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Cuando una mujer sube la escalera

Drama Keiko acaba de quedarse viuda y tiene que valerse por sí misma. Encuentra un empleo como anfitriona en un local de Tokio, pero además de cubrir sus propios gastos debe ayudar económicamente a un hermano enfermo y sin trabajo. Tras seducir a un rico cliente, una joven geisha deja el trabajo, cosa bastante habitual. En cambio, Keiko, que desea honrar la memoria de su marido, se niega a relacionarse con los ricos clientes de la casa. (FILMAFFINITY) [+]
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
18 de octubre de 2015
18 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sin duda, "Cuando una mujer sube la escalera" es una de las películas imprescindibles de la filmografía del maestro japonés Mikio Naruse. La mujer japonesa vuelve a ser el centro de atención siendo Hideko Takamine quien vuelve a protagonizar la historia. Vamos a presenciar cómo sobre sus espaldas pesa el melodrama que supone sobrevivir de lo que la noche te da, ella pertenece a otra época y su lucha tiene que ver con la incomodidad de presenciar el constante cambio de la sociedad a la que pertenece. Cada vez que sube las escaleras para trabajar se está humillando, pero no tiene más remedio que hacerlo porque está sola. O se inclina ante el trabajo que le da de vivir a ella y a su familia o lo pierde todo. Su lucha por mantener unos valores conservadores y no entregarse al completo la hace más digna, más atractiva para los hombres. No es una cualquiera caramba, es Hideko Takamine.

Mikio Naruse, extrañamente poco reconocido en el mundo occidental, es alguien que sabe cocinar de forma soberbia, poco a poco y a fuego lento, los elementos de los que dispone. Con historias siempre del Japón cotidiano, el que le tocó vivir, en mi opinión no es que esté a la altura de Yasujirō Ozu (esto ya son gustos muy personales): para mí está por encima. De momento no he encontrado ni una película de Naruse mediana, todas son notables. Como en otras ocasiones, en "Cuando una mujer sube la escalera" cuesta entrar, pero a los diez o quince minutos empiezas a comprender más y más a la protagonista y es imposible no acabar empapado por su vida y sus circunstancias.

Cuando el cine está bien hecho, cuando el cine es bueno, es cine como el de Naruse.
Luisito
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1 de marzo de 2011
13 de 17 usuarios han encontrado esta crítica útil
Valiosa película del genial Mikio Naruse. Obra en blanco y negro donde vemos como la sociedad japonesa de la postguerra (II.G.M.) se ha impregnado ya de las modas, las vestimentas, los looks y gran parte del comportamiento "demócrata"-occidental.

La protagonista principal, a la que llaman tanto por el nombre de "Mama" como por el de "Keikon", es una mujer de unos 30 años que trabaja en un bar como chica de alterne, de las que se dedican a acompañar a los clientes varones, incitarlos a consumir, beber, comer, hablar, hacerles la estancia en el locar lo más hospitalariamente posible, e incluso salir o acostarse con ellos. Pero en el caso de Keikon, ella nunca se acuesta con los clientes ni deja que la soben ni se propasen con ella. Aún así atrae a muchos hombres. Con este comortamiento serio y lo más firme posible ella da ejemplo de mujer respetable a pesar de trabajar donde trabaja. Keikon, en un momento dado le aconseja así a una compañera de oficio: "Creo que la mujer pierde su encanto si va tonteando con los hombres. (...) Una mujer de verdad no tiene que ser nunca ligera."

Keikon, además, tiene que trabajar duro para ganar así dinero con el que mantener a su anciana madre y a un hermano mayor bastante buenazo y simplón que fue abandonado por su esposa y vive sin apenas trabajar a cargo con un niño paralítico. Todo esto y la pérdida repentina del hombre que ella verdaderamente ama, hace que se lance en brazos del primer empresario, gordo y poco atractivo, que le propone matrimonio. Mas encontrará de repente un nuevo y tremendo revés en su vida.

Estamos ante una buena película japonesa, toda ella elaborada con un toque bastante italiano o español del neorralismo propio de los años cincuenta y sesenta; incluso la música que acompaña al desarrollo de esta historia es muy parecida a algunos de los temas musicales que el neorrealismo italiano o español empleó en esas décadas del siglo XX.

Es una película digna de persa con atención.
Azurcine
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14 de enero de 2022
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aterradora.

Naruse hace que su personaje protagonista sea el aperitivo perfecto para el variopinto desfile de carroñeros que desfilan por su cinta. La agonía de un alma pura que se resiste a caer en el vacío más absoluto.

