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Simón del desierto

Comedia. Drama Durante más de seis años, Simón el estilita ha hecho penitencia manteniéndose en pie sobre una columna. Un devoto muy rico le regala una columna mejor, y Simón realiza el milagro de devolverle las manos a un mutilado. Durante varios días, mientras Simón sigue haciendo penitencia, el diablo se le aparece y trata de hacerlo caer en la tentación. (FILMAFFINITY)
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Críticas 38
Críticas ordenadas por utilidad
21 de enero de 2007
71 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Julio Alejandro y Luis Buñuel, guionistas del mediometraje, no se cortaron un pelo y confeccionaron un lacerante guión sobre la ridiculez de la moralidad del ser humano. O sea, no contra la moral cristiana, sino contra la asunción absurda y fanática que los creyentes hacen de los preceptos cristianos, empezando por los místicos y los eclesiásticos.

No es una comedia, pero está repleta de sentido del humor: el hombre manco que, por obra del santo milagrero, recupera sus manos y lo primero que hace es sacudir una colleja a su pequeño hijo; la hermandad que acude a rezar postrada a pies de la pilastra del penitente y corea vítores o abucheos, según proceda, en respuesta al discurso de Satanás, tan veloz y enrevesado, que los brutos monjes se equivocan en su respuesta coral; el final, que parece de película de Shyamalan... ¿Verían Chapman, Cleese y compañía esta película antes de hacer su película más celebrada?
Kick'Em Ars
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13 de mayo de 2008
61 de 63 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel dedica "Simón del desierto" a considerar, a su manera, la posibilidad y la efectividad de la vía ascética para la liberación espiritual, un camino diametralmente opuesto al de la zambullida en el mundo, apurando el ciclo vital y aguantando hasta el fin.
En sus memorias, Buñuel cuenta que desde la época juvenil de la Residencia de Estudiantes pensaba en hacer la película sobre Simeón el Estilita.
Entre carcajadas, Lorca le leía en las páginas hagiográficas de 'La Leyenda Dorada' ciertas observaciones sobre el proceso digestivo del anacoreta.
Claro que, al alimentarse sólo de lechuga, los resultados de tal proceso se parecían a los de una cabra. Y así lo explicaba Simón desde lo alto de su columna, ya en la película, a un pastor, que respondía desde abajo: “¡Atracones de puro aire se da usted!”.

Con semejante desparpajo iconoclasta, y antes de “La Vía Láctea”, Buñuel rueda esta comedia teológico-surrealista, la última de sus películas mexicanas: el productor Alatriste no consiguió plata suficiente y el metraje quedó recortado a la mitad. Buñuel tenía práctica en tales reajustes.
En "Simón del desierto", al no ser el argumento una trama estructurada sino una sucesión de escenas bastante autónomas, la supresión de unas cuantas no lo desmorona, aunque la transición a la secuencia final queda bastante brusca.

Para mostrar la vida del estilita, Buñuel se mete en lo literal de la leyenda y se zafa de la solemnidad del tema. Detalla lo concreto del hábitat de Simón: en medio del desierto pelado, una alta columna sobre la que acercarse al cielo y practicar un ascetismo extremo, castigando la carne pecadora y soberbia, absorto en los rezos (“¡Me doy cuenta de que no me doy cuenta de lo que digo!”). Dispone de una barandilla de cuerda por la que asomarse a soltar sermones y sentencias al público que aparece de vez en cuando. También dispone de una escalera de palos por la que algún discípulo trepa para hablarle de cerca y recibir su bendición. Y de una soga para subir el zurrón donde le colocan las hojas de lechuga y una calabaza con agua. Si le añaden un mendrugo lo considera tentación y se mesa su barba de moisés escuálido.
Para las tentaciones más fuertes se presenta el diablo, con variadas apariencias turbadoras...
Al pie de la columna, en la tierra, está la choza de la madre, a quien Simón ignora. Ella le dirige miradas de consternación.

Banda sonora: tambores de Calanda, enérgicos redobles aragoneses.

Buñuel dirige esta desmitificadora película con socarronería y desenfado, con regocijante fluidez, lo que lleva a evocar melancólicamente el bolsillo desfondado del productor Alatriste y a añorar las demás escenas divertidas, que se quedaron en el limbo cinematográfico.
Archilupo
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22 de octubre de 2009
61 de 68 usuarios han encontrado esta crítica útil
“El hombre sabio sube a la montaña y desde allí contempla a la gente… Luego desciende y convive con la gente”. (Anthony de Mello)

Resulta “casi milagroso” que, en una película que no pudo acabarse, a la que le faltaron numerosas escenas para que Buñuel desembuchara y aclarara todo lo que quería decir, y que concluye con un final forzado y decididamente abrupto, uno pueda encontrar tanta riqueza narrativa y un alegato, en definitiva, coherente.

Los estilitas eran famosos anacoretas que, asumiendo una “total renuncia del mundo”, vivían en lo alto de una columna. Se alimentaban con lechuga y agua que les traían algunos de sus devotos, y llevaban una vida de extraño aislamiento de un mundo al que consideraban pecador. Hubo muchos de ellos, sobre todo en oriente, a lo largo de varios siglos, y uno de los más conocidos fue San Simón, en cuya historia se ha basado Luis Buñuel para demostrar la vana experiencia de un aislamiento al que llaman santidad.

