Camarote de lujo

Considero que clasificar esta película de comedia es faltar a la realidad, porque lo que "Camarote de lujo" muestra, más que una serie de "gags" y de enredos, es un drama. El de la persona honrada que en un pequeño puesto se ve obligada a hacer el mal. El siempre hábil director Rafael Gil supo adaptar muy bien la novela de Wenscelao Fernández-Flores para denunciar la España de la corrupción y del amiguismo/caciquismo de tal forma que sortease la feroz censura.

Genial Antonio Casal en el puesto y fenomenal la escena en la que, sin levantar la cabeza, le niega el pasaje a un pobre hombre honrado, porque hay que colar a otro en el barco acusado de asesinato. Ese momento, el que se rebela contra esta situación injusta es lo mejor del film. Recuerda, salvando las distancias y perdón por la comparación, al funcionario japonés de la obra maestra "Vivir" de Kurosawa. La escena siguiente, en el que lucha contra viento y marea para solucionar el mal que ha hecho, bajo la lluvia, es magistral.

El impagable programa de La 2 dedicado al cine español sigue ofreciéndonos pequeñas joyas por completo desconocidas para gran parte de los cinéfilos y de difícil o imposible acceso. Muy agradable sorpresa esta cinta, una extraña mezcla entre comedia, drama y retrato sociológico de una dura y destartalada España emigrante que transmite sinceridad por todos los poros. Sin duda es un cuento con final feliz, un final soñado por miles de gentes que hubieron de abandonar el terruño para buscar un mejor porvenir. Evidentemente la cinta no tiene la dureza de "Surcos" y se decanta por tintes más amables de la mano de un genial Antonio Casal y donde tenemos el enorme placer de ver aparecer los rostros de Manolo Morán, Erasmo Pascual o un genial Fernando Sancho además de José Marco.

Rafael Gil se infiltra con especial humanidad y delicadeza en la profundidad del alma humana con esta fábula moral, impregnada de tristeza y melancolía. Bajo la apariencia de una comedia costumbrista, que en mi opinión, tiene muchas influencias del maravilloso cine fabulador de Frank Capra. Me refiero a la fe y la esperanza en el ser humano, la nobleza y el altruismo por encima de la codicia y la corrupción del entorno social. Mostrando el terrible problema de la emigración por la falta de recursos en la que mucha gente intentaba el sueño americano, cruzar el Atlántico en busca de un futuro mejor. Una película que casi arruina a su productor, Vicente Escribá, pero que se mantiene fresca porque aborda, lo que nunca pasará de moda porque es inherente a la condición del ser humano.

Adaptación para el cine del propio escritor de la novela, Wenceslao Fernández Flórez "Luz de luna", publicada en 1914. Rafael Gil la rueda con su habitual maestría y solvencia técnica, la historia de Aurelio (un excelente Antonio Casal), apocado y timorato que deja su aldea natal, en lo más recóndito de Galicia, con su maleta de cartón y el lechal como regalo de atención, para emplearse en una compañía coruñesa consignataria de buques, gracias a la mano de un pariente lejano (Fernando Sancho), compartiendo techo en una casa de huéspedes junto al genial Manolo Morán, músico ambulante sin suerte. Aurelio, que ha conocido a Guadalupe (María Mahor), sueña con hacer con ella, una vez convertida en su esposa, un viaje en uno de los camarotes de lujo de aquellos buques.

Hay también una cierta mirada del cine de Chaplin con con ese perro vagabundo que le acompaña en su desesperación. El espectador empatiza con los infortunios de un perdedor, que sueña con copiosos desayunos con abundante mermelada y panecillos crujientes, mientras naufraga en la pobreza extrema, un hombre idealista, pero débil, precisamente a causa de su pureza de alma, el ser demasiado bueno para la vida, que padecerá las penurias por oponerse a la injusticia, en contraposición a don Fabián y don Ernesto, dos rufianes extorsionadores de los desesperados emigrantes que buscan un pasaje para América. Asistimos a una toma de conciencia, en este cuento o tragicomedia moral de sonrisa amarga y lamento desencantado y nos remite a que no debemos desesperar porque el que siembra siempre recoge y a cada uno le aguarda lo que sembró.

Había que tener valor durante los años del miedo para denunciar la corrupción que caracterizaba a la sociedad franquista. Y Rafael Gil lo hace, desde el comienzo de la película, cuando muestra a una pareja de la Guardia Civil tratando de robarle un lechón al protagonista.

También descubre a todos esos ingenuos que glorifican las circunstancias favorables de la emigración española, la mafia que se aprovechaba de la desgracia ajena para llenarse los bolsillos.

Tiene más mérito esta película que gran parte del supuesto cine social que intentan vendernos ahora.

Es un poco nuestra versión de Vivir de Kurosawa, cono alguien ha dicho en otra crítica.

Aurelio es un joven con apenas lo puesto que abandona su pueblo natal en la Galicia profunda para emigrar a la costa, a la capital. Va a trabajar en una empresa naviera de un familiar que gestiona los viajes de los emigrantes que van a la Argentina sobre todo.

No creo en absoluto razonable catalogar esta cinta como comedia y quien lo hace no atiende a la realidad de la obra. Yo lo catalogo de drama social. Nada de enredos ni gracias, es la historia de un joven honesto a carta cabal que se está viendo obligado en su modesto trabajo, a tolerar malas prácticas.

Rafael Gil, sabe adaptar muy bien la novela del coruñés Wenscelao Fernández-Flores, “Luz de luna” (1914), que trata el tránsito del mundo rural al mundo urbano, una visión sobre la emigración a América y una forma de denunciar aquella España de los años cincuenta, que era una España de corrupción, amiguismo, intereses inconfesables y caciquismo. Y la verdad, con la ayuda de Fernández-Flores, Gil logra no sólo dirigir sino construir un buen guión que nace de su pluma inteligente, tanto que sorteó la atroz censura de la época. Espléndida la música Cristóbal Halffter y bien la fotografía de Alfredo Fraile.

En el reparto tenemos a un gran Antonio Casal como Aurelio, intérprete principal e inolvidable que hace del apocado y timorato pueblerino. El resto del reparto no desmerece en absoluto con actores y actrices como María Mahor, bien como la amorosa y cándida novia Guadalupe; Manolo Morán, estupendo como músico ambulante sin suerte; o Fernando Sancho, muy bien como el alevoso pariente lejano.

No ignoro que el cine español ha tenido otras películas sociales mucho mejores y más duras, peo esta película, aunque de manera más liviana, hace a su manera un film dramático y realista.

O sea, es una película de corte amable, con fe en el hombre, humana, moral y teñida de melancolía y tristeza. Huele a Kapra, y se mantiene fresca en la actualidad, porque aborda cuestiones, sentimientos y experiencias que nunca pasan de moda, porque son elementos constitutivos del ser humano.