Cada uno de los aspectos identitarios del cine de Naruse están presentes, pero si algo eleva a "Cuando una mujer sube la escalera" es su grado de agresividad en cada una de sus propuestas. La ansiedad que siente su protagonista traspasa la pantalla y te anuda la garganta.

Los héroes de Naruse son invisibles hasta que te miras en el espejo.
La puerta de Tannhäuser
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27 de enero de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Más a la europea, más prosaico y menos lírico que los maestros Ozu y Mizoguchi, Naruse se revela aquí como un profundo estudioso de los combates cotidianos de personajes sencillos. Sigue los continuos trabajos de la viuda treintañera interpretada por Hideko Takamine, una mujer que, como casi todos nosotros, vacila entre hacer lo que le pide el cuerpo y lo que cree que le conviene en su situación (odia el alcohol, pero bebe y hace beber, y se perfuma, pinta y trasnocha cuando prefiere la vida familiar). Y parece que, haga lo que haga, siempre fracasa. Al parecer, Naruse no cree en la recompensa o el triunfo, sino solo en la lucha. Sin duda, la mejor de las tres o cuatro películas que he visto de este autor.
Capitan Ahab
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30 de octubre de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Mikio Naruse era conocido por su extrema timidez, hasta el punto de que en los rodajes solía evitar dirigirse directamente a los actores y delegaba las órdenes en sus asistentes, en una entrevista que concedió décadas después de su muerte, la que fue su esposa durante treinta años lo definió como «una persona muy seria, casi como un antiguo samurái», sumadas a este detalle, las cifras de producción de Naruse, que dio cuerpo a 89 filmes en los 37 años que ejerció como director (téngase en cuenta además que hablamos de un cineasta muy meticuloso, de los que no acaban la película de cualquier manera), apuntan a un hombre dedicado de forma casi monacal a su oficio. Naruse hizo de esa timidez patológica, de esa introversión irreductible, método de trabajo y rasgo de estilo, su mentalidad pudorosa le llevaba a dirigir desde la sustracción de elementos: cortaba líneas de guion, quitaba atrezo para no recargar los escenarios, evitaba ostentaciones con la cámara y prohibía a sus actores interpretaciones llamativas. Cronológicamente es etiquetable en la generación de directores que despuntaron en los años treinta al amparo de la productora Shochiku, fue compañero de Yasujiro Shimazu, Heinosuke Gosho, Keisuke Kinoshita, Yasujiro Ozu e Hiroshi Shimizu, y como ellos cultivó el género del “shomin-geki”, las historias cotidianas sobre las clases populares del Japón contemporáneo, también como ellos, alcanzó un estatus lo bastante privilegiado en la productora como para gozar de un grado generoso de libertad creativa.

“Cuando una mujer sube la escalera” es uno de los filmes imprescindibles de Naruse, un director de importancia capital dentro de la cinematografía nipona, sus pesimistas relatos sobre mujeres que tienen que afrontar mil y una adversidades para seguir adelante, son un bocado demasiado exquisito como para que el buen cinéfilo los deje escapar. En este filme vuelve a contar con la presencia de su musa, la hermosa y delicada Hideko Takamine, quien da vida a una mujer que, tras el fallecimiento de su esposo, deberá abrirse paso en el difícil y sórdido mundo de la noche, Naruse narra sus vicisitudes con una sensibilidad y un tacto casi poéticos, siendo la dulce voz (en off) de su protagonista, la que nos guíe a lo largo de todo el metraje. La simple acción de subir unas escaleras, las que conducen al local en el que trabaja, es utilizada de forma reiterada por el director como metáfora del sufrimiento que para Keiko supone acudir cada día al lugar que le permite sobrevivir, allí debe fingir amabilidad, perfumarse con fragancias caras y beber alcohol hasta sentirse ebria para así contentar a sus clientes, al contrario de lo que hacen muchas compañeras de profesión sin escrúpulos, Keiko, siempre ataviada con kimono clásico debido a su carácter conservador, se mantiene virtuosa, negándose a tener relaciones con los hombres que frecuentan el negocio, esta opción que, básicamente, diferencia a una geisha de una prostituta, le causará no pocos problemas a la hora de mantener a flote sus locales.

Junto con algunos filmes de Mizoguchi, una de las mejores obras que sobre el mundo de las Geishas se han realizado, tal vez cueste un poco entrar en la película, pero a los pocos minutos empiezas a comprender más y más a la protagonista y es imposible no acabar empapado por su vida y sus circunstancias. Sin duda un film que merece la pena ver y que desvela, en su sencillez, que muchas veces son las mujeres las dueñas de su propio destino, aunque otras piensen que éste es humillante.
Juan Marey
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