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Expediente Warren: El caso Enfield

Terror Secuela de la exitosa "Expediente Warren" (2013) que presenta un caso real de los renombrados demonólogos Ed y Lorraine Warren. Para resolverlo viajan al norte de Londres para ayudar a una madre soltera que vive con sus cuatro hijos en una casa plagada de espíritus malignos. (FILMAFFINITY)
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Críticas 186
Críticas ordenadas por utilidad
23 de julio de 2016
99 de 141 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ed y Lorraine Warren fueron una pareja de cazadores de demonios (Lorraine aún vive, Ed murió hace unos años) que se dedicaron a "cazar demonios" y, fundamentalmente, dar conferencias, vender libros, derechos de películas, "veladas sobrenaturales" y, en general, obtener suntuosos beneficios de sus actividades. En palabras de Joe Nickell, investigador de lo paranormal, los Warren eran capaces de construir un demonio o una actividad demoníaca casi de cualquier cosa. Es curiosos que los cazadores de fenomenos sobrenaturales parecen estar especializados, de modo que mientras otros siempre encuentran "fantasmas", los Warren, muy misicas ellos, siempre veían "demonios" intentando atentar contra su fe.

El caso de Enfield fue (no se engañen por la mandanga de "caso real" de la película) uno de los casos de supuesta posesión demoníaca más explicados, puesto que se llegó a filmar y fotografiar el fraude a que se entregaron las chicas Hodgson. Sí, la película lo presenta, pero busca una torticera excusa (ver spoiler). Sí, Janet confesó (ya adulta) haber cometido fraude, aunque dijo haber falsificado "aproximadamente un 2 %" de los sucesos (el 2 % que se fotografió o filmó, curiosamente). Los sucesos nunca se reprodujeron en situaciones controladas por los investigadores.

Los Warren participaron en este caso sólo marginalmente, limitándose su relación a lo de siempre: declarar que hay un demonio, sentido por Lorraine mediante su videncia psíquica (lo que se ahorraban estos tipos en complejos -y supercostosos- medidores de perturbaciones electromagnéticas, termómetros ultrasensibles, aparatos de ultra-no-sé-qué) mientras Ed iba de aquí para allá rezando con su crucifijo (más ahorro: ¿para qué las "trampas anti fantasmas" o los generadores de antimateria?), pero aquí los pardillos a los que las chicas Hodgson tomaron el pelo fueron, sobre todo, Guy Lyon-Playfair (que, sin embargo, mantuvo siempre muchas reservas sobre la veracidad de lo que veía- y Maurice Grosse, un verdadero "tragahistorias" que, por ejemplo, se daba la vuelta a indicación del "demonio" para luego sentirse sorprendido y asombrado cuando las Hodgson le tiraban piezas de Lego a la cabeza. También se mostró siempre crédulo con las fotografías de Janet Hodgson saltando de la cama como en un trampolín ("levitando", para él) -Janet Hodgson era una niña excepcionalmente dotada en la Educación Física para sus profesores, cosa que se oculta en la película- y con las "voces demoniacas", que sin embargo, eran simples trucos de ventrílocuo.

Hay que hacer notar que si buscan prensa de aquellos tiempos, no deben hacer mucho caso de las noticias. Los periodistas del "Daily Mirror" y otros, aprovecharon la historia para vender prensa en una época de crisis económica (1977, crisis del petróleo, depresión económica, paro, familias desectructuradas, miserie, coincide con los efectos de la entrada de Reino Unido al Mercado común ¿les suena? los que vivieron aquello han votado por el Brexit, ahora).

Dicho esto, y si no nos creemos que lo que nos muestran en la pantalla es cierto, la película funciona como un moderado entretenimiento. La apruebo porque, para los amantes del cine de terror de verdad, es mil veces más divertida que los bodrios de "Actividad para-subnormales" y otros timos por el estilo, o las infames secuelas de asco y vísceras. Por lo menos se han dejado una pasta en hacer la película, , la música es buena, los actores se lo creen (aunque resulta un poco irritante la actitud de misicas de los Warren), los efectos especiales consiguen dar unos buenos sobresaltos (la monja resulta bastante bien, así como las primeras intervenciones del viejo); la dirección sigue la historia con ritmo, y no se hace excesivamente pesada una historia de más de dos horas.

