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Todo el oro del mundo

Drama. Comedia En la pequeña localidad de Cabosse, los lugareños disfrutan de una gran longevidad. Partiendo de este hecho como reclamo comercial, Victor Hardy se propone construir una urbanización en unos terrenos de poco valor. El único obstáculo es Dumont, un viejo obstinado, que, a diferencia de los demás, se niega a venderle sus tierras. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
4 de marzo de 2007
7 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un magnífico argumento que cuenta la tenaz oposición de un ya anciano granjero, todo tozudez, a que le expropien el terreno y se levanten allí pisos, como en el resto de su pueblo, que como reclamo turístico se trata del más longevo de Francia, dió lugar a una fábula ingenuista, irónica y cómica dirigida por Clair, que recuerda pasajes del cine popular y certero de Tati, del magistral esperpento de Berlanga y hasta ramalazos de nuestro Paco Martínez Soria.
Es una película que advierte sobre el peligro de las grandes multinacionales y de las especulaciones de los tiburones del pelotazo, con lo que su actualidad, en estos tiempos, se reaviva. La película tiene ritmo, así como un matizado pesimismo y una crítica bastante feroz hacia la prensa basura y todo lo que rodea a los medios de comunicación cortados por ese patrón.
kafka
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23 de diciembre de 2009
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Canto del cisne de un gran realizador francés que poco después se retiraría del cine. Aquí nos sorprende con una comedia rural cargada de acidez. La crítica nada encubierta a los tiburones del desarrollismo económico que poco después aterrizaría en nuestras costas y ciudades antes del frenazo que supuso la crisis del petróleo.

La cinta se inicia con un París que ya no es el de los tejados y los cantantes, donde las chimeneas de las casas se ven suplantadas por los tubos de escape de los coches y los atascos. Clair mira con desdén su ciudad que ha cambiado y sitúa como contrapunto el rural sur francés. Los especuladores inmobiliarios pretenden tirarlo todo y construirlo nuevamente, como hiciera la "nouvelle vague" con el cine clásico francés. Pero lo que Clair contempla como la reserva cultural francesa ante la modernidad, el campo, es dibujado con un excesivo uso de tópicos sobre el ignorante campesino, al que sin duda no conocía. El analfabeto de aquí no es un Paco Rabal, sino más bien Marianico el Corto. Y el pueblo está lejos de ser a su vez una reserva moral. La llegada del "porvenir" es aplaudida y caracterizada casi como una reproducción del "Bienvenido, Mister Marshall" de Berlanga, película que tras su éxito en Cannes sin duda conocía y director con el que llegó a colaborar dos años más tarde. No faltan las inauguraciones, las pancartas, la Lolita Sevilla de turno, los discursos del alcalde, etcétera...

Y es que esta película de Clair nos recuerda mucho al cine español e italiano de costumbres, y el hecho de que en el magnífico doblaje al español participase Alfredo Landa dando voz a un gañán fortalece dicha sensación. Sensación que a su vez es entre ácida y amarga si observamos la película en su conjunto, alejada del alegre vivir de otras películas de Clair. El mensaje es contundente y anticapitalista, tan de los sesenta, muy apropiado para el lugar de reconocido académico e intelectual francés que por entonces ostentaba el director, que también escribe esta obra. Se detecta incluso un intento por resultar menos clásico en su modo de filmar, con movimientos rápidos de cámara, montaje veloz, zoom... Pero estaba claro que Clair perdía ya su posición dentro del cine pese a sus intentos por estar al día, y de hecho los mejores planos de esta historia son los que nos recuerdan a sus películas más clásicas, haciendo uso de la imagen sin acompañamiento sonoro, al modo del cine mudo, o retratando la inocencia de los sentimientos.

