La memoria de los muertos

Es impactante ver como el montador (Robin Williams) utiliza toda su vida y su trabajo a la búsqueda de sí mismo. Busca ver su vida a través de los ojos de los demás. Sufre con lo que ve, se apiada de los que lo sufren y su vida gira en torno a la vida que se refleja en sus cintas. Él es el devorador de pecados. Resume las vidas limpiando las partes que no interesan recordar. Esas partes, esas crueldades, esa violencia... le devorará su alma. Por eso hace lo que hace. Por eso sale con la chica que vio en uno de los videos, porque no quería que sufriera por la pérdida de su marido. O por eso sufre por la niña que fue agredida sexualmente por su padre.

La vida grabada en primera persona, luego editada de tal modo que sólo se vea lo bueno. Llegando incluso a convertir asesinos en santos. No todo el mundo está a la altura de las circunstancias, se necesita al mejor, y el mejor es que el vea lo que vea no se altera, el que si no ve lo mejor de cada uno, se lo inventa cortando y pegando. Pero entonces, ¿qué sentido tiene este Gran Hermano que todo lo ve? Más aún cuando una de las defensas que alegan los que lo promueven es que la gente al saberse observada una vez muertos actúa de un modo más correcto en vida. Si se puede borrar, qué sentido tiene lo anterior.
Sólo la carga, el remordimiento, la necesidad de ser perdonado, hace que se mire hacia otro lado, o al menos así lo expone este devorador de pecados que tiene muy claro cual es su trabajo, y sus intereses de la vida. Incapaz de querer, sentir, o vivir, dominado por una obsesión vive una vida sin sentido, reviviendo la de otros.
Al final alcanza de un modo un tanto paradójico e involuntario que su vida, incluyendo su muerte, tenga sentido para otros.