Y así, lo que vemos en este agudo filme, es a un hombre barbudo y sucio, subido a una columna (falo), y rodeado por un simulacro de ring protector, desde el cual lucha, solo, contra las tentaciones del mundo. Tiene un grupo de adeptos que lo proveen de su escaso alimento, y a ellos predica, y con ellos ora cada tanto, para cumplir con su “sagrada misión”. Entre tanto, el diablo, metido en el precioso cuerpo de Silvia Pinal, decide tentarlo, de las más diversas formas, para convencerlo de que no renuncie al mundo.

Nuestro “santo” comete, entonces, varios errores de procedimiento que pueden leerse en su proceso: 1. Al subirse a la columna (quizás para sentirse más cerca del cielo) expuesta al aire libre y a la vista de todos, se muestra superior y con esto denota arrogancia en su pretendida humildad. 2. La columna se convierte en símbolo de un gran falo porque, al negar la sexualidad y reprimirla, ésta se convierte en un poderoso y urgente reclamo difícil de vencer. De ahí las agradables y provocativas visiones que constantemente tiene. San Agustín decía algo así: “Si Dios no juzgara nuestras acciones sino nuestros pensamientos, yo mismo estaría ya condenado”. 3. No se lucha contra el mundo huyendo de él, sino aprendiendo a verlo y a asumirlo de otra manera. La fortaleza se demuestra al tener de frente la ocasión de pecar y conseguir resistirla. En la huida hay, casi siempre, más debilidad que fuerza moral.

Creo que hubiera preferido a Manuel “Loco” Valdez en el rol que hizo Claudio Brook. Pero, Silvia Pinal, me resulta bastante convincente jugando, como la Dietrich, a demostrar que el diablo es una mujer.

La vida se hace plena cuando te mezclas entre la gente. El hombre es un ser sociable, porque es con el otro que se salva o es con el otro que se condena.
Luis Guillermo Cardona
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5 de julio de 2007
29 de 35 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tal vez sea una idea peregrina, pero las películas más “complejas” y más difíciles de valorar en su justa medida, son europeas. No es fácil entender el cine de Fellini, ni el de Passolini ni por supuesto el de Buñuel. Polanski también tiene obras con simbologías muy personales. Seguramente esta circunstancia también se dará en el cine USA pero, nosotros, espectadores del viejo continente, tal vez seamos más “receptivos” para lo nuestro.

El cine de Luis Buñuel es ininteligible si no se conoce la propia vida del aragonés de Calanda. Desconociendo, por ejemplo, su ateísmo reconocido y declarado, películas como Simón del Desierto se quedarían en simples operetas ó comedias bufas. Pero, sabiendo sus ideas religiosas, sus conflictos interiores, sus dilemas entre azar, misterio y Relojeros hacedores, pues las cosas, sus cosas, se ven de otra manera.

Y así, Simón del desierto se transforma en una película inteligente, donde, en absoluto critica a quienes tienen fe sino a los que buscan en la religión milagros, prebendas y señoríos. A este respecto, la tan resaltada escena del milagro con su “normalidad” y su ingratitud posterior, es absolutamente significativa.

Buñuel nos ofrece distintos temas para la reflexión: ¿Servir a Dios aislándose del mundo? ¿La santidad reñida con el sacerdocio? (véase sino la escena en que pretenden ordenar sacerdote a Simón), o, por lanzar una línea de pensamiento: ¿Es coherente criticar la limpieza en los atuendos y al tiempo mudarse de columna a otra mejor?

Propuestas conflictivas. No cabe duda. Por la época, por haber nacido Buñuel donde nació y sobre todo por la temática. Pero insisto, desde su ateísmo es plenamente respetuoso con la fe pero no con las alharacas y fanfarrias de los que se llaman creyentes, igualmente laicos que seglares, que de todo hay en la viña del Señor.

Estos son los valores propios de la película, mas que los interpretativos ó fotográficos. Aunque me gustó el trabajo de Silvia Pinal como diablo tentador. Por cierto, en el 65 aquí en España ni locos teníamos tentaciones semejantes en una pantalla grande. Tuvo que ser en Méjico, lindo y querido...

¡Ah! Se quedó algo corta. Faltó plata...
FATHER CAPRIO
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17 de junio de 2006
23 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
Buñuel se inspiró en la figura histórica de San Simeón el Estilita, quién allá por el año 422 se retiró al desierto y allí pasó los últimos 37 años de su vida subido a una columna. Con este material, Buñuel había ideado un largometraje, pero el hecho de que al productor Gustavo Alatriste se le acabase el dinero hizo que solo se pudiese rodar hasta montar estos 42 minutos.
De esta forma, "Simón del desierto" resulta una obra tan interesante, apetecible e incómoda como inconclusa y de abrupto final, que pide a gritos algo más, reclamando una restitución a su caracter tullido.
Queda, aún así, como un film divertido, socarrón e irónico, con hallazgos imaginativos y visuales pese a su precariedad, lo cual es más que mucho. Eso sí, resulta una algo triste despedida de su etapa mexicana.
kafka
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