Al final el resultado no deja de ser divertido y adquiere un ritmo trepidante en algunos momentos, nos engancha y nos desespera la tozudez de los personajes, y consigue hacernos reír. ¿Es el mejor Clair? Ni mucho menos ¿Es la obra más original de su autor? Para nada ¿Nos inquieta? Tampoco. Pero el caso es que después de todo nos hace pasar un muy buen rato, y de eso se trata ¿no? Y me quedo con la genial escena de llegada en helicóptero de Tulipán al prado de ovejas en busca del pastor. Mondante.
REXMUNDI
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16 de febrero de 2020
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es quizá la más actual de las películas de Clair, pues trata de los abusos de la especulación inmobiliaria, satiriza la prensa sensacionalista y del corazón y recuerda que las grandes ciudades, aparte de la contaminación del aire, sufren otras miserias, como la hipocresía con que se encubre la obsesión por el dinero y el éxito.
A la mentalidad de un promotor sin escrúpulos que quiere convertir un pueblecito pintoresco y alejado de París en un falso paraíso, construyendo una urbanización con el pretexto de que allí se llega casi a los 100 años, se opone la psicología cerril de dos campesinos ignorantes, cuya inocencia les mantiene al margen de otro interés que no sea seguir viviendo su vida de siempre. Una vida caótica, llena de orgullo herido, peleas y obtusa fidelidad al pasado, pero mucho más humana y hasta poética.
Dichos dos personajes, padre e hijo, son interpretados magistralmente por Bourvil y se convierten en símbolo de la crítica al stress, la inmoralidad, el egoísmo y la burla de los buenos sentimientos que representan los creadores de la urbe de La larga vida. Desfilan secuencias muy divertidas, como la de los escopetazos con balas de sal en el trasero de los periodistas o la farisea presentación del paleto protagonista en un escenario de teatro.
El sentido del film lo encuentro en la fuente de agua fresca que pertenece a la única finca que no se ha vendido. Los agentes inmobiliarios se proponen explotar económicamente esa fuente, la necesitan para dotar de agua a la urbanización. El tosco campesino regala ese agua a todo el que pase por el camino.
No debemos dejarnos hipnotizar por el falso progreso que fingen los empresarios y los políticos. Esa mentira les sirve para encubrir su afán de lucro, su materialismo. Cobrarían el aire que respiramos si pudieran. Me alegro, al menos, de que en esta película no logren convertir la humilde fuente en piscinas de lujo.
Luis
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24 de abril de 2021
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es poca cosa el inicio de "Todo el oro del mundo", mostrando una realidad que para nada nos es extraña: quienes viven en las grandes ciudades, rodeados de automóviles, ruidos y contaminación, huyen por carretera buscando lugares con mejor calidad de vida. ¿Es el mejor René Clair?; todo un clásico del cine francés, no olvidemos que de su mano nace el cine sonoro y con "Todo el oro del mundo" ya estamos en la década de los sesenta. La película puede no parecer gran cosa, podría ser una más italiana de la época (sí, he dicho italiana) creada rápido y corriendo para entretener con su humor sencillo y sin demasiadas pretensiones. Y si es así, ¿eso la hace peor?; ¿es por ello una cinta menor?

A mí me ha parecido una comedia brillante por momentos, aunque posea un humor muy elemental. El caso es que funciona, se trata de una película que puede ver cualquiera y me extrañaría que de forma justificada nadie pudiera decir nada negativo de ella. A estas alturas, Clair ya dominaba el oficio y además no se quiso dejar nada en el tintero. Y todo ello en bastante menos de noventa minutos: la mayoría de directores y productores de cine actuales deberían aprender de ello. Clair tiene tiempo de subir a las montañas tras pasearse por el campo, volver a la ciudad a rajar de la televisión, seguir acusando al grosero especulador capitalista allá donde pone la cámara y cierra una historia de amor en un puente de forma maravillosa.

Todo ello sin que haya un minuto de descanso, con buen humor y con unos excelentes actores (llego tarde ya para decirlo) entregados al servicio de la comedia: sobresalen Bourvil y Noiret, espectaculares.
Luisito
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9 de diciembre de 2022
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En el año 1961 se hace una fotografía a un momento único en Europa, cuando la especulación empezaba a comerse la tradición de cientos de años de una Europa cosida a la sombra de la cruz y entre periodos de paz que dejaban las guerras. El pez gordo puso su ojo en el débil, el inocente, el puro que vivía en la ruralidad, y a cambio de un fajo de billetes que le invitaban a la esclavitud intergeneracional, dejaban atrás su oficio y sus bestias, a merced de la especulación.

Es esta una finísima y graciosa comedia que critica esa parte y nos recuerda, con otro estilo, a nuestro Bienvenido Mr Marshall o a los escarceos de Paco Martínez Soria. Alfredo Landa dobla a Toine y, con la voz modificada, al padre.

La velocidad y prisas de la ciudad contra la tranquilidad y rutina del campo. El inicio es genial y familiar (recuerda a cine patrio), pero en el momento en el que se van acotando los vaivenes, la película no avanza como se desea. Corta pero entretenida.
CHIRU
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