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Las noches salvajes

Drama Historia de un joven bisexual que vive con una chica una violenta y apasionada historia de amor. (FILMAFFINITY)
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Críticas 9
Críticas ordenadas por utilidad
30 de diciembre de 2007
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta es una mítica película autobiográfica, cuyo visionado ejerce en el espectador una mezcla de fascinación y grandes dosis de emotividad, por todo lo que la rodea. El director, guinista y protagonista Cyril Collard murió poco después del estreno de sida.

No es una gran película. Sus diálogos son a veces simplones pero directos como mazazos.
Si algo desprende es sinceridad. Sinceridad aplastante, propia de quien hace algo sabiendo que va a morir pronto, de quien desea con fuerzas contar algo, y apenas le queda tiempo. Es escalofriante y doloroso.

La intensa historia de amor es poderosa. El personaje de Collard trata de aferrarse a la vida, intentándola exprimir al máximo en un desmedido proceso de autonegación. No acepta entregarse al amor sin renunciar a placeres superfluos.
No asume su enfermedad, lo que le llevará a comportarse a ojos del espectador de manera inmoral. Ahí radica su inmensa honestidad. Collard en ningún momento se justifica, y plantea una problemática real sin adornos y con crudeza y realismo.
Romane Bohringer en su exigente papel de enamorada obsesiva está simplemente inmensa.

En la película también se nos presenta con acierto el interesante tema de la bisexualidad, y el tratamiento estigmatizado que suele dársele. Bohringer expresa en varios momentos lo que para muchos simbolizan los bisexuales: personas que buscan el placer ante todo, incapaces de enamorarse y ser fieles, pervertidos en busca permanente del morbo…

Interesantísima para todo cinéfilo.
talktonight
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18 de agosto de 2007
10 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un tema peliagudo, el sida. Viendo estas Noches salvajes siento que Collard se ha parapetado tras un puñado de lugares comunes dentro del tema de la homosexualidad, pero es mentira. Puede que sean lugares comunes, pero son los que él frecuentaba; son, por tanto, verdaderos. Porque el mayor mérito de la película radica en su hiriente sinceridad, aquella que sólo poseen los que saben que el tiempo se acaba y que de nada sirve mentir. Collard, guionista, director y actor principal de la película, se analiza a sí mismo en este doloroso periplo de aceptación de la enfermedad, captando los seísmos emocionales que ésta provoca en él y en los que le rodean con una cámara limpia y tensa que sólo en determinados momentos se adentra en una poesía de manual bastante desafortunada. No hay maniqueísmo en el relato, no se dibuja como un santo, al contrario: perfila sus defectos con técnica minuciosa y sin asomo de victimismo. El deseo en él es un impulso turbador e inevitable que se confunde con el amor, los encuentros sexuales con extraños son vías de escape, no manifiestos de una personalidad viciosa. Su dibujo es complejo y contradictorio, pero siempre humano, como humano es el personaje que interpreta Romane Bohringer, enferma de amor que reta a la muerte como máxima expresión de su enamoramiento.

Menos interesante (aunque tiene su atractivo) es el personaje de Samy (Carlos López), un homosexual reprimido que se involucra en un grupito neonazi en un estúpido acto de autonegación. Es en este trío donde Collard haya su perfecta vía de expresión, aunque a veces se le vaya la mano en el ritmo, el estilo y las intenciones. ¿Cómo explicar si no la obviedad de algunos diálogos? ¿O el tono demasiado conscientemente trascendental de algunas situaciones (que chirría, pues la película es, al menos en un sentido visual, bastante plana y superflua, aunque por dentro sea otra cosa)? ¿O ese afán por reincidir en temas ya asimilados, volviendo la narración reiterativa y algo tediosa? Pero no se puede atacar esta película esgrimiendo unos argumentos tan insignificantes como estos: sería una crueldad pararse a mirar el diente a un caballo que es todo corazón y honestidad. Lo importante es dejarse llevar por la incertidumbre que surge del dolor y el miedo a morir. Por cierto: Cyril Collard falleció tres días después de recibir cuatro premios Cesar (incluyendo el de mejor película) en la edición de 1992. Murió de sida, por supuesto. Al menos pudo dejar un testimonio de vida que es algo más que una simple toma de concienciación social: todo un estudio sobre el amor y lo arbitrario de los sentimientos. Sobre la complejidad del ser humano, en definitiva.