¿Por qué no le doy más nota? Por la engañosa coletilla de "Basado en un hecho real" - para mi siempre resta al menos dos o tres puntos si es falsa- y por el final, francamente decepcionante
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Bobby Lee
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18 de junio de 2016
169 de 287 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya basta. Ya basta de repetir insaciablemente la misma fórmula para todas las películas de terror actuales.
Los dos filmes de "Expediente Warren" y su spin-off "Annabelle", la trilogía de Insidious, Sinister, etc.
Siempre la misma trama y los mismos personajes; Los mismos sustos y el mismo ritmo ; Siempre los mismos vulgares recursos para resolver un argumento verdaderamente pobre.
¿De qué trata "Expediente Warren: El caso Enfield? Una familia normal que ve alterada su vida porque su casa resulta encantada. Muy original. Ah, los protagonistas son niños. Muy original. La mayor parte del metraje se basa en personas caminando de noche por la casa, mientras van apareciendo entes diversos para dar un golpe de efecto y asustar a los espectadores. Original y magistral.
Además, ciertas subtramas que pretenden emocionar y sólo consiguen dar vergüenza ajena, mezclándolas con descarada propaganda religiosa.
Supongo que el único aspecto a resaltar de la cinta es el talento que tiene el director James Wan para atemorizar en cada plano, pero tengo que aceptar que apenas he sentido miedo en los 133 minutos que dura la película.
El problema con el cine de terror actual es, simplemente, que la industria cinematográfica encontró un patrón con el que saben que conseguirán un público fiel e incansable. Y así seguirán hasta que les deje de funcionar.
Por favor, un poco de originalidad.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
marci
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19 de junio de 2016
45 de 51 usuarios han encontrado esta crítica útil
A la mujer de Goya le tuvo que pasar más menos lo mismo, que un día se levantó la pobre y se encontró con las pinturas negras en el salón, y ya no pudo volver a pegar ojo, que lo sé de buena tinta.

Los Warren forman un matrimonio ideal, tan enamorado, tan esotérico, tan flower power. Si el marido pinta cosas horripilantes y las cuelga presidiendo la salita, ella ni rechista, no vaya a causarle una frustración artística a lo tonto, que bien contenta se pone luego cuando el maromo pilla la guitarra y se arranca por Elvis, que es un deleite. Y también es un manitas, que arregla fregaderos y lavadoras en los ratos libres que no está exortizando infantes. Qué pareja más felíz y armónica.

Habrá quien atribuya a James Wan cualidades de genio y figura, pero, en realidad, sólo hace pelis de sustos, no nos volvamos locos. Eso sí, las hace como nadie.
Los sustos de Wan son al cine lo que los dulces de las monjitas a la repostería: artesanos y hechos con cuidadito y cariño. Nada que ver con el resto de la oferta. Y, al igual que las monjitas, sólo utiliza productos naturales, en su caso, iluminación, cámara, actores maquillados y stop motion. Pero claro… si te pones hasta el culo de yemas de Santa Teresa, te empachas, lo mismo que si te hubieses zampado un kilo de cruasanes industriales… y con los 130 minutos de esta peli pasa también un poco eso.

Personalmente, encuentro este Expediente Warren más similar a una de Insidious que a su predecesora, y aunque la historieta sea un delirio pachanguero, la ambientación, a todos los niveles, resulta minuciosa y perfecta. Si te apetece echar la tarde pegándote un montón de absurdos sobresaltos, no vas a encontrar mejor opción que esta, salvo el Expediente original.
VALDEMAR
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19 de junio de 2016
54 de 70 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es mi primera crítica en esta página, así que intentaré no alargarme mucho:

¡James Wan lo ha vuelto a hacer! Y demuestra que las segundas partes sí pueden ser buenas, y más en el género de terror. Crea una atmósfera que te consume totalmente, te mantiene en constante tensión a lo largo de toda la película y hace que no apartes la mirada de la pantalla en ningún momento (al menos a mí). Su dirección es impecable, buena fotografía, un excelente diseño de producción, una banda sonora que pone los pelos de punta y una historia bien trabajada y lograda. En cuanto al apartado de interpretación, Vera Farmiga y Patrick Wilson están más que perfectos, demostrando la gran conexión entre sus personajes. La gran revelación (y buena) es la jovencita Madison Wolfe, con una actuación muy digna para su edad. Con respecto a lo demás: sustos muy conseguidos, buena aportación del resto del reparto y unos bichos que dan muy pero muy mal rollo.

El prólogo es sin duda inmejorable y especial mención a algunas partes que recuerdan a Insidious, ¡ojo! que esto no significa que sea algo malo sino todo lo contrario. El único inconveniente que añadiría es el final, no terminó de convencerme...

En conclusión, Expediente Warren: El Caso Enfield o (The Conjuring 2) es una muy buena secuela y más que decente, no llega al nivel de la mágnifica y primera entrega pero lo roza por poco, y sitúa a James Wan como el nuevo maestro del terror, un género que cada vez más va de mal en peor por desgracia. Háganos un grandísimo favor Señor Wan: ¡no se aparte de este género! Gracias a usted, muchos nos estamos asustando DE VERDAD.
Yonathan Ramos
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18 de junio de 2016
35 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
La turbiedad es fascinante. Y los fantasmas y su enigmática y atormentada presencia entre dos mundos – el más allá vedado al común de los mortales y el más acá, albergue de nuestros insomnios cotidianos – han dado origen a un sinfín de películas de muy variada factura, calidad y consistencia. Querer convencer de su inapelable existencia recurriendo a que estamos ante hechos reales – o más bien habría que decir: ante ocurrencias ciertas pero discutibles – es un despropósitos innecesario, ya que no añade ni quita nada a la verosimilitud y éxito de la ficción que se despliega con el afán de perturbarnos y desasosegar. Tratando de ser justos, se debe distinguir entre los logros alcanzados y las carencias que encontramos, con independencia de si confirman o no la existencia del maligno entre nosotros.

James Wan es un consumado especialista en crear climas tóxicos e intranquilizantes. Sabe transportar al espectador a un mundo lleno de peligros y acechanzas con maestría y mano firme, no sólo plagado de sustos y sorpresas, sino trufado de una atmósfera inquietante donde todo lo truculento parece posible y cualquier amenaza se vuelve tangible y turbadora. Juega con las premoniciones y expectativas más descabelladas, creando un microcosmos insalubre y viciado donde el horror encuentra su acomodo natural. Quizás sea ésta la mayor de sus virtudes: la ambientación truculenta y la atmósfera espectral que recrea a partir de elementos mínimos y cotidianos.

Pero también hay errores y deficiencias de bulto que devalúan el resultado. Un metraje excesivo que demora el desenlace y estanca el desarrollo de la historia, al recrearse en exceso con episodios adocenados y repetitivos en vez de optar por una sobriedad y contundencia formal que hubiese redundado en una mayor efectividad. Demasiado de lo mismo acaba por cansar y aburrir, por bien elaborado que esté. Y el tema de la casa encantada está muy visto y fatigado y adolece de convenciones simplistas que hacen parecer ridículo lo que pretende ser desconcertante o terrorífico. El catálogo de recursos y trucos desplegados es impresionante, pero nada novedoso, más cercano al parque temático florido que al relato fantástico que ansía. En general, menos es más. Y aquí hay desmesura.

La pareja protagonista funciona a la perfección. Su complicidad, compenetración y buenos propósitos proporcionan el anclaje indispensable y contrapunto necesario que realzan los desafueros y excesos presenciados. Sin ellos carecería de interés, pero su presencia consigue que todo nos importe, nos interese y nos seduzca. Son la clave del éxito. Pero en conjunto la propuesta decepciona porque es más de lo mismo, irreprochable pero rutinario, pura fórmula comercial.
antonalva
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