañí" de Pascual Marquina Narro (n. Calatayud, Zaragoza, 1873 – f. Madrid, 1948), algo sorprendente que nos deja con la boca abierta y nos eriza los pelos de la piel, incluso nos humedece los ojos (al menos así le pasa al protagonista ruso que asiste a la interpretación del pesadoble, que al oírlo se le saltan las lágrimas ante esa preciosa y transportadora melodía), todo un regalo en medio de tan solitario e inmenso terrero como es Mongolia. No sabemos por qué esta niña mongol ha aprendido esta pieza musical de raigambre española o quién se la ha enseñado, así como tampoco por qué el director Nikita Mikhalkov la hace formar parte de esta película, pero suponemos que es porque este pasodoble es mundialmente famoso y considerados por muchos como el "rey de todos los pasodobles"; la cuestión es que resulta un gran acierto, porque independientemente de que sea un encantador y nostálgico pasodoble que nos zarandea el alma a los españoles, también sirve como música universal de las que se clavan en el corazón y suscitan recuerdos del pasado, de la patria chica de cualquiera, de lo que se dejó atrás, de lo que se tiene a mucha distancia o de aquello más entrañable que te remueve la sangre.
stefani
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7 de octubre de 2011
29 de 40 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película es muy entrañable, y en concreto para los españoles o judíos sefardíes que la vean, por esa escena tan nostálgica (que en cierto modo nos recuerda también al filme de V. Erice "El Sur", cuando se oye un pasadoble y dicha música nos traslada cultural y sentimentalmente a un espacio memorístico de lo español) en la cual están todos cenando dentro de la tienda en medio de la estepa, la familia mongol de padre, madre, la abuela, dos niños y una niña, además del invitado ruso que ha llegado allí circunstancialmente y, entonces, éste le pide a la chavala, que sabe darle uso al acordeón, que toque algo y les alegre la velada. La muchacha coge su acordeón y se pone a tocar nada más y nada menos que el pasodoble "España cañí" de Pascual Marquina Narro (n. Calatayud, Zaragoza, 1873 – f. Madrid, 1948), algo sorprendente que nos deja con la boca abierta y nos eriza los pelillos de la piel, incluso nos humedece los ojos (al menos así le pasa al protagonista ruso que asiste a la interpretación del pasadoble, pues al oírlo se le saltan las lágrimas ante esa preciosa y transportadora melodía), todo un regalo en medio de tan solitario e inmenso terrero como es la abierta Mongolia.

No sabemos por qué esta niña mongol ha aprendido esta pieza musical de raigambre española o quién se la ha enseñado, así como tampoco por qué el director Nikita Mikhalkov la hace formar parte de esta historia, pero suponemos que es porque dicho pasodoble es mundialmente famoso y considerados por muchos como el "rey de todos los pasodobles"; la cuestión es que resulta un gran acierto, pues independientemente de que sea un encantador y nostálgico pasodoble que nos zarandea el alma a los españoles o serfadíes con alma española, también sirve como música universal de las que se clavan en el corazón y suscitan recuerdos del pasado, de la patria chica de cualquiera, de lo que se dejó atrás, de lo que se tiene a mucha distancia o de aquello más entrañable que te remueve el más profundo y básico ADN.

Fej Delvahe
Ehavled Jef
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