Lo mejor: su sinceridad y complejidad.
Lo peor: demasiado larga.
nachete
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22 de agosto de 2018
3 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Admiro de cojones esa característica que los psicólogos definen como resiliencia. Si, me estoy refiriendo a esa capacidad que tenemos para terminar sobreponiéndonos a las tragedias. Cyril Collard, sabiéndose afectado de la entonces de esta fatal enfermedad, transforma todas sus vivencias y emociones en un testimonio para la posteridad, en una obra de arte.

Artista polifacético: músico, escritor, actor y cineasta..., malogrado por su precoz desaparición en 1993 a consecuencia del SIDA. Enfermedad que logra plasmar en "Las noches salvajes" ("Les nuits fauves") título de su novela homónima y autobiográfica, publicada en 1989, y que posteriormente serviría como armazón argumental para esta película.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Jonthans
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13 de abril de 2007
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
A finales de los años 90’s -a México siempre llegan con retraso las películas europeas- por pura casualidad vi “Las noches salvajes”; el impacto que este filme produjo en mi (en plena era de apanicamiento por el creciente contagio del SIDA, en plena era de amores ligt; del resurgimiento de la hipocresía y doble moral como prácticas comunes; ya con la cuenta de varios personajes celebres fallecidos a causa de este mal) fue brutal.

“Las noches salvajes” se sitúa en las antípodas de producciones hollywoodenses sobre el SIDA tipo “Philadelphia”, presentando, por el contrario, una visión realista, descarnada, honesta y carente de cualquier blushit de la vida al margen de "las buenas costumbres". El joven director no recurre a los discursos moralinos, simplemente se limita a mostrar un retrato terrible, a la vez que fascinante, del acontecer de un grupo jóvenes habitantes de un submundo sin futuro, casi sin presente, en donde ellos viven lo que les toca, y como les toca, pero con un desenfreno y vehemencia tales que parecieran querer apurar hasta el último aliento de sus vidas.

Al impacto que el filme me produjo, contribuyó el saber que el guapísimo director y protagonista, había muerto a los 35 años víctima de SIDA y poco tiempo después de haber realizado ésta su ópera prima. La película es buena y muy dura; a 15 años de su producción no ha perdido un ápice de vigencia.

No apta para adeptos de la “vela perpetua”o de lo “políticamente correcto”.
marichuy
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11 de octubre de 2006
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Se ve que conocía muy bien el tema del film su director y actor Cyril Collard, que murió de sida poco despues de estrenar esta peli. Según parece es bastante autobiográfica y cuando una persona de 34 años dirige una película, sabiendo que ha contraído el sida y que va a morir en breve, pues lo lógico es que pierda los miedos de contar las cosas tal y como son, y se vuelva sincero hasta la extenuación, ya que no tiene nada que perder.
El visionado es bastante doloroso, sobre todo si conoces la información de la realidad de la muerte del actor-director-guionista. La amargura de un animal herido de muerte al que ya no le importa nada ni nadie, está enfadado con la vida por lo que le está haciendo pasar y lo paga con la gente a la que le importa. Vamos como la vida misma pero llevaba a los extremos de la muerte, la enfermedad y el sexo brutal.
A mi me gustó muchísimo, pero he tenido la oportunidad de volverla a ver, y no me he atrevido. Pasa como con otras películas duras, que con una vez que sufras viendola ya vale. Ya te ha quedado impregnado el espíritu de la película y no la olvidas. Pues esta es de las que impactan, de las que no se olvidan.
umaestef
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